Prólogo

Había sucedido nuevamente. Él la había elegido por sobre ella.

Aunque esta vez era diferente.

Sus vidas estaban en juego, y había preferido salvar a una persona cuyo corazón ya no latía antes que a ella.

Y lo que más le dolía era que él ni siquiera se había molestado en mirarla.

El desagradable ser que la mantenía cautiva le dirigió unas palabras al medio demonio que ahora se encontraba con la sacerdotisa en brazos, a una distancia prudente.

O eso creyó.

¿Por qué lo creía y no lo afirmaba?

Y pues por el simple hecho de que sus sentidos habían sido completamente bloqueados por el veneno que hacía estragos en su cuerpo.

No podía oír ni oler nada. Tampoco sentía dolor.

Sólo podía ver cómo transcurrían los acontecimientos sin siquiera poder dar una opinión al respecto.

En un momento, sintió como la atmosfera que la rodeaba, antes pesada y poco tolerable, se alivianaba.

Al dirigir su vista hacia el sitio donde estaban él y sus amigos, observó la cara de sorpresa que puso al verla, la cual se transformó luego en una de espanto.

Simplemente no entendía el por qué de tanto asombro.

Unos minutos antes había estado tan solo a unos pasos cuando fue a salvar a la otra mujer, y no había mostrado ningún tipo de reacción.

En cambio ahora se mostraba aterrado.

La persona que la aprisionaba aparentemente volvió a entablar conversación con sus compañeros. Parecía que se reía de ellos.

Sin embargo, aún así no sabía lo que decía, solo miraba sin comprender.

Unos segundos después de lo que le pareció el final de la supuesta conversación, sintió su pecho y su vientre arder.

Podía compararlo a sentirse atravesada por una infinidad de agujas.

No estaba tan equivocada…

Las extensiones de aquel ser habían perforado su cuerpo, y a pesar de que se suponía que no sentía nada, el dolor estaba allí presente.

No tardaron en ser retirados, lentamente, de su cuerpo.

Un líquido rojo y caliente empezó a emerger de sus heridas…era sangre.

Tosió, y un hilillo rojo también bajó por el lado izquierdo de su boca.

Su cabeza, sintiéndose pesada, cayó suavemente, y entrecerró los ojos.

Su vista comenzaba a nublarse, lo único que veía era el suelo y un gran manchón rojo que supuso era su uniforme.

Sintió que la jalaban hacia arriba, y su cuerpo se vio libre al desaparecer aquello que lo mantenía agarrado.

La fuerza de la gravedad le impactó provocando que empezara a caer.

Divisó un turbulento río que corría más abajo, a unos cuantos metros. Supuso que lo más probable era que caería en él, ya que el precipicio en donde antes se encontraba parecía algo lejano.

Lo vio correr hacia ella, la mujer había quedado tendida en el suelo al resguardo de sus amigos. El hombre que la había arrojado impidió su avance.

Él gritó algo que reconoció por el movimiento de sus labios, su nombre.

Sus ojos denotaban una tremenda desesperación, al parecer dirigida a su persona.

Sin embargo ya no le desagradaba la situación.

No tenía nada de malo morir, ya que si lo hacía su sufrimiento tanto físico como emocional acabaría, y eso era lo que más deseaba en esos momentos.

Además él ya había elegido, y no tenía ningún derecho a reclamarle. Después de todo era la única que estaba de más. Ella se había metido entre ellos, y ahora ese era su castigo por intentar tener a un hombre que amaba a otra persona.

Maldijo el día que esos ojos dorados la habían cautivado y enamorado…pero aún así no se arrepentía.

Todos los preciosos momentos que había pasado a su lado quedarían para siempre grabados en su corazón.

Unas lágrimas rebeldes empezaron a escaparse de sus ojos.

Lo miró una última vez. Aunque solo habían pasado unos cuantos segundos, él seguía mirándola con el mismo rostro que reflejaba temor y desesperación.

Por un breve tiempo las miradas de ambos parecieron conectarse.

Le sonrió, y susurró algo que estaba segura que escucharía…

—Adiós….Inuyasha…

Un instante después, sintió que su cuerpo chocaba contra algo y todo se volvió negro. Las aguas de aquel río comenzaron a engullirla.

La luz se alejaba poco a poco mientras se internaba en la oscuridad.

Pequeñas burbujas eran las únicas que subían apresuradamente a la superficie, como si de una carrera se tratase.

Sus pulmones se inundaban lentamente del agua salada que ingresaba por su nariz y boca.

Sentía que era arrastrada con fuerza por la corriente sin que pudiera hacer nada.

Por un breve lapso de tiempo se sintió en paz. No le daba miedo saber que ya no vería a las personas importantes para ella. Lo que sí lamentaba era saber que esas personas probablemente se lamentarían y sufrirían por su muerte.

No obstante no había nada en sus manos que pudiera hacer.

Ya era demasiado tarde para cambiar las cosas, y si pudiera volver atrás en el tiempo ya lo hubiera hecho. Cambiaría tantas cosas si pudiera hacerlo.

Si tan sólo fuera posible…

Igual ya nada importaba.

Habían sucedido muchas cosas desde que cumplió quince años. Pelear con monstruos, ir a la escuela, buscar los fragmentos, conocer a sus queridos amigos, enamorarse, experimentar los celos por primera vez, llorar por un amor no correspondido…

Estaba feliz, y ya no podía desear más que su sufrimiento acabara para poder descansar al fin.

Entonces cerró sus ojos, y ya no los volvió a abrir…