Disclaimer: Inuyasha, así como sus personajes, le pertenece por copyright a Rumiko Takahashi. El uso de los personajes en la historia es sin fines de lucro y solo con el afán de entretener.
La trama de la historia me pertenece, cualquier copia total o parcial de la misma sin permiso previo del autor queda estrictamente prohibida.
La sonrisa y el corazón
Recuerdos
Recordar los sucesos de la vida es fácil, algunos nos hacen sonreír, llorar y otros hasta reflexionar pero recordar es la forma de darnos cuenta que guardamos memorias que en su momento y hasta ahora son importantes porque les entregamos un espacio dentro de nosotros.
Katherin M.C.
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La escena frente a ella no era muy diferente a la de sus recuerdos, la había visto tantas veces pero eso había sido hace muchos años, cuando apenas era una niña.
"Ella sabía que estaba escondida entre unos arbustos y raramente sintió como si volviera a ser esa niña, pequeña e inocente, espiando a una pareja.
Una pareja que se observaba en medio de un claro uno sentado al lado del otro
Una mujer de mirada tan cálida con una sonrisa sencilla pero a la vez hermosa, veía a aquel hombre de cabellera platinada, ojos iguales a dos gotas de oro y en sus facciones una sonrisa tan perfecta que jamás creyó pudiese existir.
Aquel hombre se le hacía familiar al hanyo que tanto amaba, se perdió tanto en sus pensamientos que ni cuanta se dio cuando los amantes empezaban a sonreírse el uno al otro.
El joven hizo su primer movimiento acercándose a la mujer, susurrándole al oído quién sabe qué, pero fuera lo que fuera debió ser agradable porque la pequeña pudo oír una risita salir de los labios de la mujer y la sonrisa en su rostro jamás se desvaneció. Su piel se veía brillante y tersa, sus ojos eran profundos: dos zafiros escondiendo un secreto que se rehusaban a contar pero que al parecer su compañero conocía a la perfección. Ella se veía tan hermosa y por alguna razón la pequeña sentía un calor en su pecho, uno que sabía sintió en un pasado.
La niña muchas veces oyó decir que su mirada era cálida, e incluso ella lo pensaba a menudo, pero sabía que esa calidez no se comparaba a la que aquella mujer escondía en sus ojos, podría envolverla con esa calidez si la viera por un momento pero su atención estaba en el hombre frente a ella, esos zafiros parecían querer fundirse con aquellas gotas de oro.
De pronto la mujer se abalanzo hacia el hombre con improvisada elegancia, rodeando el cuello de él con sus brazos. La pequeña vio como los labios de la mujer se movían pero el sonido de las palabras jamás llegó a sus oídos.
"Siempre que estés a mi lado"- susurro el hombre, mientras correspondía el abrazo. Contestando a las palabras que la pequeña jamás oyó provenir de aquella cálida mujer.
De un segundo a otro hubo un cambio en el ambiente, anunciado por el viento.
El hombre se volvió hacia la dirección que ocupaba la niña en aquel lugar, en el cual ella sólo era una espectadora, la pequeña sintió miedo al verse descubierta porque sabía que estaba robando la privacidad de aquellos amantes, pero al observarlo detenidamente se dio cuenta que el rostro de él se veía borroso, no podía distinguirlo con claridad.
"Kagome"-susurro aún con esa voz melodiosa.
"…Kagome"-la voz de él se fue distorsionando hasta desencajar con la imagen, esa voz era familiar y lejana.
-"Señorita Kagome"- dejó de sentirse una niña en ese momento.
En la escena no solo los rostros se volvían borrosos sino que también el paisaje y de pronto: la imagen se cortó al igual que una cinta que se vuelve negra porque la película se ha terminado."
…
Al abrir sus ojos las imágenes frente a ella eran opacas, parpadeó un par de veces logrando que la imagen apenas visible fuese aclarándose poco a poco.
-Señorita Kagome- saludó el monje.
"Sólo fue un sueño" pensó desilusionada, quería dormir solo un poco más para descubrir la identidad de aquella pareja.
-Lamento despertarla pero Inuyasha desea partir lo antes posible.- menciono el monje sacando a Kagome de su abstracción.
Una sonrisa se dibujo en el rostro de la miko. Sabía el porqué de la impaciencia de Inuyasha, ella acababa de llegar de su época después de tres días haciendo que perdieran el rastro que los llevaría a Naraku, y aún así era tan egoísta al querer dormir sólo un poco más, retrasando la búsqueda de la cual ella era causante.
Al momento de levantarse, Kagome agradeció al monje por tomarse las molestias de despertarla, recogió su saco de dormir y preparó todo lo necesario para partir.
Cuando el sol estaba en lo más alto del cielo todos se despidieron de la anciana Kaede, listos para retomar el curso de su viaje.
La miko, estando en la espalda del hanyo, lo observó con suma atención imaginando que en el sueño de esa mañana él era el protagonista; ese hombre con cabellera plateada y sonrisa cálida debía ser su compañero de aventura.
En ese instante una idea cruzó por su cabeza; El sueño que desde pequeña solía asaltarla por las noches debía ser una señal de que se encontraría con Inuyasha pero entonces ¿Él la escogería a ella?, ¿La amaría? Si sus sospechas eran ciertas, entonces así sería. Todo su ser se regocijó ante la idea de su maquinadora mente y por un pequeño impulso se apretó más contra el hanyo, provocando que él se sonrojara y se sintiera particularmente incomodo.
-Kagome, ¿Qué te pasa?- él no se atrevía a verla directamente al rostro, era mejor fingir que su camino necesitaba de toda su atención para no chocar con un árbol o caer en un risco cuando en realidad la razón era muy diferente: no quería que notara su sonrojo.
-No es nada- respondió en un pequeño susurro, sonriendo de la misma manera que lo hacía una enamorada sin aflojar su agarre, más bien apretó su mejilla contra la espalda de Inuyasha sintiendo como esos cabellos platinados, tan suaves, acariciaban su mejilla.
La reacción del hanyo fue instantánea, aquel rubor en sus mejillas fue subiendo de tono violentamente hasta expandirse por todo su rostro.
Más para la miko nada podía ser mejor que saber que el destino tomaba el curso que bebía: a su favor.
•••••
Otro día como cualquiera: El extraño sapo vigilando a la pequeña humana que gozaba de la protección de su amo.
Para Jaken aquella niña se había vuelto muy escandalosa desde que había recuperado la voz y lo peor de todo es que no paraba de hacer una pregunta antes de hacer otra, pero ¿Quién podría culparla? Lo que aquel yokai no sabía era que los cachorros humanos eran muy curiosos y deseaban saber el por qué de cada cosa que no comprendían.
Rin saltaba de un lado a otro con flores en sus manos arrojándolas hacia arriba para que pareciera que llovían pétalos sobre ella. Ignorando los disgustos de Jaken.
-Señor Jaken- Llamó la pequeña mientras se ponía frente a él con sus ojos brillantes y una sonrisa en sus labios –juegue con Rin- Pidió, pero antes de que el pobre sapo de ojos saltones pudiera negarse empezó a saltar a su alrededor arrojando flores sobre él.
Cuando las flores que tenía en sus manos se acabaron se sentó al lado del pequeño Yokai, el cual tenía la vena de su frente más pronunciada de lo normal mientras veía fijamente a la nada con los parpados levemente caídos. Rin recogió las flores una a una uniéndolas con destreza, no necesitó ponerse de pie para colocarle la corona de flores al sapo debido al tamaño del Yokai.
- ¡Listo Señor Jaken!- Exclamo la pequeña poniéndose de pie y acomodando la corona -¡Se ve muy bien!- Sentencio con una sonrisa de satisfacción en su pequeño rostro. El Yokai no podía creer que había sido reducido a un simple muñeco para las travesuras de una niña humana.
Rin se dio cuenta que la venita en la frente del pequeño sapo estaba tan inflada que no puedo evitar picarla con su dedo índice un par de veces temiendo que si lo hacía muy fuerte esta explotaría, Jaken por su parte se molesto aún más por las acciones de la niña, que pudo sentir la sangre subirle hasta la cabeza cosa que hizo agrandar la vena en su frente, Rin se alarmo al darse cuenta.
-Señor Jaken ¿Está bien?- la niña estaba más que asustada, temía que la cabeza de Jaken explotara y quedarse sin su "guardián".
-NIÑA INSOLENTE ¡DEJA DE PICARME!-gritó, perdiendo el control que no tenia.
Rin se alivio al oírlo, era mejor que expulsara su enojo así no explotaría, así que lo ignoro de la mejor manera: haciendo más coronas de flores.
Jaken seguía gritando las mil y un maldiciones que nadie se molestaba en oír. De pronto la pequeña se puso de pie en un segundo, a una velocidad demasiado anormal para un humano y él sapo supo la razón: El amo había llegado.
Rin se abalanzo contra Sesshomaru logrando prenderse a una de sus piernas, mientras este último veía con fastidio a su leal sirviente, el cual solo lo veía aterrado temiendo lo peor.
Sesshomaru desvió su mirada a la pequeña niña cuando esta empezó a contarle todo lo que había hecho en su ausencia. Jaken pudo observar el cambio de aura en su amo; en ese momento era cálida.
"En muy pocas ocasiones he visto cariño e interés en los ojos de mi amo" Pensóel sapo.
Puede que jamás nadie se lo haya imaginado pero ese sapo que tantas veces es ignorado escondía un secreto que no necesariamente era suyo. Nunca te has preguntado ¿Por qué las miradas acecinas de Sesshomaru? ¿O por qué este nunca lo ha alejado de su lado? Porque debes aceptarlo, el sapo es muy molesto cuando se lo propone.
Ambos eran consientes de la razón del porque el sapo seguía vivo: él era el único conocedor de un secreto que jamás había tocado la luz desde que fue sepultado.
Sesshomaru sabía que no podía deshacerse del único ser que sabía el motivo por el cual no sonreía, y odiaba admitirlo pero a veces solo trataba de aferrarse a lo que le trajo alegría en un tiempo para afrontar el hecho que estos se habían ido volviéndose solamente recuerdos.
…
Las horas pasaban y el atardecer anunciaba la pronta venida de la noche.
Habían montado un campamento que contaba solamente con una fogata en el centro. Jaken podía ver a su amo a través de las llamas de la fogata, por su parte Rin se había quedado dormida cerca de Ah-Un cubierta por una fina manta. Ambos Yokais la observaban.
Jaken sabía que talvez la pregunta que haría le costaría la vida pero era demasiado fingir que jamás cruzaba por su cabeza.
-Amo- llamó el sapo. Sesshomaru no respondió así que Jaken decidió continuar – ¿Rin es igual a la amita? - hacía años que no hablaban de ella.
La incomodidad de Jaken se hacía cada vez más insoportable, trago ruidosamente esperando cualquier castigo por su pregunta.
Increíblemente Sesshomaru respondió.
-No- dijo con su calma habitual- ella jamás fue obediente. Incluso cuando era niña jamás lo fue, nunca le daba la razón a este Sesshomaru y este Sesshomaru podía ver el fuego en sus ojos. Ella siempre fue testaruda –Él detuvo su relato al recordar todo aquello y observando más detalladamente a la pequeña humana- Rin no se parece en nada a ella.
-Me hubiera gustado verla cuando era un cachorra- Jaken sonrió. Siempre lo hacía cuando recordaba a su amorosa amita.
La había conocido poco después que decidió seguir a Sesshomaru. Después de unas semanas siguiendo a su nuevo amo, éste apareció un día con una hembra de mirada cálida detrás de él, pero que podía llegar a ser aterradora cuando se enfadaba. Cuando ella se marchó, Jaken jamás volvió a tratar con respeto a nadie, a excepción de su amo, porque sabía que nadie más que su amita merecía ese respeto. Jamás nadie estaría a su altura.
Jaken sabía que Rin se parecía a ella en algunos rasgos pero definitivamente no eran iguales, no necesitó conocer a su amita cuando ella era apenas una cachorra porque sabía que desde pequeña ella debió de haber sido obstinada, terca y orgullosa pero sobre todo amorosa, habían muchas preguntas que flotaban en el aire desde el día en que se marcho pero jamás las pronunció porque sabía que su amo no le daría respuestas, en especial a aquella pregunta que rondaba su cabeza desde hacía 1 siglo: "¿La extrañaba?" Demás está decir que Sesshomaru jamás la respondería.
La sonrisa en el rostro de Jaken se profundizo, volviéndose más cálida "Definitivamente, sí" pensó, contestando él mismo a la pregunta.
Los ojos de Sesshomaru miraban a un punto fijo, su mente empezó a correr la cinta de todos aquellos recuerdos que lo hicieron feliz años atrás pero que ahora no eran más que eso: Recuerdos…
•••••
Ambos grupos se dirigían al Sur. Ambos llevados por el aroma, uno más sensible que el otro, uno buscaba la venganza de un acto que le costó la vida de la persona que amaba y otro por el simple hecho de haberlo engañado. Una intención más razonable que la otra. Pero sin embargo ambas validas, ambas aceptables, ambas escondiendo segundas intenciones, ambas usadas como excusas.
El camino era largo para ambos grupos pero ninguno de los dos descansaría dejando escapar esta oportunidad, aún sabiendo que era sospechoso el comportamiento del enemigo, que había permanecido inmóvil por más de tres días, estas oportunidades son las que debes tomar aún cuando arriesgas la propia vida.
…
-Llevamos caminando por días, Kagome ¿Ya vamos a llegar?- preguntaba un impaciente Kitsune.
-Creo que lo haremos Shippo- Respondió la sacerdotisa con dulzura en su voz mientras veía al pequeño en sus brazos – ¿No es así Inuyasha?- dirigió su mirada a aquel que creía se volvía más silencioso desde que salieron de la aldea.
-¡Ya les dije que sí!, ahora dejen de preguntar- respondió molesto, desde hace días le hacían la misma maldita pregunta y ya estaba perdiendo la poca paciencia que había desarrollado hace solo unos días.
-¡Pero si me has dicho eso desde hace una semana! Perro tonto- gritaba Shippo.
El hanyo gruño por lo bajo, cuanto deseaba golpear al Kitsune, si no fuera porque estaba en los brazos de Kagome ya lo habría golpeado.
La inocencia de Shippo lo hizo saltar al hombro de Inuyasha –Perro tonto talvez has perdido el olfato- le dijo mientras le pellizcaba la nariz. ¡Eso fue el colmo!: Inuyasha tomo al pequeño entre sus garras y lo apretó, pero Shippo era ágil y la diferencia de tamaños le daba la ventaja, saltó lejos del agarre de Inuyasha pero sabía que el hanyo lo perseguiría así que solamente corrió ¿Quién se arriesgaría a parar y verificar? Definitivamente eso sería un error.
El resto del grupo veía lo que sucedía suspirando y con resignación en sus miradas. Esos dos eran incorregibles y esta escena frente a ellos se había vuelto habitual con el tiempo.
…
El grupo montó el campamento al pie de una montaña de la cual la sacerdotisa podía percibir la presencia de la perla, por su parte El hanyo podía percibir la presencia de su hermano a tan solo unos cuantos kilómetros.
Las horas transcurrieron. En la madrugada un remolino alerto a todos. Inuyasha sintió la peste en el aire y gruñó.
Kagome se tensó, salió de su bolsa de dormir y se dirigió a Inuyasha. La sacerdotisa dio un pequeño salto al ver el remolino aparecer frente a ella de un momento a otro, pero entendió el porqué de la molestia de Inuyasha al sentir como unas manos tomaban las suyas y ver un par de ojos azules frente a ella.
-Kagome mi amor- saludó Koga, apretando un poco más las manos que tenia cautivas y las llevó a la altura de su pecho. –Me alegra ver que te encuentras a salvo- dijo acercándose al rostro de la miko pero antes de que pudiera acortar más la distancia que separaba sus rostros Inuyasha se interpuso y empujó a Koga.
-Aléjate de ella lobo rabioso- alegó Inuyasha. Koga gruñó gritándole que ese no era un lugar seguro para Kagome, lo cual empezó una discusión que termino resolviéndose a golpes.
Ginta y Hakaku aparecieron momentos después, seguidos por una manada de lobos.
Kagome y el resto del grupo suspiro pero se tensaron al ver como ambos dejaban de pelear, quedando uno con el puño frente a la cara del otro.
Ambos, Yokai y Hanyo, gruñeron. Inuyasha se tensó al percibir cómo Sesshomaru se acercaba a gran velocidad y justo después un trueno que anunciaba la presencia de nubes negras, alerto a todos.
Kagome dio dos pasos atrás para después correr en dirección hacia Shippo y lo tomó entre sus brazos.
Kirara fue envuelta por llamas rojas para dejar ver a una gran felina que gruñía al cielo. Miles de monstruos de todas formas y colores se dirigían a ellos desde el norte, a la misma velocidad que las nubes negras se acercaban.
Hakudoshi apareció de la nada, Inuyasha desenvaino su espada y la coloco frente a él, bloqueando el ataque de la extensión de Naraku. Inuyasha imprimió fuerza en el ataque empujando a Hakudoshi, éste dio una maroma hacia atrás y cayó de pie. –Pelea Hanyo- esas fueron sus únicas palabras, pero fueron suficiente para que Inuyasha lo insultara y diera inicio la batalla entre ellos.
Kagura bajó de la pluma gigante y lanzó un ataque en dirección a Kagome pero Kirara logro sacarla del camino antes de que saliera herida. -Gracias- susurro Kagome a la felina.
Miroku absorbió una gran cantidad de monstruos a una distancia prudente pero se detuvo cuando los insectos venenosos hicieron acto de presencia.
-Es un gusto poder verlos de nuevo-se burlo Naraku. La voz del enemigo dio inicio a la batalla.
Koga y Sesshomaru se lanzaron contra Naraku dando un golpe tras otro. Kagura fue detenida por una flecha que hizo un pequeño corte en su mejilla, Kikio apareció y fulmino a la extensión con su mirada.
Naraku sacó varios tentáculos, dificultándole la pelea a los Yokais. En uno de sus golpes dirigidos a Naraku, Sesshomaru logró hacer retroceder al Hanyo pero no se percató que un pequeño Yokai verde y una humana trataban de salir de los alrededores, interponiéndose en el camino.
Los ojos de Naraku brillaron con malicia y dirigió un tentáculo hacia los compañeros del Taiyokai al mismo tiempo que tres tentáculos más obstaculizaban los intentos del Taiyokai por proteger a su sirviente y protegida.
-¡Rin!- gritó un pequeño Kitsune desde los cielos. -¡Shippo!- gritó una preocupada Kagome al ver como Shippo dio un salto, bajando de la pantera que los mantenía a salvo.
El Kitsune se trasformo en un enorme globo empujando a la pequeña humana y al sirviente para recibir el golpe. Pero el Yokai lobo partió el tentáculo por la mitad antes de que llegara al Kitsune.
Nadie esperó que al partir el tentáculo saliera humo negro de él. El veneno alcanzo a los pequeños y ambos cayeron en la inconsciencia al instante.
Jaken se incorporó como pudo. Miró a su amo y éste le dio un claro mensaje grabado en sus ojos fríos "vete de aquí si no quieres que te mate".
Jaken se dirigió a la niña y al Kitsune. Ah-Un veía a la sacerdotisa que se encontraba en los cielos, ella le dirigía una mirada de suplica, desvió su mirada al sirviente cuando pudo sentir un peso extra sobre él. –Salgamos de aquí- le ordeno Jaken. Ah-Un vio al Kitsune sobre él, en sus ojos brillo el reconocimiento Y sin más el dragón de dos cabezas se perdió entre la espesura del bosque.
El lobo se repuso del veneno después de unos momentos, agradeció que Sesshomaru mantuviera ocupado a Naraku, corrió en dirección al Hanyo lanzándole patadas, esquivando y recibiendo golpes.
Kagome había sido ignorada por todos "un gran descuido" fue el pensamiento que cruzó la mente del único yokai que se percató. La miko tomó una flecha y apunto en dirección a Naraku. Sesshomaru y Koga mantenían tan ocupado al Hanyo que no se percato de la presencia de ella.
La miko sabía que no era apropiado atacar por la espalda pero esa sería su única oportunidad. Lanzó la flecha a la espalda de hanyo, ésta penetro las ropas y se incrustó en la piel, en el centro de esa cicatriz en forma de araña. El golpe lo debilitó pero no se dejó vencer, llevó uno de sus tentáculos a la espalda, partió la flecha, lanzó una parte y dejó la punta incrustada en su espalda.
En un descuido, Koga no pudo esquivar los tentáculos y se enroscaron en sus piernas. Los tentáculos perforaron las piernas del lobo y sacaron los fragmentos que faltaban. El lobo no pudo más que gritar.
La miko veía la escena aterrorizada –Llévame con él, Kirara- La pantera obedeció pero los tentáculos de Naraku no los dejó acercarse, Sesshomaru lanzó un ataque con su espada, destruyendo los tentáculos. Sin proponérselo despejó el camino para Kagome.
La miko tomó a Koga y lo llevó al lomo de Kirara. La pantera dejó su carga a unos metros del campo de batalla y se dirigió al lado de la exterminadora.
Inuyasha lanzó un ataque a Hakudoshi y vio la oportunidad perfecta para acabar con Naraku. –Viento cortante- gritó. Sesshomaru esquivo el ataque de su hibrido hermano.
El ataque impactó a Naraku. Pero el hanyo se había vuelto tan poderoso que no bastó para acabar con él.
Naraku se vio entre la espada y la pared y ninguna de sus extensiones estaba lo suficientemente cerca para poder absorberla. El hanyo debía huir o sería exterminado.
Kagome se dio cuenta que Naraku pensaba escapar. La desesperación se adueño del juicio de la sacerdotisa y por reflejo tomo una flecha de su carcaj, tensó su arco y disparo directo a la perla. Ella misma se sorprendió cuando la flecha impacto exactamente en su objetivo pero detuvo su alegría al percatarse de lo que la flecha estaba haciendo: rompía la perla en miles de fragmentos, otra vez.
La sacerdotisa sabía que los fragmentos no tardarían en volar en múltiples direcciones, Naraku actuó rápido: se movió hacia donde estaban los fragmentos pero hubo alguien aún más rápida: Kikio.
El cadáver de barro y huesos alzo sus manos en dirección a los fragmentos armando una kekai alrededor de ellos, impidiéndoles separarse los unos de los otros.
Inuyasha quedó bloqueado por Hakudoshi. Sango y Miroku estaban igualmente ocupados. El monje golpeaba con su báculo, lanzaba pergaminos… La lucha cuerpo a cuerpo era su única elección al verse rodeado por algunos insectos venenosos. Kirara no perdía oportunidad y se lanzaba sobre los insectos haciéndolos caer a tierra para después exterminarlos. Sango trataba de ayudar a Kirara en su labor pero algunos monstros se interponían, parecía que protegían a los insectos venenosos.
Kikio atrajo la kekai con los fragmentos hacia ella, quedando suspendidos sobre sus manos.
El único Yokai en el campo de batalla que no quedo al pendiente de lo sucedido con la perla hizo lo que nadie se molestaba en hacer: atacar a Naraku. Sesshomaru hizo un corte perfecto y profundo a lo largo de la espalda del hanyo, Naraku abrió su boca y dejó salir un grito de dolor junto a una gran cantidad de veneno negro que cubrió el campo de batalla al instante. La sangre del hanyo no tardo en salir a la superficie de la piel recorriendo su espalda, deslizándose hacia sus piernas, cayendo al césped y formando un charco bajo sus pies.
Sesshomaru lanzo un segundo ataque pero Kagura se interpuso entre él y el hanyo, para Kagura era demasiado tarde lanzar un contra-ataque porque el ataque de Sesshomaru la alcanzó antes de que pudiera reaccionar.
Naraku podía ver como los fragmentos brillaban de una forma extraña. Kagome se cubrió la boca y la nariz con su antebrazo, entrecerraba sus ojos y se dejaba guiar por el resplandor de los fragmentos.
Ella debía llegar al otro extremo del campo de batalla pero todos los ataques hacían parecer aquel lugar un campo minado que con cualquier paso en falso terminaría con su vida. "Debo hacerlo" se dijo a sí misma, sabía que los fragmentos estaban en peligro y debía quitarlos del poder de Kikio antes de que Naraku los tomara o antes de que la misma Kikio se los entregara.
Inuyasha empezó a lanzar ataques ciegos por todos lados al no poder ver con claridad a Hakudoshi. Uno de los ataques se dirigía al costado izquierdo de Sesshomaru, este aún estando de espaldas pudo sentir el peligro pero también la presencia de alguien acercándose así que con una maroma esquivo el ataque tomando a la persona a su lado al mismo tiempo.
Una vez fuera de peligro retomo su lucha.
Kagome se sintió mareada, alguien la había tomado por la cintura, de un tirón hizo que sus pies ya no tocaran el suelo, lo que hizo que respirara un poco de veneno, un segundo después estaba de nuevo de pie sin nadie a su alrededor más que el veneno. "¿Qué habrá sido eso?" pensó mientras trataba de ver algo a su alrededor, pero lo único que podía ver era niebla negra, a lo lejos pudo percatarse del brillo de los fragmentos.
Ella trato de dirigirse hacia el resplandor pero el poco veneno que había ingerido empezó a hacer efecto, provocándole mareos, haciendo que todo a su alrededor diera vueltas, sabía que debía purificar el veneno antes de que se desvaneciera, Kagome tomó una flecha más, tensó el arco, apuntó al cielo y disparó.
La flecha dejo un resplandor a su paso, formando un agujero en medio del humo. Pero al parecer la fuerza de gravedad no hizo efecto sobre ella porque como la lógica demandaba ésta debía caer, más sin embargo viró hacia la derecha con dirección a Kikio. La flecha atravesó el kekai con tanta facilidad haciendo parecer que rasgaba una simple red.
Una vez que la flecha atravesó el kekai los fragmentos se aglomeraron en la punta, flotando a su alrededor, como miles de metales atraídos por un imán. La flecha se detuvo de golpe, la punta paró justo a unos milímetros de la yugular de Kikio. Ella dejó de respirar, sabía que si se movía solo un poco la flecha la atravesaría.
Segundo después la punta retrocedió ocultándose tras los fragmentos y la flecha regresó con su dueña a gran velocidad.
Kagome veía sorprendida como la fecha se dirigía a ella –"Esto no es normal"– se dijo y retrocedió dos pasos. Cuando la flecha estaba a un metro de distancia levantó sus manos, las coloco frente a ella y cerró los ojos.
El humo negro no permitió que nadie, a excepción de uno, pudiera ver cómo la flecha se detuvo de la nada, perdiendo velocidad de golpe, partiéndose a la mitad. Pero los fragmentos siguieron su camino, chocando contra las palmas de Kagome, incrustándose en su piel.
Ella abrió los ojos al sentir el dolor punzante es sus manos -"La perla"- susurro y en ese mismo instante ni uno solo de sus nervios se movió y su corazón se detuvo.
El cuerpo de la sacerdotisa palpitó "bum, bum". Sus pulmones volvieron a funcionar y al mismo tiempo que exhaló el aire atrapado dentro de ella su corazón volvió a latir.
Las piernas de Kagome perdieron fuerza y mientras se desvanecía tres cosas pasaron: Los fragmentos cayeron uno a uno al suelo, Sesshomaru atravesó a Naraku con su espada y por último el cuerpo de la sacerdotisa liberó gran cantidad de energía haciendo crecer una kekai, de la cual nadie sabía de su existencia, purificando los fragmentos, el veneno y a Naraku a su paso.
Los guerreros en el campo de batalla se sorprendieron al ver como todo enemigo desaprecia pero el sonido de un cuerpo chocando contra el suelo hizo que volvieran su atención a la semiinconsciente miko.
-¡Kagome!- gritó Inuyasha. Miroku, Sango y Kirara corrieron en dirección a su compañera de batalla. Los lobos dejaron el campo de batalla sin mirar atrás, debían asistir a su líder.
Sesshomaru gruñó. "No es posible" pensó. Él era el único que había visto como la flecha había chocado contra el kekai que protegía a la miko haciendo que la flecha se partiera.
Él era el único que sabía el porqué los fragmentos sí habían podido atravesar el campo de energía de la miko.
Él era el único que sabía que la sacerdotisa había purificado el veneno dentro del cuerpo de Rin al expulsar esa gran cantidad de energía.
Él era el único que no se sorprendió por el poder de la miko y el porqué no lo purifico a él ni a los demás demonios sobrevivientes en el campo de batalla.
Él fue el único en percatarse que los cortes hechos por los fragmentos purificaron el veneno dentro de la miko.
Él era el único que comprendía la razón y gravedad de todo esto.
El yokai frunció el seño, dio media vuelta, y se negó a sí mismo la verdad de tantas coincidencias juntas.
…
Inuyasha llegó a Kagome lo más antes posible, incrementando el odio de una persona con sus acciones, tomó a su compañera de aventuras entre sus brazos. Sango y Miroku examinaron a Kagome con la mirada.
-Quizás sea el veneno Inuyasha- inquirió el monje –Hay que llevarla a la aldea, La anciana kaede debe saber cómo ayudar a Kagome – opinó Sango, impregnando cada palabra con preocupación pura.
-Iré de inmediato, ustedes busquen a Shippo y diríjanse a la aldea- Sango asintió y junto con el monje montaron en Kirara.
Kikio se acercó y no pudo creer que su amado hanyo no se percatara de su presencia mientras levantaba a su reencarnación en brazos. Las acciones de Inuyasha lastimaban a Kikio pero él no lo sabía. No comprendía que al preocuparse por otra lastimaba el inerte corazón de la sacerdotisa de barro y hueso.
Kikio desvió su mirada, caminó hacia los fragmentos, se puso en cuclillas, extendió su mano pero justo cuando iba a tomarlos, estos le dieron una descarga, repeliéndola. "Qué sucede" pensó frustrada.
Kagome en su inconsciencia pudo sentir una descarga recorrerle el cuerpo haciendo que abriera sus ojos poco a poco. Inuyasha la Observó y se tranquilizó al verla reaccionar -Kagome- susurró.
-Los fragmentos- respondió ella automáticamente, mientras desviaba su mirada hacia donde se suponía que estaban los fragmentos. Inuyasha al volver a la dirección que le indicaban los ojos de la sacerdotisa, se percató de la presencia de Kikio, la vio frente a él.
Todo su cuerpo se congelo y por una fracción de segundo pensó en dejar caer a Kagome, pero sabía que ella no se encontraba bien. Kagome observó a su antecesora pero al sentir la tención en el aire la desvió a los fragmentos sobre el suelo "¿Por qué Kikio no los ha tomado?" se preguntó.
Inuyasha bajo su mirada y se percato de la insistente mirada de Kagome, entendió el porqué y sin más la llevo hasta los fragmentos. Kagome los tomó y ninguno de los dos, tanto la humana como el hanyo, se dieron cuenta de la sorpresa en la mirada de la sacerdotisa de barro.
Kagome sintió como los fragmentos le daban pequeñas descargas empuñó su mano y volvió a unir los fragmentos, haciendo que tomaran la forma de una esfera lisa y pura.
Kagome escuchó una risita en los alrededores "Debo estar delirando", pensó.
Ambas mikos se sorprendieron al darse cuenta cómo la perla brillo de manera extraña, Kikio dio media vuelta y se marchó, había muchas cosas que arreglar.
Inuyasha hizo lo mismo llevándose consigo a Kagome.
Pero ninguno sabía que la perla había obtenido la sangre de su creadora.
•••••
La anciana Kaede aseguró a Inuyasha que Kagome se encontraba fuera de peligro. Pero cuando Sango y Miroku llegaron con Shippo en brazos, a Kagome se le había metido en la cabeza que debían hablar con Sesshomaru y pedirle que los acompañara por unos días excusándose que eso sería lo mejor para la niña humana que lo acompañaba.
-No, ¡he dicho que no!- dijo un furioso hanyo.
-Pero Inuyasha, es lo mejor- suplico Kagome –La pequeña Rin podría tener dificultades por el veneno-
-La señorita Kagome tiene razón, Inuyasha- apoyo Miroku
-Ahhh! ¡Ese es problema del idiota de Sesshomaru!- gritó. -¡No te metas donde no te llaman Kagome!-
-¡Tonto! ¡Sólo me preocupo por la pequeña! ¡Tonto!, ¡Tonto!, ¡Tonto!- gritó Kagome
El orgullo del Hanyo provocó la ira de la miko. Inuyasha seguía negándose y negándose hasta que la paciencia de Kagome se vino abajo.
-¡Abajo!- gritó, y el collar hizo su labor: Estampo a Inuyasha contra el suelo. – ¡Si no me acompañas entonces iré sola!- gritó. Nadie se atrevió a decir nada a la miko. Le temían cuando se enojaba de esa manera.
La obstinada miko no pidió a Kirara esta vez, salió de la cabaña y se dirigió al lugar donde Sango había ido por Shippo. Pero después de horas de caminar empezó a pensar que debió haber llevado a alguien con ella. Pero el recuerdo de Inuyasha la hizo enfadar –Estúpido- susurro.
•••••
Vio a su alrededor, nada era familiar, pero ¿Qué podía esperar? ¿Un árbol que tuviera la palabras "sigue a la derecha y encontraras lo que buscas" talladas en el tronco? Suspiró con la idea de que la falta de ayuda estaba poniendo a su imaginación a volar por el camino equivocado.
-mmm… ¿dónde estarán?- Se pregunto a sí misma.
Escuchó el sonido de pasos detrás de ella, se volvió y lo único que pudo ver fue un kimono desapareciendo por la espesura del bosque.- ¡Espera!- gritó, tratando de detener a la persona –Solo quiero preguntarte algo- Corrió detrás de ella –"¿Sabes dónde estamos?"- estiro su brazo derecho para tocar el hombro de aquélla desconocida –"¿No has visto a una niña pequeña acompañando a…"- y justo cuando estaba por alcanzarla: desapareció.
Cuando no pudo ver más el kimono se detuvo en seco. Puedo oír unas risitas a su alrededor –"¿Dónde estás?"- esa voz era cálida y sonaba feliz.
-¿Quién eres?- Preguntó al viento.
Nadie respondió. Tenía miedo. Desde que unió los fragmentos creía oír cosas, pero algo le decía que no eran fantasmas, temía no haber purificado bien los fragmentos. Dirigió sus pasos hacia donde había visto a la muchacha antes de que desapareciera, esa mujer le parecía familiar. No parecía mayor que ella, talvez uno o dos años, pero aún así podía notarse la diferencia de edades. Lo único que podía reconocer de ella era su cabello negro como el ébano atado en una coleta y la parte trasera de ese kimono blanco con sakuras de un azul suave, casi invernal y la parte posterior de un Obi del mismo color.
Llevó sus manos a la perla incompleta que colgaba en su cuello, tratando de purificarla un poco más con el contacto. Su corazón empezó a latir más rápido con cada paso.
Escuchó de nuevo las risitas pero no se detuvo, en su lugar se armo de valor y siguió su camino con firmeza.
Ella se detuvo -Detente.- le dijo, pero él no se detuvo -Voy a alcanzarte- eso tampoco funcionó. Le divertía cuando jugaban a las escondidas.
"¿Qué sucede?" se pregunto a sí misma mientras detenía su caminar al mismo tiempo que había visto detenerse a la joven. Sin darse cuenta ambas estaban sincronizadas.
Empezó a caminar. No podía verlo, las ramas de los arboles no le permitían ver más allá de las hojas. Levanto sus manos y empujó las hojas a un lado.
Kagome levanto sus manos y empujo las hojas frente a ella para poder pasar.
..Se encontraba con más hojas cada vez que movía las ramas. Siguió apartando las ramas frente ella, estaba segura que él se había ido por aquí.
"Estoy cerca". Se movía entre las hojas, su pecho subía y baja con más rapidez: Estaba emocionada. Podía sentir felicidad y fuera lo que fuera lo que lo causara quería encontrarlo.
-Estoy cerca- se dijo a sí misma
Una sonrisa se dibujo en sus labios. "Ya casi".
La última rama…
La última rama…
-Te encontré- gritó, mientras soltaba una pequeña risita.
El joven le sonrió –Tardaste mucho- respondió "esa voz"….
Las visiones se detuvieron y la risita de aquella mujer se quedó flotando en el aire, en sus oídos.
Su pecho sentía un calor y una presión agradable. Aún se sentía feliz.
Lo que estaba frente a ella la paralizo al instante, llevándose esa alegría por completo, remplazándola con sorpresa. Era el medio hermano de Inuyasha, estaba sentado en una roca mientras veía el cielo ¿No se habría percatado de su presencia en ese lugar?
-¿Qué haces aquí?- Al parecer sí, Sesshomaru no desvió su mirada del cielo. Su voz: neutra como siempre pero pudo sentir nostalgia en ella ¿Estaría alucinando? Talvez una serpiente la había mordido, no se había dado cuenta y el veneno estaba empezando a hacer efecto.
-Lo siento- susurro aún recuperándose de aquel extraño transe.-Pero te estaba buscando- dijo
Sesshomaru no lo demostró pero le sorprendía que ella lo buscara "¿Qué le habrá pasado al imbécil de Inuyasha?" pensó mientras dirigía su atención a ella. Él entrecerró sus ojos al mirarla, desconfiado -¿Por qué buscas a este Sesshomaru?- Voz neutra, era todo lo que él iba a dejar percibir.
Sin darse cuenta uno de los dos estaba a la defensiva y no precisamente el más débil. Ella sonrió –Quería hablar de Rin-murmuro, ahora no estaba tan segura de su cordura al momento de tomar la decisión de venir sola, además con el pasar de cada segundo cría con más convicción que él no aceptaría su propuesta.
-Hn- para el pesar de la miko esto sería más difícil de lo que había pensado.
-Eh…bueno…-El yokai se puso de pie, dispuesto a irse, no sabía de qué otro modo podía perder más su tiempo que oyendo una conversación que, percibía, no progresaría pronto. Para desgracia del Yokai y bendición de la miko, llego la salvadora de la última.
-¡Kagome-Sama!- Rin le regalo una sonrisa a Kagome mientras corría en su dirección y se plantaba frente a ella. Kagome se puso de cuclillas, a la altura de la niña –Hola Rin- saludo al momento de colocar su mano en la mejilla de la pequeña -¿Te has sentido mejor?-.
-Sí, Sesshomaru-sama y Jaken-sama han cuidado bien de Rin- Una sonrisa en sus labios era lo que respaldaba sus declaraciones.
-Me alegro- susurro al momento de ponerse de pie. La fiebre había desaparecido y sus mejillas tenían el color de siempre, además sus ojos ya no estaban opacos. Le regalo una sonrisa a la pequeña y volvió a ver al Yokai.
La pequeña también dirigió su atención a Sesshomaru y sin más corrió hasta estar frente a él. Sesshomaru bajo su mirada hasta la pequeña.
-Sesshomaru-sama ¿Puede Kagome-sama quedarse a comer? Rin promete hacer la cena y no molestar a Jaken-sama esta noche- La pequeña veía al Yokai con esos ojos de borreguito a punto de ir al matadero mientras sus manitas apretaban la tela del pantalón de Sesshomaru.
Kagome no sabía cómo es que la pequeña podía mantener la mirada a esos ojos tan fríos. De repente un grito de emoción la asusto. No sabía cómo pero Rin había logrado que ese Yokai aceptara su propuesta, le daba puntos por ello.
…
Kagome tuvo la compañía de Rin en el transcurso de la noche. La pequeña le contaba de tantas cosas qué al final sólo pudo entender la admiración de la pequeña por el mayor de lo hijos de Inu no Taisho.
Pero como era de esperarse las energías de la niña humana no eran eternas y tenían un límite, el cual ya había alcanzado. Kagome se enterneció al ver a Rin despedirse de ella y caminar hacia el dragón de dos cabezas que la esperaba recostado en el suelo, al parecer sabía que ya era hora de dormir.
-Será mejor que le digas a este Sesshomaru la razón de tu llegada- el yokai fue directo –Sé que no estás aquí de paso humana- Kagome dejó de ver a Rin.
-Así es- susurró, Kagome sacó fuerzas de quién sabe dónde y vio al yokai directo a los ojos "Es por Rin" pensó para sí. –He venido a proponerte que…- tomó aire y una vez con oxigeno renovado lanzo su propuesta -… Nos acompañes por unos días-. Kagome esperó lo peor.
-Hn- respondió -¿Qué te hace pensar que éste Sesshomaru aceptará esa estúpida propuesta?- escupió el yokai, mientras la fulminaba con su mirada glacial.
Esa mirada no logró el efecto deseado en Kagome. La humana frunció el ceño, ese Yokai era aún más prepotente que Inuyasha, por algo debían se hermanos ¿no?, ¿Acaso la prepotencia era de familia?
-No lo hago por ti- escupió ella con el mismo veneno –Lo hago por Rin-.
-Insinúas que éste Sesshomaru no se puede hacer cargo de la cachorra humana- el no se lo preguntó. Lo estaba afirmando. Dio dos pasos al frente y aunque podía percibir el miedo en la miko, ella no retrocedió. Los ojos de la humana le mostraron enojo, determinación… pero jamás miedo.
Por un segundo sus ojos lo traicionaron y pudo verla a ella. Kagome se percato de ese cambio ¿Había visto nostalgia en esos ojos? No, debía estar delirando de nuevo. No recordaba que las picaduras de serpiente provocaran alucinaciones cada cuatro horas.
-No me refiero a eso- respondió- es solo que Rin necesita atención, y la anciana Kaede puede hacerse cargo de eso- Kagome le rogaba a kami que tuviera compasión de ella he hiciera recapacitar al cabeza dura que tenía frente a ella.
Sesshomaru no respondió. Sabía que la humana frente a él tenía razón, pero eso quería decir que él no sabía cómo cuidar de la cachorra humana y eso era un insulto para él.
-Por favor Sesshomaru- suplico la miko. La paciencia fue el único camino por el que pudo optar.
Algo en la voz de la miko descolocó a Sesshomaru, la vio a los ojos y encontró una verdad que jamás hubiera querido descubrir.
EL yokai dio dos pasos al frente sin cambiar su expresión: La humana no se movió. –Sólo serán dos o tres días- siguió Kagome, ocultando la existencia del miedo que el yokai ya conocía.
Sesshomaru entrecerró sus ojos, desvió su mirada y por el rabillo del ojo observó a una pequeña que ignoraba la discusión que se llevaba a cabo por su causa. Sería lo mejor si la anciana humana la examinaba porque debía ser sincero: no sabía todo acerca de humanos y no dejaría que esa estúpida situación pusiera en peligro la vida de la humana que lo acompañaba.
-Acepto- soltó de pronto y la sonrisa en el rostro de la miko fue su perdición. Kagome sintió ese calor en su pecho y la risita de aquella mujer volvió a resonar en sus oídos.
-Sesshomaru, ¿Sonreirías para mí?-
Aquella misma voz, aquella misma sensación que la invadió en el bosque la invadió de nuevo…
De pronto quiso saber si eso era posible ¿Sería Sesshomaru capaz de sonreir? O ¿tan siquiera alguna vez lo había hecho? La duda que surgió en kagome se convirtió en curiosidad y envuelta por sensaciones extrañas solo dejo a las palabras resbalar por sus labios.
…y aquella oración condenó a ambos.
-Sesshomaru, ¿Sonreirías para mí?- susurro.
La bestia del Yokai se descolocó, reconoció el aroma frente a él y lo guardo para sí… comparándolo.
Los ojos del Yokai mostraron furia y los de la miko: miedo.
-Maldita-susurró con veneno en su voz, se acercó a ella y aprisionó su cuello. "Lo recuerda" gruñó su bestia. En ese momento Jaken se despertó al sentir el Youki de su amo. Rin se removió en Ah-Un pero el dragón ya se había despertado. –Llévate a Rin a la aldea humana- gruñó Sesshomaru. Jaken obedeció en ese mismo segundo.
Kagome tomo la mano que lo aprisionaba -Suéltame- susurro.
-Admítelo-demandó, ignorando toda razón.
–No sé de qué me hablas- susurró la miko mientras miles de lagrimas se acumulaban en sus ojos. –No sé de qué me hablas- repitió golpeando la mano que le impedía respirar.
Los ojos de esa humana sólo le mostraban miedo y cuando sintió una lagrima rodar por su muñeca: la dejo caer.
Ella cayó al suelo, tomo su cuello y tosió. Él la observó y cuando esos ojos lo volvieron a enfrentar supo que no mentía, ella no sabía nada. Bajó la mirada hasta la perla que colgaba en el cuello de la miko y sus ojos brillaron con ira.
Ella se percató y temió por su vida. "Inuyasha" era lo único que podía pensar. –L-Lo siento- murmuró –Y-Yo no sabía q-que…-Kagome trataba de formular una excusa.
-¿Por qué lo dijiste?- gruñó con parsimonia. A la miko no le quedó otra salida. Al ver al Yokai acercarse supo que debía ser sincera –A-Algo me hizo decirlo- murmuro, al mismo tiempo que una de sus manos se aferró al césped.
El entrecerró sus ojos. Odió saber qué era a lo que se refería la miko. Se odió a sí mismo al sentir alivio. La odió a ella por ignorar lo que estaba pasando.
Sesshomaru fulmino a Kagome con la mirada, cerró sus ojos y calmo a su bestia. Al abrirlos vio el terror en los ojos de la miko y lo odió.
Él dio media vuelta. Ella se puso de pie.
Él fue tras su sirviente y su cachorra humana. Ella lo siguió, no podía quedarse ahí.
Él percibió miedo y gruñó. Ella oyó el gruñido y tembló.
•••••
Una vez cerca de la aldea el Yokai se subió a la rama de un árbol y la miko, a paso apresurado, camino en dirección a la aldea, rogándole a kami que nadie se diera cuenta de lo asustada que estaba.
Sesshomaru la vio marchar y su bestia gruñó con el solo hecho de saber que buscaría refugio en los brazos del hanyo que su padre había engendrado.
"Hace muchas lunas, tú fuiste mía" pensó al momento de ver marchar a la miko.
No era la primera vez que aquél pensamiento lo asaltaba y tampoco era la primera vez que se negaba a aceptarlo. Porque esa mujer humana era la viva imagen de la hembra que lo abandono hace 300 años.
