Título tentativo hasta el momento, puede cambiar con el tiempo.
El repartidor de carne
Capítulo 1: "Torneo de Sucesión"
—Hay una mujer que te está buscando, Raditz. Está en tu habitación —le dijo el encargado de las barracas con un tono lascivo y el gigante no tuvo la necesidad de responderle, lo miró con las cejas alzadas para luego sonreír. Su puerta cerrada jamás se vio tan interesante como esa tarde y se acercó con una lentitud tortuosa. Al abrir se encontró con la penumbra y una mujer baja cubierta completamente por una capucha. Se dio la vuelta inmediatamente al sentirlo entrar.
Toda la emoción que había sentido antes se desvaneció cuando vio la cara de Gine al quitarse la capucha de la cabeza y arrugó la nariz al pensar que había imaginado algo enfermo con su propia madre. Rápidamente sacudió sus pensamientos cuando ella se precipitó a darle un abrazo efusivo, de esos que eran tan extraños en su sociedad guerrera. Afortunadamente duró poco y en ningún momento lo respondió, esperando a que ella se separara de él para comenzar la conversación que hacía mucho no tenían. Raditz se sorprendió que su madre siguiera igual a pesar de todos los años que no se habían visto. Sabía que vivía muy cerca de donde él acudía a dormir y también que trabaja en el Distrito de la Carne, pero pocas veces su mente había evocado los momentos en los que había pasado junto a ella.
—¡Estás incluso más alto que Bardock!—confesó ella con sorpresa pero Raditz no supo qué responder, por lo que no dijo ninguna palabra. Su mutismo le arrancó una sonrisa triste a Gine—. Ha pasado tanto tiempo desde la última vez que nos vimos.
—Ciertamente —replicó él con la voz brusca y los ojos de ella se almendraron aún más cuando curvó sus labios nuevamente—. ¿Cómo va la carne?
Su pregunta había bastado para que Gine se sentara en su cama, dándole la libertad de girar sobre sus talones para merodear por su habitación de las barracas. Era sencilla como cualquier otra porque ninguno pasaba mucho tiempo ahí y solamente se usaba cuando permanecían en el planeta, que solía ser poco. Su madre esperó a que abriera una jarra de cerveza para ponerse a hablar, cuando le ofrecieron un poco ella lo rechazó con una negación de la cabeza.
—Como siempre —dijo con normalidad—, deberías ir a comer conmigo uno de estos días. Tu padre acaba de llegar hace unos días y lo estará por aquí una semana más. —Aunque Raditz asintió, Gine supo que no lo haría pero aquello no la desalentó. El gigante era distinto a cualquier otro miembro de su familia pero estaba segura que gran parte de su anormalidad era creada. No era bien visto un guerrero con lazos afectivos, y desconocer a sus familiares era algo que Raditz había comenzado a hacer desde que se había unido al grupo del príncipe Vegeta cuando eran niños—. Supe que ya no eras parte del escuadrón de Vegeta —le confesó con una mirada preocupada y Raditz apartó la mirada—, espero que no sea un problema para ti.
—Será el rey ahora, supongo que necesitaba a alguien mejor a su lado —dijo con un tono indiferente que no tranquilizó a la mujer—, alguien que no sea de Clase Baja —admitió después y Gine bajó la mirada como si fuera su culpa, el gigante ya no quiso ahondar más en ese asunto por lo que la ignoró y se revolvió incómodo ante su presencia. Presentía que su acercamiento inesperado no era del todo espontáneo—. ¿Vienes de parte de Kakaroto? —le preguntó sin poder aguantarse un momento más y Gine apuró una sonrisa.
—No —le dijo—, ni de parte de Bardock. —Gine volvía a ser cándida como la recordaba y eso lo ponía incómodo, su madre solía ser demasiado sentimental a veces y cuando le tocó un brazo no supo cómo reaccionar—. Sé que acabas de llegar al planeta, Raditz, no debes saberlo pero como ceremonia de sucesión, el nuevo rey Vegeta dará un festival en su nombre. Hará un torneo y pensé que tú podrías participar, junto a tu hermano.
«Kakaroto», se dijo en la mente con cierto resentimiento. Si a su madre no la había visto hace mucho, a su hermano no lo había visto hace mucho más. Lo recordaba como la copia de su padre pero en miniatura, tan débil como lo era Gine e igual de afectuoso. Cuando el príncipe Vegeta se mofó de Kakaroto ante su presencia, Raditz se afanó en no aparecer junto a su hermano pequeño para no estimular al heredero a burlarse de él. Ese había sido el principio de su alejamiento.
—¿Por qué iría a participar? —le preguntó cuando salió de su ensimismamiento y Gine volvió a tomarlo del brazo, se sintió paralizar—, ¿qué es lo que gano participando en ese concurso?
—No es un concurso, es un torneo —le corrigió ella con su voz calma y Raditz se preguntó qué diferencia había entre los dos—, será divertido. Acuérdate lo mucho que disfrutaste el torneo de sucesión del padre de Vegeta. Solías decir que querías participar.
Si alguna vez se había sonrojado, no lo recordaba y se sintió molesto por tener esa reacción frente a su madre, la que aprovechó la ocasión para reírse. Raditz bufó mientras tomaba un trago abundante de cerveza sólo para ocultar su rostro colorado y Gine rió un tanto más pero cesó enseguida para dedicarse a mirarlo con insistencia. Raditz no supo decidir cuál de las dos, el sonrojarse y el que lo mirara, lo incomoda más.
—Sé que te divertirás en el torneo, no creo que exista algún saiyan que no disfrute un festival así —explicó con una sonrisa más relajada y Raditz por primera vez en esa extraña visita, lo hizo también.
—Por supuesto que los hay —dijo Raditz con una sonrisa suficiente—, tú, por ejemplo.
Ella asintió luego de unos momentos y apartó la mirada con unos ojos juguetones.
—De participar le ocasionaría muchos problemas a tu padre, terminaría participando él solo, conmigo a cuestas. —Ambos sabían que eso era cierto y Raditz esperó a que el silencio se levantara, su madre no había revelado aún el por qué de su interés en el torneo—. Sé que piensas que soy débil, Raditz, pero sé que ni tú ni Kakaroto lo son. Son hijos de Bardock después de todo.
—No sé por qué me dices todo esto, madre —le rebatió con incomodidad y se cruzó de brazos, parado frente a ella. Había una razón oculta después de todo.
—Siempre has renegado de tu familia y no te culpo por eso, pero Kakaroto ha entrenado mucho todos estos años. Tú y tu hermano pueden hacer grandes cosas juntos, demuéstrales que sí. —El gigante seguía sin entender—. Este torneo…, Kakaroto no tiene a nadie con quién participar, ya sabes lo que piensan de él. —Sí que lo sabía, se había alejado de él por lo mismo. Su pobre nivel de pelea al nacer, además de los padres que tenía, lo seguiría como una sombra que oscurecía cualquier logro que concretaba; su fama de debilucho era un estigma que difícilmente podrían borrar.
Raditz entrecerró los ojos al compás de sus pensamientos, seguramente su destino hubiese sido el mismo de no ser porque huyó antes de eso. Tuvo la suerte de compartir escuadrón con el heredero del planeta Vegeta y la poca interacción con su propia familia, sumando al hecho de que no tenía el aspecto físico de ninguno de sus progenitores, lo habían salvado de ser como Kakaroto. ¿Sería acaso compasión lo que estaba sintiendo en ese momento? ¿Tendría algo de Gine o de Bardock dentro de él, después de todo? No lo tenía claro, no quería ser un debilucho como Kakaroto pero estaba seguro de que se sentía acobardado de que pensaran que lo era. Tenía miedo de ser como Kakaroto y por eso, se sintió molesto.
—No me interesa participar en el torneo, madre, no tengo tiempo para tonterías —le dijo con la dureza del enojo y Gine contrajo las cejas, dolida—. Si Kakaroto quiere participar, que se busque a otro para hacer equipo. Y dile que no te mande a ti, madre, eso es de cobardes.
—No me mandó él —aseguró Gine con la voz apagada—, sé que vendrá a ti después pero quería asegurarme de que recibieras el mensaje antes y que lo meditaras. No es malo ser compasivo, Raditz. Piénsalo. —Gine no dijo más cuando vio que Raditz fruncía los labios.
—No tengo nada más que pensar.
Gine asintió con la cabeza sólo una vez y se miró el regazo con tristeza, luego suspiró y volvió a ponerse la capucha sobre la cabeza. Después de eso se incorporó de la cama y caminó hasta la salida, cabizbaja. En ningún momento su primogénito hizo el ademán de despedirse de ella y Gine se quedó tiesa en la puerta como si esperara a que lo hiciera. Era otro síntoma más de su afán por hacerse el duro y sonrió con debilidad.
—Cuando tengas a alguien a quien proteger, te harás mucho más fuerte de lo que eres hoy.
—Patrañas.
—Es verdad, lo vi una par de veces en Bardock —y le sonrió otra vez, alejándose de la habitación con un suave golpe en la puerta.
Kakaroto se estaba colgando la canasta en los hombros cuando Gine llegó hasta la taberna. Se sonrieron y ella se abrazó de él sin que su hijo se pusiera rígido bajo sus brazos, y se quedó así hasta que superó la poca efusividad de su primogénito. El menor le palmeó los hombros con extrañeza pero sin dejar de sonreírle dulcemente como era él. Al separarse, notó la canasta llena de carne que llevaba en la espalda y se alarmó al entender que había olvidado completamente sus obligaciones para con el Distrito. Por supuesto que Kakaroto notó su turbación y le puso una mano firme sobre su hombro delgado.
—Yo me preocupo, madre —aseguró—, aprovecharé de visitar a Raditz cuando termine. Me queda en el camino —explicó con su sonrisa afable de siempre y Gine que mordió el labio inferior con pesar. Seguramente el mayor lo rechazaría enseguida, más aún si ella acababa de verlo para pedirle lo mismo que le pediría Kakaroto.
—No lo hagas —le dijo para sorpresa de él. Kakaroto enarcó las cejas, a la espera de un esclarecimiento—. Dijo que vendría a comer con nosotros si le alcanzaba el tiempo —mintió con un poco de culpa. Si Raditz no llegaba a aparecer, su excusa no perdía sentido alguno.
—¿Raditz vendrá a comer? —repitió como si no se lo creyera del todo y Gine se encogió de hombros al sentirse descubierta, pronta a tener que confesar que el gigante no quería participar en el torneo ni nada que tuviera que ver con su familia—. ¡Eso es fantástico! —exclamó emocionado y Gine tuvo que pensársela dos veces para entender que no se había percatado de su mentira—. Iré a verlo ahora, volveremos juntos para la cena, madre.
—¡Espera! —le dijo con una mano extendida, para tomarlo del brazo quizás, pero su hijo ya corría por las calles bastante lejos de ahí—. No creo que venga a cenar… —confesó para sí, sin que nadie la escuchara realmente y se arropó bajo la capucha cuando un viento helado le golpeó el cuerpo por mentir. Cabizbaja, se metió a la taberna que era tanto su hogar como su lugar de trabajo, esperando a que Kakaroto no llegara tan decepcionado de su hermano.
El más joven del clan familiar de Bardock corrió lo más rápido que pudo hasta que se internó en el centro de la ciudad principal del planeta Vegeta, donde comenzaba su tarea de repartir carne. Sus clientes ya lo conocían muy bien porque no sería la primera vez que trabajaba para su madre, solía ayudarla muy seguido y Bardock llegaba a pensar que ese sería su destino en la vida. No era que no confiara en sus habilidades en el combate, sino que no confiaba en que le llegaran a dar una oportunidad en los batallones de guerra, tal como se ganaban la vida él y Raditz. La idea de que participara en el Torneo de Sucesión tampoco alentaba mucho al padre, consciente que debía competir con un equipo y que Kakaroto no poseía uno propio. Como el padre que era había sopesado la posibilidad de competir junto a él, agregando a Gine para que terminara de completar el escuadrón que era necesario para inscribirse, pero no había dejado que esa idea se materializara en algo real. Hacer eso sería, para el resto del mundo, igual de deshonroso que ser un repartidor de carne. Ni Bardock ni Gine habían hablado con Kakaroto para persuadirlo a que renunciara al Torneo porque sabían que no lo haría y esperaban que Raditz aceptara a participar por alguna razón misteriosa, aunque la mayor posibilidad era que se negara. Siendo ya un soldado consolidado y habiendo acompañando al príncipe heredero en su escuadrón durante su infancia, el gigante tenía mucho que perder si se enfrentaba en el Torneo junto a Kakaroto y fuesen eliminados en las primeras rondas.
Kakaroto pasó por el primer punto de entrega que tenía en su ruta, emocionado porque debía terminar rápido para la cena. El tabernero que era amigo de su madre lo saludó amenamente y lo ayudó a quitarse la mochila de carne que traía en la espalda. La dejaron sobre la barra y el hijo menor de Gine seleccionó los trozos más grandes para el saiyan cocinero, un guerrero inepto que había sido relegado a los hornos de la taberna. Al terminar su tarea, su primer cliente se llevó los trozos al interior de la cocina y Kakaroto se limpió la sangre aguada que le trepaba hasta los codos. Cuando volvió al exterior, le entregó una bolsa grande de monedas y se despidieron con un apretón en las manos y un «gracias».
Con una sonrisa salió de la taberna, la mochila estaba menos pesada de carne y Kakaroto estaba más cerca de completar su obligación como repartidor de carne. En su mente pensaba en su hermano mayor pero en la realidad, lo llamaban de forma despectiva sin darse por aludido hasta que vio a su alrededor. Las cabezas mansas sugerían que alguien importante estaba con ellos en la calle y cuando Kakaroto intentó alzar la suya para ver que el príncipe heredero y su hermano se encontraban en la calle, una mano le estampó la cabeza violentamente en el barro. La carne se vertió en el suelo embarrado cuando su mochila se abrió debido al golpe y Kakaroto se lamentó de ver su encargo estropeado por la reciente lluvia ácida.
—Eso no era necesario —dijo una voz mansa y casi dulce pero nadie más que Kakaroto oyó al príncipe que no heredaría nada mientras Vegeta siguiera vivo. Sobre su voz se escucharon risas burlonas de los demás acompañantes de los príncipes.
—¡Ja! No es más que un repartidor de carne —se escuchó otra voz un tanto más grosera y la mano que lo había golpeado contra el barro se aflojó, pudiendo incorporarse un poco. Tenía la cara hasta la mitad del tabique de su nariz cubierta con barro y a Vegeta le pareció de lo más gracioso del mundo—. Deberías reverenciar ante mi presencia, repartidor. —Kakaroto lo reconoció enseguida como el príncipe heredero y se encogió de hombros al sentirse incapaz de hacer algo.
—Lo lamento, no lo vi —se excusó con la voz lo más calmada que poseía pero sus ojos miraban su mochila tirada en el suelo y la carne agriada por el barro ácido que se había formado durante la mañana—. No sucederá otra vez.
—Sé que no —le dijo con un tono más comprensivo y se dedicó a mirarlo mejor, lo conocía o eso le parecía—. ¿Nos conocemos? —preguntó con el ceño fruncido y Kakaroto tuvo la oportunidad de levantarse. Haciendo uso de sus codos, se incorporó del suelo con lentitud y al erguirse completamente, Vegeta frunció los labios al comprobar que le sacaba una cabeza de altura.
Antes de responderle, se permitió mirar hacia adelante para ver a las personas que componían el séquito. Además del príncipe heredero, estaba su hermano menor Tarble quien jamás pareció estar a gusto ahí; Turles, el bastardo que tenía una similitud tan impresionante con Kakaroto y Bardock, que hacía pensar que era el hijo ilegítimo del último, por más que lo negara. Gine detestaba su presencia y solía enojarse con su padre con tan solo mirar al compañero de entrenamientos de Vegeta. Además del supuesto hijo de su padre, se encontraba el introvertido Broly, que rara vez hablaba pero que a su corta edad ya era un formidable guerrero. Tal como Tarble, el hijo de Paragus no parecía disfrutar estar ahí. Todo el grupo rodeaba los dieciocho años, siendo el más joven Tarble y el más viejo Vegeta que pasaba los veinte, al igual que Raditz.
—No, príncipe —sinceró con obediencia y la cabeza mansa, mirando directamente al suelo—, soy Kakaroto de la Clase Baja.
Mientras hablaba, el hijo menor de Gine se dedicó a mirar por el rabillo del ojo para identificar al soldado que tenía a su lado y vio a un hombre más corpulento y más alto que Raditz. Al notar que el repartidor de carne lo veía, Nappa gruñó amenazantemente y el bigote delgado que tenía sobre los labios se levantó de un lado, cuando hizo una mueca de disgusto con la boca. Kakaroto se apresuró a bajar la cabeza y fue entonces cuando escuchó a Vegeta reírse abiertamente.
—¡Ah, ya te recuerdo! —declaró con las manos en las cadenas y aquello tomó por sorpresa a Kakaroto—. Tú eres el hermano inútil de Raditz, ese Clase Baja que tuve en el escuadrón hasta hace poco. —Luego, Vegeta se giró hacia Turles, ignorando completamente a su hermano pequeño y a Broly, con quien rara vez hablaba algo—. Es tu medio hermano, el legítimo —dijo con burla y Turles comenzó a sonreír—. Parece que Bardock sólo tuvo a un hijo verdaderamente útil, aunque sea un bastardo.
Por muy bastardo que fuera, Turles era el compañero de combate de Vegeta por su alto poder de pelea y había reemplazado a Raditz luego de que Vegeta lo echara del escuadrón. Entre risas se dijeron un par de cosas, sin pensar en que Kakaroto estaba parado delante de ellos, escuchando sus tonterías. Tarble se revolvió nervioso en el lugar más alejado del grupo y buscó con la mirada a su hermano mayor con ansiedad, aclarándose la garganta un par de veces, incapaz de hablar en voz alta.
—Deberíamos irnos, Vegeta, vamos tarde para la ceremonia en el Templo de la Luna —susurró el menor de los hijos reales y sólo Broly ladeó la cabeza para mirarlo, habiendo escuchado lo que había dicho pero prontamente lo ignoró al no ver ninguna respuesta de parte de Vegeta.
—Ni mi hermano ni yo somos unos inútiles —replicó para sí el ignorado Clase Baja que tenía la cabeza gacha, mirando la carne sucia y el barro en el que lo habían aventado. Las risas de Vegeta y Turles cesaron por la curiosidad, y el príncipe heredero caminó un par de pasos para estar más cercano a él, por si se le ocurría hablar bajo otra vez.
—¿Qué fue lo que dijiste, repartidor? —Su pregunta venía con un tono de matón y Tarble se quejó a lo lejos. Kakaroto lo repitió mientras levantaba la vista un poco, sólo lo necesario para verlo directo a los ojos. Su semblante había cambiado levemente y ya no se oía tan obediente como antes. Vegeta torció una sonrisa divertida—. ¿Y qué harás para demostrarme lo contrario?
Seguramente Vegeta querría que intentara atacarlo y así, darle la oportunidad de estamparlo contra el suelo nuevamente, como un matón solía hacer. Pero Kakaroto no lo hizo porque sabía que estaba mal, por más que quería pelear contra el príncipe heredero en un combate singular. Cuando el hijo menor de Bardock se permitió sonreír, Vegeta frunció el entrecejo con extrañeza.
—Competiré en el Torneo de Sucesión junto a mi hermano Raditz —le avisó con cierto orgullo y Vegeta aguantó las ganas de reír. Turles no se las reprimió—. En ese momento se lo demostraré.
—¿Tú? —preguntó Vegeta, cediendo ante las risas—. ¿Un repartidor de carne participando en mi festival? —Por más que Kakaroto asintiera con la cabeza, el príncipe no se lo creía y seguía riéndose. Al final, Vegeta lo palmeó en un brazo antes de volverse al séquito, como agradeciéndole las risas—. Nos veremos en el Torneo de Sucesión, repartidor.
Vegeta abrió la marcha de retirada y Turles se le unió enseguida, siendo último en sumárseles, Broly, que caminaba con un andar como cansado, aburrido de ese paseo. El príncipe menor se quedó unos momentos más para contemplar a Kakaroto y por lo tanto, el escolta Nappa lo esperó a un lado del repartidor de carne. El hermano de Raditz le dedicó una sonrisa cálida y Tarble tardó en caer en cuenta que lo estaban tratando gentilmente, y no de manera despectiva tal como Vegeta y su grupo hacían.
—Nappa, dale su mochila —ordenó el menor de los príncipes con una voz más dulce que la de su hermano mayor y el grandulón no tardó en obedecer, sin objeciones. Al tenerla en sus manos, Kakaroto le dio las gracias pero Nappa sólo arrugó un gesto con la cara y se encaminó hacia el centro del camino, lugar donde esperaría al príncipe Tarble—. Si gustas puedes venderme la carne al doble de su precio, como una compensación por tu mercancía estropeada. —Kakaroto le sonrió ampliamente pero negó con la cabeza.
—Gracias pero prefiero repartir lo que me queda o mi madre podría perder sus clientes —dijo haciendo una reverencia y Tarble lo miró con los ojos bien abiertos, como si no se esperase esa respuesta. Un grito de parte del príncipe heredero y Tarble apuró su salida, para correr lo que habían caminado los demás.
Vegeta miró por el rabillo del ojo todo el tiempo que su hermano menor tardó en unírseles y se acercó a Turles para encomendarle una petición. La orden también iba para Broly pero jamás le prestaba demasiada atención, era como si el bastardo fuera el líder y Broly, sólo su secuaz.
—Denle una lección a ese repartidor, que entienda que no podría pelear en el Torneo —les dijo con una sonrisa—, no quiero bochornos en mi coronación.
En la taberna ya se olía un aire espeso, muchas veces respirado, pero no podían hacer nada por el momento. La lluvia ácida que caía desde el cielo los había enclaustrado hasta nuevo aviso dentro de los lugares a donde los había pillado. Raditz miró a la ventana porque el aire más cercano al exterior parecía ser más fresco, más frío, y se quedó de brazos cruzados observando a la lluvia caer, como si estuviera hipnotizado. Si había cedido ante la idea de la comida abundante que le serviría Gine para la cena prometida, ahora se sentía timado porque no podría irse cuando quisiera, la lluvia ácida le irritaría la piel hasta el punto de que fuera insoportable la comezón.
—Qué mal auguro para nuestro nuevo Rey —comentó una voz amistosa en la parte más céntrica de la taberna, a donde el olor era más nauseabundo que en la ventana—. Lluvia ácida a días de su coronación —explicó como si nadie supiera de lo que estaba hablando. Algunos asintieron de acuerdo.
—Seguramente el príncipe Vegeta lo toma como una buena señal, no existe nada que lo haga ver mal según él —dijo otro con una mueca amarga y bebió directamente de la boquilla de su botella como si estuviera enjuagándose el mal sabor. Esta vez muchos más asintieron, entre ellos, Raditz.
El nuevo Rey era egocéntrico a más no poder y no solía hacer amistades, porque todo su tiempo lo invertía en hacerse más fuerte. Era huraño y de pésimo carácter, sabiendo que todo lo que él decía se hacía ley y por eso, era difícil de llevar. Para Raditz, la expulsión del escuadrón de Vegeta tenía una sensación agridulce, se sentía a la vez bien y mal no volver a estar junto a Vegeta, tanto en los entrenamientos como en las misiones.
Sin embargo, el gigante solía pensar que tenían más en común de lo que el propio Vegeta pensaba. Ambos eran los primogénitos de sus padres y los dos tenían un hermano pequeño al que mirar con desprecio. Tanto Tarble como Kakaroto habían nacido débiles y aunque el de Clase Baja entrenaba con ahínco cuando el otro se lamentaba por haber nacido príncipe, tenían la misma personalidad afectuosa por el hermano mayor. Pero a Raditz no lo obligaban a andar con Kakaroto para todas partes como a Vegeta, el pobre Tarble tenía que escoltar al heredero del trono aunque prefiriera estar en otro lugar, charlando sobre lugares distantes y aprendiendo de la gente. Quizás, de haber nacido primero, Tarble lograría ser un mejor Rey de lo que se pronosticaba con Vegeta, pero nadie se atrevía a decirlo en voz alta. Siempre debía celebrarse más la fuerza que la razón.
—Raditz —lo llamaron llevándolo de vuelta al mundo real y al darse media vuelta, vio que Bardock se había hecho paso por la cortina de lluvia para acudir a la taberna y la piel a donde le había llegado la lluvia se había enrojecido levemente. Había salido cuando lo recomendable no era hacerlo y sólo para ver a Gine que trabajaba en las cocinas. El saludo fue varonil y no cruzaron más palabras a modo de saludo, sólo unas miradas y unos asentimientos con la cabeza. Hacía tiempo que había dejado bajo a su padre en altura.
—¡Bardock! —lo llamó la cocinera de la carne desde su puesto tras el mesón y Bardock se giró sobre sus talones con una sonrisa que no puso disimular bien. Se abrazaron, se besaron y lo ignoraron, y Raditz puso los ojos en blanco antes de dirigirse a la ventana nuevamente. El aire frío traía con él un ligero aroma de ácido pero no le molestó en absoluto. No se percató cuando su madre dejaba de prestarle atención a Bardock por un momento para dirigirse a él—. ¡Raditz! ¡Ven aquí! Ven a comer con nosotros, ¡te daré un gran trozo de carne!
El aludido carraspeó, apartó la vista de la lluvia ácida que lo mantenía ahí y le dedicó una mirada fea a su madre. Pero por mucho que declarara que no había ido a la taberna para estar precisamente junto a ellos, no podía rechazar una oferta así y aceptó que Gine le revolviera el pelo de manera juguetona cuando tomó asiento junto a Bardock, frente a ella que permanecía tras la barra.
La cocinera no tardó en sacar su enorme cuchillo y partir en dos el hueso para conseguir dos trozos generosos. Al quemarlos directo sobre el fuego, la grasa comenzó a gotear y a sisear cuando caía sobre las llamas, y el olor inmediatamente los hizo salivar. En un gesto familiar, los dos hombres se enjuagaron la boca con vino y Raditz puso los ojos en blanco cuando se percató de lo que había hecho. Bardock apretó los labios para no sonreír.
—Kakaroto debería estar aquí en este momento —se quejó Gine, dándole la vuelta a la carne para dorarla por los dos lados—, la lluvia ácida debe haberlo atrasado. Estaba repartiendo mi carne por el Distrito —aseguró con un poco de culpa pero ninguno de los hombres le dijo algo—. ¿Debería preocuparme? —Bardock negó con la cabeza y ella se mordió el labio inferior, sin poder obedecer.
Como si fuera una respuesta a su pregunta, la puerta de la taberna se abrió de golpe y todos los soldados miraron sorprendidos hacia la persona que había caminado bajo la lluvia ácida cuando se había puesto peor. Kakaroto se desplomó con tan sólo dar un paso dentro de la seguridad del techo y Gine ahogó un grito de espanto con una mano. Aún masticando, Bardock se levantó del asiento de la barra con brusquedad y su silla rebotó sonoramente en el suelo por la fuerza del impacto. Raditz sólo se limitó a mirar todo con los ojos abiertos. Los demás comensales comenzaron a comentar en susurros lo que veían.
La madre se apresuró a llegar hasta él, más rápida que el propio Bardock, y lo remolcó hacia la esquina más cercana de la cocina, donde le pasó un paño sobre la cara para absorber el excedente que quedaba de la lluvia ácida que lo empapaba por completo. Gine lo había recostado sobre la muralla, detrás de la barra para que ninguno de los soldados lo viera y ella se encaramó sobre él para limpiarlo mientras que Bardock lo miraba desde las alturas con el ceño fruncido, incapaz de decir algo porque desconocía el por qué de su estado malherido, y Raditz tardó unos momentos en acercarse, más lejos que su padre al sentirse un extraño.
—Pareciera que fue Turles —dijo al aire el primogénito y Bardock lo miró de reojo con el ceño fruncido, Gine maldijo celosa—. Sé que los hombres que lo enfrentan quedan parecidos —dijo sin mencionar que los hombres a los que se refería habían sido todos él mismo en el pasado.
—Fue él —aceptó Kakaroto con un enorme esfuerzo y su madre siseó para que se callara pero no lo hizo—, Turles y Broly —hizo una pausa para respirar con ansias—. Después de que le dije a Vegeta que participaría en el Torneo contigo, Raditz. Logré alejarme unas calles antes de que se abalanzaran sobre mí. —Rio un poco pero una puntada de dolor lo calló al instante. Bardock lo miró preocupado porque su ánimo no debía ser bueno después de una paliza, pero luego recordó un detalle que lo entristeció—. Turles me quitó la mochila de carne, mamá, lo siento. No pude recuperarla.
—No hables más, por favor. Pareciera que tienes el pulmón perforado —le pidió ella al borde de las lágrimas y Kakaroto asintió.
—¡¿Por qué dijiste que participaría contigo, estúpido?! —quiso saber Raditz con alarma y su madre lo mandó a callar con otro siseo. Incluso le dio una mirada rabiosa.
—Ven, vamos a la cocina —le dijo ella—, vamos a limpiarte.
Cuando Raditz sintió la mirada fija de su padre, el gigante no hizo otra cosa más que ver a su madre y hermano menor alejarse, como para que no comenzara a hablarle pero Bardock lo hizo de todas formas.
—¿Cómo es que el escuadrón de Vegeta hizo esto? —cuestionó despacio, para que nadie de los que estaba en la taberna a esa hora pudieran escucharlos. Raditz miró a su padre por un momento antes de volver a ver a Kakaroto en la cocina, con un chorro de vino borrándole la sangre de la cara y escociéndolo a su paso. Gine le vertía vino para desinfectarle las heridas—, esto es grave, no creo que el príncipe heredero acepte que sus hombres anden repartiendo palizas a los Clase Baja por diversión.
—No fue por diversión, fue una lección —le dijo con moderación—, Kakaroto fue muy tonto al decirle que participaría en el Torneo conmigo —explicó—. Conozco a Vegeta y sé de lo que es capaz. Probablemente sintió repugnancia con la idea de que participaran Clase Baja.
—Esto ha llegado muy lejos —bramó su padre con la mandíbula apretada—, si es cierto lo que dices entonces continuará en el tiempo. Vegeta lo abusará como si fuera un juego, ya lo tiene en la mira. —Bardock empuñó las manos mientras miraba a su compañera riendo con su hijo menor—. Si le digo al Rey… —pero Bardock se interrumpió a sí mismo al no saber qué decir.
—No te preocupes, padre —se sentía raro llamarlo así y se pasó la lengua por los dientes como si le hubiese dejado un mal sabor—, mientras Vegeta crea que Kakaroto no es una amenaza, no hará nada peor.
Ninguno de los dos dijo algo más porque se sentía mal admitir abiertamente que Kakaroto no era tan buen peleador como lo era Vegeta y que no lo vería nunca como una amenaza. El repartidor de carne tendría suerte si la diversión que le producía al príncipe heredero el maltratarlo se le acababa con el tiempo.
Sin más, Raditz se puso a caminar en dirección a la cocina, dejando a Bardock expectante. Lo siguió con la mirada cuando Gine se volteó a verlo, dijo algo emocionada y se echó sobre su cuello en un arrebato de cariño. Raditz se puso rígido ante la risa de su hermano. Gine se separó enseguida y se puso a sonreír con Kakaroto a cuestas del primogénito, que no tardó en hacerlos callar de un grito. Kakaroto lo escuchaba atento.
—¿Por qué no te defendiste? —le reprochó el mayor con un semblante duro pero el menor no tardó en sonreír con los hombros caídos, abatido por sus heridas.
—No quiero que Vegeta sepa lo que puedo hacer antes de que lo enfrente —confesó para sorpresa de todos y que Raditz no disimuló de la mejor manera. Con los ojos abiertos a más no poder, el gigante comprendió que se había dejado abofetear sólo para mantener en secreto sus habilidades.
Kakaroto volvió a sonreír pero esta vez no le duró tanto tiempo porque el cansancio lo derribó contra la pared, donde sus pupilas se alborotaron como si tuviera sueño. Gine lo observó en silencio, las cejas alzadas hacia arriba con preocupación y miró a su primogénito como para que hiciera algo. Pero no lo hizo, sólo atinó a encorvar los hombros, extrañado por todo lo que había visto ese día.
—No te creas tanto ahora que te ganaste la enemistad de Vegeta —le advirtió con la voz más calmada que pudo sacar—. Ahora debes hacer cumplir con tu palabra o quedarás como un inútil que recibe palizas en la calle. Debes ganarle al heredero en su propia coronación, durante el Torneo, ante la mirada de todos.
Fue Gine la que contestó en lugar de su hijo, Kakaroto salió de la sorpresa mucho después que ella y sólo atinó a reír torpemente.
—¿Eso significa que participarás con tu hermano? —Gine aplaudió dos veces mientras saltaba un poco, Bardock al fin se acercaba para escuchar más de cerca la conversación. Al verlo llegar, Raditz se sintió un tanto más cobarde que antes y apuró una mueca de desagrado.
—Significa que también quiero darle una paliza desde que me echó del escuadrón —respondió queriendo sonar rudo y Bardock torció una sonrisa—. Voy a participar contigo en el Torneo y espero que no lo arruines —Gine volvió a aplaudir pero esta vez saltó a los brazos de su marido y Raditz se alegró porque fuera así. Su hermano no hizo más que mirarlo con luna sonrisa tonta en los labios, mudo por la sorpresa, y el gigante hizo la mueca con la boca—. ¿Qué quieres que haga? —le preguntó con la expresión contraída y Kakaroto enarcó las cejas—, ¿qué te de un abrazo?
Y Raditz se marchó sin decir más, esperando a estar de espaldas a su familia para permitirse sonreír abiertamente. Se sentía amenazado por la mala reputación de su hermano y que lo tildaran de debilucho como si eso se contagiara por la respiración, que perdieran de forma tonta el Torneo y que nunca se olvidaran de ellos. Pero no podía negar que a la vez, se sentía emocionado.
Nota de la Autorísma: ¡Hola! He aquí la última de mis locuras, la cuarta historia a capítulos con la que me condeno xD Esta será la razón por la que me he estado demorando en otras historias, me encanta esta idea que surgió casi de la nada y esperé al manga de Gine y Bardock para comenzarlo. No sabía cómo iba a ser Gine ni cómo iba a actuar, ahora tengo una idea del cómo y espero que no sea tan errada xD Tendrá, por supuesto, RaditzxMilkxKakaroto, BardockxGine y un poco de VegetaxBulma, porque soy fiel al cannon.
Mi idea siempre fue hacer un Bromance, amor entre hermanos, ¿y qué mejor que Raditz y Kakaroto? Amé la personalidad de Kakaroto, especialmente cuando lo estamparon al suelo xD y mi maldito Vegeta, me encanta cuando es malito, ruin, un desgraciado, todo lo malo. AMO tenerlo como mi flamante antagonista :)
Necesitaba una tropa de matones que acompañara a Vegeta(?) así que usé al típico Broly, aunque no creo que lo haga tan loco porque no deseo que se vuelva incontrolable y el malo definitivo, y a Turles, que jamás en mi vida fickera lo había ocupado. Lo usé por necesidad, jamás me expliqué su parecido atroz con Bardock y Goku, por lo que lo hice el bastardo no reconocido(?) Además, el matón que no es matón, Tarble, que sigue como una sombra a Vegeta xD Me gusta pensar que es el Kakaroto real pero que no desea pelear con el mundo xD Me encantó el grupo al final.
Algunas aclaraciones del mundo de este fanfic: Agregué el Templo de la Luna, porque quise que veneraran a una deidad y para mí, lo único que podrían venerar es a la luna, que los convierte en Ozaru. Aunque tampoco me los imagino tan religiosos xD sólo lo justo y necesario. Además, en este mundo habrán sectores en los que gobernarán los saiyan y otros, la Patrulla Galáctica. No existirá Freezer porque lo detesto. Ahí es donde entrarán Bulma y Milk, que borré una escena que iba en este cap pero era muy unrelated al resto. Tienen que ver con la Diosa que será la luna y el sector que controlarán los saiyan n.n
No se me ocurre qué más decir :( y quiero hacerlo, pienso que en la primera Nota de la Autora debería decir mucho xD Pero bueh! Gracias por leer.
Besos, RP.
