.N/A: Hola a todos, antes de empezar quiero aclarar ciertos puntos.

1.- Esta historia la escribí hace años, y la venía guardando porque me daba pena publicarla, más aún después de ver que en la serie contaban una historia con algunos personajes que aparecerán más adelante. Pero como mi historia es distinta no creo que tenga importancia.

2.- Henry tiene aprox unos 10 años

Espero que les guste


Capitulo 1

El día había sido agotador. No sólo había tenido que aguantar reclamos incoherentes de parte de los habitantes de Storybrooke, que parecían echarle la culpa a ella de absolutamente todo lo que sucedía en sus vidas. Sino que también la simpática Sheriff aún se negaba a que Henry pasara más tiempo con ella. Resopló y se quitó los zapatos al ingresar al recibidor. Miró a su alrededor pensando cuán grande se hacía aquella casa para ella sola. A pesar del tiempo que había pasado desde que su hijo se había ido con Emma, no lograba acostumbrarse. Zapatos en mano caminó hacia la cocina y los apoyó sobre una banqueta alta. Tomaría una sidra. Eso la relajaría un poco antes de darse un buen baño.

-No debería tomar alcohol a las cinco de la tarde. - se dijo mientras se servía en la pequeña copa para luego encogerse de hombros. Se concentró en el cosquilleo que le producían las burbujas en su boca y se dejó llevar por aquel dulce sabor. Se sirvió un poco más y guardó la botella. Tomó nuevamente los zapatos y se dispuso a dirigirse hacia el cuarto de baño.
Estaba a los pies de la escalera cuando sintió un estruendo proveniente del sector de la cochera. Sobresaltada se puso rápidamente los zapatos poniéndose en guardia antes de ingresar. Si había algo que Regina Mills no tenía era miedo. Mucho menos de algún intrépido que osara a ingresar a su residencia sin permiso. Volteó la vista hacia ambos lados pero no alcanzaba a verse nada. Continuó adentrándose para revisar detrás de los estantes. No pudo evitar sentir un pequeño sobresalto cuando sintió un leve gemido de la parte posterior. Con el entrecejo fruncido se acercó cautelosamente hacia lo que parecía ser un bulto.

El sector estaba oscuro, no alcanzaba a distinguir si era un animal o algún ser sobrenatural. "Mientras que no sean nuevamente monos voladores" pensó acercándose más hasta que logró ver lo que al parecer era ¿Un zapato? Si. La suela de un pequeño zapato blanco. Hizo aparecer en la palma de su mano una pequeña llama, en parte para defenderse, en parte para poder vislumbrar mejor el objeto o sujeto que se encontraba en el suelo de su garaje. Sus ojos se abrieron grandes de sorpresa al ver que no se trataba de ningún mono volador ni otro ser que pudiera amenazar su integridad. Si no era una pequeña niña. De unos seis o siete años. No podía saberlo, estaba durmiendo boca abajo apoyando su cabeza en uno de sus brazos. Vestía un atuendo que podía reconocer perfectamente. Provenía del bosque encantado. Aquellas ropas las utilizaban las niñas de familias nobles en el reino. Se acercó a la pequeña, acarició su cabeza notando preocupadamente que traía un pequeño corte sobre su labio, de la cual corría un pequeño hilo de sangre que parecía estar menguando. La tomó suavemente en sus brazos, una calidez interior la inundó al ver como la niña abría levemente los ojos intentando enfocar la vista en ella. La pequeña le dedicó una leve sonrisa que Regina correspondió por inercia antes de que volviera a quedar inconsciente en sus brazos. Al parecer, aquel no sería otro día ordinario.


La llevó a su recamara y la acostó sobre su cama. Le quitó el bolsito que traía y lo dejó a un costado. Se quedó observándola unos instantes. Su cabello era lacio con leves ondulaciones en las puntas, rubio oscuro. Lo traía largo hasta por debajo de los hombros, adornado por una diadema con una mariposa pequeña de color celeste pastel al igual que su vestido. Su piel era blanca. Su rostro estaba adornado con un par de pecas esparcidas sobre su nariz. Durmiendo parecía una muñeca. Casi irreal. Algo en aquella criatura le resultaba extrañamente familiar. Aunque podría jurar que jamás la había visto. Volvió la vista hacia la herida y se apresuró a buscar con que limpiarla en el botiquín. Se sentó con cuidado a su lado para limpiar el corte. Colocó una bandita y se quedó viéndola en silencio. Acarició su mejilla, luego su cabello. Era tan extraño volver a ver aquellas ropas. Más aún en Storybrooke. Ahora que lo pensaba. ¿Cómo había logrado llegar una pequeña sola desde el bosque encantado a Storybrooke? Eso era casi imposible. Las probabilidades de encontrar otro sombrero, habas o barcos que pudieran entrar en su garaje eran remotas. Ella debía haber hecho algo más. Algo de lo que Regina aún no tenía conocimiento.

Perdió la noción del tiempo que estuvo junto a la niña sumida en sus cavilaciones. Para cuando lo notó, el sol ya había bajado. Quizás sería mejor prepararse aquel baño que había planeado al llegar a la casa. Pero temía dejarla sola aunque fuera para darse una ducha rápida. Indecisa, resolvió intentar despertarla.

-Psstt. - Chistó mientras la sacudía levemente por los hombros. - Oye. Niña. - dijo levantando un poco más la voz, pero no tuvo respuesta. - ¿Pequeña? - Pero no despertó. Suspiró resignada y buscó su ropa de cama en el closet. Abrió la ducha y se dio un baño en tiempo récord. La intranquilidad que le generaba el dejarla unos minutos sola la ponía nerviosa. Terminó de lavarse y salió semi húmeda hacia el cuarto nuevamente, para terminar de secarse teniendo a la vista a su huésped. Se puso el pijama y se acercó nuevamente a ella. Volvió a intentar despertarla pero fue inútil. Se quedó viéndola. No podía dejarla dormir con ese incomodo vestido. ¡Si lo sabría ella!

Corrió hacia el cuarto de Henry y buscó una playera y un short, de aquellos que ya no usaba por que le quedaban chicos. Debe haberse demorado menos de tres minutos en buscar las cosas, pero al volver la niña estaba sentada en la cama con las manos en su regazo y el bolsito debajo de ellas.

-Vaya, la bella durmiente ha despertado. - la niña la miró con atención. -

-Mi madre me contó que así es como llaman a la reina Aurora en este lugar. - Regina abrió la boca pero no supo que contestar.

-¿Quien es tu madre pequeña? ¿Y qué haces aquí? - La niña abrió su bolso y sacó de él un cuaderno rustico con las tapas color azul. En la tapa tenía impreso un cisne blanco con una corona. Lo abrió y ojeó la primera página. Regina se acercó lentamente a ella y se quedó a los pies de la cama viéndola con los brazos cruzados y las cejas arqueadas. -¿Y bien? - se impacientó. La niña se volvió hacia ella.

-Mi madre me dijo que hasta que no sea el momento no puedo decirte quien es ella. -

-¿Tu madre te dijo? ¿Qué acaso tu madre se encuentra dentro de ese cuaderno? - la niña negó con la cabeza. -

-Aquí están las instrucciones. - respondió con naturalidad.

-¿Instrucciones de qué? - preguntó intrigada.

-De lo que debo hacer en Storybrooke. - la alcaldesa se quedó viéndola intrigada. ¿Y si era algún enemigo disfrazado de dulce niña que quería matarla o algo?

Se replanteó la situación al verla. Con una maniobra el cuaderno quedó envuelto en una nube purpura y se apareció en su mano. Regina sonrió de lado arqueando una ceja con aire de superioridad. La pequeña imitó su movimiento y el cuaderno haciéndose humo celeste se apareció en su pequeña mano. La niña arqueó odiosamente una ceja dejando a Regina con la boca abierta. Frunciendo el entrecejo volvió a quitarle el cuadernillo pero la niña hábilmente volvió a aparecerlo en sus manos dejando atónita a la alcaldesa.

-Mi madre me dijo que harías esto. - dijo negando con la cabeza.

-¡¿Pero qué demo..?!- La pequeña alzó las cejas como regañándola al notar esa expresión. -¿Cómo aprendiste a hacer eso?

- "Y siendo tan pequeña" pensó recordando cuan dificultoso había sido para ella aprender magia siendo ya adulta.

-Mi madre me dice que lo llevo en la sangre. - respondió calmada guardando su cuaderno en el bolsito marrón. Regina la observó y decidió dejar pasar el asunto del cuaderno por el momento. Debía averiguar otras cosas antes. La pequeña fijo su mirada en la de la alcaldesa. - Soy hija y nieta de las brujas más grandiosas que han existido. - La niña la miraba altiva, con el mentón levantado y denotaba sentirse orgullosa de su linaje. Regina no pudo evitar alarmarse un poco ante la confesión.

-¿Que vienes a hacer aquí?- demandó perdiendo un poco la paciencia.

-Mi madre me dijo que tampoco te lo diga hasta que estés lista. -

-Tu madre, tu madre, sólo sabes decir lo que te dijo tu madre. Ella te mandó aquí sola. ¿Qué clase de madre haría eso? - la niña levantó la vista poniéndose de pie y le dedicó una mirada voraz. Sus ojos color café se fijaron en los de la alcaldesa como si hubiera dicho la peor atrocidad. -

-La mejor madre del mundo. - respondió con total seguridad. Se quedaron en silencio unos instantes. La pequeña suspiró bajando la mirada. - No he venido a hacerte daño. - volvió a buscar en su bolsito y sacó un trozo de papel. - Mi mamá me dijo que pensarías que venía a perseguirte o algo así. Así que me dijo que te diera esto. Le entregó el papelito doblado. Regina un tanto desconfiada lo abrió y leyó atentamente aquellas líneas trazadas a mano. Volvió a ver a la pequeña un poco más calmada. No podrían asegurarle si estaba en peligro o no. Nadie podía decirle si hacia lo correcto.

-Esta bien pequeña. - dijo guardando el papel en su mesa de noche. - A partir de hoy cuidaré de ti. Pero espero que me prometas, que cuando puedas. Me dirás lo que te trae por estos lados. - La niña sonrió por primera vez en toda la noche y se acercó a ella abrazándola por la cintura. Regina no pudo evitar enternecerse. Acarició el cabello de la pequeña y sonrió. Sabía que no le vendría mal un poco de compañía. Después de todo, se había quejado de su soledad momentos antes de que la niña apareciera. - Oye, a todo esto. ¿Cómo te llamas?

-Mi madre me dijo que no te dijera mi nombre por el momento porque te darías cuenta. - Regina rodo los ojos al oír nuevamente "mi madre" pero luego sonrió. - Pero puedes decirme Apple. Así es como me llaman. -

-¿Apple?- preguntó separándose de la pequeña para pasarle el improvisado pijama... - ¿Qué clase de sobrenombre es ese? - la niña se quedó viéndola de pie y se encogió de hombros. - Mi mamá me contó que cuando mi madre estaba embarazada de mi no podía parar de comer manzanas, jugo, puré, sopa, te, salsas, todo lo que se le ocurriera. Mi mamá me dijo que pensó que nacería con cara de manzana - Regina no pudo evitar reír ante el comentario, una vez vestida para dormir Regina abrió el otro lado de la cama y le hizo una seña a la pequeña para que se acostara con ella. Apple sonrió y dio un pequeño salto metiéndose debajo de las sabanas.

-¡Ah! - la pequeña movió su mano y un peluche en forma de caballito con cara extraña se apareció.

-¡Vaya! Hablaremos luego de esos trucos. ¿Quien es ese hermoso corcel? - Apple sonrió y lo abrazó con fuerza. -

-El es Ross, a donde yo voy él también va. - Interpuso el peluche entre su cuerpo y el de la alcaldesa y lo cubrió con las cobijas. Regina extendió su brazo instintivamente y la niña se apoyó en ella utilizándolo de almohada. Se dio vuelta hacia su lado y pasó su bracito por encima del vientre de la alcaldesa. Bostezó con un poco de dolor a causa de la herida y cerró sus ojos. Regina acarició su cabello para ayudarla a conciliar el sueño. Se quedó pensando en lo inverosímil de la situación. De la nada, se encontraba compartiendo su cama con una desconocida. Una pequeña brujita que cuando se molestaba estaba segura que podía ser bastante odiosa. Lo había comprobado hacía unos instantes. Pero más allá de eso, estaba segura que no era peligrosa. No lograba recordar cuando había sido la última vez que Henry había dormido así con ella. Que la había abrazado para dormirse. O cuando había sido la última vez que se había sentido necesitada por su hijo. Un fuerte dolor le oprimió el pecho al recordarlo. "Estúpida Emma" fue lo último que pensó antes de quedar dormida.


N/A si les gustó y quieren conti dejen review, estaré feliz de leerlos.

Gracias por leer

Baci!