Capítulo 1: ¡¿Podrían dejar de Besarse?!

Pasadas las once de la mañana en la casa de los Snape reinaba la tranquilidad, los dos adolescentes de la familia dormían como un tronco debido a que la noche anterior fueron junto con sus amigos a una discoteca muggle.

El cuarto de Jolly estaba casi en penumbras, salvo por los rayos de sol que se colaban por esas cortinas color vino y daban la impresión que se encontraba en un horno o algo similar.

A sus dieciséis años Sophia era una chica como cualquier otra, su habitación estaba repleta de libros, posters de sus bandas y películas favoritas, una mullida cama con dosel imitando a la que le esperaba en unos días cuando regresara a Hogwarts, su escritorio desordenado y la silla del mismo repleto de ropa, incluido el vestido color verde tan ceñido al cuerpo que se puso la noche anterior al no escuchar el reproche de su padre.

Y además de eso algunas fotos familiares, sus abuelos muggles saludaban ansiosos, su abuela la cargaba y su abuelo le daba una muñeca a la pequeña bebe de cabello negro.

Demeter y ella en la casa de los Lupin a los dos años frente a una gran caja de juguetes, algo se movía dentro de la misma y de un golpe salió Tavius asustando a las niñas, en el fondo de la postal Tonks reía.

Una foto de un dia de verano en la madriguera con los hijos de Luna, Lorcan y Lysander, los de Ron, Rose y Stuart, el hijo de Neville un niño bastante rellenito llamado August y sus compinches e hijos del niño que vivió, Albus, James y Lily Luna.

La sublime foto de la primera vez que fue a la estación de trenes para asistir a su primer año en Hogwarts, su padre con esa expresión respetable tenía una pequeña sonrisa de suficiencia, su madre había ido con su ropa de trabajo, irradiaba alegría y se notaban sus ojos aguados agarrando a Octavius por los hombros, este tenía una cara de miedo tan grande que parecía que el Grim había tomado la fotografía, al costado de su padre estaba ella, sonreía nerviosa y en el próximo segundo ya no estaba.

Recordaba el motivo, pudo divisar a lo lejos a su amigo Al y casi corrió a su lado.

Varias fotos con Lys y Lilylu haciendo cosas de chicas otro par con Albus.

En su mesa de luz quizás estaba la que tenía más significado para la chica. A los doce con Albus en una hermosa playa tropical, donde los Lupin, los Potter y los Snape decidieron pasar unas breves vacaciones juntos.

-Jolly, Tavius , vamos a almorzar, luego pueden dormir un poco más-escuchó a su madre escaleras abajo.

Se sentó con pesadumbre en la cama agarrando su cabeza.

{"¿Por qué tomé tanto?"} Pensó con furia y tras una fracción de segundo se acordó.

La discoteca muggle tan ruidosa, sus luces brillando y titilando con cientos de personas moviéndose al ritmo desigual de la música dirigida por el dj.

-¿A que no sabes Jolly?- preguntó el ojiverde con esa sonrisa que la desconcertaba a veces.

-¿Que pasó Al?- dijo la chica con fingida indiferencia tomado un poco de su Martini y observando a unos chicos que bailaban sobre una mesa un poco pasados de copas.

-Me escribió Ginger, dijo que estaba de vacaciones en Centroamérica y no esperaba a volver para hablar conmigo, ni idea de que quiere decirme-parloteó su amigo encogiéndose los hombros.

Esa tonta chica, una popular Hufflepuff, un año más grande que ellos y encaprichada con la fama, trató de salir con James y lo hizo hasta que el la botó por ser una pesada (sin contar que el queridísimo Jamsie tenía como hobby salir con chicas, cuantas más sean mejor), pero no, el ingenuo Albus no se daba cuenta creía que ella tenía ganas de ser su amiga porque después del rompimiento con su hermano el como buena persona la consoló un par de veces, hasta los acompañó un sábado a Hogsmeade lo que a Jolly no le hizo mucha gracia.

-A qué bien-hablo como hija de su padre casi siseando, terminó el Martini de un trago y se fue a bailar con Lorcan aunque sabía que no seguiría su ritmo tan ridículo pero prefería estar allí antes que discutir con Albus sobre esa arrastrada.

Volviendo a la realidad unos minutos observó la foto donde ella y su mejor amigo estaban en una bonita playa, recordaba claramente lo ocurrido en ese lugar.

Estaban buscando caracoles cuando encontraron una enorme roca cerca del agua y se sentaron allí disfrutando de la vista.

-Ahora comprendo porque los grandes se divierten más mirando hacia el agua, es una vista muy bonita-dijo la niña de pelo lacio.

-Existen muchas cosas que los grandes disfrutan y yo no les veo lo genial, como los besos-el chico hizo una mueca de asco-vi un par de veces a mamá y papá besarse y hacer como que nada ocurre cuando nos ven llegar, aunque se ponen rojos-esbozó una sonrisa.

-Tu porque no vives con el señor y la señora amor, yo veo a mis padres besarse todo el tiempo y demás cosas cursis como que mi padre juega con el cabello de mamá o ella lo mira como si quisiera comerse su cara, ¡puaj!-exclamó Jolly como si saboreara una gragea con sabor a estiércol.

-De todas formas quisiera saber cómo es dar un beso-miró de reojo a su amiga-¿crees que podemos intentarlo?-preguntó.

La chica de ojos miel dudo un momento.

-Creo que podemos –titubeó.

Sus caras se acercaron hasta pocos centímetros de juntarse y sus narices chocaron, Albus pudo ver los ojos divertidos de Sophia hasta que los cerró, acto seguido el hizo lo mismo y tomando aire juntó sus labios con los de ella.

Tras seis segundos se separaron rápidamente limpiándose con el dorso de la mano nerviosos, mirando hacia ambos lados para verificar que nadie los había visto y rogando porque no fuera el mismísimo James.

Era extraño, se rieron unos segundos y sentían como algo en su panza vibraba.

-¿Qué sentiste?-le dijo Jolly entre divertida y asustada.

-Mojado, sentí mojado-susurró Albus misterioso.

-Sí, yo también-confirmó Sophia.

-Y miedo, Jolly… ¿este será otro de nuestros secretos no?-preguntó asustado el niño.

-Por supuesto Al, si de esto se entera Jamsie nos joderá de por vida-dijo la niña algo indignada sin saber porque.

-Mamá dice que la gente se besa porque se quieren, yo te quiero, pero no como los grandes-Sophia seguía confundida, por primera vez no entendía lo que decía su mejor amigo.

-Yo también-dijo Jolly no muy segura.

-Seremos amigos para siempre, ¿verdad?-insistió su amigo tratando de alisarse el cabello con su mano sin éxito.

-¡Claro que sí!- exclamó la chica nerviosa, sentía como si ambos hubieran matado a alguien y escondido su cadáver para prometerse que nadie se enteraría del gravísimo crimen, pero sabía que muy dentro de ella sentía como un bicho que le removía sus entrañas, le había gustado ese beso con Albus.

-¡Jolly, ya está la mesa!-gritó su madre.

Bajó en piyama disimulando la tremenda resaca, miró la cara de su hermano que no estaba mucho mejor que la suya.

Almorzaron tranquilamente entre los avances del nuevo libro de Severus y las expectativas que tenían de volver al colegio.

-Lo se Lorc, pero podríamos invitar a Jolly y a Lys tambien, así quedaría menos evidente-dijo Octavius mientras escuchaba el parloteo nervioso al querer invitar a una compañera de clase a salir sin que se notara.

-Podríamos decirle solo a Jolly, ella se lleva genial con todo el mundo y en especial con ella-dijo su amigo detrás del tubo.

Octavius pensó que su plan no se podía venir abajo, él quería que Lysander los acompañara, lo que más recordaba la noche anterior era a Lysander Scamander entrando a la discoteca, algo patosa al caminar con tacones y un vestido amarillo canario, su cabello rubio, largo y en ondas, sus hermosos ojos color cielo, era la perfección en persona y no lo sabía, ¿cómo no se daba cuenta que irradiaba luz al acercarse?

Y luego todo era borroso, aquel muggle que la invitó a bailar, se estaba divirtiendo mucho con ese idiota.

Al salir le dijo alguna de esas cosas extrañas a Jolly que solo ella y su madre creían, algo sobre que se reía de algún bicho que se instaló en el cerebro de aquel muggle.

Detestaba el romance, el amor y todo lo demás, nunca sería valiente para confesarle lo que sentía a la linda chica rubia, según los genes, la valentía la había obtenido Sohpia en esos nueve meses que compartieron en útero de su madre.

Ambos adolescentes bajaron cabreados buscando a sus padres, los encontraron en el patio, junto al cerezo, besándose de una forma que la directora McGonagall reprobaría pero ellos ya estaban acostumbrados.

-¡¿Podrían dejar de Besarse?!-corearon furibundos ambos hijos.

-No griten-sentenció su padre seriamente pero ambos rieron como chiquillos.

Nadie podía estar mal con los temas sentimentales en la casa de los Snape donde sus padres se besuqueaban por todos lados sin tener respeto a nadie, 10 puntos menos para Gryffindor y Slytherin pensó Octavius.