Capítulo 1: Condenado Idiota.

(Situación cronológica: quinto curso)

Lily siempre había considerado a James como alguien fastidioso.

Siempre se pavoneaba por la Sala Común, gritando y queriendo ser el centro de atención. Siempre acababa organizando molestas guerras de comida en la mesa Gryffindor en el Gran Comedor. Siempre hacía ruido en la biblioteca mientras visitaba a Remus. Siempre le pedía salir, ganándose con ello el odio de muchas chicas del colegio, en especial Bertha Jorkins, una Hufflepuff locamente obsesionada por James. ¡Cómo si a ella le interesase lo más mínimo!

Aún recordaba el día que lo conoció en el Expreso de Hogwarts, mientras discutía con Severus sobre qué casa era mejor, Gryffindor o Slytherin. Ya en ese momento le pareció un chico inmaduro, opinión que se fue afianzando con los años.

Sin embargo, Lily no se podía librar de él ni un momento. Ya que iban al mismo curso y permanecían a la misma casa, coincidían en casis todas las clases, se veían por los pasillos, en la Sala Común, en el Gran Comedor, en la biblioteca… incluso en Hogsmeade. Por no nombrar, por supuesto, el maldito Quidditch. Además, a todo esto había que sumas que Lily era buena amiga de Remus, amigo en común para los dos. Aún no podía explicarse cómo alguien tan agradable, inteligente y maduro como Remus podía ser amigo de ese molesto Potter.

Sus amigas, Melissa, hija de muggles como ella, y Alicia Prewett, una especie de prima lejana de James, siempre se preguntaron si no existía algo entre ella y Remus y por eso no aceptaba a James. Nada más lejos de la verdad. Remus era sólo su amigo, nada más, y James sólo un condenado idiota del que no quería saber nada.

Por otro lado, aparte de lo molesto de la actitud del chico, tenía más que motivos de sobra para llevarse mal con él. Esos motivos eran, desde luego, su amigo Severus Snape. Eran amigos de la infancia, y con él descubrió su naturaleza mágica. A pesar de que estuviesen en casa distintas, y Snape tuviese unos amigos que a Lily no le gustaban, a pesar de que se habían distanciado en aquellos años en Hogwarts, Lily seguía apreciándolo muchísimo. Por ello mismo no toleraba las bromas que James le gastaba a Snape, ya que no eran nada inocentes. Los dos chicos se llevaban a matar desde el primer día, pero la popularidad de James era un punto a su favor en las riñas entre los chicos, y a Lily le parecía mal que James abusase de esa situación.

Sin embargo, aquel día todo cambiaría.

Lily esperaba frente a la puerta del colegio, con frío e impaciencia. Severus llegaba tarde. Aquel día había excursión a Hogsmeade y había quedado con él para ir juntos. Era raro en él llegar tarde, y se preguntó qué pasaba.

-¡Lily, Lily!-unas voces la llamaban.

Lily se giró, esperando que fuese Snape, pero no resultó ser así. Se trataban de Melissa y Alice, que corrían hacia ella con cara de preocupación.

-Tienes que venir, ha pasado algo…

-¿De qué habláis chicas? Me estáis preocupando…

-Es Snape.

Al cabo de unos minutos, Lily se encontraba en la enfermería, junto a la cama de Snape. El chico tenía un ojo morado y unas fiebres extrañas, producidas por algún tipo de encantamiento.

A su lado se encontraba Madame Pomfrey, con un aire malhumorado.

-¡No me puedo creer las locuras de estos chicos de hoy en día!

-¿De qué habla, Madame Pomfrey? ¿Qué le ha pasado a Severus?

-Eres la primera que viene a verlo, es normal que no sepas nada aún. Pues verás, anoche la profesora Mcgonagall se encontró con este y otro chico, peleando en los jardines y batiéndose a duelo. ¡Incluyo se golpeaban con las manos como los muggles!

Lily arrugó un poco el ceño ante aquella referencia.

-¿Y el otro chico? ¿No ha salido malherido?

-Esta mañana le arreglé también algunas heridas en la cara, pero por lo demás bien. Ganó el duelo.

Lily asintió, imaginándose de quién se trataba.

Poco después, se encontraba en la Sala Común, sentada frente a la hoguera y leyendo el libro. Cuando James Potter apareció a través del hueco del cuadro, seguido de Sirius, Lily se levantó de un salto y se dirigió con paso decidido hacia él. El chico le sonrió de aquella manera burlesca y descarada.

-Vaya, vaya, Evans, qué guapa estás hoy…

Sin embargo, la chica no le dejó terminar su sarta de estupideces, ya que arremetió contra él con una bofetada limpia, que hizo que se crease un silencia tenso en toda la Sala Común. A sus espaldas, Sirius la miraba sorprendido.

-¿¡Cómo te atreves!? Después de lo que le has hecho a Severus… ¡estarás tan orgulloso! ¡Está en cama por tu culpa!

Normalmente, James le contestaría diciendo que "Quejicus" se lo había buscado, o que en realidad la pelea no había sido para tanto y él sólo se hacía la víctima. Alguna estupidez así. Pero no, aquella vez no fue así.

James se llevó su mano a la cara, donde Lily le había abofeteado, y miró a la chica con mala cara, la primera vez en cinco años que lo hacía. Después bajó la mirada y se dirigió a su habitación, en silencio.

Lily se quedó allí plantada de pie, con las aletas de la nariz hinchadas, los ojos muy abiertos y la respiración entre cortada, mitad cabreada mitad sorprendida. Sirius, a su lado, negaba con la cabeza.

-Evans, normalmente tienes razón cuando discutes con James, pero hoy has metido la pata hasta el fondo…

Le dio unas palmaditas en el hombro y siguió a su amigo hacia las habitaciones. Lily salió corriendo de la Sala Común, sintiéndose observada por todo el mundo.

Pocos días después, Lily se encontraba estudiando en la biblioteca, cuando Remus se acercó a ella.

-¡Vaya! De nuevo das señales de vida. Algún día espero que me cuentes de qué van esas escapadas tuyas todos los meses…

-De eso justamente quería hablarte-dijo con un tono serio que asustó a Lily.-Pero me gustaría hacerlo en un lugar privado.

Lily asintió y recogió sus libros con rapidez.

Los dos amigos se dirigieron hacia los terrenos del castillo, y se sentaron bajo el árbol frente al lago.

-Verás, Lily, yo tengo un gran secreto que sólo conocen unos pocos. Tú eres una buena amiga, y creo que ha llegado el momento de contártelo.

Lily esperó, en silencio.

-Soy un licántropo.

Remus le contó todo a Lily, cómo le mordieron, cómo lo había ocultado en el colegio, cómo James y los demás lo habían ayudado convirtiéndose en animagos y acompañándolo a la Casa de Los Gritos.

Lily tardó unos momentos en procesarlo, pero finalmente lo entendió.

-Vaya… No sé qué decir, Remus, todo esto me pilla por sorpresa. Bueno, sí sé qué decir: yo te quiero tal y como eres, no me importa ni me da miedo que seas un licántropo.

Remus le sonrío, agradecido.

-En cuento al tema de los animagos, tengo que decir que es admirable. Lo que hace el poder de la amistad… Aunque debéis tener cuidado, es ilegal y si os encuentran…

-Tranquila, tenemos cuidado.

-¿De quién fue la idea?

-De James.

Al escuchar el nombre del chico, Lily se incomodó. Remus se dio cuenta.

-Sí, aunque no lo creas James no es sólo el chico estúpido que tú consideras. Tiene muy buen corazón, es un buen amigo y a veces llega a ser muy maduro e inteligente. Si se lo propone, claro…

Ambos rieron.

-Supongo que te han contado lo que pasó el otro día, con Snape.

-Sí, sé perfectamente lo que ocurrió-volvió al tono serio.

-Me da igual lo que pienses sobre James, aquella bofetada que le di se la merecía.

-En realidad no es así, por una vez no se la merecía-añadió Remus, y Lily recordó lo que le dijo Sirius.-¿Qué te ha contado Severus sobre el incidente?

-En realidad no ha querido hablar del tema conmigo.

Remus rió, lo que descolocó a Lily.

-No me extraña… Verás Lily, Snape sospechaba de mí. Es un chico listo y pronto se dio cuenta de que yo era un licántropo. Así que la otra noche, de luna llena, nos siguió hasta La Casa de Los Gritos para desvelar nuestro secreto. También hay que decir que Sirius lo incitó, ya que estaba harto de las sospechas y las amenazas que nos hacía. En el último momento, James pensó que se nos había ido de las manos, podía ser muy peligroso para Snape el hecho de encontrase conmigo en mi forma lobuna. Así que salió de la Casa de Los Gritos y se encontró con Snape, que se había asomado a vigilarnos. James le dijo que era peligroso y que se fuese, pero Snape insistió. Finalmente discutieron y se pelearon, y por eso pasó lo que pasó.

Lily escuchó atenta la historia, y una vez acabó, miró al suelo con aire de culpabilidad. Por una vez, James se había portado bien y ella lo había despreciado.

Días después, Lily decidió que tenía que pedirle disculpas, por mucho que le pesase. Cada vez que se había encontrado con James, este había agachado la cabeza, y no la había mirado descaradamente y bromeado como era costumbre.

Una de esas tardes, después de clase, Lily entró en la Sala Común y se encontró a Remus, Sirius y Peter allí.

-Vaya, os falta un integrante, ¿dónde está?-quiso saber Lily.

-Se ha quedado en la habitación, pero no quiere estar con nadie-le contestó Sirius.

A Lily le extrañó que James quisiese estar a solas, ya que era el chico más popular del colegio y siempre estaba rodeado de gente. Y realmente disfrutaba de ello.

Lily ignoró lo que le dijo Sirius, y se dirigió hacia la habitación de los chicos. Tocó a la puerta varias veces.

-¿James?-preguntó, pero no obtuvo respuesta-Bueno, ya está bien, voy a entrar, sé que estás ahí.

Lily entró en la habitación con paso decidido, pero se encontró con que estaba vacía.

-¿James? ¿No estarás utilizando una vez más esa estúpida capa encantada que tienes?

Sin embargo, Lily no pudo continuar hablando ya que en aquel momento, apareció James en escena. El chico salía del baño personal de la habitación, con una toalla que le cubría las piernas y que dejaba el pecho mojado al aire. Al mismo tiempo, se secaba la cara y el cabello con otra toalla. Al quitarse la toalla de la cara y observar a Lily, estupefacta en la puerta, dio un grito y un brinco, mientras se tapaba el torso con la toalla restante.

-¿¡Se puede saber qué haces, Evans!?

Lily estaba muy sonrojada y rápidamente se dio la vuelta. Había mirado demasiado fijamente el torso del chico, pero es que realmente no se esperaba aquella escena.

-Venía a hablar.

-¡Pues para eso se toca a la puerta!

-¡Lo he hecho!-gritó furiosa-No me habrás escuchado con el ruido de la ducha.

A sus espaldas, James suspiró.

-Está bien, espera ahí un momento. En seguida salgo.

James volvió al baño y Lily suspiró aliviada.

Se sentó en una de las camas, sin saber de quién era, y lo esperó en silencio. Al cabo de unos minutos James salió del baño, esta vez vestido.

-Vaya, primero me pillas semidesnudo y ahora te sientas en mi cama, voy a empezar a pensar que quieres algo…-dijo mientras se sentaba a su lado.

Lily bufó.

-No he venido aquí a escuchar tus estupideces. Sólo venía a pedirte disculpas por el bofetón y los gritos del otro día, Remus me contó lo que pasó en realidad con Severus.

James a su lado, alzó las cejas con sorpresa.

-¿Remus te ha contado…?

-Sí, me ha contado su secreto.

James asintió. Después de eso se creó un silencio incómodo mientras los dos seguían sentados en la cama, mirando hacia todos lados menos hacia donde se encontraba el otro.

-Bueno, acepto las disculpas. ¿Te das cuenta que esta es la primera vez que me pides disculpas por algo?-dijo esta vez mirándola, con aire divertido.

Lily volvió a bufar, y también lo miró.

-No te acostumbres-le contestó, ignorando aquella estúpida sonrisa en el rostro del chico.

La chica se levantó de la cama y se dirigió hacia la puerta, aunque hacia medio camino se giró de nuevo hacia James, que la miraba fijamente desde la cama.

-Por cierto, enhorabuena por el tema de los animagos. Me parece no sólo una gran destreza como mago, si no que es un gran gesto como amigo, y Remus se lo merece. A veces creo que no eres tan idiota como yo pensaba.

Notó como el chico se ruborizaba un poco ante las palabras de la chica, pero no contestó ni dijo nada. Lily dio la conversación por acabada y se dirigió hacia la puerta. Una vez la abrió, James la llamó a sus espaldas.

-¡Eh, Lily!

Lily se giró de nuevo hacia él. Esta vez tenía una sonrisa pícara pintada en el rostro.

-Realmente te ha gustado mi pecho, ¿eh?

Lily abrió la boca, sorprendida, y le miró con los ojos entrecerrados, sin poder creerse lo que el chico había dicho. Bufó enfadad y dio un portazo.

Aquel chico era un condenado idiota.