Renuncia: todo de Trey Parker y Matt Stone.

Emparejo a Kenny con casi todos, no tengo un OTP definido con él. Tristemente. O bueno, no tanto. Me gusta prostituirle, para qué mentir. Si escribo Kenneric o Stenny no pueden lincharme (?)


Basándose en sus asombrosas deducciones y conociéndose mejor que nadie en ese pueblo de locos, Kenny diría que era de todo un poco menos una pareja celosa.

Sí, podía ser pervertido, carismático, ligeramente convenenciero —resultado de la mala influencia del culo gordo—, pobre en exceso, pansexual (que no tiene nada que ver con pan), con complejo de suicida reprimido y jodidamente irresistible, vale igualmente algo narcisista. Pero definitivamente celoso no, no tenía ningún derecho de serlo por ser quien era, por fortuna eso de las inquietudes de pareja se lo dejaba al opuesto: chica, chico, travesti, hermafrodita.

Además, tomando en cuenta de quién era novio actualmente, con las amenazas de Craig bastaba. Él sí que era celoso, bastaba con ver los ojos morados que desfilaban por la enfermería del instituto cada vez que alguien osaba observarlo más de cinco segundos cronometrados. Estúpido Clyde y sus estúpidas ideas.

Pero volviendo al tema, él no se molestaba en sentir celos, sabía perfectamente que no perdería a su amado Tucker ante nadie, ni siquiera Tweek por eso de ser los súper mejores amigos.

O eso aseguraba hasta ese día. Porque al estar ahí, sentando en la alfombra de su casa golpeteándola cada minuto, lo único que quería hacer era aventar a algo o alguien por la ventana.

Craig reía de vez en cuando, molestándose en disimular que no, pues eso de mostrar sus emociones no se le daba bien, menos en su presencia. Y ese maldito roba-novios se lo pasaba de lo lindo con él, disfrutando de caricias y mimos que deberían ser suyos.

Sencillamente era absurdo, él, quien siempre juró nunca sentirse inseguro de perder a alguien por culpa de otra persona, hervía de celos por un animal. Sí, un jodido animal. Específicamente un cobayo llamado Stripe.

¡Pero tenía justificaciones válidas! El condenado lo provocaba, esos ojitos odiosamente adorables no mentían.

Incluso era capaz de leer su mente.

«Mira McCormick, me presta más atención a mí que a ti», «¡Jajá, soy más lindo que tú!», «Craig me deja dormir con él», «¡Vota por un cobayo para presidente!»

Sí, lo estaba provocando. Indudablemente. A ese paso no aguantaría mucho más.

Tenía que hacer algo, ya. ¿Pero qué?

Si decía abiertamente sus sentimientos Craig se burlaría de él como el buen macho que era. Sino continuaría la tortura quién sabe cuántos minutos u horas más.

Nunca antes deseó tener tanto una mascota.

Bien podrías matarlo le sugirió su conciencia. Tuvo que abofetearse mentalmente por ello.

Eso de las tendencias asesinas se lo dejaba a Cartman, él no resolvía las cosas así, no tan drásticamente. Pero si lo veía del lado positivo, Craig le prestaría más atención, y era sólo un cobayo, había miles alrededor del mundo.

Podría funcionar. Nadie sospecharía del novio de la víctima. Por supuesto que no.

— ¿Por qué mierda sonríes tanto? —Parpadeó un par de veces, reaccionando a que Craig lo veía de reojo pausando momentáneamente la sesión diaria de "Dale amor a otro que no sea Kenny en su puta cara", y que, como le dijo, sonreía demasiado para su gusto.

Buscó una coartada creíble con que responder.

— Yo… recordé una buena porno —bastante creíble a su parecer. Asqueado Craig volvió a darse la vuelta, como si nada hubiese ocurrido ahí y continuó acariciando a Stripe. Kenny ignoró eso y se puso en pie, sin dar explicación alguna fue a la cocina del azabache.

Su familia se había acostumbrado ya a su presencia, técnicamente no les importaba si tomaba comida sin permiso, siempre y cuando lavara sus platos. Oh sí. La buena acción del día. Aunque en esos instantes no buscaba nada en el refrigerador, todo lo contrario; iba por una lata de veneno para ratas líquido y una ratonera, él sabía donde las guardaban.

Si Stripe pedía guerra, guerra tendría. No era ningún cobarde.

Sonriendo más que antes y con ambos objetos detrás de cada mano Kenny regresó a la sala.

— Craig, lindo, juguemos.

— No jodas —respondió hastiado, Kenny no le hizo caso y se acuclilló justo en frente, aun escondiendo la sorpresita para su rival de amores. El plan era simple, le daría a Craig el magnífico honor de elegir la muerte de Stripe. Muy piadoso, sí—. ¿De qué va el juego?

— Sólo di izquierda o derecha, y lo que haya ahí será tu premio, pero te tienes que ir cuando hayas elegido para prepararlo —explicó encogiéndose de hombros. Craig entrecerró los ojos, buscando cualquier rastro de mentira, por suerte no la encontró y sin muchos preámbulos señaló su lado derecho.

Bingo, sería veneno.

— Vale, si no te molesta —señaló con la cabeza la cocina y a regañadientes Craig abandonó la sala, quedando ellos dos, solos—. Ahora si te vas a enterar Stripe —fulminó con la mirada al animal y sacó el veneno, vertiéndolo en porciones pequeñas frente a él, esperando que se acercara, lo bebiera y se fuera al infierno para saludar a Damien de su parte.

Lamentablemente no contaba con que Ruby bajaría de su habitación, yendo directo a él para abrazarlo y hacerle trenzas aprovechando que su amargado hermano no estaba, mucho menos que resbalaría con el dichoso veneno antes de que Stripe lo tomara y cayera encima de él, siendo descubierta por Craig.

— ¿Qué carajos? Ruby aléjate de Kenny —ordenó molesto el recién llegado. Ruby le enseñó la lengua en un gesto infantil.

— ¡Esto es tu culpa Tucker! Si cuidaras más a Stripe no se haría del baño a mitad de la sala —replicó ella, y pese a la mueca de desilusión de Kenny limpió el veneno con un trapo y se fue. Llevándose consigo la ratonera, pues en el impacto quedo atorada en su falda.

Hasta ahí llegaba su brillante plan, esfuerzo de cinco minutos pensando. ¡Qué suerte la suya!

— ¿Qué yo cuido incorrectamente a Stripe? —Repitió—, por favor.

— Yo diría que lo cuidas más que bien —masculló él en voz baja importándole poco que lo escuchara, lo cual hizo. Creyendo oír mal Craig arqueó una ceja y se agachó a su altura.

— ¿Qué dijiste McCormick?

— ¡Qué eres "Don Cuidador Maravilla" Tucker, desde que llegamos del colegio no has hecho otra cosa más que ignorarme! —Dijo en voz alta y sumamente avergonzado. Y ya está. Lo había admitido.

— ¿Y no había ninguna sorpresa para mí, supongo? —Preguntó después de un breve silencio incómodo. Kenny negó, evitando mirarlo—. Toda la sala huele a veneno… Ruby sí que es tonta.

— Y-yo puedo explicarlo.

— No hace falta, sé que ocurre aquí —interrumpió Craig, quien ahora sonreía burlón. Eso sólo significaba cosas malas, para él—. Tienes celos.

Sí, cosas sumamente malas.

— ¡Claro que no! Sólo, sólo me preocupo por tus tendencias sexuales, van a empezar a pensar que eres zoófilo —sin poder ocultarlo, el muchacho del chullo azul soltó una estrepita carcajada, seguida de más. Todo ante su contrariada mirada, ¿de verdad, de verdad el sociópata de Craig reía como cualquier persona normal?

Otra pregunta, ¿Craig podía sentir cualquier emoción ajena a la apatía e ira?

Dios, eso sería el chisme del año.

Antes de que pronunciara una palabra más Craig lo tomó del cierre de su parka naranja y lo acercó a su rostro, besándolo con brusquedad.

Tuvo que sujetarse a sus hombros, pues las piernas le fallaron repentinamente y un calor abrazador lo recorrió de pies a cabeza. ¡Carajo, que el condenado besaba demasiado bien!

Un gemido salió de sus labios al sentir como juntaba sus cuerpos un poco más, hasta que se vieron obligados a separarse en busca de aire, jadeando y recargando sus frentes una a la otra.

Craig esbozaba una de sus típicas sonrisas de adolescente engreído.

— ¿El que se acuesta con todo lo que camina se preocupa por mis tendencias sexuales? —Su sonrojo se incrementó y sólo atinó a propiciarle un golpe en el hombro.

— Cállate —Desvió su vista hacia la alfombra, más exactamente, donde reposaba Stripe—. Sabes bien que sólo lo hago contigo ¡y ese animal buscó por sí mismo pleito!

— Pues yo también sólo te miro a ti —con delicadeza le acarició la mejilla—, y no tienes que encelarte de Stripe. Lo quiero, pero es imposible follar con un cobayo.

— En realidad no…

— No arruines el momento con tus comentarios sucios McCormick —le advirtió severo, Kenny rió y prefirió callar. A final de cuentas el idiota de Craig tenía razón, y no lo admitirá en voz alta, pero oírlo decir que sólo lo miraba a él, entre tantos chicos (o cobayos) elevaba su ego a niveles desproporcionados.

Más tranquilo y menos paranoico que antes Kenny lo abrazó, acurrucando su cabeza en el espacio libre de su hombro y sonrió, sintiendo como lo aferraba a su cuerpo.

Quizás no era tan devastador sentir celos de vez en cuando, sobre todo si Craig lo terminaba mimando al final.

— Ne, Craig, tengamos sexo de reconciliación~

— ¡Pervertido de mierda, mis padres están en casa!