Pies de duende frágil
Disclaimer: todo pertenece a George R. R. Martin.
Esta historia participa en el reto Ese pairing no tiene futuro del foro Alas negras, palabras negras.
El título lo saqué de la canción de Santiago Cruz en la que me inspiré para el fic.
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Estás muy hermosa. Llevas un vestido blanco con el lobo wargo de tu casa bordado en el pecho y una capa negra con el dragón tricéfalo de la mía en la espalda y tu pelo cae suelto como una cascada de hojas otoñales. Sin embargo, lo que te hace lucir tan extremadamente bella no es eso. Se trata de tu rostro, de tu dulce sonrisa y tus profundos ojos que reflejan toda la alegría que sientes en este momento, una alegría que lo es más aún porque viene después de tanto sufrimiento.
Te mueves al compás de las notas, bailas conmigo con tus manos en mis hombros y mis brazos rodeando tu cintura y me miras así, como si yo fuera un sueño, el príncipe que viene a rescatar a la princesa en esas historias que tanto te gustan. Me miras como si no pudieras creerte que esté aquí bailando contigo y que no hay ningún otro lugar en el que preferiría estar.
Sé que eso, tu inseguridad, es culpa de él, de tu primer prometido, ese niño rey que te hizo tanto daño. Me has hablado alguna vez de él, de como te hacía sentir que no eras nada, de como te hacía sufrir de todas las formas que se le ocurrían. Me lo contaste una vez, poco después de que se anunciara nuestro compromiso. Me lo contaste porque sé que estabas asustada, que tenías miedo de que yo fuera como él. "Parecía un príncipe salido de las canciones, pero era el monstruo que mantiene prisionera a la doncella" me dijiste con la mirada perdida en el pasado. Yo no supe qué decir y tú preferiste marcharte. Ahora quizá sea el momento de decirte lo que ese día callé.
Quizá sea el momento de prometerte que yo nunca voy a hacerte daño. Quizá sea el momento de decirte que te amo y que doy gracias a los dioses, los antiguos y los nuevos, porque tú me correspondes. Quizá sea el momento de explicarte que ese día no dije nada porque no sabía qué decir, porque no era capaz de comprender como alguien que tuvo la suerte de ser amado por ti no solo no se sintió afortunado, sino que aprovechó ese amor para hacerte daño. Quizá sea el momento de susurrarte, aunque sea egoísta, que me alegro de que él no te quisiera porque así yo puedo quererte ahora. Quizá sea el momento de contarte todas estas cosas, pero lo haré más tarde, porque ahora solo quiero continuar bailando, observando la gracilidad con la que danzas y la felicidad que brilla en tu rostro. Esta noche te lo diré todo. Ahora mismo no hacen falta las palabras.
