Bienvenid s a tod s a este fanfic! Es la primera vez que escribo sobre este universo de HTYD y por tanto ruego que me disculpen los posibles fallitos que puedan encontrar y por supuesto destacar que la propiedad de estos personajes no me pertenece sino que forman parte de la maravillosa mente de Cressida Cowell y DreamWord Animation.
A parte del resumen que aparece en la descripción de la historia, me gustaría aclarar por aquí el camino que va a tomar el fanfic. La idea por la que se encamina viene dada por el primer libro de la serie "Como entrenar a tu dragon". Si alguien los ha leído sabrá que no tienen nada que ver con las películas y que de hecho, a mi parecer, las películas desarroyan mucho mejor todo este universo. Aclarando que la idea principal proviene de los libros, la expongo brevemente para aquellos que no lo hayan leído. Intetaré no spoilear demasiado si alguien quiere leerlos.
En el primer libro se expone que hipo es un vikingo un poco inútil que nunca pasará la prueba de iniciación. Así que se somete a las pruebas y no consigue pasarlas, por lo que debe ser expulsado inmediatamente de la tribu, aunque su padre sea el jefe. Como es un libro para niños, gracias a su astucia consigue ganarse pertenecer a la tribu y quedarse.
En este fanfic, esa última posibilidad no existe, por lo tanto se plantea un universo un poco más oscuro donde Hipo nunca consiguió pasar su prueba de iniciación y permanece en el exilio, viviendo en una isla un tanto extraña junto a una criatura espectacular. No obstante, algo lo hará regresar a recuperar lo que por derecho le pertenece.
Capitulo 1
El oleaje azotaba los acantilados de la isla mientras los maltratados barcos imploraban anlcar entre unos muelles que luchaban desde hacía años contra la marea y el viento del este.
Mientras tanto, desde lo más alto de las mohosas rocas que recorren la isla, algunos jóvenes observaban la llegada de los barcos. Llevaban semanas fuera, cruzando el mar a través del basto territorio enemigo para poder traer consigo la esperanza de firmar la paz y devolverle a la isla el futuro y la prosperidad que tanto anhelaba. Al menos eso parecía, pues de lo contrario no hubieran regresado jamás.
–Parece que vienen acompañados de uno de los barcos de Berk.–Puntualizó uno de ellos, señalando la bandera de uno de los navíos.
–Tengo que irme. –Dijo una de las chicas que conformaban el grupo de curiosos.
Y sin dar más explicaciones, salió corriendo, alejándose de los acantilados y perdiéndose en el bosque que cada vez se tornaba más y más frondoso.
La gran sala de reuniones estaba abarrotada y olía a una mezcla entre cerveza rancia y sudor. Muchos se apiñaban con curiosidad por conocer las noticias que los valientes traían de la isla vecina. Desde hacía años, por culpa de los constantes ataques de dragones, la isla había sufrido numerosos destrozos y bajas. Esto sin contar la fuerte guerra en el mar contra la isla de Berk, hecho que había terminado por llevar a la ruina a la antes gloriosa isla Pesadilla.
Las arcas estaban vacías, los barcos navegaban a duras penas y la última cosecha había sido incendiada y arrasada durante el último ataque de los dragones. Todo esto había llevado al jefe de la tribu a pedir la paz en un intento desesperado por no desaparecer de los confines de los mapas.
Berk por su parte es una isla fuerte, mucho mayor que isla Pesadilla y que además cuenta con mejores rutas de comercio y mejor defensa natural, geológica y armamentistica contra los dragones. Todos saben que los vikingos son orgullosos, pero el orgullo del jefe Hofferson había llegado demasiado lejos y no estaba dispuesto a ver morir a su gente. Por esta razón había pedido firmar la paz con Berk y pedirles su ayuda contra los ataques de dragones. No tenían mucho que ofrecer, pero esperaba que Estoico aceptase su gran oferta, algo que seguro no podía rechazar.
Las puertas se abrieron de repente con un golpe seco y fueron acompañadas por los vítores del pueblo que saludaba a sus heroes recién llegados, además de a los emisarios de Berk. Los alaridos continuaron hasta que los emisarios se plantaron frente al jefe Hofferson, sentado en su trono de pierda y hierro. El silencio se produjo cuando éste hizo ademán de levantarse y con voz profunda saludó a sus invitados.
–Emisarios de Berk, –dijo en voz clara y potente, –con mucho gusto acogemos vuestra llegada y les damos la bienvenida a nuestro hogar.
–Muchas gracias por su hospitalidad, ha sido un largo viaje. –Respondió uno de ellos.
–Si tengo el placer de teneros hoy aquí es porque nuestros pueblos dejaron de ser enemigos.
Tras sus palabras todo el pueblo se alzó en júbilo y comenzó a aclamar a la visitantes.
–Así nos complace sentenciar mi señor. –Respondió de nuevo el mismo hombre.
–De este modo pues, –alzó de nuevo la voz el jefe Hofferson–, declaro el día de hoy como el día en que nuestros pueblos dejaron de ser enemigos y que Thor proteja nuestra hermandad.
Tras otra tanda de vítores, aplausos y regozijos, el jefe Hofferson terminó con una frase más cercana y sin tanto dramatismo.
–Ahora sois mis invitados, así que poneos cómodos y disfrutad del modesto festín que hemos preparado. Tramitaremos todo más tarde.
Y tras esto, se marchó a sus aposentos.
Sus pasos se aceleraban tomando el ritmo agitado de su corazón. No iba a dejarlos que manejasen su vida, no más. Corría y corría por entre los árboles, mezclándose y camuflándose entre sus ramas. A decir verdad los había juzgado muy depresa, pensó que tardarían más en ir a buscarla.
No muy lejos de ella ya podía oír sus pesados y torpes pasos. Ella era más ágil, más rápida y más lista, no le suponía demasiado obstáculo perderse en el bosque, su único problema es que no iba armada. Tras este pensamiento fue cuando llegó la primera flecha. Apenas le rozó pero pasó lo suficientemente cerca como para hacerla cambiar drásticamente de dirección. En el fondo le sorprendió que se atrevieran a lanzar flechas, pues pensó que la querían inacta. Si la atrapaban pensaba hacérselo saber a su padre.
La ventaja estaba asegurada cuando de pronto el final del bosque la sorprendió. 'No puede ser', maldijo. Se conocía el bosque demasiado bien como para haber salido de nuevo a los acantilados, pero al parecer la flecha la había desorientado más de lo que pensaba. 'Mierda'. Trató de retroceder, pero los hombres armados ya se veían aparecer entre los árboles. Miró a ambos lados y luego hacia el acantilado. No había salida, pero no estaba dispuesta a ser vendida como una esclava...
Los guardias ya corrían hacia ella, gritándo que no se moviera. Para ella la decisión ya estaba tomada.
De este modo cogió impulso, dispuesta a saltar por el acantilado.
–Estoico acepta gustoso su oferta, la única condición que pide es que la isla le proporcione más pieles de ovejas anuales. Sois un pueblo textil, está seguro que no os supondrá gran problema.
De fondo se oía la gran fiesta acontecida en la gran sala, llena de música, danza y cerveza. Hoy era un gran día para isla Pesadilla, pues al fin se acababa la miseria. En una sala aparte, sin tiempo para festejos por el momento, el jefe Hofferson tramitaba todos los detalles del acuerdo con el más destacado de los emisarios.
–La oferta que le hicimos fue bastante generosa. Estoico sabe perfectamente que solo tengo una única hija y que además es mi única descendencia.
–Estoico lo entiende perfectamente, pero como bien sabe no solo se vive del aire y una cara bonita no es la solución a todos nuestros problemas.
El emisario de Berk tenía una mirada fría y bastante tajante que realmente irritaba al jefe Hofferson. Les había ofrecido a su hija, además de la dote de ésta y ahora además le pedían más lana... Sino fuera por que no tenía demasiada elección ahora mismo mataría aquel hombre con sus propias manos y escribiría con su sangre un mensaje muy claro a Estoico. Pero la situación no estaba realmente para derrabar más sangre en vano.
–Esta bien, –contestó a regañadientes –, aceptamos enviarle un tercio de nuestra lana anual y un plus siempre y cuando sea grata la producción.
El emisario quedó un largo rato pensativo y finalmente aceptó, dándole la mano en señal de aprobación. Tras esto se levantó y se dirigió a la puerta de la estancia, girándose antes de salir para concretar su misión:
–Nos iremos mañana al alba. Te esperamos en el puerto con tu hija y su dote. –Hizo una leve pausa y prosiguió. –Pasaremos a recoger la lana dentro de tres lunas.
Y sin más, se dispuso abrir la puerta para marcharse cuando de repente éstas se abrieron con un fuerte escándalo. Por ellas aparecieron dos grandes vikingos que sujetaban con fuerza a una chica que no paraba de patalear, tomada casi en el aire, sin llegar a tocar el suelo.
–¡Soltadme! ¡Soltadme ahora mismo u os mataré con mis propias manos!
El emisario se hizo a un lado y le lanzó una última frase a Hofferson antes de desaparecer.
–Procurad que para mañana vuestra hija no esté tan alterada. Buenas noches.
