Hace mucho frío, el cuerpo del mayor se estremece ante el gélido roce del viento, sus manos que se encuentran formadas en un puño se hunden el bolsillo de su sudadera. Camina más encorvado y mucho más rápido, ya no soporta estar contacto con este tipo de ambiente.

—Date prisa —espeta deteniéndose.

Luego de unos segundos en que nota como su acompañante Ray, esta varios pasos atrás. Ella lo alcanza y el individuo puede notar la piel de gallina que tienen sus piernas desnudas.

—¡Diablos! Podrías haberte abrigado mejor —exclama, no soportándola viendo de ese modo tan veraniego ¡Le daba más frío tan solo verla!

—No tenemos otro tipo de ropa.

Y él lo sabía, pero igual ¡Agh! ¡Carajo!

—¿Quieres que mate alguien y se la robe? —propone.

—No.

Fue su respuesta, firme y aburrida. Zack no insiste, el frío que sentía su cuerpo le impedía argumentar a la chica, lo buena idea que era. Apresura sus pasos y de nuevo, se detiene cuando Ray se quedaba atrás.

Zack veía el escalofrío que emitía su cuerpo como el vaho que producía sus labios.

¡Agh!

—¿Tienes frío?

—Si —responde sinceramente, a algo tan obvio.

En el ínterin, Zack piensa en hacer algo amable y darle su propia sudadera para que se cubra. Pero ¡Diablos! El solo de pensar en entregarle el único abrigo que tenía, le provocaba un congelamiento en sus extremidades. ¡A la mierda la caballerosidad!

—Ah, bueno, yo también —menciona.

Maldición, maldición, maldición.

Se reprocha en su mente ¡Era un idiota! ¡Pero abrigado!

—¿No me vas a dar tu sudadera? —pregunta casual. Después de toda esa pregunta tan evidente, le había sugerido aquello.

—No, mocosa, yo también tengo frío.

Y no miente.

Se estaba congelando. ¡Como odiaba el puto invierno!

Sigue caminando, pero a mitad de cuadra, no soporta ver a la chica temblar como gelatina. ¡Maldita sea!

—Ray —llama.

Lo mira, él se acerca y abre su abrigo. La chica se queda mirándolo como no entendiendo, el asesino se impacienta.

—Metete —dice.

No le dejaría su sudadera, pero la podía compartir.

Y ella no se hace suplicar. De inmediato, se coloca adentro, siendo lo suficientemente grande como para que ella, tan pequeña, pudiera estar ahí. Al poco tiempo, comienza a sentir como un calor la cubría del frío de afuera. Era el calor de Zack, quien la rodea con sus fuertes brazos mientras la protege del frío exterior.

Las mejillas pálidas y gélidas de la muchacha, se colorean de un leve rubor rojizo. Mira hacia arriba y sonríe. Los ojos de Zack se dilatan por ese gesto, ocasionando que su corazón bombeara con más fuerza. Él teme que ella pudiera oírlo, pero aun así, no la aparta. Solo sigue caminando a su lado, protegiéndola y mutuamente cubriéndose del frío, pasos ahora más lentos son producidos mientras los brazos de Zack siguen a su alrededor.

Y las frías calles se vuelven cálidas.