*Digimon no me pertenece, derechos reservados a Akiyoshi Hongo.*

¡Hasta Navidad!

Capítulo I

Podría decirse que esa tarde, sí esa misma en donde comenzó todo, iba apretando el paso por los pasillos del colegió avistando mi reloj de pulsera como un desesperado mientras oía mis propios alaridos en aquella corrida rápida y sentía el frío de mi sudor en el rostro al contacto con el choque del mismo aire. Acababa de salir de la cancha y aun vestía mis prendas de entrenamiento, todas empapadas en mi mismo esfuerzo hecho líquido... ósea sudor, no soy bueno con palabras.

Iba con intenciones de irme cuando casi de improvisto al girar por el corredor me encontré con un par de ojos azules, de un azul tan encantador al cual no había sido capaz de notar hasta ese instante, el instante que por desgracia me los lleve de lleno cayendo sobre el dueño de ellos.

— ¡Taichi, ¿podrías tener más cuidado?!— Renegó aquel de ojos hermosos y poseedor de una melena abundante dorada mientras intentaba levantarse pero yo seguía aun perdido en su mirada casi sordo a los sonidos de mí alrededor.

Instantáneamente noté que junto a nosotros, estaba una joven pelirroja vestida con un uniforme verde, el mismo del colegio, digo, la cual se reía cubriendo su boca mirándonos, hasta que se atrevió a extenderme una mano mientras decía:

— Por favor, chico, debes mirar por dónde vas.

— Sora...— Liberé mientras me incorporaba tomando su mano y la miraba intentando dejar de observar al otro por un segundo al menos;

— Es que Hikari...— Dije explicando algo torpemente con las manos mientras veía de reojo a Yamato, el rubio, mirarme de una forma extraña. — ¡Debo buscarle, demonios, se me hace tarde luego les veo!— Sin darme cuenta estaba corriendo lejos de ellos, ya casi a la salida, ¿pero qué hacía? Por favor, si era obvio y además no debía buscar a Hikari ese día... ¿Una escusa? ¡¿Pero qué dicen?! Eso no fue una escusa... Fue... si fue una escusa, pero ni yo en ese momento entendí el porqué, y no lo sabría hasta más adelante.

Era Octubre, y sin notar los meses iban pasando y yo actuaba igual. Escabulléndome de la manera más exagerada, escondiéndome tras arbustos que para mi fortuna estaban coronados de espinas, o salir disparado como un rayo diciendo que debía ir al baño entre otras cosas... soy el maestro supremo de las escusas, y todo eso solo con sentir la presencia del rubio cerca.

Pero eso fue antes... ahora solo me sorprendía la circunstancia en la que me encontraba en este mismísimo instante. Me encontraba junto a él mismo sintiendo sus dedos perdiéndose en mi alborotado cabello y su corazón latir mientras yo descansaba con mi cabeza apoyada sobre su pecho.

¿Qué había pasado? Sencillamente no sé muy bien como ocurrió todo, volviendo a recordar podría decir que cierta noche, luego de aquel pequeño tropiezo... bueno, ¿dije pequeño? Me lo lleve de lleno al pobre joven, pero no le dolió tanto... supongo. Bueno, ¿dónde me quedé? ¡Ah sí!... Una noche rondando mediados de noviembre, sino mal recuerdo, fui a su casa a estudiar para un examen... ósea, por alguna extraña razón estaba estudioso. Sora, era quien nos explicaría a ambos, ya que ninguno había entendido nada.

Ya en el cuarto del rubio con media millonada de libros llenos de formulas matemáticas, que para mí no eran más que garabatos y numeritos, Sora con paciencia china nos explicaba una y otra vez algo tan simple (Simple para quienes les interesa las matemáticas) que a mi compañero y a mí nos parecía la más compleja de las ecuaciones que podría existir. Pero era inútil ya que de todas esas palabras que la pelirroja decía para mí, no parecían más que un intento de ella en hablar una lengua muerta o querer invocar al mismo demonio con un ritual satánico... Bueno, exagere, pero tan solo le faltaba el pentagrama.

Sin más, la chica harta de nuestra incompetencia se marchó con sus endemoniados libros y yo ahí a solas con él... me resigné y simplemente me paré cruzando mi bolso con las cosas por el hombro diciendo mientras:

— Ya me debo ir... te veré cuando haya que dar este examen otra vez. ¿Vale?—

— ¡No aguarda!— Sentí una mano posarse en mi hombro y al volverme levemente me encontré con el azul profundo de sus ojos... sin palabras. — Has estado muy distante... ¿qué te ocurre?— Preguntó él sacando rápidamente su mano de mi hombro.

— Ahh pues...— Las palabras se habían escapado, migrado al sur o vaya a saberse donde, pero el tema era que no tenía excusa en ese instante y tampoco quería alejarme de él ahora... ¿yo no quería? Si exactamente, ya no podía ocultarlo, era demasiado obvio, necesitaba estar con ese joven.

— Verás... estuve ocupado con lo del entrenamiento, las practicas y un par de partidos. — Dije corriendo la miraba y rascándome la cabeza... ¡Maestro supremo de las escusas, y te tenías que meter cuando nadie te llama! Okey, una cosa es pensarlo y otra es decirlo... ¿acaso alguien se animaría a decir algo así? más siendo como yo. ¡Toda la vida fui su amigo y una relación así en este mundo aun no es aceptada por todos!

— ¿De varas?...— Indagó él algo desconcertado, parecía entristecido por mi actitud fría... ¿O era mi imaginación jugándome esos malditos engaños de idiota enamorado...? ¿Enamorado? ¿Era eso lo que me ocurría?

Malditos nervios, me hacían inquietarme con quinientas mil preguntas por segundo y para colmo mi rostro relajaba todo, no soy actor, ¿qué quieren?

Sentía ese calor subir por mi cara pintando mis mejillas de un tono rojizo al estar solo unos segundos callado frente a él sin poder dejar de mirarlo.

— ¿Estás bien?— Volvió a preguntarme algo... y yo... yo no lo soportaba más. Sin darme cuenta tiré mis cosas al suelo y me arroje sobre él, esta vez algo intencional, para abrazarlo y sentirlo cerca de mí y mas fue mi sorpresa al abrir los ojos y notar que nuestros labios se estaban probando. Me sentí mas incomodo y feliz, cuando sentí que Yamato me correspondía el beso. Nuestros labios se besaban de tal manera que parecería que lo hubiéramos hecho toda nuestra vida. Encajábamos a la perfección. Me separé brutalmente y nos dimos cuenta que nos aviamos quedado sin aire.

— Lo siento yo no quería...bueno si... ¡digo no! Lo siento, Yamato debo irme. — Y salí rápido como el viento por la puerta escuchando lo que él me gritaba:

— ¡Espera, regresa! — Pero ni me volví a verlo, solo me fui corriendo.

Lo siguiente, para ahorrar tiempo, solo podría decir que estuve cinco días o más sin salir de mi habitación. Solo dormía, despertaba, lloraba, dormía... y así sucesivamente. ¡Estaba hecho un asco!

No tenía ninguna señal de vida de Yamato. A veces me conectaba al esas redes sociales donde eramos amigos y en el chat lo veía en línea. Pero no me animaba a escribirle. Muchas veces, no sé si era producto de mi imaginación o qué, pero veía "escribiendo..." y luego se desconectaba... extraño.

A los pocos días, mas o menos una semana después de aquel beso no tenía escusas, para el día del examen debía ir sin importar qué. Me levanté, como puede me lavé el rostro, me cambié y salí de mi casa sin hablar con mis padres ni mi hermana. ¿Porque me mostraba así con ellos si no tenían la culpa? Ni cuenta me di y ya estaba en el colegio, vagabundeando por los pasillos sin rumo alguno, solo caminaba. Así fue que, nuevamente por un choque, me encontré con aquella joven de cabellos rojizos que me dijo al sentirse golpeada:

— Hey, ¿qué no te dije que miraras por dónde vas?

No tenía palabras para decirle luego de lo ocurrido, pero no podía quedarme callado, algo debía decir.

— Solo evito tropezar con quien me parece importante...

— Puff...— Dijo cubriendo su nariz y agitando su mano espantando vaya a saberse que. — ¡¿Pero hace meses que no te bañas o qué?! ¡Apestas...!—

— Ya ni tengo razón para estar limpio, señora higiénica. — Dije sarcástico mientras olía mis prendas... ¡oh dios! apestaba literalmente pero no lo había notado.

— ¿Qué pasa, Taichi? Te conozco mejor que nadie. — Y ahí sentí su pequeña mano posarse en mi hombro, levente la mirada y me encontré con la suya llena de ese amor y calidez que solo ella poseía.

— Nada...— Fingí la más grande sonrisa de felicidad mientras ella solo ponía una mueca de preocupación. Decidí ignorarlo, me sentiría peor si se lo contaba, por lo que solo me limité a decir. — En serio... si no apruebo el examen me cortarán el Internet en casa y bueno... me afecta mucho. ¡Nos vemos, Sora!

Están esos días en que ser el "maestro supremo de las escusas" es lo mejor que me podría pasar.

El solo hablar con esa chica me ponía de ánimos, pero me mataba por dentro eso que había pasado entre su novio y yo... Si, ellos aun eran novios. ¡Pero Dios! ¿Por qué me besó?

Me dirigí al baño primero, donde me lave la cara otra vez y me bañe en desodorante... ¡Apestaba...!

Luego salí casi corriendo al aula entrando como un desquiciado abriendo de par en par la puerta y ahí estaba él, sentado junto a una ventana y su novia al lado... para evitar algún cruce me senté el rincón más recóndito del salón... Una vez que el profesor depositó en mi mesa aquella hoja todo se puso en blanco. Esa pregunta de "¿Porqué me besó?" me carcomía la conciencia de manera tal que ya en el examen no pude hacer nada, de verdad nada. De garabatos esos símbolos para mí ya no era más que intentos de rayas en formas raras en la hoja blanca... o tal vez necesite un par de anteojos.

Y así fue, dos malditas horas de mi vida perdidas, las pase ahí sentado mirando en techo o suspirando, incluso me golpee la cabeza varias veces, tal vez así algo de ahí volvía a conectarse y las ideas se reordenaban en un sentido lógico o similar, pero solo me dio jaqueca.

Rosando las doce del medio día, me levanté del asiento y entregué así la hoja, obviamente el profesor me miró de reojo mientras la tomaba y decía:

— Taichi... sinceramente, no me sorprende.

Comentario al que fui sordo apropósito. Así salí de allí, era el único que aun quedaba en el salón pero bueno, quería que pareciera que una intentaba hacer el examen pero que simplemente no tenía ideas.

Comencé a caminar, cuando pase nuevamente por los baños de improvisto algo me jaló del brazo metiéndome dentro. Ya una vez allí me giré rápido y vi a quien me sostenía del brazo y me empujaba, era Yamato.

— Debo hablarte de algo, y no te permitiré escaparte... no esta vez. — Dijo el mirándome algo serio y nervioso, pero no tanto como yo.

— ¿Eh? Yamato... ¿Qué te pasa, hermano?— Dije muy nervioso rascando mi cabeza a la vez que caminaba muy lentamente hacia tras para llegar a la puerta. Mientras soltaba una risa nerviosa, tomé el picaporte sin que él pudiese notarlo e intenté salir, pero una vez que hice fuerza Yamato notó mis intenciones. No había marcha atrás, me volví rápido y recuerdo haber pateado la puerta a la vez que le daba golpes con mis puños queriendo abrirla, pero en ese instante oí su voz:

— Está cerrada...— Él obviando la situación mientras me mostraba la llave en su mano, meciéndola como gozándome.

— Bien...— Liberé resignado; — ¿Qué quieres?

— A ti...— Y se lanzó a tomar mi rostro entre sus manos, para luego verlo en un movimiento rápido cerrar sus ojos y probar mis labios nuevamente.

Okey... ¿otra vez me había besado? ¿Acaso sentía lo mismo que yo...? Muy tonta la pregunta, ¿no? La cambiaré, a ver... Mejor; ¿Cómo es que estaba ocurriendo eso?

Sin más, sentía sus caricias y eso me estaba volviendo loco. Él tomaba el rol de dominante empujándome contra la puerta donde pude sentir bien su cuerpo junto al mío, mientras me pedía profundizar ese beso con sus caricias y esos juegos que me hacía.

Repentinamente nos alejamos, y nos miramos sintiendo culpa... ¡Sora, no habíamos pensado en la pobre colorada! ¡¿Qué diría ella?!

— Yamato... ¿Porqué fue eso?— Pregunté recuperando el aliento respirando al fin.

— ¿Porqué? Sabes... Me gustas, ¿bien? Pero me pasa desde hace poco, no lo sé... Pero Sora, no pensé en ella. — Dijo él llevándose una mano a la frente, mostrando gran preocupación.

— Oye... espera, hay que pensarlo. Consultémoslo con la almohada y hablemos mejor mañana, ¿te parece?— Dije queriendo salir de esa posición una vez.

— Vale... pero no te alejes. Mañana ven a mi casa, hablaremos allí.— ...