Judy apretó los puños, harta de aquella situación, harta de ser vista débil, harta de tener que lidiar con los medios y sobre todo, harta de las acusaciones de las que había sido víctima las últimas horas. La conferencia se había extendido hasta las once de la noche, ella y Nick habían terminado hartos de haber sido acusados de infligir faltas a la moral, de ser falos héroes, de ser poco éticos y hasta Bogo había terminado embarrado en aquella situación por haber permitido que un par de degenerados se volvieran íconos de la justicia en una ciudad tan bella como Zootopia lo era. Cosa que el jefe no tomó a bien, dio por finalizada la conferencia y escoltó a los oficiales hasta una patrulla para que los sacara del lugar.
Claro que Nick había insistido. ¿Cómo iba a dejar su hermoso Mustang a merced de aquellos mercenarios de la información?
Al llegar a casa no habían tenido mayor problema con subir a su apartamento. Bogo les había dado el día siguiente para que descansaran del horror que estaban atravesando, lo que jamás se imaginó fue que sus mejores agentes terminarían sufriendo una herida peor al permanecer encerrados en casa, pues el dueño de los departamentos en persona había ido a primera hora por la mañana a pedirles que desalojaran su hogar para el anochecer.
Y aquello fue el colmo.
Judy estalló en gritos y reclamos, acusó a su casero de infligir de verdad la ley, lo acusó de acoso sexual a las chicas del piso de abajo, de sobornar a los oficiales de policía que le prohibían estacionarse en la zona de la entrada, de haber abusado de su autoridad como dueño del complejo para sacarle dinero de más a la pobre vieja Otter y por último de abusar su autoridad con ellos, pero cuando la pata de Nick aterrizó sobre su hombro y él le dedicó una negativa tan ligera que podría haber pasado desapercibida, la coneja miró con odio (Por primera vez en su vida con odio puro y desmedido) a su casero y luego asintió entrando y dando un portazo tras de sí, permitiendo que fuera Nick quien manejara la situación.
1 Desalojo (Canción Anywhere – Evanescence)
¡Volví!
La verdad fueron sus comentarios pidiendo continuaciones lo que me inspiró a seguir con ésta historia, no sé de cuántos capítulos sea éste mini fic, sólo espero que cada capítulo les guste tanto como Stay, perdón por no seguir escribiéndolo ahí mismo, pero me pareció bien dejarlo como un one shot con secuela que como una mini serie.
Para variar, la historia completa está inspirada en una canción, ésta vez de Papa Roach –No matter what, así como Stay estaba inspirado en Stay de Rihanna feat Mikki Ekko y al mismo tiempo en Stay with me de Sam Smith.
Al lado de los títulos de los capítulos pondré la canción en la que me apoyé para escribir el capítulo correspondiente.
Como siempre, estoy abierta a leer sus opiniones y escribir desde ahí, si hay algo que quieran que escriba no duden en hacérmelo saber, por lo pronto, éste y otro capítulo ya están escritos, espero les guste. Disfrútenlo y díganme. ¿Merece un review?
Judy empaquetó la última caja suprimiendo las ganas de llorar.
Nick entró rascándose la nuca, había pasado una hora completa antes de que volviera a entrar y tenía una expresión mordaz, así que Judy simplemente siguió empacando, conociendo a su pareja lo suficiente como para saber que necesitaba algo de tiempo para procesar todo lo que había ocurrido con antelación.
Nick pasó por su lado y comenzó a apilar los libros de la repisa sobre una mesa, al lado del equipo de música.
El teléfono de la pared sonó.
—No tomes la llamada. —Ordenó Nick apilando los libros. Judy se dirigió al identificador y miró tímida a Nick. —Es Bogo. Le escribí hace un rato.
Nick levantó la mirada confundido y asintió para invitarla a contestar.
—Hola jefe… Sí, acaban de pedírnoslo… No, no lo sabemos… Podría levantar cargos contra él pero… Sí, entiendo jefe… De acuerdo. Gracias. —Murmuró al final con la voz quebradiza y cubriendo sus ojos, luchando por enésima vez con las ganas de llorar. —Gracias jefe… Nos vemos el viernes.
— ¿El viernes? —Inquirió Nick acercándose a la coneja, que asentía antes de colgar el teléfono y romper en llanto. La sostuvo en sus brazos y la levantó al vuelo para llevarla a sentar a la repisa de los libros. — ¿Qué pasa, Zanahorias? Dime.
—Esto es horrible. —Soltó mirando a Nick con el reclamo marcado en los ojos. —Le comenté a Bogo nuestra situación, dijo que debíamos tomarnos dos días para reubicarnos y que llamáramos si necesitábamos algo.
—Vaya, qué considerado. —Murmuró sorprendido. — ¿Tres días libres? Pero ¿Y la ciudad?
—Que se vaya al diablo. —Soltó amarga cruzándose de brazos.
Un golpeteo acelerado en la puerta los distrajo, Nick suspiró y se dirigió a abrir. Encontró a una mapache mirando nerviosa hacia los lados del pasillo, cuando él abrió ella se sobresaltó y tuvo que suspirar para calmarse.
—Oficial, Nick, Vecino, ah… Lo siento, estoy nerviosa.
—Descuide, lo imagino. —Soltó tratando de no sonar despectivo. — ¿En qué puedo ayudar, Mary? ¿Todo bien?
—Nos enteramos… —Dijo como si aquello fuera suficiente explicación. —De verdad lo siento, quisiéramos poder hacer algo.
—No es necesario, pondrían en peligro su hogar. —Comentó con media sonrisa, agradecido por el gesto de sus vecinos. —Gracias, de verdad nos hace falta un poco de esperanza.
—Sí, me lo imagino. ¿Saben a dónde irán?
—No tenemos ni idea. —Admitió soltando una risita nerviosa, aún molesto pero sinceramente agradecido con su vecina.
—Bueno, si quieren podemos ayudar. Mi hermano tiene una camioneta de caja para mover sus cosas, y pueden dejar algunas cosas en nuestro departamento. Tenemos un cuarto libre dónde puedan dejar lo que necesiten y luego… —Judy se había escabullido hasta la puerta y cuando Mary la vio no pudo evitar acercarse y abrazarla. —Lo siento tanto querida. No debería estar pasando esto.
—No los culpo. No es… Natural. —Escupió la última palabra con amargura mientras se alejaba medio paso. —No esperamos que el mundo lo entienda.
—Sólo es amor. No le veo lo malo. No lo entiendo y eso lo admito, pero no veo cómo puedan condenarlos por ello, no es como si cometieran asesinatos o… Queremos apoyarlos todo cuanto sea posible.
—Gracias.
—En fin, vendré más tarde para ver qué pueden dejar en mi casa. No quiero quitarles más tiempo.
—Gracias de nuevo. —Concluyó Nick abrazando a Judy por los hombros y atrayéndola hacia sí.
El resto del día fue algo similar para ambos, recibieron llamadas y mensajes de amigos y conocidos, de vecinos y de gente que los odiaba y admiraba en partes iguales.
Manchas, que iba pasando por la zona, llegó al medio día con comida que había comprado de paso y que había compartido con ellos mientras que había decidido llevarse algunas cosas en la limosina para guardarlas en la bodega de su jefe y liberarlos de un poco de carga.
Recibieron algunas llamadas de amenaza por lo que decidieron desconectar el teléfono de la pared y sólo atender las llamadas hechas directamente a sus celulares, hartos de las llamadas cargadas de odio y recelo a sus decisiones.
La última llamada que recibieron antes de tener todo listo fue de Garraza, quien, horrorizado por el giro que había tomado la situación, les ofrecía su casa para pasar la noche hasta encontrar un lugar en el qué quedarse.
—Gracias Benji. —Soltó Nick mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla. —Nos caería muy bien una ayuda.
Judy miró el departamento vacío salvo por los muebles que habían estado ahí antes de que ellos llegaran, la cama, un par de repisas, la cocina, suspiró mirando la pared llena de clavos vacíos en donde habían estado cuadros, retratos y repisas, miró el fondo de su habitación donde habían pintado una pata cada uno en su lado de la cama como un pequeño chiste local, paseó la mirada por el balcón en el que tantas veces habían brindado por el día que venía y por los logros y por último recorrió la mirada por la sala de estar, el primer lugar en el que había estado con él, la primera vez que hizo a un lado todos sus miedos y prejuicios y había decidido entregarse a lo que sentía con el animal al que quería pertenecer el resto de su vida, soltó un sollozo sintiendo que se dejaba un buen pedazo de su corazón atrás al abandonar aquel lugar, su primera madriguera, como habían dicho a manera de broma.
Nick tomó las maletas de ambos y decidió, de último minuto, dejar un recordatorio. Sacó una fotografía que se había tomado con Judy (Una selfie enmarcada), la colgó en el centro de la pared de la sala, lo primero que veías al entrar al departamento, un recordatorio de que aquel había sido su hogar, y un recordatorio de sus palabras al casero.
Judy besó las puntas de sus dedos y luego tocó la fotografía antes de salir hacia el estacionamiento.
El señor Greyson los esperaba en la puerta del estacionamiento con los brazos cruzados y una pésima expresión, y no importando que se enfrentaban a un oso grizzli, Judy tomó ambos juegos de llaves y se los lanzó a la cara para seguir derecho sin mirar al imbécil.
Nick sonrió ampliamente al pasar por su lado (su mejor pocker-face) y alcanzó a su chica, que había abierto la cajuela y hacía espacio para las maletas.
— ¡Judy! —Gritó una liebre desde el ascensor del estacionamiento, era una pequeña de siete u ocho años de edad que corría hacia ella con algo en las manos. La coneja la recibió al vuelo y la hizo girar una vez en el aire, como cada vez que ella salía así. —No te vayas. —Pidió llorosa, la coneja sintió su corazón hecho un ovillo y miró a la pequeña.
—Tengo qué.
— ¿Sólo porque eres novia de Nick?
—No, bonita. Me voy porque hay animales que no entienden lo diferente.
—No les hagas caso, sólo tienen miedo.
—Lo sé, bonita. Pero no puedo quedarme o pueden pasar cosas malas, además, yo respeto las decisiones de otros.
—Se ven bonitos juntos. —Dijo cuando Nick cerró la cajuela y se agachó al lado de las roedoras con una sonrisa y una paleta de caramelo, misma que ella aceptó al instante. Nick tenía un toque con los niños del departamento. —Les hice un regalo.
La madre de la pequeña se acercó a ellos junto con sus dos gazapos más pequeños, que miraron a Nick como preguntando por dulces, el zorro mostró sus patas vacías y en un movimiento "hizo aparecer" dos paletas más. Ellos chillaron de emoción y tomaron los dulces al mismo tiempo que salían disparados al ascensor, donde su padre los esperaba.
—Hola Hanna. —Saludó al fin a la liebre, que los miraba confundida. —No te culpo.
—Lo siento, qué cara debo tener.
—La de una liebre guapa, tenlo por seguro. —Afirmó como cada vez que se topaban en los pasillos.
—Ay, Nicholas. Qué cosas. —Soltó llevándose una pata al rostro, sonrojada. Como cada vez.
—Él tiene razón Hanna. —Soltó Judy aun cargando a la cría.
—Todavía no lo asimilo. Lo siento.
—No, tranquila, es normal, casi ni nosotros lo entendemos. —Admitió Nick rascándose detrás de las orejas. —Es tarde, deberías llevar a acostar a esos demonios.
—Sí, no creo que duerman con las golosinas.
—Alcohol en la lechita. —Sugirió espontaneo, recuperando momentáneamente el buen humor y el amor por el sarcasmo. Hanna soltó una carcajada y luego miró a Judy y a Nick alternadamente.
— ¿Por qué? —Soltó la pequeña en brazos de la coneja.
—Te lo explico si sacas buenas notas. —Prometió Judy depositándola en el suelo.
— ¡Sí! —Soltó la cría antes de salir corriendo a los brazos de su padre.
—Es que son los mismos. —Murmuró la liebre como si aquello fuera una epifanía o una revelación repentina. —En realidad no hay nada distinto, ustedes son los mismos. Es sólo que esto es tan nuevo que… No sé cómo tomármelo.
—Descuida, así estábamos nosotros al principio. —Murmuró Judy con media sonrisa.
—En fin, Alice quería traerles su regalo antes de que se fueran. —Dijo señalando el sobre que tenía Judy en sus manos. —Y yo quería decirles que nos llamen si necesitan cualquier cosa. Mi esposo y yo queríamos ofrecerles un lugar dónde pasar la noche, pero don rabietas no lo permitió. En fin, quisiéramos hacer algo por ustedes.
— ¿Qué tal esa tarta de moras para mi cumpleaños? —Sugirió Nick bromista. —Está…
— ¡Nick! —Reprendió Judy golpeándole el codo ligeramente, tratando de reprimir la risa que surgía siempre que él hacía algo imprudente, Hanna también rio antes de dar medio paso de espaldas.
—Cuenta con ella. Debo volver, o… Ya saben cómo se pone el casero.
—Ve, no hay problema.
Nick y Judy subieron al auto y tras un último vistazo al oso que aún esperaba a que se fueran, soltaron una carcajada y arrancaron, en el caso de Nick duró un instante, pero Judy no pudo contener más la risa, que se convirtió en un cuadro de histeria rápidamente, y Nick sonrió mirando de reojo a la coneja, a sabiendas de que aquello le servía de mejor catarsis que llorar, aunque igual terminaría llorando una vez que la risa pasara. Miraron el edificio de departamentos donde Garraza vivía y decidieron dejar todo en el auto, salvo lo mínimo indispensable para pasar la noche y amanecer, la coneja suspiró tomando aparte el paquete de donas que habían comprado antes de dirigirse ahí y antes de bajarse del auto abrieron el sobre que la pequeña liebre les había dado. Un dibujo.
Un dibujo de ella, Judy y Nick tomados de las manos, edificios al fondo y las letras de alguien que recién está aprendiendo a escribir en la parte alta del dibujo, mismas que rezaban "Hacen una ciudad más bonita"
Judy sintió algo hincharse en su pecho, una mezcla de orgullo y satisfacción que se adueñó de cada célula de su ser.
¡Qué más daba! Mañana sería otro día, y ya tendrían tiempo de caerse a pedacitos. Pero qué mejor que no.
—Oye, Zanahorias. —Llamó Nick antes de bajar del auto. —Sabes que estamos juntos en esto, ¿verdad?
—Siempre, torpe zorro.
— ¿No importa qué?
—No importa qué.
¿Qué opinan? De verdad háganmelo saber, ¿tiene futuro ésta historia?
Saludos.
