Frisk estaba en el desolado, fúnebre y frío Snowdin, la nieve que caía del cielo era rojiza, los árboles no tenían hojas, todas estaban muertas en el suelo, negras. El frío aire iba y venía, frotando el rostro de la pobre niña que había llegado a un destino que ni siquiera ella quería. Sus ropas estaban rasgadas, descalza con callos en sus pies debido a las interminables horas que pasó caminando entre puntiagudas rocas que chocaban con su planta y la hacían sangrar, su piel blanca estaba repleta de rasguños rojizos que descendían tranquilos, chocando contra el suelo. Tenía frío, hambre y sueño, pero lo peor era el miedo que recorría su cuerpo en un escalofrío maldito. Tras continuar hacia una ruta que ella desconocía encontró monstruos en el suelo, moribundos ante los ojos de una luna enorme roja, el cielo estaba oscuro y podía percibirse un ambiente extremadamente pesado. Criaturas retorciendo sus cuerpos en señal de dolor era terrible. Siguió.
Encontró a un esqueleto extremadamente gigante, no supo su nombre (y ni quería saberlo) pero notó una vestimenta muy infantil, botas negras con decorado dorado, una capa desgastada, rota y apestosa de color rojo y ropa interior azul, su rostro estaba repleto de afilados dientes ensangrentados con pedazos de carne incrustados, él la saludó felizmente.
—¡Hola, humana! ¿Qué haces aquí? recuerdo ver a alguien idéntico a ti antes de convertirse en mi cena ¿Quieres probar algo de El Gran Papyrus? —Se acercó rápidamente con una tétrica sonrisa.
No respondió, Frisk extendió sus brazos y recibió un plato de espaguetis con algo rojo, no precisamente algún tipo de picante.
Este tenía dentro cabellos, ojos humanos y pedazos de carne, ella lanzó el plato y comenzó a huir lejos de esa criatura, su Determinación logró de alguna forma darle fuerzas para continuar a través de espigas, cuerpos y un evidente escenario sacado de un Cuento de horror, con cada paso sentía un ente mirando de cerca.
Cuando intentó seguir, una fuerza desconocida la tomó y la hizo chocar contra rocas y el infernal frío suelo con olor a azufre.
—¿Qué hay chica? ¿No te han enseñado a decir "gracias" cuando te ofrecen algo? —Habló un esqueleto enano, este tenía ojos rojizos, una chamarra azul muy sucia y mugrienta, un olor muy apestoso despedía desde su interior, era como haber abierto la tumba de alguien y percibir su aroma, el aroma de la vida después de la muerte. Frisk comenzó a llorar y gritar —Sí, hazlo todo lo que quieras, jeje, igual te vas a ir de este mundo pero... tranquila, sé cómo hacer un delicioso humano asado, mi hermano, jeje, estará muy feliz de... eh... comerte, sonríe, serás útil después de morir.
Ella tomó un cuchillo que había quitado de entre los moribundos seres que encontró y lo insertó repetidas veces en el estómago de ese diabólico ser.
Una, dos, tres y más veces la hoja afilada se manchaba con sangre y polvo, Frisk tenía que matarlo, tenía que asestar hasta cansarse en quien alguna vez quiso tomar su vida, no se arrepintió.
–Sí que eres buena... aún así morirás más adelante ¿Sabes que es lo mejor? regresarás por donde comenzaste y... TE DARÉ ALGO PEOR QUE LA MUERTE.
