Digimon © Akiyoshi Hongo
I: Puedo ayudarte
Recostado en el árbol de siempre, incrédulo, bajo la vista hacia el arrugado papel que sostengo entre mis manos sólo para comprobar que la suerte no está de mi lado y que el maldito contenido no ha cambiado, le doy una nueva ojeada rápida y cierro los ojos mientras aprieto la mandíbula con fuerza. Estoy condenado y mi sentencia está escrita desde que nací: no confíes en nada ni en nadie, porque nada perdura en esta vida y cuanto más te arraigues a algo más doloroso y traumático será el adiós. Y yo no soy capaz de buscar consuelo en nadie cuando me desmorone al escuchar la palabra sayanora.
En este momento me apetecería gritar, llorar, tener a Taichi cerca, para provocarlo por cualquier tontería y darle un puñetazo, o a Jun pisándome los talones, para mandarla al infierno cuando se me declarara por doceava vez en lo que va de día.
Pero no, me encuentro aquí, como un idiota, porque en apenas cinco minutos tengo clase. Una maldita clase de la que pronto me expulsarán porque supuestamente no tengo el nivel que un conservatorio de música tan exigente y prestigioso como el Professional Music Conservatory Japanese debe de exigir en un mísero becado y en mi cuenta bancaria predominan los números rojos, contraponiéndose a lo que ellos están habituados con los niños de papá a los que enseñan. Y sólo por una maldita canción que se me atranca siempre en el mismo punto. ¡Anda ya! Lo único que pretenden es buscarme las cosquillas y largarme cuanto antes, un zarrapastroso menos entre las impolutas aulas de su prestigiosa escuela.
Ni tan siquiera sé porque decidí entrar aquí, ni tan siquiera entiendo por qué me esforcé tanto el año pasado en conseguir un trabajo decente para poder pagar la matrícula inicial, y ni tan siquiera sé por qué me alegré de que me admitieran, recuerdo esa ilusión el primer día de clase, el ánimo porque todo saliera bien, las ganas de empezar y…ahora…¿cómo he podido fallar tanto?
Fracasado, es el único adjetivo que se me ocurre para describirme a la perfección.
Acaba de sonar la campana que indica el cambio de clases, pero pensándolo bien, no iré, ¿para qué? En una semana mi paso por aquí habrá acabado y no habrá nada ni nadie que note que ya no estoy…puede que haya cuatro niñitas tontas que dejen de esconderse detrás de la misma columna de siempre para verme pasar, o que…bueno que…tal vez ella sí que lo llegue a sentir…sí creo que ella es la única que lo sentiría reamente. Y, sin saber por qué, a pesar de todo, al pensar en eso, en que ella se entristezca por mí, quiero sonreír, pero evidentemente no lo hago, mi orgullo es demasiado pretencioso como para permitirme esa muestra de debilidad. Además, debo recordar que: no la soporto. Es una acosadora más, como las doscientas que tengo en el instituto.
-¡Yami!
¿Por qué existen las coincidencias? Para fastidiarme la vida, el Supremo debe considerar que no soy demasiado infeliz con un padre depresivo, jaquecas por idear mil maneras para llegar a final de mes, una madre a la que odio y a la que no recuerdo haber visto nunca, un hermano tres años menor al que tampoco tengo el gusto de conocer, y una notificación de expulsión de una academia que esconde todas las motivaciones que tengo en mi vida en esto momento.
Me levanto fingiendo no haber escuchado esa persecutora y aguda vocecilla y decido avanzar en la dirección contraria, pero dos segundos después la tengo plantada delante de mí, sí típico de ella. Igual de típico que esa sonrisa hilarante, esa expresión de niñita inocente que no ha roto nunca un plato y no tiene ni la más mínima intención de hacerlo, y esa aura de muñequita que la acompañan siempre. Es gracioso, ella es graciosa, debo admitirlo porque a pesar de ser sólo un año y medio menor que yo, si alguien nos observara desde fuera pensaría que la diferencia que hay entre nosotros dos es mucho mayor, tal vez de cuatro o cinco años, ya que ella aparente menos edad y yo aparento algo más que mis espectacularmente bien llevados 15.
Intento esquivarla pero ella lucha por permanecer delante de mí.
-¿Qué haces aquí? Vas a llegar tarde a clase -¿por qué no intenta esforzarse en meter su chata nariz en sus propios asuntos? Con esfuerzo, estoy seguro de que lo conseguiría.
-Eso es algo que a ti no te importa –y esto es todo lo que tengo pensado decirte por hoy.
-Va, Yami no…
-Me llamo Matt no Yami –Odio ese apelativo. Odio que desde que descubrió que me llamo Yamato haya utilizado ese ridículo diminutivo para referirse a mí. Intento volver a esquivarla, pero, ágil, a pesar de que soy dos cuerpos más que ella, consigue volver a plantarse delante.
-Es un apelativo cariñoso.
-Es un apelativo ñoño, proveniente de una persona ñoña, que sólo hace ñoñerías a mi alrededor y provoca que me dé un ataque de diabetes ipso facto –creo que no podía haberlo descrito mejor.
-Pues yo no te veo en una camilla –noo, el sarcasmo no es tu fuerte…
A pesar de que ha intentaso bromear fingiendo que mis palabras no la han afectado sí lo han hecho, lo sé, porque el brillo y el encanto inicial en sus ojos ha menguado sobremanera, ¡dios!, no la soporto.
No puedo evitar poner los ojos en blanco antes de contestarle.
-Meems, déjame en paz, me voy a casa.
-Pero tienes clase ahora… -vuelve a insistir. ¿Se puede saber quién le ha mandado aprenderse mis horarios?
-¿Acaso papi y mami no te han enseñado que, entrometerte en la vida de los demás cuando no te han dado esa libertad, es de mala educación?
-¡Pero lo hago por tu bien! –patea el suelo mientras infla los carrillos.
Niña, es una niña tonta que aún no ha crecido y que probablemente nunca lo haga, siendo incapaz de descubrir lo dura que es la vida, convirtiéndose con el paso de los años en un envoltorio espectacular lleno de…nada. O tal vez lo único que consigas encontrar en su cuerpo cuando llegue a la edad adulta sea "sexo, drogas y rock and roll" como en la mayoría de los de su clase.
-Si quisieras hacer algo por mi bien, me olvidarías –le doy un golpecito burlón en la frente con la misma mano en la que tengo el papel.
Mala idea, la muy cotilla me lo arranca de las manos e intenta leerlo con descaro.
-Devuélveme eso Tachikawa –digo en un tono casi siniestro mientras intento impedir que ella lo lea.
Pero la niñita pija y enana es capaz de esquivarme en ese primer intento, aún así, al segundo se lo arranco de las manos sin tacto alguno.
-Eres odiosa, niñata –sonrió sarcástico ante mi victoria.
No noté que la victoria era de ella hasta que sentí su mano tirando de la mía.
-Olvídame –palmeo la suya con la mano libre consiguiendo que me suelte, pero aún así vuelve a agarrarme-. Imbécil, te he dicho que…
-¡Puedo ayudarte!
Cuando quiere era más perspicaz de lo que parece a simple vista: así que ha sido capaz de leer la comunicación oficial…
No puedo evitar mirarla de arriba abajo, justo desde el bonito, cándido y sedoso pelo que se le eriza en la parte superior de la cocorota, pasando por los grandes ojos almendrados y vidriosos en los que me veo reflejado con cara de estúpido; los sonrosados labios con un ligero toque de gloss; el estrecho cuello; la pronunciada clavícula; la tabla de planchar en la que debería tener el pecho, y que se esconde tras una camisetilla blanca, seguramente de marca; las caderas, envueltas con una bonita falda azul oscuro, que no son excesivas aunque amenazan con derretir a cualquiera dentro de unos pocos años y las piernas que no tienen un ápice de grasa, hasta detenerme en los espectaculares zapatos, a conjunto con la falda, que estoy seguro que le han costado más que todo lo que lleva junto.
-¿Acaso conoces el significado de esa palabra?
Sé que estoy siendo injusto con ella en este momento, sé perfectamente que ella conoce a la perfección el significado de esa palabra y probablemente lo lleva a cabo con otros muchos que no sean yo, al fin y al cabo yo ya gaste mi boleto cuando era un niño antisocial y de mirada asesina hace unos 8 o 9 años…pero no puedo evitarlo, no puedo evitar querer repelerla sin explicación aparente alguna.
-¡Claro que lo conozco, no seas grosero, Yami!
-¡Matt! –retrocede un paso asustada por el imperativo inesperado de mi voz.
Bueno, vale, admito que no quería parecer tan grosero ni tan agresivo, pero detesto que me llamen cualquier otra cosa que no sea Matt y ella lo sabe, lo sabe mejor que nadie y aún así se atreve a jugar con fuego. Respira, inspira, respira, inspira…
-Oye, Meems, lo siento, pero… -me alboroto el pelo-. Vete a limar las uñas o hacer esas cosas de vital importancia mundial para el sexo masculino que sea que haces tú…me da igual, pero olvídame, ¿quieres? –nunca lo entenderías. Nunca entenderías nada sobre mí porque somos todo lo contrario…
Ella retrocede otro paso, creo que he vencido, nuevamente la he espantado, probablemente esté resistiendo las ganas de llorar o el impulso de pegarme una bofetada, no sería la primera vez que sucede cualquiera de las dos cosas. No me siento orgulloso de ello, pero es de la única manera en la que me la puedo sacar de encima. Todos los días, desde que ingresé en este maldito conservatorio y se me cayó encima en la biblioteca pretendiendo alcanzar un libro subida en el respaldo de una silla, se repite la misma historia: ella se acerca a mí alegre, con su sonrisa de oreja a oreja y sus dientes blancos, alineados e impolutos refulgiendo bajo la luz del sol, en ocasiones puedo ver a sus odiosas amiguitas cuchichear cuando se aleja de ellas; cuando me alcanza, me pregunta qué tal estoy, yo le respondo con un gruñido, intenta conversar conmigo de cualquier tema banal, como mucho saca de mí un monosílabo y un "vete", tras ver que la cabeza hueca no se da por vencida, acabamos gritando, ella llorando y pataleando, como la niña que es, y alejándose de mí a toda velocidad. Repito, no sé por qué lo hago, sólo sé que es lo que tengo que hacer, no debo acercarme más a ella de lo que ya lo hice en el pasado. ¿Y al final para qué? Para que se alejara sin previo aviso…
-Pero si nadie te ayudo te van a expulsar… -creo entender que murmura.
No se ha ido, ni llora como creía, simplemente mira al suelo mientras juguetea con la arena a sus pies, si no fuera porque sé que es Mimi Tachikawa, juraría que es una niñita increíblemente encantadora y tímida.
Y sólo entonces me doy cuenta de que no es necesario ser un cerdo integral para ahuyentar a alguien, la educación y la galantería se inventaron por algo, supongo.
-Lo cierto es que no me importa, así que no te preocupes –normal. En mis 15 años es la primera vez que empleo un tono normal con ella.
-Pero…
-Meems, me tengo que ir, así que olvídalo –muevo la cabeza fingiendo desenfado-. No es nada que te afecte a ti directamente así que, déjalo, no creas que a mi me importa demasiado esta escuela clasista –algo de sarcasmo y orgullo al final no están mal ¿no? Y tampoco hacen demasiado daño…
Alza la cabeza y me mira, hay seguridad y seriedad en sus ojos, demasiada para la que estoy acostumbrado. Vaya hombre, por una vez que decido ser amable y ella decide que me va a caer la mayor reprimenda del siglo. ¿Se pondrá a gritar, tal vez?
-Mientes –no, no grita, habla en un tono conciliador, tan meloso que raya en lo terrorífico-. Siempre has mentido, siempre has fingido que nada te importaba y sé que es mentira. En el parque también fingías que no querías acercarte a nadie pero sin embargo no dejabas de mirar a todos los niños con anhelo y aquí…aquí finges que nadie te cae bien, que estando solo eres feliz, pero tus ojos son demasiado tristes como para que me crea ese absurdo. Y ahora… ¿dices que te da igual? Entonces por qué ingresaste. No creo que fuera por reencontrarte conmigo, precisamente.
Bien, ahora que he descubierto que sabe pensar, no sé qué contestar. Trago saliva nervioso para intentar desatascar el nudo que hay en mi garganta. Me apetecería gritarle algo cómo: ¿y a ti, descerebrada, quién te ha dado el derecho de inmiscuirte en mi vida? Pero se desviaría demasiado del tema; tampoco estaría mal zarandearla y...besarla por impertinente. ¡Dios, no! ¡Eso sería asqueroso!
No hablo, no tengo nada más que decir, así que lanzándole una última mirada escrutadora, sólo para recordar la ausencia de pecho en su cuerpo y mofarme de ello interiormente, me dispongo a marcharme.
-¡Puedo y quiero ayudarte! –escucho que exclama a mi espalda-. Mañana a las cuatro en Daiba Sweet, y no pienses en darme plantón porque soy capaz de averiguar donde vives. Además, uno de los camareros babea cada vez que me ve entrar, y esperar por ti demasiado rato, sola, en el mismo sitio que él, me pondría nerviosa.
Y ¡Miss Humildad es…Mimi Tahikawa! ¿Realmente espera que confíe en una engreída como ella? Ya puede esperar sentada mientras liga con el pobre e ignorante camarero…
-O-
N/a: Hi! Una historia con historia xD. En realidad iba a ser un oneshot, pero un oneshot de casi 100 paginas no creo que sea muy short…así que he decido ir publicando parte por parte aunque la longitud es muy, muy variable.
¿Es un drabble? ¿Son escenas intercomunicadas pero separadas? ¿Sigue la línea narrativa de una historia normal en cuanto a orden y tiempo? Yo me decantaría más por la última aunque puede que tenga ciertos aspectos de la primera.
En realidad, esta historia esta estrechamente interrelacionada con Hombre contra Mujer, digamos que es el pasado de Matt y Mimi antes de empezar a salir juntos, creí que podía ser interesante…pero no es necesario haber leído la otra historia para leer y entender ésta, ya que todo está claramente expuesto.
¿Por qué la escribí? Simple, para desengrasarme, después de más de tres meses sin escribir tan siquiera mi nombre y…porque era una historia que siempre he querido narrar, me parecía que había aspectos muy, muy interesantes ^^.
¿Mis otras historias? Sé que mucha gente que me querrá matar y, lo entiendo. But, tengo una explicación que, creo, conseguirá disminuir los instintos asesinos de mis lectores –o eso espero xD-. Y la explicación es que…: ¡No me ha apetecido escribir hasta ahora y he estado vaga, he estado de vacaciones después de un sinfín de trabajos y exámenes, es comprensible…! Pero prometo que a partir de hoy, voy a volver a escribir xD
Por último, actualizare rápido, lo prometo…no sé cada cuanto pero intentaré que sean dos actus por semana.
