The Man I Love

Siempre piensas en lo que puedes hacer en un verano, en lo diferente que será este año del anterior. Pero nunca piensas en lo extrema que puede ser esa palabra: diferente.

Era un día inusualmente caluroso después de un verano bastante frío, y lo único en lo que podía pensar Lily Evans era que el tiempo de Gran Bretaña se estaba burlando de ella de una manera bastante cruel.

—Lily cielo, será mejor que vayas a sentarte con tu madre.

La pelirroja apartó la mirada del exterior y le dio la espalda a la ventana de la cocina. Entrecerró los ojos para acostumbrarse a la luz de la habitación y divisó a su tía Clarisse parada junto al fregadero, de espaldas a ella, supuso que no quería que nadie la viese llorar.

Lily asintió más para sí que para su tía, la hermana de su padre, intentando reunir fuerzas suficientes para salir al salón.

La habitación principal de la casa de los Evans estaba inusualmente llena, distintas personas se agrupaban en distintos rincones de la pequeña estancia hablando en susurros que provocaban un molesto y extraño ruido. Se puso ligeramente de puntillas intentando detectar a su madre, aunque sin obterner buenos resultados, hasta que su hermana Petunia le señaló disctretamente el jardin trasero mientras hablaba con una chica rubia bastante estirada (muy parecida a ella, cabe decir).

La bruja caminó intentando pasar desapercibida entre los inquilinos que ocupaban la estancia, aunque para su mala suerte se tuvo que parar a saludar a algunos amigos de sus padres. Salió al caluroso jardín y se vió obligada a quitarse la ligera rebeca negra que llevababa puesta.

Hizo una mueca y se acercó a su madre, Violet. Cogió una silla del jardín y se sentó a su lado.

—Si ya lo echo de menos, ¿cómo se supone que voy a sobrellevar esto? —Fue lo único que dijo su madre con voz temblorosa antes de romper a llorar de nuevo.