Ahora, Ahora, este es mi primer fic publicado tengo otras cosillas por ahí, pero es más que nada poesía erotica y creo que nunca será factible editarla por este medio de cualquier forma un día de estos puede que algo de ello se cuele en mis escritos, como todos lo sabemos (para gran dolor de la mayoría Fye, Kurogane y los personajes de CLAMP son propiedad Oh! gran sorpresa de CLAMP).
Está sentado como siempre viendo las estrellas, preguntándose de donde provendrá el brillo de las mismas; desde su habitación en el segundo piso de la vieja hacienda, el joven de cabello platinado admira la inmensidad y se da cuenta de lo insignificante de su existencia. Tan ensimismado en sus pensamientos estaba, que ni siquiera notó cuando abrieron la puerta de su habitación.
-Mocoso, de nuevo estas perdiendo el tiempo verdad, llevo más de diez minutos llamándote, muévete el jefe quiere verte, y más te vale que no lo hagas esperar, o yo mismo me encargare de darte un castigo ejemplar-dijo un hombre de cabello oscuro y piel de tono canela, dedicándole una mirada que rayaba en odio.
-En seguida voy señor Ishida, discúlpeme pero no lo escuchaba-contestó un poco asustado.
De inmediato se levantó de su catre, y salió de la habitación acompañado por el señor Ishida, quien lo condujo a través del pasillo hasta una habitación tres puertas más adelante, no era que el joven de cabello rubio no supiera como llegar, sino que quería asegurarse que no se entretuviera en dios sabe que. Llamó a la puerta y desde dentro una voz profunda le respondió con un adelante.
En el filo de la cama se encontraba un hombre muy joven y bastante apuesto, de cabello negro como el azabache y los ojos de color vino, tenía la ventana abierta, al parecer él también estaba contemplando las estrellas, tenía cara de estar molesto por algo.
-¿En qué puedo servirle joven Kurogane?- preguntó el chico tímidamente evitando hacer contacto visual con su apuesto jefe.
-Pues lo que pasa Fye es que creo que te ordené en la tarde que limpiaras los establos, cosa que no hiciste, según me informa el señor Ishida.
-Lo que pasó fue que el mismo señor Ishida me mandó al pueblo, para que comprara algunas cosas que la señora Kasumi necesitaba en la cocina para la cena de hoy-contestó levantando el rostro.
-Y dime te puedo hacer una pregunta-dijo el jefe con un tono molesto en la voz.
-Si, usted sabe que si -contestó clavando sus ojos azul zafiro en el piso, sabía que vendría un regaño.
-¿Quién es tu jefe, el señor Ishida o yo?-preguntó calmada pero claramente molesto al jovencito.
-Usted joven-contestó asustado, aun con la mirada baja.
-Muy bien entonces, quiero que vayas y limpies los establos, y no habrá cena para ti esta noche- el rostro del amo no denotaba el más mínimo rastro de enojo, cosa que desconcertó a Fye.
-Si, ahora mismo voy-contestó tristemente y se encaminó a la salida de la habitación.
-¡Ah! otra cosa Fye, que no vuelva a pasar, ahora llama a Ishida tengo que darle un castigo también por mandarte a hacer algo sin consultarme primero.
El chico sólo asintió, salió, llamó a Ishida y se dirigió rumbo a los establos, triste, pensando en lo hambriento que se encontraba. Lo peor era que esa noche la señora Kasumi había preparado pozole para la cena.
En el establo la cosa estaba bastante fea, de por si siempre le había dado miedo ese lugar, aun siendo de día, más que nada por las cosas que contaban los demás trabajadores del lugar, de la horrible muerte que sufrió ahí la madre del joven Kurogane, se contaba que la pobre mujer había subido por las escaleras a la parte donde se encontraba la alfalfa amontonada para alimentar a los caballos, se había resbalado y al caer se le había roto el cuello pues era una altura superior a los diez metros, todo eso en presencia de su hijo el que en ese entonces contaba con la edad de ocho años, Fye casi no podía trabajar del miedo, pues también se decía que algunas veces el alma de la mujer vagaba por el establo, la blanca piel de su rostro adquirió entonces un color pálido, había escuchado ruido a sus espaldas, sonidos como de algo que se arrastraba, corrió lo más rápido que pudo y gracias a su delgada figura se escondió fácilmente en un recoveco del lugar.
En ese momento sintió una mano tomarle del hombro, gritó y se tiró al suelo asustado y temblando, levantó la mirada y se encontró con el rostro del joven Kurogane, que tenía una cara de estar viendo un show de comedia muy bueno.
El delgado joven se levantó del suelo, sacudiéndose la paja y la tierra del overol celeste.
-¿Qué se le ofrece joven?-preguntó sonrojado de ser visto en tan vergonzosa situación.
-Ya está bien por hoy, regresa a la casa mañana terminas esto-contestó el jefe serenamente.
-¿De verdad?... muchas gracias, no sabe lo feliz que me hace…este lugar es tétrico…
-vaya que lo es, yo me quedare aquí un rato más así que no me esperes para cerrar, de eso me encargo yo.
El joven de cabello platino asintió y caminó hacía la salida, feliz de salir de ese lugar tenebroso.
-Por cierto dile a la señora Kasumi que te sirva la cena, si, ya le dije que te levanté el castigo-dijo al adivinar lo que Fye pensó cuando volteó a verlo con cara de "y si no me cree".
-Descansa- le dijo ya por ultimo.
Fye le dedicó una de sus hermosas sonrisas que tanto le gustaban de él al joven Kurogane.
Por la mañana Fye se despertó desde temprano, estaba listo para terminar de limpiar lo que no había terminado la noche anterior. Bajó al comedor, saludó a los demás empleados y se sentó en una silla a esperar que la señora Kasumi le sirviera el desayuno, sin poder evitar sonreír todo el tiempo, y suspirar de vez en vez.
-Buenos días Fye te ves contento, dime que pasó para que estés así-preguntó la mujer que le servía a Fye unos huevos revueltos con jamón y tocino, que para sus cincuenta y tantos años de vida (como buena mujer nunca había revelado su verdadera edad) se veía vigorosa y alegre.
-¿De verdad?, ¿me veo muy feliz?
-Si niño, dime que es lo que pasó
Fye le dio un sorbo a su vaso con jugo de naranja, dio un leve suspiro y dijo-pues no es nada en especial, solo que…bueno es que… el joven Kurogane se porta amable conmigo… y… eso me gusta...
-¡Ah! con que era eso, bueno no es de extrañarse, sobre todo si consideramos que eres un niño, dime cuantos años tienes ¿quince, dieciséis?
-Si… tengo dieciséis…
-No debería sorprenderte ya sabes que el joven amo es muy amable, además no es tan duro contigo por que apenas tienes tres meses aquí.
Fye agachó la cabeza, sabía que era una tontería de él creer que el joven Kurogane lo trataba de manera diferente a la de los demás, después de todo sabía que no era correspondido.
Desde el momento en que Fye llegó a la hacienda de los Suwa como trabajador quedo prendado del joven y apuesto dueño, si bien Fye no se consideraba un homosexual debía admitir que le gustaba mucho el físico atlético del joven, fue una suerte que lo contrataran, y que además de eso le dejaran quedarse en un cuartito en la segunda planta de la mansión, y claro estaba el hecho de que casi siempre salía con el joven a diversos mandados que les pedía hacer el padre del mismo, como ir al pueblo más cercano a comprar cosas para la comida, o llevar un caballo al veterinario, en general Fye tenía una buena vida en la casa de los Suwa, aunque desayunaba en la cocina con los demás empleados y su cuarto era pequeño, se sentía muy contento de vivir en la hacienda, claro si no tomaba en cuenta al señor Ishida que parecía odiarlo sabía dios por que.
La expresión del chiquillo cambió entonces, si bien seguía sonriendo, ya no era una sonrisa tan especial y sincera como la anterior; terminó su desayuno y de inmediato salió rumbo a los establos. Se encargó de limpiar todo, cada rincón del enorme lugar, en ese momento llegó el joven Kurogane, vestido de jeans y una camisa vaquera color rojo.
-Hola Fye parece que ya terminaste de limpiar los establos, me da gusto ver que eres un buen trabajador-en su rostro apareció la que Fye consideraría por mucho tiempo como la sonrisa más seductora que hubiese visto-oye necesito ir a Santa María a comprar una nueva incubadora, y quiero que vayas conmigo, la salida es hoy por la noche en tren, ¿qué opinas?
-¿De noche joven?, pero si Santa María está como a ocho horas en tren…
-¿Entonces lo que me quieres decir es que no te gustaría ir?, si es así entonces le pediré a Julián que me acompañe.
-¡No quise decir!... eso, pero pensé que seria un viaje agotador para usted joven…y pues con todas las ocupaciones que tiene aquí en la hacienda…
-Esa es otra cosa que quiero comentarte, en vista de que últimamente he estado muy estresado por el trabajo, pensé en quedarme por lo menos una semana completa en Santa María para descansar un poco, me caes bien y creo que también sería bueno que te distraigas por eso te pido a ti que me acompañes, en estos tres meses que has estado trabajando para mi, me he dado cuenta de que eres además un buen trabajador, y creo que también te mereces unas vacaciones.
Fye sonrojado le contesta-muchas gracias, joven no se que decir, es usted muy amable conmigo.
-Entonces solo di que si.
-Si…
-Entonces prepara tus cosas para el viaje pero no lleves mucho a lo máximo lleva dos cambios de ropa.
Fye sale del lugar contento se dirige a su habitación y comienza a empacar los dos cambios de ropa que le había dicho que llevase su joven amo.
Por la noche a eso de las 10 se encuentran el joven Kurogane y Fye esperando el tren, Kurogane se pensaba en como, cuando el señor Ishida se enteró de que el joven se iba a llevar al mocoso sucio y desaliñado ese, como Ishida lo llamaba se opuso rotundamente, trató de convencerlo de que era un error y que se aburriría de inmediato con tan vulgar compañía, advertencias que ignoró el joven por completo, poniéndolo en su sitio recordándole que él era solo otro sirviente y no tenía por que meterse en sus decisiones, Fye llevaba cargando su equipaje que consistía en una sola y pequeña maleta, antes de salir de la casa Fye se despidió de la señora Kasumi, esta le deseo mucha suerte y le advirtió que tuviese cuidado con el joven Kurogane, pues aunque era amable eso no quitaba algunas cosas que ella había escuchado acerca de él, Julián el conductor de el único auto de la mansión cargaba el equipaje del joven Kurogane. A las diez con diez minutos llegó el tren bastante puntual, los dos subieron al tranvía y fueron conducidos a la parte de primera clase del tren, tenían un cubículo especial para ellos dos solamente; Fye había pensado que él viajaría, por lo menos, en segunda clase pero al parecer el joven Kurogane había planeado que ambos viajasen en el mismo lugar. El cual por cierto contaba con una vista maravillosa de los cerros y valles sumergidos en la oscuridad, y las vagas luces que de vez en cuando iluminaban por aquí y allá, dando la prueba de que había vida humana en los lugares que iluminaban, también interrumpida por la iluminación que venía de la luna creciente.
-Joven Kurogane no es que usted se haya portado mal conmigo ni nada de eso, pero ¿de verdad no le molesta que venga con usted?
Kurogane le contestó una sonrisa en el rostro -claro que no, que tontería es esa, ya te dije que te tengo un aprecio muy especial.
Fye se quedo mirando por la ventana sin saber de que tema conversar con su amo, en verdad ¿de qué podría un simple trabajadorcillo hablar con él? un joven tan culto.
-¿Qué es lo que te pasa Fye? Acaso te preocupa algo -preguntó recargando la cabeza en el respaldo del cómodo asiento.
-No es nada, solo pensaba en lo hermosa que es la vista que se tiene desde aquí-contestó un poco bajo de ánimos.
-Es verdad es una lastima que tenga tanto sueño, creo que ya no podré apreciarla por mucho tiempo -sacó una almohada del compartimiento que se encontraba sobre su cabeza la puso debajo de su nuca, cerró los ojos y habló de esta manera a Fye.
-Duerme, el viaje aun es largo, lo mejor será que descanses ya tendrás mucho que ver al lugar al que vamos por ahora solo disfruta de el sueño.
-Si eso es lo que pensaba hacer, gracias…
Kurogane notó que Fye no traía consigo almohada.
-Ten esto -del mismo compartimiento sacó otra almohada y se la ofreció al jovencito.
Fye la tomó, le dedico una hermosa sonrisa a su joven amo y recargó la cabeza en la almohada, poco después estaba sumido en un profundo sueño, en el cual soñaba que de repente se caían unas maletas que él llevaba en las manos y él ni siquiera se molestaba en tratar de levantarlas.
Kurogane despertó y se quedo admirando lo hermoso que era el blanco rostro de Fye acentuado por la tenue luz lunar.
-Fue bueno que vinieras conmigo Fye, me da gusto tener alguien como tú que me acompañe-se recostó de nuevo cerro sus ojos y de nuevo se entrego al sueño.
