Ken abrió los ojos ante el sonido del cantar de un pajarillo que se oía fuera, en la calle. Estaba totalmente entumecido y cansado, tirado en la cama. Un momento, ¿cama? Se incorporó raro y palpó las sábanas y el colchón de aquel sitio, sorprendido y algo sudoroso. Al darse la vuelta se encontró a un Tsukiyama observándolo fijamente, sin ropa y medio tapado por la manta. Cogió una bocanada de aire, asustado, y ladeó la cabeza de un lado a otro cerrando los ojos con fuerza. Aquello no era posible. Decidido, volvió a abrir los ojos, para comprobar que aquello no había sido más que una ilusión producto de que aún estaba medio dormido. Se pasó la mano por la cara y por su blanco cabello echándose éste hacia atrás, aliviado. Respiró hondo varias veces y al fin decidió salir de la cama para levantarse y hacer algo productivo. Sin embargo, cuando colocó los pies en el suelo oyó ruidos similares a cuchillos rozándose los unos contra los otros desde la cocina.

Frunció el ceño y, con solo los calzones puestos, avanzó a hurtadillas por la habitación y después por el pasillo, pegado por la pared para que de este modo pudiera mantenerse "invisible". Con cuidado, se asomó a la puerta de la cocina para que, a su sorpresa, el Gourmet se encontraba ahí.

-¡Mierda! –Exclamó instintivamente Ken-.

-¿Umh…? –Shuu se dio la vuelta, percatándose de la presencia del un ojo-. ¿Ya te has despertado, amore?

-¿Qué? ¿De qué coño hablas? –Corrió hacia él, pero se detuvo a un metro suyo, limitándose a mirarle fijamente, molesto, a los ojos-. …Qué ha pasado exactamente esta noche. Qué me has hecho. ¡Responde!

-¿Oh…? –Sonrió con malicia el mayor-. ¿Hacerte algo? ¿Yo…? Te has confundido, yo no soy de ese tipo de persona –se quedó pensativo unos segundos-. Oh… ¿Acaso acabas de acceder a que yo pueda jugar contigo un ratito, al fin…? Ya sabes que por mí perfecto –diciendo esto se agachó, acercando su rostro poco a poco al de Ken sin quitarse aquella sonrisa-.

-¡Tsk…! –Le cogió por el cuello de la camisa, la única prenda que llevaba sin contar los pantalones y los zapatos, yendo elegante como siempre-. ¿Por qué estás aquí, Tsukiyama? –Tiró un poco más del cuello de la camisa, acercando sus rostros a escasos centímetros-. Te dije que no te volvieras a acercar a mí, ¿cierto…? –Su mirada se cargaba aún más de rabia y desprecio-.

-¡Calmato, calmato! Te encontré en un callejón a media noche y…No quería que mi presa se convirtiese en la de otros –suspiró-. Estabas inconsciente, yo solo te he salvado. Deberías agradecérmelo, Ka-ne-ki –silabeó-. Ya sabes que cuando te pones agresivo me incitas más a comerte. Contrólate, por favor.

-¡Serás…! –Se contuvo en pegarle un rodillazo en el estómago, y se limitó a soltarle de golpe y darse la vuelta-. Pues gracias, ya puedes irte.

Shuu rió un poco por lo bajo, y rodeó al joven con ambos brazos, similar a un abrazo.

-Pero Kaneki… Déjame jugar un poco contigo –le susurró al oído-, venga, solo un poco-.

-¿¡Quién te crees que eres!?

Se revolvió para darse la vuelta y asestarle un puñetazo en la cara, pero el mayor lo detuvo con una mano, sonriendo levemente, parecía contento. Con la otra mano el Gourmet le sostuvo la barbilla a Ken-.

-Oh, vamos, si en el fondo sabes que lo deseas, Ka-ne-ki… -Sin vacilación alguna le besó en los labios, provocando el rubor del otro-.

-Pero qué…

Ken no tuvo oportunidad para apartarse, su puño aún estaba siendo agarrado y con la otra mano no era capaz de apartar a Shuu no importaba cuanta fuerza hiciese para empujarle. El Gourmet bajó su mano de la barbilla hasta el costado derecho del joven, acariciándolo a su paso con mucha delicadeza, como si quisiera notar cada parte de su cuerpo semidesnudo.

-Ah, Kaneki, tienes un cuerpo perfecto, unas cantidades de grasa ideales… Me muero por catarte de una vez –diciendo esto apegó más su cuerpo al de Ken, y le mordió en el cuello-.

En ese instante Ken pegó un grito de dolor y le dio su tan ansiado rodillazo en el estómago a aquel pervertido.

-¿¡DE QUÉ VAS, TSUKIYAMA!? –se llevó su mano a donde le había mordido aunque, para su sorpresa, apenas tenía profundidad-. N-No juegues conmigo. Tsk… Pervertido, maricón, ¿acaso quieres que te mate?

-Ah…-Trataba de reincorporarse, acercándose de nuevo a él-. Eres tan único, tan difícil de obtener… Eso me excita –rió de nuevo, de forma algo burlona-. Soy un gourmet, ¿recuerdas? Quiero degustar cosas nuevas.

En ese pequeño instante que Kaneki había bajado la guardia, Shuu aprovechó para agarrarle ambas manos, empotrándole contra la pared, sin salida. La sangre del medio humano corría lentamente bajando por su cuerpo, por lo que fue un placer para el Gourmet lamerle aquel pequeño hilo hasta llegar a la herida, besando esta con mucho gusto.

-Tsukiyama, cabrón...

-Sí, así es, sigue, me gustas más de ese modo –le volvió a besar en los labios, esta vez con más pasión, uno tras otro y sin apenas coger aire, hasta que finalmente le mordió el labio inferior-.

Ken ya no lo pudo soportar más. Ante aquella situación sacó uno de los tentáculos de su kagune y apartó de un solo a golpe a Tsukiyama de él, tirando éste al suelo. En este instante, Ken huyó de la cocina y regresó corriendo a la habitación. Al llegar allí buscó desesperadamente y casi cegado su ropa para poder irse de allí cuanto antes. Buscó por el suelo, cajones, la cama… Pero no la encontraba.

-Jé. ¿Buscabas algo, Ka-ne-ki~? –Shuu se había reincorporado rápidamente y ahora se encontraba apoyado con una mano en el marco de la puerta, con los labios ensangrentados-.

El joven medio ghoul se tapó con una de las pequeñas mantas que había en la cama, sin quitarle un ojo a aquel tipo.

-¿Qué has hecho con mi ropa?

-Ah, tu ropa… Estaba destrozada cuando te encontré, así que… Me deshice de ella –dijo esto poniendo los brazos en jarra-. Pero toma –se desabrochó rápidamente la camisa, se la quitó y se la lanzó. Puedes utilizar la mía, Kaneki~.

-No quiero tu ropa –cogió la camisa al vuelo y la observó-. Puedes quedártela.

-¿Seguro que no la quieres…? –Shuu se había aproximado a él veloz, de tal manera que ya había puesto sus manos encima de él-.

-Que no la quiero, joder –gruñó tirándosela a la cara al otro-, déjame en paz de una vez.

-Ya veo… -Ladeó la cabeza, ignorándole-. Permíteme entonces ser su camisa –hizo una leve reverencia ante él-. Que aproveche, Ka-ne-ki~.