¡Hola! Ésta vez, traigo algo basado en hechos reales (?) Bueno, casi... además de un montón de drama y romanceo intenso, ay.

• Disclaimer: Shingeki no Kyojin y sus sensuales personajes pertenecen a Hajime Isayama-sama, sólo disfruto escribir acerca de ellos pervertidamente.


Prólogo.

«No salgas con Levi». Era lo único que alcanzaba a recordar haber dicho, ¿Por qué Eren era tan necio? Suponía que ya estaba en su naturaleza.

¿Cuánto tiempo había permanecido en la misma posición sin mover algún músculo ajeno al de los dedos de la diestra? Ah, quiso estirar su cuerpo y de hecho lo hizo; incluso la silla en la que estaba sentado se inclinó hacia atrás. Pasó ambos brazos por detrás del cuello y observó un par de segundos el techo, no podía poner su atención en otra cosa, o más bien, en otra situación. Las palabras estaban frescas en su mente como un cántico molesto "Voy a salir con Levi". Ugh, el entrecejo se le frunció apenas y el lápiz que mantenía entre el labio superior y la punta de la nariz cayó al suelo. Debía dejar de darle demasiadas vueltas al asunto si es que en verdad quería centrarse de lleno en lo que la pantalla del portátil le estaba mostrando. Los exámenes finales estaban por llegar y él… él estaba suspirando mientras se agachaba a recoger lo que apenas perdió.

De esa manera se hizo de la conclusión de que realmente no podía hacer nada.

Sin darse cuenta las horas pasaron al ritmo en el que él trataba de ocuparse en otras cosas, leerse un libro nuevo, por ejemplo; sus compañeros de piso iban llegando con calma y Reiner tuvo la idea de llevar litros de alcohol para celebrar el pronto final de semestre. Armin no bebía, claro. Y ciertamente no debió acceder esa noche, o no lo habría hecho si supiese lo que realmente iba a pasar. Cuando menos supo estaba en una habitación a solas con uno de sus mismos amigos, nada menos que Jean. Con unos labios paseando por su cuello y un par de manos indagando en su piel, sin dejar descuidado cada centímetro al alcance superficial así como los rincones más recónditos de la anatomía misma. Y se dejó hacer, dejó que el cobrizo corrompiera a gusto su ser sin pensar en dar asilo a los remordimientos que ya sabía que se esfumarían con la resaca del día siguiente.

Su cuerpo se movía en contra al ritmo que el ajeno marcaba, aferrándose a las sábanas sin desear dejar de perderse en la dolorosa irrupción que una única persona le estaba dando en el instante idóneo, sin poder saber más ... Justo ahí comenzó.


¡ Nos vemos la otra semana!