Disclaimer: Nada, absolutamente nada es mío… Los personajes pertenecen a JK Rowling, a Scholastic y a WB Studios. La historia fue escrita por Sam Starbuck, quien amablemente me dejo traducir su fanfiction. Para leer la versión en inglés pueden ir a:

Capítulo 1

Harry Potter tenía ocho años, y un maravilloso secreto.

Harry tenía muchos secretos: que su pelo, aún recién cortado, crecía tan rápido que siempre estaba hecho un desastre la mañana siguiente… o que a veces hacia que sucedieran cosas sin desearlo… o podía jurar que comprendía lo que las serpientes estaban pensando.

Pero éste era su mejor secreto, especialmente porque se trataba de algo que estaba Contra Las Reglas, y todo niño de ocho años sabe que todo lo que este Contra Las Reglas es más divertido que cualquier otra cosa.

Estaba relacionado con la casa de la esquina, y con la tienda de libros Sandust de la calle principal.

Sandust era la tienda a la cual él y Dudley tenían prohibido ir, aquella de la que la Tía Petunia siempre se quejaba y cada vez que pasaba frente a ella se mordía los dientes tan fuerte que parecía que se le iban a romper. Era extraño, sobre todo porque no era como la librería Intuición Femenina que estaba unas calles más lejos. Ninguno los niños podía ir a esa librería, pero nadie más que ellos tenían prohibido entrar a la tienda Sandust.

A Dudley no le gustaban los libros, así que no le importaba, pero Harry se había detenido una vez a mirar a través de la vidriera, y había visto toda clase de maravillosos y coloridos libros; quedó encantado instantáneamente.

Tenía que entrar a la Librería Sandust.

Tal vez, él y Dudley no podían ir porque se rumoreaba que la librería pertenecía a un extraño hombre que vivía en la esquina de Privet Drive, el único toda la cuadra que no tenía un auto o enanos en el jardín. En cambio, su jardín estaba lleno de largas hileras de raras hierbas, y era dueño - y esta es la mejor parte – de una motocicleta.

Harry no entendía porque todo el alboroto con el Sr. Black implicaba que el no podía ir a la librería. Después de todo, nadie sabia si él era el dueño, y Harry sabía de muy buena fuente que la tienda era manejada por otro hombre llamado Lunático. Harry estaba seguro de que cualquiera que tuviese por nombre Lunático, difícilmente fuera una mala persona. A menudo había visto un enorme perro negro tirado en la entrada, su pelaje negro brillaba con el sol de la tarde. Llevaba un collar que decía Canuto y todos los niños afirmaban que era un perro terriblemente inteligente que podía traer los libros que Lunático le dijese, o hacía trucos o cuidaba a los niños pequeños mientras sus padres compraban.

Harry pensaba que la Librería Sandust tenía que ser el mejor lugar del mundo, especialmente porque estaba prohibido.

Por eso, hoy, se alejó de la Tía Petunia mientras ella estaba haciendo unas compras, seguro de que si encontraba a una de sus amigas en el mercado, estarían hablando por horas. Se escabulló por la calle junto a la librería y entró por la puerta trasera.

Adentro estaba oscuro, pero se podían divisar muchos estantes llenos de libros, mesas y grandes sillas.

Y dos brillantes ojos amarillos.

Harry gritó y se tropezó hacia atrás, y vio enormes dientes…

El gigante perro negro, Catuno, lo estaba agarrando de la remera con sus dientes, evitando que se cayera del último escalón. El perro dio un ligero gruñido y lo empujó hacia delante, Harry se dio cuenta de que Canuto probablemente no quería comerlo.

Probablemente.

Una vez adentro, el perro lo soltó y Harry se sostuvo en una de las mesas para recobrar el equilibrio, mientras se acomodaba la remera. El perro gimoteó, casi disculpándose y lo toco con su nariz.

"Canuto, ¿Qué estas haciendo ahí atrás? Creí que había escuchado a alguien…"

Harry miró al alto y bien vestido sujeto que se elevaba frente a él. Era delgado, con una extraña cara y cabello marrón, Harry pensó que de alguna manera parecía más viejo de lo que en realidad era. En ese momento estaba frunciendo el ceño, perplejo. Canuto gimoteó otra vez y se movió detrás de las piernas del sujeto que acababa de entrar, mirándolo fijamente.

"Canu, ¿Qué hiciste?" le preguntó suavemente, como si esperara que el perro contestase.

"Él me ayudo," dijo Harry. "No lo golpee"

"¿Golpearlo?" preguntó el hombre. "Antes golpearía a un niño. ¿De qué te ayudo?"

"Me estaba cayendo," dijo Harry, señalando al último escalón y después a su remera, que aún estaba húmeda. "Me asuste… Él sólo estaba haciendo guardia"

"Ah, bueno, más tarde hablaré con Cantuno. ¿Te encuentras bien?" el hombre preguntó. Harry sólo asintió. "¿No estas asustado, verdad?"

"Por supuesto que no," respondió Harry desdeñosamente. Canuto se apartó de atrás de las piernas del sujeto y lo toco con la nariz nuevamente. "Hey, basta con eso!"

"Creo que le agradas, Harry," dijo el sujeto con una sonrisa.

"¿Cómo sabe mi nombre?" Harry preguntó curioso.

"No es importante. Mi nombre es Lunático," respondió extendiendo su mano. Harry la estrechó, sintiéndose muy grande.

"Lo sé. Todo el mundo habla de usted."

Lunático sonrió. "¿Sabe tu tía que estas aquí?"

"¿Cómo sabes…"

El hombre hizo un ademán con su mano. "Eso no importa"

"Ella está en el mercado. Y no va a terminar por horas," dijo Harry, expresivamente. Canuto metió su nariz debajo de una de las manos de Harry, rogando que lo acaricie debajo de las orejas.

"Será mejor que entres, ahora no hay nada que hacer," dijo Lunático suspirando. Harry no estaba seguro de haber entendido, pero siguió a Lunático entre los estantes hasta el frente de la tienda. Canuto los siguió, con la cabeza bajo uno de los brazos de Harry.

"¿Qué es lo que no se pude hacer?" preguntó Harry cuando se detuvieron. Canuto se sentó a su lado con la lengua afuera.

"Oh… Me estaba hablando a mi mismo," respondió Lunático. "¿Te gusta leer Harry?"

"Si, supongo"

"Canu, ¿Qué clase de libro crees que le gustaría a Harry?" Lunático le pregunto al perro. La cola de Canuto golpeaba el piso. "Ve a buscar algo," le dijo finalmente, y Canuto, ante el asombro de Harry, se levantó y se alejó corriendo.

"Es un perro inteligente," observó Harry.

"Demasiado inteligente para su propio bien," dijo Lunático suspicazmente, mientras metía la mano debajo del mostrador y sacaba un jarro de gomitas amarillas. Comió una y luego se las ofreció a Harry, que estaba absolutamente impresionado.

"¿Cómo sabe que me gustan las gomitas?" le preguntó. Lunático le guiño un ojo.

"Magia" respondió. Harry tomo una y la comió cuidadosamente.

"Tía Petunia nunca me deja comer gomitas" dijo Harry todavía masticando el caramelo.

"Creo que hay muchas cosas que Tía Petunia no te deja hacer", Lunático dijo tristemente.

"Me las arreglo"

"Seguro, Harry, seguro que lo hacer. Ah, a ver que trajo Canuto," dijo Lunático mientras que el perro empujaba un libro con su nariz. "Oh, excelente. Canu tiene muy buen gusto para los libros," agregó.

"Buen perro," dijo Harry, acariciándolo en la cabeza. "¿Puede leer?" preguntó impresionado. Canuto bostezó.

"Bueno, la capacidad de lectura de Canuto, esta pero no esta en este momento" respondió Lunático. "¿Puedes guardar un secreto, Harry?"

"Por supuesto"

"Sabes que no deberías estar acá. Por eso, cuando te vallas no puedes decirle a tu Tía donde estabas, sino nos traerás problemas a Canuto y a m

"No le diré nada" dijo Harry convencido. Canuto lloriqueó.

"Y no podes mostrarle a nadie esto," Lunático dijo seriamente. "Es un libro sólo par ti, Harry, y no puedes mostrárselo a Dudley o a ninguno de tus compañeros de la escuela, tampoco puedes contarle a nadie dónde lo conseguiste"

A Harry ni siquiera se le ocurrió preguntarle a Lunático cómo sabía quién era Dudley. Estaba seguro de que Lunático sabía los secretos del universo, y si no podía responder una pregunta, Canuto de seguro podría.

"Lo juro," respondió Harry.

Lunático sonrió, y levantando algo de el cabello de Harry tocó suavemente la extraña cicatriz de su frente.

"El niño es tan bueno como su palabra, ¿No crees?" preguntó de pronto, mirando a Canuto. La cola del perro golpeaba el piso nuevamente. "Bien, entonces aquí tienes Harry. Un regalo de Canuto"

Harry aceptó el libro, mirando la portada.

"El Sobrino del Brujo," leyó en voz alta. Miró a Canuto, a Lunático y de nuevo al perro. "¿De qué se trata?" Canuto lo miraba seriamente.

"Si te dijéramos, arruinaríamos la historia" respondió Lunático. "¿Crees que entrará en tu bolsillo?"

Harry asintió, y guardó el libro en uno de los bolsillos del enorme saco que llevaba puesto.

"Deberías volver con tu tía," dijo Lunático con el ceño algo fruncido. "Ella va a empezar a buscarte pronto. Espera…"

Harry había volteado para irse, pero Canuto se paró frente a él impidiéndole salir. Lunático busco debajo del mostrador por una bolsa y metió en ella un cuantos caramelos.

"Aquí tienes. Pero no le digas a nadie" le dijo con una gran sonrisa. Harry sonrió y rascó a Canuto detrás de sus orejas. La cola del perro golpeaba fuertemente contra uno de los estantes.

"Listo. Canuto te acompañara hasta el mercado" Harry contento con su bolsa de caramelos y su libro nuevo, puso una de sus manos sobre la cabeza de Canuto y lo siguió fuera de la tienda.

"Ah, maldición" dijo Remus Lupin suavemente, cuando ellos se habían ido.

Caminó detrás del mostrador y buscó un trozo de pergamino y un bolígrafo. Escribió rápidamente y abrió a una ventana que daba al callejón de al lado. Afuera, sentado sobre un árbol, un búho dormía con la cabeza bajo el ala. Remus lo empujó.

" Claw, por favor llévale esto a Dumbledore," le dijo ofreciéndole la carta. Claw ululó con irritación, pero aceptó la carta y se alejó volando.

Apenas había volteado cuando Canuto regresó trotando a la oficina donde guardaban los libros que tenían que ser ordernados, los libros que no le podían mostrar a los Muggles y la vieja tetera eléctrica. Se escuchó un suave sonido, como un suspiro, y Sirius Black salió de la oficina, con la cabeza gacha y una expresión seria mientras se apoyaba en el mostrador pensativo.

"¿Le dijiste a Dumbledore?"

"Acabo de enviarle una carta" comentó Remus en voz baja.

"No pude evitarlo."

"No fue tu culpa," respondió Remus sin mirarlo. Levantó el frasco de caramelos y lo vació en una de sus manos, pensativo. "Él vino a nosotros, no fue al revés"

"No quería asustarlo"

"No creo que lo hicieras"

"Creo que le gustará el libro"

"Seguro que si"

"¿Pensas que le dirá a alguien?"

Remus miró a Sirius y negó con la cabeza. "Creo que Harry guarda demasiados secretos como para que le cuente éste a esa odiosa tía suya" Volvió a llenar el frasco. "¿Sabes? Cuando me enteré que le gustaban estos caramelos, comencé a comprarlos… No estoy seguro si quería atraerlo o si estaba esperando que viniese…"

"Lo sé." Sirius sacó las manos de sus bolsillos y cruzó sus brasos. "Guardé ese libro para él. Había pensado en Tolkien, pero es muy pequeño… Creí que tenía que leer sobre magia y esas cosas, ¿sabes?"

"Somos patéticos. ¿No?"

"Sólo estamos cuidándolo" Sirius se encogió de hombros. "Es mi trabajo. Merlín, se parece mucho a James."

"Si. Es muy inteligente además. ¿Viste? Tiene los ojos de Lily"

"Me hubiera gustado verlo en color" murmuró Sirius.

"Bueno, te mandé a buscar el libro para que pudieras Cambiar si quisieras. Pensé que lo harías."

"No podía"

"Por supuesto que si…" Remus se detuvo mientras guardaba los caramelos bajo el mostrador lentamente. "Ah…"

"Si le hablaba no hubiera sido capaz de detenerme de contarle todo. Si hubiese tenido brazos para… para abrazarlo. Nadie cree que es extraño si un extraño perro negro quiere ser acariciado, pero Dios perdone si su maldito padrino quiere…" Tapó su cara con una de sus manos tranquilizándose. Remus esperó pacientemente. "Hubiera asustado al chico."

"Le agradaste."

Sirius miró los ojos a Remus y una sonrisa se formo lentamente en su rostro. "Si, ¿no? Le agrade. No estaba para nada asustado, ¿no?"

"¿Viste la forma en que nos miró?"

"Como si fuéremos… mágicos"

Compartieron una sonrisa, antes de que Remus jugueteara nervioso con unos separadores que estaban junto a la caja registradora.

"Regresara, ¿sabes?" murmuró. "Es peligroso. ¿Qué pasara si Esa Mujer se entera… o su tío…?"

"Bueno." Sirius estaba serio. "Tenemos que asegurarnos que no se enteren"

"¿Lo cual implica…?" Remus arquéo una de sus cejas.

"Lo cual implica que la próxima vez, nosotros lo buscaremos a él"

"Sirius, ya sabes lo que Moody y Dumbledore dirán sobre eso"

"Moody y Dumbledore no tienen por que saber"

"Prometimos que no le causaríamos problemas a Harry. Juramos sobre el asqueroso y removible ojo de Moody que mantendríamos distancia"

"Si, ¿No? No es nuestra culpa que Esa Mujer no lo deje entrar a nuestra tienda. Un día se iba a interesar en saber porque tanto alboroto."

"No esta bien, Sirius."

Sirius se quejo dramáticamente mientras se sentaba en una de las sillas. "Escuchame, esto es lo que vamos a hacer. La próxima vez que la tía lo traiga para hacer las comprar, los voy a seguir. Si lo veo escabulléndose, me asegurare que ella esté ocupada. Por la fuerza, si es necesario" dijo sonriendo ampliamente. "Intuición Femenina tiene un perro, que es muy inteligente. Estoy seguro que le puedo decir que tiene que observar."

"Seguro…"

Sirius se encogió de hombros. "De todas maneras puede ayudarnos, y si vemos que Esa Mujer se esta acercando, podemos sacar a Harry por la puerta trasera y no saber nada al respecto"

"¿Sabes? Después de siete años en la escuela y diez fuera de ella, se supone que podría negarte algo de vez en cuando."

"Golpéame con el periodico," sonrió Sirius mientras se estiraba. Remus se levanto del mostrador cuando entro un cliente, asumiendo su rol de librero profesional. Sirius, que nunca había logrado ser amable con los extraños, lo dejó hacer su trabajo.

Tía Petunia ni siquiera noto que se había ido, pero Dudley si; Harry tuvo que darle unos cuantos de sus preciados caramelos para que no le dijiese nada a su mamá, por suerte le quedaron tres o cuatro.

Lunático era un mago. Harry estaba seguro. Uno no tiene enormes perros negros que pueden leer si sólo es un vendedor de libros como cualquiera. Lunático era un mago y la razón por la cual Harry tenía prohibido ir a la tienda era porque a Tía Petunia no le gustaban nada todas tonterías.

Cuando regresaron a la casa Harry quería ir directo a su armario y leer un su libro un poco más, pero tenía que ayudar a guardar las verduras y después a limpiar lo que había ensuciado Dudley, y ayudar a cocinar la cena. No pudo alejarse de los Dursleys hasta después de la cena.

Harry tomó su abrigo y sacó el libro de uno de los bolsillos con algo de dificultad. Era un libro pequeño, de papel barato, con una tapa amarilla con el dibujo de un bosque. Harry acostó en su cama, con la espalda hacia la puerta, para que en caso de que alguien abriera la puerta inesperadamente, tuviera tiempo de esconder el libro debajo de su almohada. Parecía exactamente el tipo de libros que Tío Vernon le sacaría si lo encontraba, entonces, ¿Qué diría cuando volviera a la Librería Sandust?

Sonrió. Por supuesto que volvería. Un mago verdadero no era algo que se debía ignorar una vez que lo encontrabas.

Eventualmete Tía Petunia golpeó su puerta para decirle que apagara las luces. Harry tiró del interruptor para apagar el foco. Después de contar hasta cuatrocientos, sólo para asegurarse, sacó una vieja linterna que había logrado escabullir del garaje. La luz era tenue y las baterías se estaban agotando, pero era lo suficiente para poder leer.

Leyó durante toda la noche, absolutamente fascinado. Brujos malvados, pequeños héroes, brujas y leones y animales que hablaban y magos buenos también. Lunático podía ser de Narnia y Canuto era un perro que hablaba. Harry deseaba poder hablar con él la próxima vez que lo viera.

Al otro lado de la ciudad, Remus estaba parado en la puerta de la Librería Sandust, cerró la puerta y chequeó la cerradura como lo hacía desde hace casi siete años. Canuto, sentado, lo esperaba paciente. Remus saludó a unos cuantos vendedores, levantó su mochila y comenzó a caminar hacia la panadería, Canuto iba justo detrás de él. Siempre compraba una porción de pastel de manzana o un muffin y casi siempre tenían una o dos golosinas para Canuto; tres años atrás el enorme perro había perseguido a un ladrón que se robaba casi todo su dinero. Lunático tuvo que sacarle el perro de encima al delincuente que estaba temblando de miedo.

Todos estaban de acuerdo en que Lunático era un simpático cabello, un poco raro; pero su perro era genial.

Al final de la calle, doblaron en un callejón del cual Lunático salió caminando solo hacia su departamento. Después de unos instantes, un alto y morocho sujeto con una campera de cuero salió del callejón, se subió a la motocicleta que estaba aparcada cerca y se alejó a toda velocidad.


Prometo traducir el resto de la historia, pero me encantaría que me dijeran si les interesa o no… Dejen un comentario o algo!!