Sick Love.

Capítulo uno de dos.

¿Qué era lo que realmente sentía por ella? Él admiraba el valor que tenía para estar a su lado, siempre apreciaba su virginal belleza escondida tras su inocencia y timidez.

Entró de nueva cuenta a su habitación. La contempló con deleite genuino, como si ella fuese la obra de arte más hermosa jamás creada.

La serenidad de la noche bendecía sus actos. El sigilo, su mejor aliado, le permitió acercarse a ella hasta que su rostro quedó a escasos centímetros de sus labios.

Ella dormía profundamente, bañada por la luz de la luna que se reflejaba en sus oscuros cabellos y que se filtraba a través de las sábanas, dejando a relucir la femenina y tentadora figura.

Sus labios entreabiertos, dispuestos al beso prohibido, se movían al compás de su delicada respiración, y temiendo ir más alla de lo que estaba dispuesto a realizar, se acercó hasta que sus bocas se rozaron y procedió a robar ese beso que ella le negaría y del que jamás, en pro de su seguridad, no se atrevería a pedirle.

Acarició lentamente sus mejillas y sus cabellos, deseando que la noche no terminara, que ella jamás despertara y que ese sentimiento que cada día lo acercaba más al borde de la locura desapareciera por completo, antes de cometer un acto que le costaría más que su vida.

Pensando en ella, mientras duchaba su cuerpo en una inútil lucha contra las emociones y placeres que la sola imagen de ella que en él provocaba, recordó el momento en el que dejó que las arenas del tiempo enterraran los sentimientos que para ella sentía.

Pero, seguía pensando, la analogía aplicada a las aves encajaba con ella. Él es un pajarillo el cual jamás saldrá de su prisión, y ella puede echar a volar en el momento en que lo desee.

Sin embargo, ella se mantuvo al lado de su prisión, escuchando sus lamentos, sus quejas, sus trinos de dolor y odio, y, haciendo hasta lo imposible, aún intenta abrir la reja de la jaula que los aprisiona para poder volar ambos hacia la libertad.

Se burló un poco de sí mismo al pensar eso. ¿Por qué, de repente, la incluía a ella dentro de sus reflexiones?

Quizá la tenía tan adentro que le era imposible imaginar cualquier cosa sin ella.

-Hinata-sama...

Salió de la ducha, y con desconcierto, observó que su cuerpo no reaccionó como esperaba, más bien, sentía una oleada de calor recorriendo sus entrañas, misma que le ordenaba volver al cuarto, besarla con pasión, arrebatarle sus ropas y hacerle el amor como si esa fuera la única vez.

Pero sabía que ella jamás le correspondería. Si analizaba las cosas con sangre fría, él solamente era su "niisan", su hermano, un familiar, una persona a la cual admirar por su fuerza, inteligencia y sentido del deber.

Si ella supiera que despertaba en él sucios pensamientos que jamás debían conocerse. ¿Donde quedaría su reputación, su honor, si en todas las noches la deseaba, le robaba un beso que no le pertenecía y consolaba a su cuerpo con caricias y momentos que solo existían en su mente retorcida por el deseo?

Se recostó en su cama, dandole a su cuerpo la caricia que, imaginándola a ella, satisfacía su necesidad, su ansia de tener ese cuerpo femenino a su merced, abajo de él, aprisionándolo con sus suaves y tersas piernas, gimiendo su nombre y jalando sus cabellos. Si ese deseo solo era una probada del paraíso, entonces tenerla, poseerla, explotar de placer, besarla desde el rostro hasta su regazo y amanecer a su lado lo llevaría a la gloria.

Cerró sus ojos lentamente, pensando en la persona que le robaba la cordura, y arrullado por el sonido del viento entre los árboles, se sumergió en un sueño, un sueño de libertad, en el cual ella caminaba libremente sosteniendo su mano y regalándole un beso de amor.

A la noche siguiente, sin embargo, no fue a su habitación. Ni siquiera a la suya. Una fiesta, organizada por el sensei del ojiblanco, lo mantenían lejos de su hogar y de ella.

Parte de él se maldecía por aceptar, por otro lado, necesitaba, bajo cualquier medio, de no pensar en ella ni un instante. Vació un quinto vaso de licor y, solo por precaución, se alejó de las bebidas.

-Vamos Neji, te has apartado mucho de tus amigos.

Tenten trataba de atraer la atención del joven, más este parecía ausente.

-Lee, ayúdame un poco con Neji, parece que está ebrio.

El joven se acercó a sus compañeros y, poniendo una mano en la frente, le hizo una seña de "no" a su amiga y regresó casi corriendo al lado de su sensei.

-Estoy bien -dijo Neji antes de que la muchacha llamara (y alarmara) a más personas, pero no comenzó a platicar con sus "amigos", sino que buscó un rincón oscuro en el cual pensar.

-No creo que estés bien -Tenten se acercó y, poniendo una de sus manos en la pierna de Neji, le dedicó su mirada más dulce- ¿Realmente no pasa nada o es que no quieres hablarlo con nadie?

-No es tu asunto, por si te interesa -Neji se apartó de la chica y se dirigió hacia su sensei- Disculpe, Gai-sensei, pero tengo que retirarme. Con permiso.

Maito Gai no dijo palabra alguna, solamente levantó su pulgar y le dedicó una sonrisa que "avivaría la flama de su juventud", pero para cuando terminó, Neji ya había cerrado la puerta.

-¿Qué le pasa a Neji? -Preguntó sumamente ofendida Tenten a su sensei.

-Lo que le pase, no debemos molestarlo a menos que considere compartirlo con nosotros. -Y retomando su discurso sobre la juventud, Gai siguió incomodando a los pobres presentes que se les ocurría pasar cerca de ahí.

-Iré tras Neji, quizá no quiera comentarlo en un lugar tan abierto -Tenten tomó su abrigo y salió corriendo en búsqueda del castaño. Pero solo encontró la calle parcamente iluminada por los pocos establecimientos que aún estaban abiertos. La gente que transitaba solamente deseaba llegar a sus hogares y, salvo por el escándalo de la fiesta, ni un alma más se hallaba cerca de ahí.

De vuelta en su "hogar", los pensamientos de Neji giraban descontroladamente en su cabeza, provocándole una jaqueca y el empleo de un vocabulario tan inapropiado que no se esperaría de él, pero poco le importo. Pensaba en ella, pero no solo en ella, sino en todos los que la rodeaban y le hacían daño.

Detestaba a esos idiotas que día a día trataban de consumir su mente, haciéndole creer que ella valía poco o nada. Despreciaba a sus "amigos" y compañeros que hablaban mucho, que la trataban como a una "inocente víctima" y decían hacer mucho por ella, pero que no estaban dispuestos a comprender ni a compartir el dolor como ella lo hacía, así como tampoco le brindaban el valor ni el coraje para que continuara adelante como se debía.

Pero en especial, sentía odio. Odio por ese imbécil que le daba la fuerza a su Hinata para seguir adelante, a ese quien la motivó cuando él le estaba quebrantando aún más de lo que ya estaba. Sentía odio por ese despreciable sujeto que no sabía que ella lloraba las noches que no le veía, su cobardía por no tener el valor de dirigirle la palabra, lo odiaba por que ella le había confiado a él su deseo de escapar de la prisión de la familia y de Konoha para marcharse lejos y buscar un futuro mejor para ellos.

Odiaba a Naruto por que no ha mostrado algún interés en Hinata.

-¡Ese maldito!

Sus pasos lo alejaron de su habitación, y recorriendo lentamente los pasillos del complejo familiar, sintió su sangre arder con cada indicio de los miembros del souke.

Los odiaba más de lo que podía imaginar.

Odiaba a Hanabi, su "primita", por ser una estúpida engreída, por creerse más y mejor que Hinata, por echarles en cara a ambos sus logros y metas concluídas.

Odiaba a los otros familiares que lo maldecían por su nacimiento en la segunda rama, por sus constantes ataques en contra de Hinata, su palabras que resonaban y clasificaban como una carga, un estorbo, una falla.

Odiaba a Hiashi, su tío, por no brindarle amor a su hija, por hacerle caso al resto del clan y tratarla como si su existencia hubiera sido un accidente.

La odiaba a ella. A Hinata. La odiaba por que no se daba cuenta de sus sentimientos, por que lo usaba a él de confidente, por que era inalcanzable para él y por que cada día le sonreía con ternura.

Consideró volver a verla, recriminándose por pensar que dejaría de pensar en ella tan solo por asistir un momento a una fiesta en la que, de por sí, se sentía incómodo y acosado.

Tal vez fue el alcohol ingerido, quizá la necesidad que sentía su cuerpo era mayor a su voluntad, pero al llegar con ella no se contuvo con un beso.

Ella despertó precipitadamente al sentir los labios impregnados de licor asaltando los suyos, y enfocando, distinguió a su primo tomándola con fuerza de una de sus manos y usando la otra para inmovilizarla por completo.

-No digas ni una palabra o soy capaz de matarte.

Completamente fuera de sí, mordió su cuello con desesperación, saboreando la virginal piel de la joven, marcándola una y otra vez mientras escuchaba sus gemidos y sentía el acelerado palpitar de su corazón.

-P-por favor, su-suéltame...

El sonido de una bofetada superó los gemidos de la chica quien, temerosa de que la situación provocara un problema mayor del que aparentaba, mordía las sábanas en un intento de mantenerse "callada" y veía a su primo rasgar sus ropas y besar cada parte de su piel expuesta...