Konichiwa!! Ya estoy aquí de nuevo, no me tarde casi nada, eh?

Pues aquí os traigo está nueva historia, un sasusaku, para que la disfrutéis.


Prologo. Inicia el viaje.

Bien entrada la madrugada, eran pocas las personas que permanecían despiertas en la ciudad. Incluso los más jóvenes, que disfrutaban hasta tarde de la música, los bares y el alcohol, se habían retirado ya a sus hogares para dormir. Aun así, es dicho que toda regla tiene una excepción, y en está ocasión, Sakura Haruno daba fe de la misma.

El día había sido intenso. La mañana la dedicó a repasar las maletas y los pasaportes, revisando que todo estuviera en orden y que no se olvidará nada, y la tarde la paso con su madre y su hermana, despidiéndose. Por si fuera poco, por la noche, sus amigos fueron a buscarla para salir a celebrar, y por mucho que Sakura se negó a la idea, al final acabo accediendo a sus suplicas.

"Venga, Sakura. Vas a cumplir tu sueño y el de todos nosotros. Eso bien se merece un par de cubatas para festejar – sentenció una de sus amigas, rubia y con el flequillo cubriéndole un ojo. Y ella había cedido."

Pero de eso habían pasado horas. Ahora Sakura se hallaba en su cama, con el almohadón por el suelo, la cabeza a punto de estallar por la resaca, y las sabanas revueltas de tanto dar vueltas, incapaz de dormir.

- ¡Aggh! ¡Maldita sea! – gruñó al fin, golpeando el colchón con su puño – Esto no sirve de nada...

Suspirando, se incorporó de la cama y se dirigió al baño, con cuidado de no despertar a Hinata, su amiga y compañera de piso. Al entrar prendió la luz, abrió el grifo, y se llevo agua a la cara con las manos, esperando que esto la despejase un poco. También hubiera podido tomar algo para los nervios, pero esas pastillas no le sentaban muy bien, y lo último que quería era ponerse a vomitar más tarde en el avión. Cuando el agua enfrió sus mejillas, la condujo a sus labios, repentinamente sedienta. Una vez hubo satisfecho su sed, comenzó a encontrarse mejor.

Es normal que este nerviosa, se dijo, observando sus rasgos en el espejo. Su rostro no tenía nada de particular. Si bien Sakura era, lo que se dice, una chica guapa, tampoco iba llamando la atención por ahí como una top model de revista. Su rasgo más llamativo, y por mucho, era ese extraño color de pelo: rosado. A su madre casi le dio un infarto cuando un día llegó así de la peluquería, pero ella le había dado su permiso, así que no pudo decir mucho. De eso hacía dos años, y la joven había decidido consérvalo.

Sin embargo, si examinaba su rostro más a fondo, Sakura podía notar los pequeños rasgos que la hacían diferente al resto, y la envidia de todas sus amigas otakus. Unos ojos color jade ligeramente achinados, y un tono de piel demasiado pálido para el país en que vivía. Y es que Sakura no era únicamente española. Su padre había sido japonés, y se enamoró de su madre en uno de sus viajes de negocios, por lo que decidieron casarse. Y de esa unión nació ella.

Por desgracia, Suzaku, así se llamaba su padre, había fallecido poco tiempo después a causa de un infarto, cuando Sakura todavía era demasiado pequeña para recordar. Y su madre, Pilar, había regresado a España con su familia, casándose al cabo de un par de años con un antiguo amigo de la infancia, Daniel, padrastro de Sakura y padre de la medio hermana de está, Rebeca.

La joven jamás reprochó a su madre tal decisión; la comprendía y la aceptaba. En España tenía su vida, su familia, y sus amigos. No obstante, parte de su sangre la atraía también hacía ese otro país, a sus vidas, sus costumbres, sus habitantes... Y probablemente, ese fuera el origen de una de sus dos grandes pasiones: el anime y manga.

Por todo ello, cuando Dani y su madre le entregaron aquellos boletos de avión, asegurándole que todo el viaje y los nueve días de estancia estaban pagados, Sakura apenas podía creérselo. Rebeca ya le había advertido que sus padres tenían una sorpresa preparada para el día de su graduación, como premio por obtener todo sobresalientes y, citando textualmente, ser la empollona de la familia. Pero ella jamás se imagino tal cosa. Antes sospechó que le habían comprado un coche que esto. Y de las dos, estaba claro cual le hacía más ilusión.

En poco más de un día estaría en Japón, conocería el país del que provenían parte de sus raíces y, lo mejor, asistiría al festival anual de cosplay que se realizaba en Tokio cada 5 de Julio! Analizando todo esto, no era tan raro que los nervios le impidiesen dormir.

Sakura suspiró. No quería vomitar en el avión, pero tampoco quería pasarse su primer día en el país agotada por falta de su sueño. Se arriesgaría.

Asió una pastilla del botiquín, a la derecha del espejo, y se dirigió a la cocina con pasos silenciosos. Abrió la nevera, tomó la tableta de chocolate, y partió una pequeña porción, llevándosela a la boca. El médicamente le sentaría mejor con algo aparte de alcohol en el estomago. A continuación, alcanzó un vaso de agua, se colocó la pastilla sobre la lengua y la bebió toda. En seguido sintió un torrente de calma apaciguando sus sentidos.

Rezando a Toriyama por no haberse equivocado, Sakura regresó a la cama.

***

El despertador sonó golpeando a Sakura con contundencia. La joven maldijo interiormente. Tenía la sensación de haber dormido solo un par de horas. Cuando abrió los ojos y comprobó la hora, advirtió que su intuición no estaba tan lejos de la realidad.

-¡Aahaaj! – bostezó, tomando con sus manos las sabanas y cubriéndose hasta la cabeza – Quiero dormir...

Sin embargo, alguien tiró de ellas, desprendiéndolas, poco antes de subir las persianas. La luz golpeó de lleno a la pelirrosa.

- Maldición Hinata... – protestó débilmente y cerrando con fuerza los ojos.

- Es tu culpa – la otra joven, de cabellos cortos y negros, con un bonito brillo azulado, y rostro dulce, no se apiadó de ella – Te advertí anoche que deberíamos volver ya a casa, pero no me escuchaste.

- Pero si yo no quería ir. Fue Ino quien me obligó. Esa cerda... – gruñó, apretando los puños con las cejas fruncidas y los ojos todavía cerrados.

- Ella te obligo a ir – admitió Hinata, sincera –.Pero tu no querías volver. Además, ¿como te sentirás dentro un rato, cuando despiertes, si descubres que has perdido el avión? Si de verdad prefieres quedarte durmiendo, al menos, regálame los billetes... Te prometo que yo sí les saco provecho.

- Está bien, está bien –aceptó Sakura incorporándose – Ya me levanto... – bajó el tonó de voz – Pero me gustabas más tímida que no diciendo tonterías. Y yo no tengo la culpa de nada. – siguió farfullando mientras caminaba hacía al baño – Ino-cerda me obligó, y luego tuve que tomar esa maldita pastilla que...

La morena la observó mientras se alejaba y cerraba la puerta del lavabo tras de sí. Después sonrió. Se sentía feliz por Sakura, pues sabía que ese viaje le haría mucho bien a su amiga. Y también sabía que sus palabras no eran en serio.

Hinata había conocido a Sakura a mitad de la secundaria; cuando su padre, un importante magnate empresarial, decidió que era una estupidez gastarse dinero en una educación privada tratándose de una sin remedio como ella. Y debido a la timidez de la joven, ésta lo paso muy mal los primeros meses, sintiéndose observada por su apellido y sin atreverse a hablar con nadie.

Sakura fue la primera en dirigirle la palabra. La ayudo a adaptarse y la incorporó a su grupo de amigos, todos ellos con personalidades tan distintas como extravagantes, pero que compartían dos cosas: una fuerte amistad, y una pasión, igual de fuerte, por el manga, el anime y la cultura japonesa en general.

La gente del instituto los ignoraba y los llamaba raros y marginados; ellos mismos se autodenominaban raros, frikis y, ante todo, otakus. Pero Hinata encontró entre esas personas algo que nunca había conocido: una sincera y valiosa amistad.

Por ello, con el tiempo, la joven fue venciendo su timidez, llegando a enfrentarse a su padre cuando al terminar Bachiller, éste le exigió que abandonará sus extrañas y dudosas compañías y regresará a casa. Por suerte, Hinata ya era mayor de edad, y con el apoyo de sus amigos fue capaz de negarse a la orden y desobedecerlo.

Desde entonces vivía con Sakura, quien también acaba de cumplir los dieciocho, en un piso que ambas habían alquilado cerca de la universidad donde iban a comenzar sus estudios.

- ¡Hinata! – la voz de la pelirrosa resonó desde el baño, desesperada – ¡Por Kami! Dime que recuerdas donde guarde mi neceser para el viaje.

- Sakura... no tienes remedio – suspiró la morena saliendo de sus recuerdos - ¿Has mirado en el bolsillo lateral de la maleta negra?

- No... – la joven hizo una mueca de disgusto para sí misma para después añadir – ¡Miraré!

***

Hinata acompañó a Sakura hasta la estación de trenes de la ciudad, donde tomaría el AVE hacía Madrid. Podría haber ido en avión directamente, pero la pelirrosa lo prefirió así.

- Cuídate mucho Sakura – se despidió la morena abrazando a su amiga.

- Tu también Hinata. Volveré antes de que te de tiempo a echarme de menos – bromeó, guiñándole un ojo.

Ambas chicas sonrieron. Después, el altavoz llamó a bordo a los pasajeros y no tuvieron más remedio que separase. Sakura miro hacía los lados, algo decepcionada.

- Bueno... Ino, TenTen, Kiba y Shikamaru dijeron que vendrían... Aunque imagino que se les abran pegado las sabanas. ¡Perezosos! – gruñó, alzando el puño en señal de protesta.

Hinata volvió los ojos y trató de decir algo, pero finalmente cambió de idea y se mordió el labio. Ambas amigas volvieron a abrazarse y Sakura subió al tren.

Fue cuando este comenzó a deslizarse por las vías que unos ladridos la alertaron.

- Juraría que... – murmuró para sí misma la pelirrosa. Sacudió la cabeza. Imaginaciones suyas.

Pero de nuevo los volvió a oír. Incorporándose para asegurarse, se asomó a la ventana. Todos sus amigos corrían por el andén, sacudiendo las manos, y Akamaru les precedía.

- ¡Eh frentuda! Creíste que nos habíamos olvidado de ti ¿eh?

- En realidad fue así – señaló Shikamaru con un bostezo – Pero Tenten vino a buscarnos y nos despertó a todos – explicó, malmirado a la aludida. Sakura sonrió.

- Baa... tampoco importaba mucho si venías o no, cerda. – Después se dirigió al resto – Mas vale que la vigiléis en mi ausencia, o llegaré y me la encontraré metida en la cárcel.

- No te preocupes, Sakura. Nosotros nos encargaremos. Tú disfruta.

- Y haz mucho fotos. Yo quiero una de la torre de Tokio.

- Y de todos los Cosplay que haya.

- Y haber si te ligas a algún japonés buenorro.

- Te echaremos de menos, Sakura. Suerte.

Sakura les sonrió a todos y se despidió de ellos con la mano. Después, el tren fue adquiriendo velocidad y sus figuras desaparecieron. Por fin, su aventura daba comienzo.

El viaje en tren fue el más breve, y a pesar de sus intenciones iniciales, Sakura no se durmió. Estaba demasiado excitada para poder hacerlo.

En Madrid tomó un taxi al aeropuerto, y allí se encontró con su grupo. Había mujeres y hombres de distintas edades, pero enseguida congenió con una pandilla cuyos integrantes, saltaba a la vista, eran otakus. Uno de ellos, Sai, se ofreció para sentarse a su lado durante el viaje, y Sakura aceptó. Siempre era bueno compartir la alegría con alguien.

Cuando el avión despegó, el guía a cargo de su agencia les explico que efectuaría paradas en París y en Berlin, de dos horas cada una. Después, volarían toda la noche sin detenerse hasta llegar a Japón.

Japón... repitió mentalmente la chica, emocionada.

Al fin conocería Japón. Y algo le decía que aquel no sería un viaje para olvidar fácilmente. No... Había algo esperándola allí, en esa tierra tan lejana y tan próxima a ella al mismo tiempo.

Antes de cuestionarse que podría ser, Sakura cayó dormida.

*

*********

*

A miles de kilómetros de Madrid, en el país de Sol Naciente, ciudad de Tokio, y distrito de Chiyoda, se alzaba el elegante palacio imperial de la realeza japonesa. Una construcción magnifica de edificios, lagos e impresionantes jardines, que combinaba lo mejor de ambas las épocas. La elegancia y el romanticismo pasados, con los más religiosos avances en tecnología y modernidad.

No obstante, no era calma lo que se disfrutaba esa noche en el interior de aquellas distinguidas paredes. En los aposentos privados del emperador, una severa discusión se estaba llevando a cabo.

- Pero padre, ¡no entiendo porque le das tanta importancia! – gruñó un joven de tez clara, y cabellos y ojos oscuros. Por la fuerza con que apretaba los puños y la estrechez de sus cejas, saltaba a la vista que estaba enfadado. Aun así, resultaba tremendamente atractivo – Si tan solo...

- Mi palabra es no, Sasuke. Y no hay nada más que discutir. – Los rasgos de aquel otro hombre, por el contrario, eran bastos y mortalmente serios, sin ninguno parecido con los de su hijo. No obstante, parecía tan o más enfadado que éste.

- Pero Itachi lo hizo y...

- ¡Itachi! – replicó Fukaku elevando la voz - Harías bien en seguir su ejemplo. Él sí se comporta como lo que es...

- ¡Bien! – interrumpió el más joven –. Eso ya lo se. Itachi, el hijo perfecto. ¿Por qué no te conformas con él y me dejas a mi hacer mi vida?

- Porque Itachi es el futuro emperador y tú eres el segundo príncipe en línea de sucesión al trono. Y te guste o no, tendrás que asumir tus responsabilidades. ¡Es mi última palabra! – dictó, antes de que Sasuke pudiera replicar nada.

El muchacho, furioso, y antes de cometer una imprudencia, eligió largarse cerrando la puerta de un portazo. Estaba de decidido. Si su padre no quería por las buenas, sería por las malas; pero él conseguiría escapar de allí, seguro.

- ¡Jah! – Sonrió prepotente. Ya tenía una idea bastante aproximada sobre quien iba a ayudarlo a hacerlo.


Pues hasta aquí hemos llegado. Se que no ha sido un capitulo especialmente largo, pero era solo el prologo. En el proximo ya se encuentran y podré alargarme un poquito más XD

Y ahora, ¿qué os ha parecido?

Recordad, fic feliz, fic con reviews. ^^