Si hay algo de lo que no me arrepiento, es de haber cruzado este sendero. A mi, me encanta el riesgo. Es algo que no puedo evitar. Amo cometer locuras, arriesgarme y vivir al máximo. Amo lo prohibido.
Tú, con tus suaves cabellos y tu blanca piel, tan bello y tan parecido a mi. A veces he pensado que amarte es como amarme a mi mismo. Sé que eso no es verdad, tú eres tú, yo soy yo. Somos parecidos pero a la vez distintos.
Al-Alfred ¿Qué haces? -
Contemplarte -
Eres tan bello y tan delicado que me dan ganas de protegerte en todo momento. De atarte y no dejarte ir jamás por temor a que alguien más se fije en ti. No lo puedo evitar, no puedo.
Sin ambargo, tú quieres la libertad, quieres que el mundo te vea. Quieres recorrer otro camino con tal de ser visto por los demás, para que seas reconocido de una vez.
Y te duele, te duele saber que todos tus esfuerzos son en vano. Yo crezco cada día más, mientras que tú me sigues a un paso lento y calmado, avanzando poco a poco, quedando entonces siempre atrás de mi.
Alfred, me gustaría que los demás se fijaran en mi un poco. -
¿No te soy suficiente, Mathew? -
No es eso. -
¿Entonces? -
Me siento solo. -
Me lo dices muchas veces y aun así no hago nada por ti. No quiero que la gente te vea, no quiero que alguien más te posea, pero sobre todo, no quiero que tus ojos miren a otra persona que no sea yo.
Egoísta, sé que lo soy, pero no me importa. Tú eres solo mio, tu eres el fruto prohibido que Adam y Eva probaron. Eres solo mio.
Y lo entiendes, sabes que yo jamás te dejaré ir. Comprendes que soy demasiado posesivo y egoísta como para dejarte cumplir ese deseo, y no te quejas. Sabes que sería inútil y una total perdida de tiempo.
Soy consciente de que a ti, aunque intentes ocultarlo, también te va este maldito juego. Te encanta jugar a este juego prohibido, mal visto por la sociedad actual. Me amas, no puedes ocultarlo por mucho que lo intentes, soy bueno observando.
Alfred, vine a verte. -
Mathew, que alegría verte. ¡Viniste a verme, a ver al hero! -
Ja ja ja, claro que sí. -
eres tan hermoso como la bella naturaleza que envuelve Canadá. Y te niegas a aceptarlo, diciendo lo primero que pillas o negándolo con un sonrojo cuando te lo digo. Eso solo hace que me parezcas más lindo de lo que ya eres.
¡Mathew! ¡Me encantas, eres hermoso, tan hermoso como el hero! -
¡Ha! Alfred no me asustes así. Y no lo soy. -
Claro que sí, pero mirate bien. -
Nada, América. -
Huy... no te enfades please! -
Pero, igualmente, todo lo que he mencionado es tan solo una pequeña parte de lo que pienso y siento. Te amo mucho, realmente mucho. Y tú me amas más que a nadie, lo sé. Soy consciente que nuestro amor es prohibido, que Francia no lo verá bien, mucho menos Inglaterra.
Me da igual todo lo que digan, nos amamos y punto. Que esto sea así hace que toda la situación sea más excitante.
Somos dos naciones que sé perfectamente que estamos destinadas a estar juntas. Cómo diría Japón, nos une el hilo rojo del destino.
Mathew. -
Sí. -
¿ Quieres casarte conmigo ? -
Alfred... claro. ¡Claro que sí! -
Canadá y América. Ambos destinados a estar juntos. El mundo conocerá nuestra relación. Nos amamos a pesar de lo prohibido que se nos tiene. Nada nos detendrá, porque lo prohibido se nos hace excitante.
