Hacia mucho que quería escribir sobre los merodeadores, así que está es mi pequeña aportación al fandom.

Disclaimer: Esta de más decir que el universo de Harry Potter es de Rowling, yo soy una más de esas mentes que no puede dejar su historia atrás.


1971

Hogwarts.

Un castillo en el norte de Escocia, construcción que vibra con magia, risas, libertad, cambios. Los nuevos alumnos sonríen temblorosos ante lo desconocido, pero no es miedo, sino emoción anticipada lo que sienten. Los antiguos alumnos, risueños buscan a sus amigos, alegres por regresar a su segundo hogar, aquellas paredes de piedra que los han visto crecer, amar, luchar, descubrirse. Porque Hogwarts es magia, Hogwarts son sueños a punto de hacerse realidad. Hogwarts es el antes y el después. Nadie puede creerlo, sería imposible explicarlo.

Sin embargo, James Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettegrew están dispuestos a averiguarlo. Ellos aún no lo saben, que juntos descubrirán cada rincón de la escuela, que se dirigen a formar una nueva familia. Encontrar hermanos más cercanos y leales que los de sangre, un amor pelirrojo que salvará el mundo, el apoyo incondicional a su verdadero ser. Secretos compartidos, bromas que quedarán en la historia.

Han cruzado el andén 9 y ¾, un nuevo mundo se abre ante sus ojos. El expreso rojo humea, ansioso por llegar a su destino. Sirius mira ese tren como su oportunidad de escapar de la Noble y Ancestral casa de los Black; apenas intercambiando una breve y formal despedida con sus padres, abraza a Regulus, el único al que echara de menos. Le duele dejarlo solo con su madre, pero sólo será un año, se repiten ambos. Sabe que, si escucha una vez más todo lo que debe y no debe hacer por el mero hecho de ser un Black, está seguro que se volverá loco. Sabe en qué dirección están sus primas. No quiere verlas, camina a los últimos vagones, se detiene ante uno semivacío. Un niño duerme recargado en la ventana, su túnica está raída y Sirius imagina la voz de su madre escandalizada. Pero Sirius puede ver el cabello castaño, casi rubio, le recuerda a esa playa muggle a la que fue una vez. Escapó con su hermano, Regulus y su prima Andy, ella les enseñó a hacer castillos con la arena, igual que los muggles. Sirius lo tiene como su recuerdo más feliz hasta ahora.

Un traqueteo fuera del compartimiento sobresalta al niño, Sirius busca el origen y lo encuentra en un chico de su edad, el cabello con cada punta en una dirección diferente, los lentes torcidos y una sonrisa que augura problemas, diversión, sinceridad.

—¡Sí! ¡Al fin un lugar! ¿Puedo?

El chico a lado de Sirius fue el primero en invitarlo a pasar, mientras que él sólo se limitó a encogerse de hombros con desdén. Manías que lo seguían de la casa Black.

—También son de primer año, ¿verdad? ¿Están emocionados? ¿En qué casa creen que los pondrá el sombrero? ¿Imaginan explorar el castillo? Dice mi padre que es enorme. Yo obviamente quedaré en Gry…

El chico hablaba sin poder detenerse debido a la emoción hasta que un estornudo lo interrumpió.

—Eh… Lo siento —dijo una vocecilla en la entrada del compartimiento—. Yo… Me preguntaba… Es que el tren está lleno.

—Adelante —murmuraron los tres chicos al mismo tiempo.

—Yo, yo… soy Peter… Pettegrew.

—James Potter —respondió el chico de gafas sonriente. Dirigió su mirada al chico frente a él interrogante.

—Remus Lupin —dijo muy bajito. Casi como si quisiera hacerse pequeño y desaparecer.

—Sirius Black —acotó el último desviando la atención de Lupin a él.

El rostro de Peter y James cambio de inmediato, el primero lucía sorprendido y un tanto admirado, el segundo formó una mueca de fastidio, era obvio que el apellido le repelía. Lupin fue el único que no reaccionó de ningún modo a su apellido. Por el contrario, de su desgastada túnica sacaba tres tabletas de chocolate, una marca que Sirius no había visto antes (y Sirius era un experto en golosinas), y las extendía a sus compañeros.

—Esto… Mi madre pensó que… Es chocolate muggle, no sé si les gustará —decía dudoso.

James fue el primero en tomar la tableta, sus ojos castaños brillaban ante el primer dulce muggle que había visto en su vida. Peter imitó al primero, pero con más miedo y precaución. Remus extendió la última tableta hacia Sirius, con una sonrisa cansada. Lo dudo un momento, no obstante, la cara horrorizada de su familia (especialmente su madre) lo convenció de tomarla.

Y quién creería que los muggles eran tan buenos haciendo chocolate incluso sin magia.


Una horda de niños seguía a la profesora McGonagall, una bruja de aspecto severo y túnica verde esmeralda, después de escuchar un discurso sobre el buen comportamiento y las casas del colegio.

—… Las casas son Hufflepuff, Gryffindor, Ravenclaw y Slytherin.

James soltó una risilla burlona que hizo voltear a un niño cuya nariz abarcaba todo el rostro y el cabello un poco más largo de lo usual caía a cada lado de su rostro cetrino. Sirius lo miró de reojo con disimulo.

—¿Imaginas lo terrible que sería quedar en Slytherin? —Continuó James en un susurro a Peter—. Aunque, Sirius, tú… ya sabes, como toda tu familia es de Slytherin…

El chico de gran nariz bufó, Sirius hizo una mueca. Remus y Peter pensaron que entrar a Hogwarts ya era un logro, no pensaban ponerse quisquillosos por la casa.

—Ya entendí Potter, pero yo no soy como mi familia.

Luego de eso la bruja los llamó a mantener el orden y los hizo pasar al gran salón en espera de las exclamaciones por la majestuosidad del recinto. Y ahí estaban, el momento había llegado. El sombrero reposaba sobre una butaca, con sus destinos a cuestas.


—Black Sirius.

—Suerte —susurró James.

—Eres quien quieras ser —murmuró Lupin del otro lado de Sirius.

Ese fue el mantra que Remus se había repetido durante el viaje a Hogwarts y que compartía con Sirius, éste último fingió no escuchar a ninguno y con la solemnidad y el porte aristocrático característico de un Black, subió los escalones y se enfrentó al Sombrero.

Vaya, un Black, es fác… No. No es fácil. Tienes el apellido, pero hay algo diferente.

¡Soy diferente! ¡Lo soy!, pensó Sirius.

Tienes las cualidades de un buen Slytherin, la ambición, determinación…

¡No! Déjame demostrar que soy diferente, que valgo más que la sangre.

¿Valía? Bien, esa ansía por probarte te puede servir muy bien en… ¡GRYFFINDOR!

Sirius soltó el aire que no sabía había estado conteniendo, pero fue una mala idea. En cuanto el sombrero fue retirado, el silencio llenó el comedor. ¡Un Black en Gryffindor! Un escándalo para la familia. La mesa de verde de una esquina le miraba dolida, ofendida. Mientras que en el lado opuesto, la mesa escarlata le dirigía miradas de desconfianza y sorpresa.

¡Un Black en Gryffindor!


—Evans Lily.

La chica pelirroja sintió un suave apretón en su mano. Severus seguía mirando hacia delante, como si temiera ser atacado en algún momento. Lily ya estaba acostumbrada a la actitud un poco paranoica de su amigo que, siempre la cuidaba de que Petunia u otros niños la molestaran, no obstante, en ese momento, le hubiera gustado una mirada de Severus para calmarla.

¿Y si Petunia tenía razón y la carta había sido un error? ¿Una broma? ¿Y si no era digna de estar ahí? En el tren ya se había encontrado con algunas personas que se habían negado a mirarla siquiera en cuanto dijo que era hija de muggles. Quizá había un error y no pertenecía a ninguna casa. Quizá en esa ceremonia también se decidía quien regresaba a casa. Quizá…

Demasiado insegura, ¿no crees?

Sumida en sus pensamientos, Lily había caminado hasta el sombrero.

De no tener magia en ti, no estarías aquí, pequeña. Tienes magia, y talento.

Tengo miedo, pensó Lily.

Y es en ese momento donde empieza la valentía de un buen… ¡GRYFFINDOR!


—Lupin Remus.

Remus tuvo que apretar las manos en puños en un intento vano por esconder el temblor en sus manos. Una mano, tal vez la de Peter, apretó su hombro.

«No permitas que otros te definan, eres quien quieres ser», se repitió una última vez antes de cortar la distancia que lo separaba del sombrero.

—Pobre, parece a punto de desmayarse, ¿no crees? —Peter dijo a James en un susurro.

Qué alumnos tan interesantes han llegado este año, susurró una voz en la cabeza de Remus.

Déjame quedarme, por favor.

¡Oh, tú tienes un lugar aquí! Pero dónde… No le temes al trabajo duro que encontrarás en Hufflepuff y eres brillante, ávido de conocimiento… ¿Así que temes que los Ravenclaw te descubran? La astucia de Slytherin tampoco te vendría mal, pero el valor que has demostrado al llegar aquí, al enfrentarte a todo lo que conoces, muchacho. No te menosprecies, encontrarás un lugar en… ¡GRYFFINDOR!

Estupefacto, Remus bajó del taburete y se dirigió a la mesa escarlata. Una niña pelirroja le recibió, con brillantes ojos verdes y una sonrisa encantadora. Del otro lado de la mesa, una tormenta se desataba en el gris de una mirada.


—Pettegrew Peter.

Sin mucha ceremonia, sin destacar, sin pensarlo demasiado, Peter se dirigió al taburete donde el sombrero le esperaba. No era una novedad para él no destacar, ser invisible, insignificante. Lo mejor que aspiraba era convertirse en el satélite de una estrella, así quizá podría reflejar su luz, así, quizá brillaría por una vez.

Hufflepuff, ¿cierto?

Te falta mucho que aprender para esa casa, muchacho. Por eso creo que el mejor lugar para ti es… ¡GRYFFINDOR!

El resto, Peter apenas y pudo recordarlo como un sueño el dirigirse hacia la mesa con sus nuevos compañeros. Él. Un Gryffindor. Él, tenía al fin la oportunidad de brillar.


—Potter James.

Con la confianza que al resto le había faltado, James caminó hasta la profesora McGonagall. El sombrero apenas rozó su cabeza cuando el grito de Gryffindor se había escuchado por todo el comedor.

Pero la valentía no debe confundirse con la temeridad. Cuidado.

James apenas y prestó atención a eso último, los aplausos en el comedor lo ensordecían un poco. Al llegar a la mesa de Gryffindor, la emoción no cabía en él.

—¡Nos hemos quedado los cuatro en Gryffindor! Tiene que ser una señal.

Peter afirmó dándole la razón, la pose de confianza y chulería que se cargaba cegaba a Pettegrew. Sirius sonrió de lado, como un reto «Te dije que era diferente, te dije que yo era mejor», decía su expresión, pero James sólo vio la promesa de diversión en compañía del pelinegro. Remus permaneció callado escuchando a la pelirroja hablar sobre un amigo y su esperanza de que quedase en la misma casa que ella.


—Snape Severus.

Severus mantenía su mente hecha un lío. Las escenas que llegaban a él se remitían a su padre llamándolo fenómeno, monstruo; a la hermana muggle de Lily haciéndola llorar. Pero ya no más. Ahora estaban en el lugar donde pertenecían. Donde los muggles no eran nada, donde la magia podía salir con libertad y los sueños cumplirse.

¿Qué tenemos aquí? Una inteligencia desarrollada…

Estaba en su nuevo hogar, sin padres que golpean porque temen a la magia, sin niñas tontas que arruinan la belleza porque temen a lo que es diferente.

Pero todo ese rencor…

Severus no era un monstruo, simplemente era mejor. Por eso los muggles se comportaban de ese modo, en el fondo les temían a los magos porque sabían que eran mejores.

Creo que ya sé dónde encontrarás el camino que buscas… ¡SLYTHERIN!

Los hombros de una pelirroja se hundieron un poco. Severus confundido se alejó de la mesa donde unos ojos verdes le miraban preguntando mil cosas que, ni él se sabría responder.

—Dijiste que era tu amigo —susurró Remus—. Un color no te define.

Lily sonrió al escucharlo.

Sirius bufó. Un color no te define, pero ese color, sí. Si ese chico se había ido a Slytherin, era porque era igual a su familia: rígido, cabeza hueca, estúpido, si estaba ahí, seguro llevaba maldad en él, pensó Sirius.