La nieve caía, reflejándose en los lentes de un tímido chico de cabello azul que se encontraba distraído de su tarea, mas no era eso lo que robaba su atención. Desde su habitación, que estaba en el segundo piso de su casa, él observaba a un chico del hogar de enfrente que en ese momento había salido para sacar la basura. Esto era ya una costumbre; cada vez que el joven de cabello y abrigo verdes ponía un pie fuera de su casa tenía la mirada del otro sobre sí sin darse cuenta.
El nombre de su acosador -porque el pobre no podía sentirse de otra forma- era Sniffles, un literato y bueno en la mayoría en sus materias escolares de su misma edad, incluso de su mismo colegio y clase. El acosado ignorante era Nutty, un obsesionado de los dulces e hiperactivo de primera. Siempre se lo encontraba temblando, algo que no podía reprimir, por más que lo sustituyese por una clara muestra del síndrome de la pierna inquieta.
Las pocas veces que se lo veía interactuar con alguien en el colegio era con Petunia o Giggles, dos chicas que de hecho parecían tenerle lástima. Una de las cosas con las que podrías identificarlo inmediatamente era su cabello, era de un color verde claro y algo rizado; sin mencionar ese mechón amarillo en el medio. Aunque si había algo por lo que Nutty realmente resaltase eran sus ojos.
Mientras uno de ellos era de color negro y acorde a sus expresiones, el otro era del mismo color que su cabello y, aunque esto podría explicarse como simple heterocromía, eso no excusaba que tuviera una pupila tan diminuta que si le tapabas el otro lado de la cara con el ojo normal, se viera como un psicópata dispuesto a sacarte los dientes para unirlos a una cuerda y usar lo que quede de esa unión como collar.
De alguna forma casi inexplicable, todas estas cosas que Nutty, esos días que contenía sus lágrimas frente al espejo llamaba «complejos», para Sniffles era algo hermoso; único. Algo que distinguía a ese chico de los demás en su monótona vida. Pero Nutty prefería aislarse, por lo que muy pocas veces ha podido hablarle.
Volviendo el tiempo atrás, aún recordaba la primera vez que lo vio. El de pelo verde, según lo que escuchó Sniffles de la «charla de bienvenida» que tuvo su madre con la del chico -que no era más que un vil plan para inculcarle a la nueva vecina los chismes diarios acerca de una vieja que vivía a unas casas-, se había mudado junto con su familia desde otra ciudad por trabajo. Parecía uno de los personajes del último libro que leyó, no por algún rasgo en específico, es solo que podía distinguirse a distancia que era alguien muy interesante.
Tenían doce años y ninguno de los dos ha cambiado mucho desde entonces; hace tres años. Nutty incluso sigue sin preocuparse en sacar los dulces que de vez en cuando quedan pegados en su cabello. Es divertido inclusive cuando su madre o algún profesor lo obligan a hacerlo hasta que cede, y esas adorables caras de dolor que hace al notar que se tira del cabello rindiéndose al final con la cara roja de vergüenza mientras miraba a ambos lados y fingía que no pasó nada, hacían que Sniffles llegara al extremo de tomarle fotos a escondidas, cosa de la que este último no se enorgullecía, pero cada vez que veía las imágenes no podía evitar soltar una pequeña pero indiscreta risa.
Sniffles continuaba viendo a Nutty mientras se reía de la torpeza de este, pues se le había roto la bolsa y, después de gritar «¡Mierda!», se puso a recoger las cosas pero hizo un mal movimiento y se resbaló, dejando caer a la acera cubierta de nieve las pocas cosas que habían quedado dentro de la bolsa. Al terminar de pararse con una expresión de por favor, mátenme decorada con todo y ojeras, se dio cuenta de que dos perros iban persiguiendo al gato de la vieja que vivía a unas casas y, dándose cuenta de que venían justo en su dirección, se apartó del camino dando pasos hacia atrás pero cometió el error de ni siquiera divisar una árbol que estaba detrás de él y su cara y pecho chocaron con la corteza dura y fría, dando como resultado el que, gracias a la gravedad que de seguro lo detesta, volviera a terminar sentado en el piso; pero esta vez con las manos en la cara susurrando rápidamente «duele, duele, duele, duele, […]»,
Con lágrimas en los ojos, pero al mismo tiempo enfado, Nutty alzó la vista hallando -y no felizmente- a alguien que se reía de él detrás de la ventana. El adicto al azúcar se sonrojó completamente y le temblaban hasta los insultos que quería gritar, convirtiéndolos en nada más que balbuceos inaudibles. Apenado, pero queriendo demostrar enojo, se paró firmemente -y con «firmemente» me refiero a como si de un bebé caballo aprendiendo a pararse se tratase- y gritó con la mejor voz que pudo: «¡O… oye! ¿¡De qué te ríes!? ¿Esto te parece divertido? ¡Sal y dímelo de frente!».
Sniffles abrió los ojos como platos. No escuchó lo que Nutty le había gritado, pero cuando volvió a mirar por la ventana lo encontró enojado, sonrojado y mirándolo. Sus pensamientos simplemente se detuvieron y no encontró manera de reaccionar. Parecía la estatua de alguien que murió siendo descubierto inesperadamente de homicidio.
N/A (notas de la autora):
Hola. Bueno, este es el primer Fic que escribo ya que, la verdad, prefiero escribir relatos de terror; con el romance no soy muy buena. Por lo que cualquier error que encuentren -si es que alguien lee esto- les agradecería que me lo hagan saber.
Con respecto al segundo capítulo, lo subiré dentro de pocos días, solo pido paciencia, la inspiración me huye... en fin, gracias por leer el primer capítulo.
See you~
