Todo había cambiado en Narnia. Luego de la última guerra, Caspian, y los cuatro Reyes y Reinas continuaron reinando en paz, o eso parecía.
Lucy y Susan, las dos Reinas, seguían siendo las mismas de siempre; pero algo había cambiado mucho por parte de los varones. Edmund, había madurado bastante, era el sensato, el comprensivo, el inteligente, pero Peter... Pet ya no era el Magnífico.
Nadie sabe qué sucedió, pero su corazón se había endurecido de sobremanera, tanto, que al descubrir el amor entre el Rey Caspian y su hermana, Susan, les prohibió verse, y amenazó a Caspian de muerte.
Nadie comprendía ya sus decisiones, y los días se habían vuelto grises para la joven Susan, quien lloraba cada noche en su almohada, rogando por volver a verlo alguna vez.
Edmund entendía a su hermana, y luego de largas charlas en el jardín, éste arreglaba un encuentro con Caspian, pero eso no se daba seguido, pues Peter siempre estaba atento a todo.
"Caspian, no sabes cuánto te extraño… Si tan sólo pudieras escucharme…"
Susurraba ella acurrucada en su cama… mientras el viento revoloteaba y jugaba con las cortinas transparentes.
La tenue luz de la luna traspasaba por las delicadas telas, y era lo suficientemente brillante como para que llegaran a iluminar suavemente el rostro de Susan.
Una lágrima resbaló por su mejilla, seguida por otra, y otra. Un fuerte dolor abrazó a su alma, y entre sollozos y quejidos, Susan se decidió.
"Estoy harta de vivir así. Esto no es vida. Si no puedo estar con Caspian… entonces prefiero no estar."
Susan secó sus lágrimas y se puso de pie decidida. Caminó hacia el balcón. Las cortinas, animadas por la brisa, acariciaron su cuerpo, lo que le hizo sentir un fuerte escalofrío.
Lentamente se dirigió al borde, miró la luna.
Las nubes se interponían, apagando aquella luz que la había acompañado hasta ese momento.
Susan se quedó pensativa un momento, otra lágrima resbaló y fue a caer directo al piso helado.
"Perdón, Lucy, por no tener el valor de continuar con esto."
Le causaba nostalgia pensar en su hermanita, pero la presión era demasiado fuerte.
"Espero que nunca me olvides, amor. Siempre voy a amarte, y algún día nos encontraremos de nuevo. Te amo, Caspian."
Susurró para sí; ya estaba lista. Dificultosamente se subió a la baranda del balcón. Aquella vista le causaba mareo, realmente estaba a una gran altura.
Respiró profundo, cerró sus ojos, y con una leve sonrisa, como disfrutando de aquello, se dejó caer hacia adelante.
En aquel instante un fuerte rugido hizo estremecer toda Narnia.
"¡Susan!"
Caspian despertó exaltado.
