Venganza bajo el muérdago.
El OMNIPRESENTE Disclaimer: El presente trabajo se basa en caracteres creados originalmente por J. K. Rowling, quien ha cedido algunos derechos a ciertas personas/empresas entre las que afortunada o desafortunadamente no me encuentro. No recibo ningún beneficio económico por trabajar en esto. Pero puedes recompensarme con un comentario (review).
Este es mi primer one-shot navideño. Espero que lo disfruten.
1.- La Víctima.
Caminaban por el pasillo hacia el Gran Comedor. Era el último día de clases antes de las vacaciones de Navidad. De repente, Pansy tiró de tu brazo con brusquedad al tiempo que chillaba emocionada:
- ¡Mira, Draco! ¡Un muérdago!- La miraste con una ceja levantada y una mueca de desdén en los labios. Ni siquiera te dignaste responderle. Así que Pansy comprendió la indirecta y siguió caminando a tu lado, en silencio, mientras recordabas con amargura la primera vez que estuviste bajo uno de esos malditos ramilletes de cursilería…
"Navidad. ¡Qué buen regalo sería que hoy atacaran a uno ¡o varios! de esos estúpidos sangre sucia" Ibas muy emocionado pensando en esa posibilidad hasta que te diste cuenta de que Crabbe y Goyle se habían quedado en el Gran Comedor. Te detuviste. El pasillo estaba desierto. De repente, unos pasos apresurados. Te escondiste detrás de una armadura, pensando en el buen susto que les darías a esos dos glotones. Pero cuando saltaste, rugiendo de manera ridícula, quien estaba a unos centímetros de ti era la persona que menos hubieras esperado. Hermione Granger. La asquerosa sangre sucia sabelotodo. Traía algunas túnicas en la mano, a simple vista se notaba que no eran suyas. Te miró un instante, con una sonrisa burlona en los labios. Y luego, antes de que pudieras reaccionar, te besó."
Un escalofrío recorrió tu espalda al recordar esa sensación. Labios impuros sobre tu inmaculada boca.
"Fueron sólo unos segundos. Apenas un rozamiento de labios cerrados con los ojos abiertos de par en par. En lugar de empuñar tu varita y lanzarle la primera maldición que se te viniera a la mente, o de por lo menos tomarla por los hombros y sacudirla salvajemente por su atrevimiento, te quedaste ahí, petrificado igual que los sangre sucia de la enfermería. Cuando por fin reaccionaste, solo se veía la punta de su horrible cabello enmarañado desapareciendo en una esquina. Quisiste correr tras ella y DES-TRUIR-LA. Hacerle comprender muy dolorosamente que acababa de encender algo terrible en tu pecho. Una hoguera de ira que se extendió por todo tu ser como una tormenta de fuego, amenazando con convertir en cenizas la pequeña cantidad de sentido común que aún conservabas. ¡TE HABÍA BESADO UNA MALDITA IMPURA CON CARA DE RATÓN! Una voz que parecía provenir del techo interrumpió tus furiosos pensamientos. Era Peeves.
- ¡Si tanto lo deseas, yo estoy dispuesto a besarte, aunque no seas el heredero de Slytherin! – Y comenzó a reírse a carcajadas mientras revoloteaba como una estúpida palomilla cegada por las antorchas.
Volteaste con la intención de amenazarlo, y entonces lo viste. Un insignificante ramo de muérdago colgaba del brazo de la armadura, justo sobre tu cabeza. Un alegre e inoportuno hierbajo, que con toda la desfachatez de la magia antigua, venía a significar que NO podías ir tras ella. Que ese… beso… sería un secreto para siempre. Que Hermione Granger había encontrado una forma perfectamente legal y retorcida de vengarse de ti por decirle sangre sucia.
Todas estas convicciones cayeron sobre ti como un torrente de agua helada, apagando la mayor parte del incendio que había amenazado con consumirte, dejando solamente unos tizones incandescentes de puro odio concentrado. Sólo para demostrarte a ti mismo que habías recuperado la compostura, miraste a Peeves y le espetaste en un siseo bajo:
- Si no te largas en este instante, me encargaré de que el Barón Sanguinario te bese a ti.-
Por toda respuesta, recibiste un satisfactorio silencio. Y seguiste caminando rumbo a la Sala Común, tratando de olvidar la sensación de esos labios asquerosamente suaves y tibios.
Habían pasado cuatro años. Y por más que besaras a Pansy, no lograbas borrar de tu boca y mucho menos de tu mente la impresión de los labios impuros que te habían besado por primera vez. Los mismos que todos los días deseabas ver, mientras se movían para articular los peores epítetos contra ti. No es que la insultaras solo para eso. ¿O sí?
Checa la segunda parte: "El criminal" sólo tienes que oprimir la flechita junto al nombre del capítulo ^o^
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