Regina Mills era imprevisible. Cuando él creía que había logrado descifrarla, ella hacía algo que le sorprendía. Fuera un gesto pequeño o un gran gesto, cada día con esa mujer era como vivir al borde de un acantilado. Y eso le encantaba.
Cada vez se hacía más difícil la hora de despedirse; surgían las excusas para quedarse un momento más, los besos en la puerta duraban más tiempo e incluso, a veces, ocurría que alguna cosa le hacía volver a los pocos minutos de haber dejado la casa. A pesar de esto, entrada la noche, siempre debía dejar el lugar porque acostar a su hijo era un rito que no estaba dispuesto a abandonar.
Frente a esto, y casi de manera de natural, aquella noche habían acordado que los hombres Locksley se quedarían en casa de Regina. Roland se había emocionado al saber que esa tarde verían películas y cenarían pizza. Sin embargo, al momento de acostarse se mostró algo tímido. La pieza de Henry le parecía demasiado grande para estar él solo e insistió en que su padre se quedara con él y le contara una historia.
Regina sonrió desde la puerta
- Iré a limpiar el comedor- Y asintió en dirección a Robin para que se quedara con su hijo.
Mientras la mujer movía los cubiertos al lavaplatos, no podía evitar la sonrisa en su rostro. La sola idea de que el arquero estuviera acostando a su hijo en el piso de arriba, le producía un calor reconfortante que le subía desde el estómago.
Sintió unas fuertes manos que rodearon sus caderas y detuvo su tarea.
-Ya se ha dormido- susurró Hood en su oído izquierdo. La respiración del hombre sobre su cuello le hizo temblar.
-¿Crees que estará bien?
-Lo estará, es cosa de tiempo, supongo que no está acostumbrado a vivir en una mansión. Como yo. Pero creo que podremos soportarlo- Una suave risa acompañó las últimas palabras.
-Yo podría soportar tenerles en casa- Se volteó para quedar frente a Robin, atrapada entre él y el lavaplatos.
Uno.
Dos.
Tres.
Tres segundos mantuvieron la mirada fija en el otro, cuando Robin quiso inclinarse para besarla, Regina tomó la copa que estaba a su lado y la interpuso entre ellos.
-¿Vino?- Preguntó con una sonrisa sugerente.
Luego de asentir, Hood bajó la vista frustrado. Esta reina sabía jugar sucio.
Se acomodaron en el sofá. Regina inclinada sobre el pecho de Robin con una manta que le cubría las piernas. La conversación, esa noche, iba de cosas intrascendentes. La segunda copa de vino para cada uno de ellos hacía el ambiente relajado, casi en cámara lenta, como si la vida afuera de esas paredes llevara un ritmo distinto al de ellos.
Cuando decidieron que era hora de ir a la cama, atrasaron el momento de levantarse del sofá, la comodidad del lugar impedía que actuaran con mayor decisión. Sin embargo, al sentir pasos en el pasillo, ambos se levantaron con rapidez.
Roland les miraba desde la puerta mientras pasaba una mano por sus ojos.
-¡Hey, chico! ¿Qué haces levantado?- Preguntó el padre
El niño le miró soñoliento y se acercó a la pareja mientras le hacía un gesto con la mano. Cuando estuvo frente a ellos habló:
-En la pieza de Henry hay un monstruo.
Robin puso las manos en los hombros de su hijo y le dijo con firmeza.
-No hay monstruos en la pieza, Roland.
-Sí, en el closet.
-Estoy seguro de que no, pero registraremos el lugar ¿Sí? Y puedo dejarte junto a la cama tu arco- Intentó tranquilizarlo para que volviera a dormir- Ya sabes disparar con precisión, ningún monstruo se acercaría a tu cama.
Little John había pasado el último mes dándole clases de arco a Roland, ya que consideraba que no era normal que el hijo de Robin Hood no supiera disparar independientemente de si vivían en el Bosque Encantado o en Storybrook. Además, prácticamente desde que nació, el niño era un Merry Men, por lo que aprender esta habilidad era una responsabilidad.
Al pequeño le pareció un argumento válido e hizo ademán de volver al cuarto con ese compromiso. Regina, que había contemplado la escena, hizo un sonido para llamar la atención.
-Yo tengo una idea mejor- Miró a Robin buscando aprobación- ¿Puedo acompañarte al cuarto, Roland?-Preguntó acercándose al pequeño y ofreciéndole la mano.
El niño dudó un momento mirando a su padre, cuando este le miró sonriendo, el chico tomó la mano de Regina y subió las escaleras con ella. El arquero pensó en acompañar sigilosamente al dúo, se moría de curiosidad; pero esta era una oportunidad única para que Regina disipara sus inseguridades sobre su hijo. Aunque ella nunca lo decía expresamente, él entendía que ella temía no agradarle del todo o solo ser considerada agradable; pero no parte de la familia. Así que se acomodó en el sofá y espero pacientemente.
Cuando ingresaron al cuarto de Henry, la mujer se dirigió al clóset y abrió las puertas de par en par enseñando al pequeño que no había ningún monstruo en el interior…
-Sabes que tengo magia, ¿No?- Preguntó al pequeño con una gran sonrisa en el rostro- Así que aunque no haya un monstruo en el clóset, creo que sería bueno poner protección a toda la casa ¿Te parece?
Al menor de los Locksley se le iluminó la cara. La magia es un atractivo demasiado poderoso para un niño.
-Bien, pero necesitaré de tu ayuda, acércate- Regina se arrodilló en la alfombra junto a la cama y tomó las manos del pequeño- Este hechizo es complicado, necesito que cierres los ojos y te concentres para que me des energía. Aprieta mis manos.
Él puso toda su atención en las instrucciones y se las tomó muy enserio. Cerró los ojos y apretó fuertemente las manos de la mujer. Ella, mientras tanto, creó un pequeño espectáculo de luces en el cuarto. Nadie podría culparla por esa demostración, afín de cuentas no todo era mentira, la casa ya contaba con hechizos de protección, y ahora solo esperaba que el niño se sintiera confiado habitando en ella.
Cuando le indicó a Roland que ya podía abrir los ojos, él no pudo disimular su cara de sorpresa y encanto. Las paredes brillaban en un tono verde que recordaba una tarde de verano en el bosque, luces de colores brotaban de la pared y morían en medio del cuarto e incluso algunas de ellas caían formando una cascada…
-¿Yo he ayudado a hacer esto?- Preguntó entusiasmado mirando todo a su alrededor.
-Yo sola no hubiese podido- Le acarició el cabello- ahora la casa está segura.
Dejó que el niño se entretuviera con el espectáculo unos minutos más y luego hizo aparecer una bola de vidrio, no más grande que su mano…
-Creo que sería bueno que conservaras un poco de esto- Movió la mano alzando la bola de cristal.
Al hacerlo, las luces se concentraron en ella y desaparecieron de la pared, dejando la pieza solo iluminada por el suave resplandor que transmitía la esfera. Se la pasó a Roland.
-Podrías dejarla en el velador- El niño se acercó al mueble y la depositó allí, mirándola extasiado- Ahora es momento de volver a la cama.
El chico se acomodó entre las sábanas y miró a la mujer sonriendo.
-Gracias, Regina.
-De nada, cariño. Ahora todos estaremos más seguros- Dudó un segundo- Descansa- Se acercó y le depositó un beso en la frente.
Al llegar a la puerta se volteó a mirarle, le vio bostezar justo antes de que él se volteara sobre un costado. Juntó la puerta de la recámara y bajó.
Robin se levantó al verla entrar.
-¿Te ha hecho problemas?- Preguntó con curiosidad.
-Para nada, es un niño maravilloso.
-¿Cómo has conseguido que se quedara allí?
-Preferiría que fuese un secreto entre él y yo.
Hood rio relajadamente. Esta mujer era imprevisible. La Reina Malvada había resultado ser una excelente madre, y ese toque no se notaba solo con Henry. Había tanto amor en ella, sentía tanto amor por ella…
-Gracias, Regina- Dijo mientras la abrazaba.
La mujer contempló los ojos azules del hombre. Brillaban; gradecidos, enamorados. Rodeo su cuello y se acercó a besarle. El beso no duró mucho porque ella se alejó unos escasos milímetros para susurrar contra los labios del arquero:
-Te amo, Robin.
Y entonces él se sintió flotar. Acarició el pelo de la mujer y reposó su frente en la de ella. A pesar de que lo sabía, lo demostraba día a día y se había dicho a sí mismo que no era necesario que ella contestara a sus declaraciones de amor, ahora se daba cuenta de lo bien que podía sentirse al oír esas palabras salir de su boca. Imprevisible. Aunque esta fuera la primera y última vez que ella lo dijera, a él le bastaba. Pensó en contestarle, pero eso le quitaría protagonismo a las palabras de Regina.
Ella se merecía solemnidad, como una reina. Prolongó el abrazo en silencio. Al menos por unos segundos más…
-Creo que es hora de ir al dormitorio
-¿Tan pronto?- Inquirió la mujer mientras caminaba para tomar su copa de vino.
-A menos que prefieras que te haga el amor en sofá- Le miró mientras se mordía el labio.
La mujer detuvo su caminar antes de llegar a su destino y se volteó con decisión hacia la puerta. En el umbral se volvió a mirar al hombre que estaba de pie en medio del salón.
-¿Vienes?- Preguntó levantando la ceja antes de seguir su camino al dormitorio.
Sin esperarlo, siguió caminando.
Cuando sintió pasos a su espalda, simplemente sonrió.
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Gracias por haber llegado hasta aquí leyendo.
Esto es algo diferente a lo que suelo escribir, principalmente porque creo que roza el AU. Sin embargo, creo que después del final de temporada (y mientras esperamos que regrese la serie) nos merecemos algo feliz.
Mi idea es seguir con capítulos de estos, acompañando a R&R en actividades cotidianas y situaciones felices que giren frente a un adjetivo (el de hoy "imprevisible"). Tengo pensado algunos capítulos más… Así que, esta vez, me gustaría pedir su opinión al respecto ¿Es algo que quieran seguir leyendo?
De ser así, el próximo capítulo estará dedicado a descubrir algo de Robin Hood.
Adiós :)
