Contempla una vez más la pila de hojas sobre su escritorio. La historia más terrorífica del mundo o eso se pretende, fue completada. Pero surgen dudas en él; les gustará a los demás, cosa que le costo año y medio de trasnoches y dolores de cabeza. Cada día observava su cabello, temía que el estrés le causara calvicie prematura. Mira la hora, aún no es tan tarde para entregarlo en la editorial cercana a su domicilio. Esta es la undécima editorial que va a visitar.
Pronto se coloca su chamarra, la cremallera se atora en la subida, espera que no se trate de un mal augurio. Tras jalar con fuerza, finalmente puede cerrarla. Resopla de alivio y se apresura en recoger la novela, recién salida del horno de su ordenador. Tras bajar las escaleras y saludar a los vecinos noctámbulos. Alcanza la salida. En el exterior los perros saludan a la luna con el rabo.
Detiene un taxi, en el interior agita sus dedos, estira sus brazos mientras en su cabeza los pensamientos se arremolinan; él pobre a veces creé que le dará un derrame cerebral.
Finalmente da con la editorial; con serenidad entra al lugar, conoce de sobremanera el protocolo. Después de entregar el delicioso pastel de hojas. Satisfecho, retorna al hogar: Mañana cumplíra con su trabajo como almacenista.
Pequeña se le hizo la noche, habituado a dormir pocas horas. Sale dispuesto a cumplir con su trabajo. No hay de otra, a fuerzas necesita el dinero, *Money talks when people need shoes and socks…
En está ocasión no se subió a un taxi; necesita ahorrar dinero para pagar la renta. En su lugar tomó el metro. La lombriz gigante de metal se estaciona enfrente enseguida abre su boca, lo reta a entrar. El treintañero se pone en guardia para recibir el alud compuesto de gente. Tras sucumbir esto, sacude su abrigo mientras busca con la mirada algún asiento.¡Sorpresa, sorpresa! topa con un asiento desocupado. Mas pronto que tarde se arroja sobre el asiento. Una vez instalado, saca un cómic antiquísimo de su abrigo obscuro; en la portada se puede ver en letras grandes el titulo de la revista; la revista se llama: "Tales from the Crypt de la EC Comics" ¿De dónde salio o cómo lo consiguió? ¿Quién sabe! En realidad lo consiguió en su puesto de trabajo, los beneficios de trabajar en una bodega. Durante el viaje, el joven se burlaba de la trama terrorífica, mostrada en el cómic.
—Cuando mi novela sea publicada, el mundo por fin experimentara el terror autentico; ¡basta! de sustos chapuceros, provocados por cuentos narrados frente a una fogata.
Una pareja de ancianos se arriman hacia él, para coger el asiento contiguo. El joven de prisa guarda el cómic de nuevo en el abrigo; realizada esta acción, consulta la hora en su reloj de pulsera: ¡las siete y media! Tiene tiempo para echarse una pestaña, sin reparo, se hace ovillo en su lugar. Sin embargo no logra dormir… Uno de los ancianos se recargo sobre su hombro. —¡Por qué a mi! —musita en tono muy bajo casi chillando. Intenta hacerlo a un lado y ni así se despierta. La esposa del anciano no presta atención a lo que sucede; dando a entender que goza con la penuria del joven.
Una hora más tarde, el joven sale del metro maldiciendo su suerte.
Finalmente llega al almacén, el lugar es grande pero no tan grande para extraviarte. Su supervisor, le da los buenos días al mismo tiempo que lo abraza. Se pregunta en su mente: ¿por qué tan cariñoso conmigo? De inmediato su nariz es golpeada por el fuerte olor de vino rancio. Adiós a la sobriedad, está transitando por un momento sórdido.
—¡Oh, ya veo! ¡Rita, te volvió a engañar! ¿Esta vez con quién? Cuéntamelo todo mientras amontonamos cajas —pronuncia en tono sarcástico. El supervisor no se inmuta con el comentario, sólo se tambalea de lo borracho que está.
Tras un arduo día de trabajo, el joven se hace la promesa de ya no desvelarse nunca. Pero antes de irse a descansar. Igual que todas las tardes, se introduce a la cafetería de siempre. Sacude su abrigo mojado por la lluvia, los expertos del clima fallaron ésta vez. Prometieron que seria un día soleado… En fin, luego de soltar un sonoro "D'oh" Toma la mesa de costumbre, su lugar favorito, alejado del resto de los comensales. Además donde se sienta, a su costado se encuentra la enorme pared de cristal que funge como ventana. Permitiendo apreciar el exterior. ¡Que maravillosa vista! Gente saliendo de sus carros sin excluir el bullicio habitual.
Lejos de allí, una mesera camina apurada para avisarle a su mejor amiga, sobre la llegada del escritor de tiempo escaso. Se detiene para serenarse (no es para tanto).
—¡Mujer! ¿te encuentras bien? —preguntó su mejor amiga, sosteniendo una charola.
—Agitada, por caminar deprisa, pero esto no importa; lo importante es: Brandon Flowers, esta aquí como cada tarde.
—¡Él, él, él, está aquí! —expresa nerviosa.
Su amiga se ríe y lo peor es que se burla:
—¡Aquí no, allá! ¡Vamos Barbie, es ahora o nunca, dile lo que sientes por él! —dice muy animada Kaley.
La hija del dueño de la cafetería nombrada: "El búho pizpireto" ¿Por qué se llama así, quién sabe?
—De acuerdo —pronuncia con firmeza al principio para luego dudar con congoja—, pero si me rechaza. No me gusta recibir un 'No' como respuesta.
Kaley, la agarra bruscamente y la dirige a la bodega donde guardan las provisiones. Ya adentro, le explica el plan de como va a conquistarlo.
Más allá de la bodega, el joven cabecea y bosteza repetidas veces desde el sofá color marrón. Se cuestiona por qué nadie lo atiende. Barbie respira hondo y con paso firme se acerca a la mesa de su amor aún no correspondido.
—¡Buenas tardes! De inmediato te traigo tu orden pero antes me urge hablar contigo sobre algo muy importante —comenta sentándose a su lado, este acto le causa un gran desconcierto.
—¡¿Ya no hay Tiramisú?! —corta la tensión con un chascarillo. Ella se ríe por lo bajo y a la vez lo mira fijamente. Él se siente incomodo con ésta situación, detesta que lo miren con insistencia o fijamente.
Abre la boca para suplicar que lo deje en paz pero es interrumpido por ella.
—Brandon, quería invitarte a un baile de beneficencia porque no tengo a nadie con quien ir. Hace mucho tiempo termine con mi novio, exactamente hace cinco años. ¡Al muy imbécil, le di todo de mí y sobre todo, quiero decir todo…!
Brandon se frota el cuello mientras ella continua hablando.
—¡Lo siento, perdona, no volveré a divagar! Por favor acepta ir al baile conmigo, va ser muy divertido; te juro que no te vas arrepentir… ¡Que boba soy! invitándote así porque sí. Discúlpame de nuevo. Olvide a tu esposa, novia, amante: que sé yo —aparta la vista de él, prefiere mirar la ventana.
—¡No tengo esposa, novia y lo demás… todavía! —confirma tímidamente.
—¡Fantástico! entonces, aceptas la invitación porque si no la aceptas: tendrás que pagarle, a mi jefe, el señor Lane. La enorme deuda… Esas cenas no eran gratis.
—¡Me estas amenazando! Pensé que te agradaba, que eramos amigos: por eso las cenas gratis. De acuerdo ¿cuánto te debo? —decepcionado y molesto saca su cartera.
—¡Kaley, querida, muéstrale la cuenta! —llama con ímpetu a su amiga.
—¡Tenga! lo que le debe a mi padre —le entrega la cuenta.
Brandon maldiciendo en su interior, la sostiene, de inmediato la observa. Sus ojos se sobresaltan de la impresión. En la cuenta sobresalen más de cuatro ceros.
—¡Señoritas no sean pesadas y muéstrenme la cuenta de verdad! —pronuncia con escepticismo.
—¡Es la cuenta de verdad! —las dos gritan en unisono.
Brandon tiene mucha hambre y siente mucho sueño, en lugar de batallar, prefiere caer igual que una moneda; en otras palabras, redondo cae en la treta de ella.
—¡Estoy muy emocionado de asistir al baile contigo! ¿cuándo y dónde?
—Hablas en serio —lo mira con desconfianza.
—¡Sí! —sonríe para que se lo crea.
Barbie, gritando de emoción lo abraza por el cuello. Brandon se siente halagado con el gesto de la mesera. De hecho es la primera vez que lo invitan a un baile.
Después de abandonar la cafetería, su segundo hogar. Debido a que la visita todos los días; desde julio del 2013, para ser exactos. Ya son dos años, ahí la razón de la cuenta: y no se trata del gran marqués. Con la barriga llena, retorna al hogar.
Una vez instalado en su suavecita cama, Brandon pensaba en la forma de evadir la invitación al baile. Una solución seria pagar la cuenta pero dónde carajos va a sacar tal cantidad, ni siquiera puede acercarse a un banco, ya de por sí les debe un montón. Otra solución seria cambiar de cafetería o escapar de Chicago, la ciudad donde radica.
Los siguientes días, el remedo de escritor se la pasó dando largas a Barbie. "Por supuesto vamos ir al baile, si como no chucha" Dijo con malicia en su interior. Dentro de esos días nada extraordinario ocurrió, únicamente la misma rutina de siempre.
Hasta que cierta mañana, recibió el correo. Entusiasmado por la notificación de la editorial (donde entrego su novela de terror); acompañada de un paquete amarillo de tamaño grande. Brandon cierra la puerta del buzón. Con celeridad sube las escaleras que conducen hacia su departamento. El lugar se encuentra algo desaliñado. Brandon recarga el paquete amarillo sobre la mesa, atiborrada de diarios, libros de Stephen King, H. P. Lovecraft, Neil Gaiman, etc; hojas sueltas de papel y varios objetos de distinta clase.
Toma asiento en el sillón opuesto de la mesa de centro. En una esquina de la mesa sobresale su taza de café. Por la sacudida un poco de café se derramó sobre la mesa.
Su inquietud es enorme. Le importa nada limpiar la mesa. Con desesperación se deshace del sobre, saca la carta, la desenrolla. A continuación la repasa en silencio. La carta no dice mucho, sólo dice lo que Brandon sabe de memoria, el mismo párrafo de:
¡Lo sentimos mucho! Su novela no nos convence en lo absoluto, por tal motivo la hemos rechazado. Su ortografía es tan desastrosa que ningún editor logra descifrarla. Podría explicar más pero las palabras sobran demasiado en su caso. Descuide. Es tan nefasta en calidad que ninguno de nosotros nos atreveríamos en plagiarla o copiarla íntegramente. Su escrito no me causo pánico en ningún instante; aunque me causo mucho terror tener que decirle todo esto.
Atte. Thomas Oliver Chaplin
Brandon colérico por causa de las agrias y ariscas palabras, estalla de coraje. Desquita su ira con la mesa, cada objeto sobre la mesa fue arrojado en distintos puntos del suelo. El paquete de color amarillo cae sobre su pie, Brandon expresa un grave ¡Ay¡ Al tiempo que lo lanza a una distancia corta de él. Al no haber más objetos que lanzar; el increíble Hulk, aporrea la indefensa mesa con sus puños, mientras comenta entre dientes:
¡Por que a mi, mátame ahora, ningún esfuerzo e intento es suficiente; pinta las paredes con mis sesos rosados!
Haciendo la mega rabieta de su vida y no hay nadie ahí para serenarlo.
Después de un pequeño lapso, en intentar fracturar el cristal de la mesa, forrada con madera fina. El joven malhumorado posa la vista en el paquete amarillo. Preguntándose que hay allí. Respira hondo y enjuga algunas lágrimas, producto del coraje. Se estira para alcanzar el paquete. Lo tiene, se siente algo pesado; de inmediato lo recarga en la mesa recién escombrada. Sin mas tardanza lo abre, en su interior se encuentra un sobre mediano y debajo del sobre, se encuentra una máquina de escribir de modelo antiguo; el aparato corresponde a la década de los años cuarenta.
Brandon abre la carta sin leer el remitente. Esta otra carta también la repasa en silencio. La carta dice lo siguiente:
Mi querido nieto espero que estés muy bien. Hace tiempo quería enviarte este regalo pero no lo envié antes por mi senectud, jeje. No es cierto, solo bromeo. En el mes de mayo me encontraba con tu abuela en el bulevar de los sueños rotos. En una esquina se alcanzaba a ver una tienda de antigüedades. Decidí entrar para recordar hermosos ayeres. Ya adentro del lugar, observábamos cada objeto; lo que más me llamo la atención fue un reloj cucú y un piano de ébano. En eso andábamos, cuando me volteé y choqué con una vitrina que resguardaba ésta máquina de escribir. Sentí una enorme atracción hacia ella (como cuando un troll te escoge); tenia que ser mía a cualquier precio. No me importo haber gastado casi toda mi pensión. Tu abuela me regaño con severidad pero cuando mencioné tu nombre, ella pidió que la envolvieran.
Te la regalo a ti porque cada cuento terrorífico que me contabas me hacia orinar de la risa y gritar de emoción. La crueldad nunca se manifestó en ti. Los fantasmas de tus historias hacían ver mal a Gasparin, porque tanta ternura destilaban ellos. Lo siento mi muchacho, nunca vi la sangre en color rojo, en su lugar la veía color frambuesa. Pero pese a esto, tus cuentos me hacían sentir muy feliz. Jamás olvidare esos ratos de lectura. Tu voz me acompaña en cada instante de mi vida. ¡Te queremos mucho, en vastedad! Nunca por nada del mundo dejes de escribir. Ten en cuenta que tu imaginación es muy extraña pero única, exclusiva de ti.
P. D. Nunca cambies.
Atte. Tu abuelo y abuela paternos.
Brandon se quiebra en el sillón, las lágrimas caen en cascada. Las palabras del abuelo lo conmovieron demasiado. Se recuesta en el sillón indeterminado tiempo. Ambas cartas lo crucificaron, entre tú no eres nada y entre tú eres tan importante para mí. Desahoga todo el dolor contenido en su interior, las lágrimas que siempre contuvo en el fondo de su ser. Ninguna llamada o vecino molón, lo saca de su trance.
Al tiempo no le importa su estado anímico, dos horas después, Brandon recuerda su obligación de ir al trabajo. Sin ningún animo de ir, opta por no ir.
Con los ojos súper hinchados estilo ratón blanco, por tanto llorar; saca la máquina de escribir color negro charol, brilla como si tratara de una joya mágica.
La pone encima de la mesa y comienza a inspeccionarla con intriga. Por impulso desliza cuatro dedos sobre las teclas de la máquina. Luego con su otra mano agarra la palanca para rotar el rodillo. Otro minúsculo rato después, sacude el armazón. Ocupado en esto de inmediato siente mucho frió, mas bien escalofrió. Pese que el calefactor funciona muy bien y la primavera continua en el barrio.
Y no sólo siente frió, también siente una angustia de proporciones indescriptibles. Un amalgama de sentimientos encontrados: Odio, coraje, ansiedad, exasperación, despecho: pero sobre todo más odio. Quizás la corajina le hizo daño a su sistema. Sintiéndose terrible se desmaya, cae deprisa de costado; fuera del límite formado por el sillón junto con la mesa de centro.
