Hola gente! ¿Qué les parece? Un nuevo fic hetalia y harry potter!

Espero les guste, aún soy nueva y necesito su ayuda para mejorar mi escritura, y es esto o hacer cartas. Elijo esto.

Aviso de siempre, ni Hetalia ni Harry Potter me pertenecen, tal vez saqué ideas de otros fics pero es mi historia, y como dicen, cada autor tiene un punto de vista distinto.

Lean y reviws, ¿si?

Respira, 1, 2, 3, 4, 5, espira, 1, 2, 3, 4, 5, respira 1, 2, 3, 4, 5, espira 1, 2, 3, 4, 5, respira…

Repitió la secuencia varias veces, terminó perdiendo la cuenta. Arthur trató de seguir así, pero la sensación de mareo, de asfixia terminó por obligarlo a ir al baño. Sobre el lavamanos, Arthur escupió toda la sangre que llevaba tratando de mantener dentro de su cuerpo. Se sacudió cuando los espasmos recorrieron su cuerpo, seguidos de algunas punzadas en su abdomen.

Cuando logró dejar de vomitar se miró en el espejo. La cara pálida, los ojos rojos, a, es cierto, los labios, mentón y parte del cuello llenos de sangre. Tembloroso, acercó las manos al torrente de agua y se lavó la cara. Luego, evitando mirarse de nuevo, se pasó las manos por la cara, el pelo, y fue bajando hasta quedar sentado en el piso de cerámica con la cara en las manos. Luego, algunas lágrimas se escaparon de sus ojos, y por algunos momentos el poderoso Imperio Británico se permitió llorar. Tantas muertes… Claro que él no sentía todas las muertes. Pero cuando la gente moría de esa manera, a través de tanto dolor… simplemente no lo podía soportar.

Y luego estaba esa parte de él. Ese lado oscuro que todos los países tenían, que solo surgía cuando se sometían a mucha presión, cuando su gente sufría, en medio de la guerra, en medio de ese conflicto de lealtades que todos, en algún momento de sus semi-inmortales vidas tenían. Cuando sus ojos ya no reconocían a los amigos entre sus enemigos, y cuando sus corazones se desconectaban de sus cuerpos y mataban sin culpa. Y luego esa culpa reprimida los perseguía por siempre. Ellos tenían que seguir a su gente, aunque supieran que estaban equivocados.

Pero en este caso todos los estándares de siempre estaban equivocados. En esa guerra civil, se suponía que su gente leal estaba en contra del mal, pero, desde asía ya algunos años, tenía lapsus en donde apoyaba a el otro bando. Donde su alter ego casi lograba llevar a caso sus sangrientos propósitos de matar.

Y habían veces en donde casi no lograba controlarse. Ya le tenía miedo a dormir profundamente, por si al despertarse hubiese matado a alguien.

Miró su chaleco, que aunque casi no se notaba, estaba manchado con algunas pequeñas gotas de sangre. Con un suspiro, se levantó, dispuesto a cambiarse de ropa. Tenía una cita con nada más que su reina, y, mientras revisaba su ropa buscando algo que le viniera a la ropa que traía puesta, no pudo evitar pensar en qué pensaría la anciana dama de él. Por supuesto que notaría sus ojeras, sus ojos irritados y las pocas canas que le habían salido. Y el no estaba dispuesto a contarle la verdad.

Terminó eligiendo un chaleco casi del mismo tono que el anterior, tomó su chaqueta, su maletín y el frasco de pastillas de hierro que había comenzado a llevar a todas partes.

Saliendo de su casa, hizo algo que asía desde que supo que Voldemort había regresado. Con sus dedos manchados de carbón, dibujó un antigua círculo celta en su puerta. Cuando desapareció, comprobó que se había cerrado herméticamente y era imposible entrar.

Se limpió los dedos con un pañuelo y corrió para alcanzar el taxi.

-Salto de tiempo-

-Palacio de Buckingham-

Arthur sostenía la taza de té en sus manos. Con todas sus fuerzas de voluntad le seguía la conversación a la reina de Inglaterra, que, en el otro sillón de color palorosa le hablaba de la situación del reino que él, como le hizo notar en repetidas veces, ya debería saber. La señora era una persona encantadora y muy culta, alguien con que todo ser con cerebro quiere cruzar palabra alguna vez, pero, en el estado de Arthur, el quería que se callara de una vez. Sus palabras le martillaban la cabeza, creía que se desmayaría, y como era una reunión oficial con la reina, no podía alargar la mano a su bolsillo y sacar un par de pastillas de hierro.

Le parecía una tortura.

Cada vez, parecía que sus pestañadas eran más lentas. La reina no parecía notarlo. Tal vez, si lograba dormir unos segundos, podría atender la conversación con naturalidad…

-Arthur, Arthur, ¡Arthur!

Repentinamente, Inglaterra cayó al piso. Por suerte la taza estaba vacía. Aún un poco adormilado, miró hacia arriba tratando de conectar en su mente porqué su superior lo miraba ceñuda.

Hasta que recordó que se supone estaba en una importante reunión…

Rápidamente se levantó, claro, con un poco de dificultad, y se trató de disculpar.

-yo...esto, s-señora, le ruego me disculpe, f-fue muy indecoroso de mi parte…- sonrojado trataba de disculparse.

La reina lo miraba algo molesta, si, pero también preocupada.

-te dormiste cuando estaba hablando. –Increpó la Reina.- ¿desde cuándo no duermes apropiadamente?

-yo, hum, bueno, c-creo que desde hace unos días…- no iba a decirle que desde hac{ia meses.

La Reina suspiró.- bueno, no creo que atiendas gran cosa si te duermes cada 5 minutos. Y me alegro de que no hayas manchado de té mi alfombra favorita. –agregó, para reprenderlo un poco.- ve a casa y duerme. Me encargaré de que tus papeles te lleguen mañana por la mañana.

Inglaterra sonrió agradecido. – muchas gracias Isabel. Le prometo que dormiré lo más profundo que pueda.- lo más que pudiera con la alarma cada 5 minutos.- y perdóneme por mi irrespetuosidad.

-Tranquilo, comprendo que estés también bajo mucha presión. Pero espero que no se vuelva a repetir.

-no lo hará. Me encargaré de eso.

-me alegro. Cuídate, Arthur, llega bien a casa.

-Usted también, la veré en otra ocasión. – le besó la mano y se dejó escoltar por ella a la puerta de la habitación. Bajó por las escaleras, mirando el castillo con asombro, pues, aunque lo hubiese visto cientos de veces, siempre le parecía majestuoso. Incluso se lo parecía cuando veía su construcción.

Cuando llegó a la recepción, se le fue entregado su maletín. Distraídamente, mientras esperaba el auto que le habían mandado a pedir, sacó el par de tabletas que había necesitado y se las tragó sin agua. Estaba por salir a esperar en los jardines cuando una mano lo tomó del hombro. Se dio la vuelta, y se topó con la escrutadora mirada del primer ministro.

-¿Arthur Kirkland? Preguntó este, mientras Inglaterra se daba la vuelta para darle el acostumbrado apretón de manos.

-Señor ministro. –Contestó este a modo de saludo.

-necesito hablar con usted en privado.- casi sonó como una orden.

-Puede ser, pero mi transporte llegará en cualquier momento.- Trató de excusarse, pero al momento de soltar sus manos, los ojos del ministro se tornaron fríos y su voz dejo de ser cálida.

-me temo que de verdad su presencia es necesaria.

-tengo algo que hacer…

-es una orden.

Arthur dejó caer sus hombros. Ahora le salía con eso de las órdenes. Mierda, a veces eso de que las naciones tenían que seguir las órdenes de sus jefes era verdaderamente irritante.

Con desgana, Arthur empezó a caminar al lado del primer ministro. Quien, por cierto, y a pesar de que era evidente para el expirata, miraba con disimulo a sus guardaespaldas. Luego de caminar por algunos pasillos, terminaron en el estacionamiento subterraneo, donde la nación fue obligada a entrar en un auto y a ponerse una venda en los ojos. No sirvió de nada las primeras 2 horas, pues, como estaban en territorio Ingles el sabía exactamente donde estaban, pero luego se salir de su territorio estaba totalmente perdido.

Lo bajaron del auto y se sorprendió al pisar una superficie metálica. ¿Estaba acaso en Sealand?

Pero sólo le bajaron la venda cuando, luego de recorrer lo que le parecieron muchos pasillos, se detuvieron ante una puerta, la abrieron y lo dejaron dentro. Tardó un rato en adaptarse a la luz, y se dio cuenta de que no estaba solo en aquella habitación.

En aquella blanca y amplia sala, al menos 8 países lo miraban.

-Anglaterre, mom ami, ¿vienes a unirte a la fiesta?

Escribí bien el francés?