I
No todos podemos llegar a viejos-explico con naturalidad.
Su mano empuñaba la pistola calibre 36 y apuntaba sin piedad hacia su cabeza. De rodillas con las manos apretando la tierra húmeda y los ojos vidriosos esperaba con una paciencia casi sobrenatural la muerte.
No intentes hacerte el valiente-mascullo entre dientes mientras sus ojos ambarinos destellaban asco y sus labios no eran más que un músculo torcido-No tienes nada que decir ¿eh? Hijo de puta.
No respondió a la agresión se limito a lanzar un suspiro que sabía haría exasperar a su agresor y lo obligaría a accionar el gatillo que sacaría a una velocidad impresionante la bala y se incrustaría sin piedad en su cabeza volándole los sesos, su sangre salpicaría las piedras y la tierra absorbería cada gota para hacerlo renacer algún día de sus entrañas.
Y fue exactamente así como sucedió.
Despertó sobresaltado con gotas de sudor bañándole el rostro, la respiración agitada y la conciencia intranquila.
Todavía soñaba con él, a pesar del tiempo, el recuerdo permanecía nítido. Aún podía ver su figura arqueada por el impacto y el choque de su cuerpo contra el suelo. Podía percibir el olor a sangre fresca combinado con el de la madre selva. Las gotas de lluvia empapándole el rostro que coronaba una sonrisa de triunfo y de placer.
Matar.
Ese había sido su motor principal durante muchos años, pero ese primer asesinato, el primero de los muchos más que cometió, había sido predeterminado, a sangre fía, sin piedad y sin poder espiritual. Y eso que solo contaba con 10 años de edad.
CDE-
El bullicio habitual dentro de la pensión, el mismo ritmo, sin ningún cambio, todo normal y aparentemente perfecto.
Desayuno sin siquiera sentir el sabor de los rollitos de camarón y bebió sus reglamentarios tres litros de leche como siempre. Tenía ojeras y una jaqueca que le impedía pensar sin embargo no deseaba volver a dormir, aquel tortuoso sueño regresaría más feroz, más siniestro.
No te ves muy bien Ren-comentó con ojos preocupados el pacífico shaman que era su amigo-Deberías...
No-dijo tajante, meneó la cabeza de un lado a otro-Esta vez no Yoh... Hay cosas... recuerdos... En esta ocasión no puedes ayudarme-sonrió débilmente antes de retirarse e intentar buscar refugio en el jardín.
¿Y ahora-preguntó con voz fría la rubia mientras se acercaba a su futuro esposo y apoyaba su mano en su hombro.-¿Qué le pasa a este?
Su prometido se encogió de hombros sin perder nunca la vista de su amigo.
CDE-
El sol bañaba las grandes montañas que rodeaban el fantástico palacio perteneciente a los Tao. No se oían risas ni cantos alegres a pesar de que había niños en la casa. Silencio. Quietud. Sólo a veces se escuchaban los jadeos furiosos provocados por el esfuerzo que representaban los entrenamientos.
Su carita infantil mostraba dureza y su mirada estaba llena de rencor. Aborrecimiento hacía el mundo, hacía a la gente, hacía sí mismo. Se coloco la bata en silencio y sus piecitos descalzos recorrieron el largo pasillo antes de llegar al baño.
Ojos negros le observaban escondidos entre las paredes. Su dueño, un muchacho flacucho y taciturno, le salió al paso y le tendió la toalla. Ren lo miró de arriba abajo con desdén, y sus ojos audaces descubrieron que tendría tres años más que él, tomó la toalla con brusquedad y lo contemplo una vez más.
Tu nombre, ¡Ahora-ordenó
Denbe, Togo Denbe-respondió con voz firme y clara.
CONTINUARA...
Notas: Este fic lo lanzó para conmemorar mi primer aniversario como escritora, contara sólo con dos o tres capítulos más, espero lo disfruten. Es con todo mi cariño para mis lectores. Espero estén bien. Chao.
