Los ojos azules del muchacho la miraron bajar de la elegante limosina, extenuante. Todos en el pueblo esperaban ansiosos la llegada de Akane Tendo y su hermano Mouse, un par de hermanos adinerados dueños de la herencia de su difunto padre, cuya fortuna había ganado luego de estar muchos años en los negocios, como él siempre decía había que saber bien con quién tratar y pensar muy seriamente toda propuesta, pues sellar malos tratos podía llevar a toda la familia a la quiebra. Akane y Mousse disfrutaron durante su niñez y adolescencia de todos los placeres que el dinero podía otorgarles, provenían de una enorme mansión en la capital de Japón y eran conocidos por todo el país por ser la familia más adinerada. Eran más bien conocidos como un par personas caprichosas acostumbradas a tener todo cuánto quisieran, muchos los respetaban, muchos los envidiaban. Parecía que nada les hacía falta, Akane era una mujer de diecinueve años, bella, por lo que cuál muchos hombres estaban dispuestos a unir su vida a la de ella en enlazo matrimonial, sin embargo ella se negaba rotundamente alegando que ella decidiría con quién casarse y no era ninguno de los que había conocido en su vida, decía que ninguno estaba a su altura. Mouse por su parte, era un joven de veintidós años, apuesto, acostumbrado a tener cuánta mujer quisiera aprovechando de su propia belleza. No era un joven de compromisos, sólo simples chicas de una noche y nada más. Por su puesto su hermana menor no estaba a gusto con la vida libertina de él, pero sabía que poco podía hacer ella para cambiar a su hermano acostumbrado a hacer todo que quiesiera desde que era pequeño. Su madre murió dando a luz a Akane, el hombre que ya tenía una buena fortuna fue invirtiendo y poco a poco llegó a ser el hombre más millonario de todo Japón, complaciente con sus hijos y con la creencia de que satisfaciendo todos sus caprichos, éstos serían felices. Convencido de que la felicidad está en el dinero.
-No estoy segura si venir a ese estúpido y olvidado pueblo haya sido una buena idea-Le susurró al oído Akane con su habitual altanería a su hermano mayor, quién sonrió ampliamente.
-Aquí hay mucha gente pobre hermanita, hay una sola escuela y un solo hospital a cargo de un decrepito viejo que no tardará mucho en irse al otro mundo. Nosotros podemos mejorar la vida este pequeño pueblo-Le contestó en un susurro.
Ambos se habían bajado de la limosina y apenas esto ocurrió, sintieron las miradas de todos sobre ellos. Mirándolos con curiosidad.
Muchos de los habitantes del pueblo se encontraban a su alrededor en un rotundo silencio, aunque dispuestos a hacerles muchas preguntas acerca de la soñada capital.
-Si quieren preguntarnos algo pueden hacerlo..-Sonrió Mousse. Inmediatamente comenzó el bullicio la gente les hablaba al mismo tiempo, lo que lo obligó a hablar en un tono más golpeado-¡¡Pero, en orden!! ¡Levanten su mano si quieren decir algo!-Todos guardaron silencio guardándole respeto al joven.
Una mujer fue la primera en levantar la mano.
-¿Si, bella dama?-Sonrió Mousse.
Akane lo miró molesta de reojo. Aquella manía de su hermano le molestaba.
Las mujeres del pueblo traían puesto vestidos simples, sin mayor adorno. Parecía un simple pedazo de tela torpemente cosido a mano y los hombres unos pantalones y camisas no muy elegantes. La mayoría de los hombres eran de piel oscura debido al trabajo diario bajo el sol que se veían en la obligación de realizar para alimentar a su familia, sin embargo había un joven que se diferenciaba de los demás. Un apuesto joven de ojos azules que la miraban atentos, su piel era blanca, su cabello negro atado a una trenza. La sorprendió, parecía un joven de buena familia, tenía cara de hijo caprichoso y adinerado sin embargo, muy alejada estaba de su realidad. Sabía que no podía tener mayor dinero pues, el pueblo era olvidado y el dinero que se pagaba en las ocho familias que vivían ahí, era poco aún en la más numerosa.
Notó también la mirada de muchas jóvenes sobre su amplio vestido, que no se comparaba a los que ellas vestían. La miraban con envidia, pero sin embargo no prestó mayor atención. Miraba fijamente a los ojos azules del muchacho y él, al parecer, tampoco quería desviar la mirada de la de ella.
-¿Vienen a quedarse para siempre? La verdad no estamos muy acostumbrados a recibir visitantes, es por eso que estamos tan emocionados por su llegada-Sonrió la mujer-De todas maneras les damos la bienvenida.
-Muchas gracias-Sonrió Mouse-No, estamos de paso. Vinimos aquí a mejorar la vida del pueblo y luego nos iremos mi bella dama pero, no me olvidare de la preciosa mujer que me hizo la primera pregunta.
La mujer se sonrojó y le sonrió avergonzada.
-Mi nombre es Mouse y ella es mi hermana Akane, supongo que han oído hablar de nosotros alguna vez.
-Claro que sí. Ustedes son los hermanos más conocidos en todo Japón, tienen lo que aquí está haciendo falta: Dinero-Dijo un hombre con cierto desprecio y envidia en su voz.
-Sean bienvenidos-Sonrió una mujer.
Seguidamente, Mouse sonrió y tomó del brazo a su hermana menor.
-¿Akane?-La llamó, ella parecía perdida en algún punto de los curiosos.
-Es hermoso..-Dijo inconsciente.
-¿Quién? ¿De qué estás hablando?-Preguntó confundido.
Akane lo miró con cierta sorpresa y luego, le sonrió nerviosa.
-Nada hermano, solo que… Estaba pensando en que quedarnos aquí no sería tan mala idea.
Mouse le devolvió la sonrisa.
-Me alegro. Ahora entremos a nuestra mansión. El calor aquí es agobiante y quiero darme un baño-Le susurró.
Ambos hermanos caminaron juntos a la puerta de la mansión abriéndose paso entre la gente y entraron perdiéndose de la vista de los curiosos.
-Vi que mirabas mucho a la chica millonaria-Dijo una voz que denotaba molestia a su lado.
Ranma miró de reojo, para enfocar el rostro molesto de su prometida.
-Es bonita-Ella se molestó aún más con la respuesta, y él agregó-Debe estar comprometida ya. No sé por qué te molestas tanto, después de todo fueron nuestros padres los que nos comprometieron Ukyo, no fue por decisión nuestra.
-Pero, yo sí quiero casarme contigo algún día, Ranma-Reclamó.
-Pero, yo no. Ukyo, sabes que te aprecio y te quiero mucho, como a una hermana no como a una esposa y espero que algún día lo puedas entender-Sentenció y comenzó a caminar dándole la espalda a la joven.
-¡Yo haré que te enamores de mí, Ranma, ya lo verás!-Exclamó la joven y sin más se marchó a sentido contrario. Los curiosos ya comenzaban a disiparse.
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-¿Te diste cuenta como vestían?-Preguntó Akane mirando al joven recostarse sobre su enorme cama, con su cabello empapado y sus ropajes caros, como todo en su armario.
-¿Quiénes?
-Los hombres, vestían tan sencillamente. Unos pantalones y una camisa y ya. No tienen ni la más mínima decencia-Dijo ella con desagrado desde el umbral de la puerta-Las mujeres también, unas cosas que la simple palabra 'Vestido' les quedaba grande. Lo primero que deberíamos hacer es instalar una tienda de ropa.
-Akane, te pido que tengas respeto. Ellos son pobres y tú fácilmente pudiste haber nacido en un lugar como éste-Dijo Mouse con enfado.
-Pero, no nací aquí. Yo nací en una familia de dinero y lo agradezco, si hubiera nacido pobre tendría que trabajar y sabes que eso no se me da muy bien.
-Nunca lo haz intentado.
-Tampoco está en mis planes hacerlo-Contestó inmediatamente-Iré a dar una vuelta por este pueblo. Nos vemos-Dijo y sin más se alejó de la vista de su hermano quién poco a poco se fue quedando dormido.
Iba bajando las escaleras cuándo se encuentra con la sirvienta contratada para el viaje y que ya se encontraba en el pueblo, esperando la llegada de sus señores.
-¿Le sirvo algo, señorita Tendo?-Ofreció la mujer con una sonrisa.
-Nada Hikame, voy a salir un rato-Respondió Akane con una sonrisa y continuó su recorrido.
Llegó al primer piso y se observó a sí misma en el enorme espejo situado en una de las paredes del enorme y elegante lugar. Vestía un elegante vestido de falda ampona, color piel de bordes blancos. Se sonrió a sí misma, su cabello largo azulado descansaba sobre sus hombros haciéndola ver un aspecto infantil.
Sin más, salió del lugar decidida a buscar al dueño de aquellos ojos azules que mudamente le habían dado la bienvenida al pequeño pueblo. Se había sentido atraída por aquellos ojos y no descansaría hasta encontrar al joven poseedor de ellos, si desde pequeña había obtenido todo lo que quería, ¿Por qué ahora sería distinto?
Continuará…
