EL HILO ROJO DEL DESTINO

Aclaraciones: Este es in SessXKags fic, es totalmente separado del manga o ánime pero es el mismo universo, contendrá lemon y probablemente algunas escenas violentas pero pondré advertencias, a los lime no les pondré advertencias pero la rudeza excesiva vendrá con la etiqueta de ... batalla tortuosa. Si les gusta este primer capítulo será una historia de unos 20 caps o algo así. Al principio de esta historia Kagome tiene 18 años.

Les agradecería sus comentarios y críticas constructivas, no constructivas y patadas, yo trataré de aguantar, es mi primer fic y me gustaría que disfrutaran de este así como yo disfruto escribirlo.

"Bla bla bla" diálogos

Bla bla bla pensamientos

No se espanten al comienzo, es sólo la apertura.

Declaimer: Inuyasha pertenece a Rumiko Tahakashi, esta historia no tiene fines de lucro, es sólo para entretener.

Capítulo 1: Muerte, nacimiento y resurrección.

"¡Izanagi kami-sama!" el guardia arrodillado frente al dios, su voz llena de urgencia y preocupación.

La voz profunda y solemne, hoy era un día muy triste en el reino de los kamis "Lo sé" fue su respuesta, después de una larga pausa, lleno de dolor habló "Su alma no ha vuelto".

"Lo siento Izanagi kami-sama… su alma no regresará hasta que el objeto que la contiene sea destruido"

"Tráela a casa ahora, nos encargaremos de eso una vez que vuelva" su orden era algo más severa ahora.

"Lo siento mucho kami-sama… no podemos hacerlo…. el alma que la acompaña es corrupta y no la dejará a menos de que un sacrificio desinteresado sea hecho por un ser nacido en el mundo mortal" su voz trémula y triste.

La sorpresa en su celestial rostro y de nuevo la angustia, "las posibilidades son pocas pero podemos hacerlo, tráela a casa, sus padres querrán verla" ordenó de nuevo, su tono más amable.

"No sabemos dónde está" suspiró "los vigilantes vieron desaparecer el contenedor después de encerrar las almas" fue la respuesta del guardia, su dios era generoso y justo pero el error del guardián a cargo de la maravillosa creación ahora perdida era enorme y el padre de la hermosa criatura podría no ser tan generoso, este era conocido por la rudeza y su poca paciencia.

"Trae a sus padres, el siguiente paso es decisión de ellos", su espalda tembló ante la idea de acercarse al terrible padre pero con una reverencia se retiró, de repente se dio cuenta, la madre era mil veces peor, ella no era cruel pero su tristeza y dolor se expandía en todo el reino, la debilidad y dolor era insoportable cuando la fémina estaba alterada, el miedo fue opacado por el dolor que la madre sentiría, era terriblemente abrumador para todo el reino cuando la dama sufría. Momentos después una pareja envuelta un halo blanco entró a la extensa habitación. La mujer lloraba desconsolada, mientras el hombre la sostenía en sus brazos apoyándola para caminar, los ojos del varón llenos de dolor miraron a los del kami creador.

"¿Dónde está?" como un susurro fue su inmediata pregunta, Izanagi tragó duro y explicó los dolorosos sucesos advirtiendo a los dolientes, "su destino no fue cumplido como era debido, una nueva profecía deberá ser creada"

"¡No dejaré que nuestra estirpe sea sacrificada, no dejaremos que muera otra de nuestras hijas!" de pronto la ira estalló en el padre al recordar que algo faltaba "¡¿Dónde está su guardián?!"

"Muerto," fue la respuesta del dios, "alguien torció su destino para cortar el hilo rojo de tu pequeña"

"¡¿QUIÉN?!, ¡DIME AHORA!" la furia en el hermoso rostro del padre era evidente mientras la madre abría los ojos en sorpresa que apenas podía mantenerse en pie.

La mirada dura de Izanagi les dio la respuesta, luego de una dolorosa pausa se giró, caminando hacia el balcón cuya vista era el sur del mundo mortal, se detuvo, suspiró para obtener el valor de continuar con las malas noticias "Creo que lo sabes".

Ambos sabían padres sabían que por ahora no podrían hacer nada, carecían de pruebas para el castigo inmediato de tal crimen pero tenían esperanza de encontrar al culpable, ninguno de ellos debía tocar los hilos del destino, estaba prohibido aunque eso no detenía a algunos, se darían cuanta quien había sido ya que el castigo por tocar los hilos era lento y doloroso, el cuerpo del perpetrador comenzaría a convertirse en piedra y desmoronarse tan lentamente que los gritos se escucharían en los tres planos, los kamis de los submundos y el mundo mortal sabría que un crimen imperdonable entre los dioses había sido cometido, toda la luz desaparecería y la oscuridad brillaría, los opuestos sufrirían aunque sólo los culpables perecerían.

En el mundo de los vivos sería diferente, los Onis vagarían libres y los héroes surgirían, sería una batalla que terminaría con una era en ese plano y surgiría una nueva, el balance debía permanecer a toda costa en los mundos.

Los padres siguieron llorando la pérdida de su amada hija, por ahora los dejaría pasar el duelo pero Izanagi sabía que la nueva profecía debería hacerse pronto (en términos de kamis eso podían ser siglos, milenios o más en el mundo mortal).

Los siglos pasaron y la perla fue encontrada, aparentemente la historia se repetía, la sacerdotisa que guardaba la joya había sido engañada y asesinada, su cuerpo fue cremado junto con el objeto que guardaba las almas, ningún deseo había sido hecho, lo que no cambiaba mucho la situación ya que lo que esta miko habría deseado sería egoísta al tratar de volver humano a su ser amado para así no manchar su pureza de sacerdotisa y la esencia de su hija habría sufrido de nuevo el dolor de jamás haber sido feliz, el alma maligna estaría en ventaja… Oh, como sufrían el destino de su amada, ese recipiente era una maldición, esa perla inclinaba la batalla interna según las intenciones que la guiaban y malvado era el destino que su pequeña sufriría por igual en manos de youkai, hanyous y humanos, eran muy pocos los seres con un corazón puro, pero terminaban sacrificados por seres oscuros que hacían sufrir el alma de su niña, era una infante en términos kamis y el corazón de sus padres se despedazaba cada vez que el alma de su hija cambiaba de manos. Solo podían ser testigos de como los hilos cambiaban, se enredan, rompían y se reunían, parecía como si jamás volverían a tener en brazos a su amada Midoriko.

Siglos habían pasado, los dioses no podían retrasar más los hechos venideros, el balance debía cumplirse y eso no estaba sucediendo, habían pasado casi 20 años desde que la perla vagaba en manos malignas y esta era ahora negra y sofocantemente maligna, el alma de la niña estaba siendo torturada y ya no podían resistir más, las puertas debían ser abiertas.

"Izanagi-sama, ¿cuánto tiempo podremos pasar con nuestra hija esta vez?" La madre era un remolino de emociones. Llevaba varios siglos con una diminuta recién nacida que ni siquiera abría los ojos, el amor de tener a una pequeña a la que cuidar y el dolor de tener que dejarla ir, su mirada clavada en el pequeño cuerpo que ahora era mecido en los brazos del padre.

"Esperaremos lo más que podamos pero ella deberá cumplir con el destino que su hermana no pudo terminar, la profecía será enviada una vez que tenga la edad para comenzar su viaje" Fue la respuesta del kami.

"¿Corre peligro?" fue ahora la voz del padre.

"No puedo asegurarlo pero nos aseguraremos de mantenerla protegida" tras una pausa siguió "sabes que una vez que baje sólo podrán interferir cuando el momento de cumplir con su destino llegue"

"Lo sabemos Izanagi-sama, sólo espero que ella no sufra como su hermana". La madre acomodaba un mechón de cabello de la durmiente criatura.

Bajo la protección de la noche lluviosa un ser bajó al reino mortal, era invierno y las estrellas apenas eran visibles en el turbio cielo. "No perderé a otra de mis hijas" el susurro del hombre que protegía con una manta una esfera de luz blanca y rosada.

La pequeña abrió unos enormes de un verde brillante con motas violetas y azules, tan cautivantes que el padre se detuvo por unos segundos para grabar en su memoria la increíble escena. Todo esto no debía haber sucedido pero era necesario, su pequeña sufriría cambios que no entendería y no habría alma alguna que pudiera guiarla pero llegaría a ser feliz, morirían por hacerla feliz, así el cielo y el infierno se mezclaran, la exterminación sería el costo por la vida y felicidad de un alma.

Con un beso se despidió de ella, aquí nadie la encontraría hasta que tuviera que enfrentarse con el destino, probablemente se ganaría una reprimenda por no llevarla con la familia que se había encargado de su difunta hija pero no estaba dispuesto a arriesgar a su pequeña, esta era la única forma que tenía para protegerla hasta que llegara el momento. No pasaría mucho tiempo hasta que pudiera volverla a ver, si nadie interfería con los hilos ella viviría y podrían abrazarla de nuevo. Nombró a la radiante luz antes de regresar al eterno reino de los kamis.

Bajo la misma noche un par de ojos grises observaban, nada podría hacer pero se mantendría l

Cuatro meses antes de la lucha final contra Naraku. Kagome había terminado sus estudios con mucho esfuerzo y ahora podía pasar más tiempo en el pasado.

Un año había pasado desde el fallecimiento de Kikyo e Inuyasha había dejado el duelo y decidido seguir adelante con la reencarnación de su antiguo amor, eso fue lo que le prometió a la Miko del futuro una tarde de otoño junto al Goshinboku.

"Prometo siempre estar a tu lado, amarte y protegerte, quiero hacerte mía, mi compañera, mi pareja para toda la eternidad" el hanyou hizo su voto.

"Inuyasha" lágrimas de felicidad fluían de ojos zafiro "te amo tanto, siempre estaré a tu lado" fue su voto.

Se abrazaron tiernamente por unos minutos hasta que el beso esperado llegó.

La calidez de su delgado cuerpo contra el mío, su aroma a lluvia fresca y pétalos de sakura, tan puro y delicado, nadie posee un aroma igual, sólo el aroma de Kikyo cuando estaba viva me lograba cautivar tanto, su aroma era a yerbas recién cortadas y un tenue aroma a vinagre que picaba mi sensitiva nariz pero me molestaba, tan suave al tacto. Con esos ojos cafés…. Kikyo…. no, Kagome. Ella tiene los ojos zafiro, es dulce, hermosa, me ama y la deseo.

Apretando un poco más el cuerpo de la fémina aclaró sus pensamientos, no era Kikyo a quien sostenía, era otra y ella era en quien debía concentrarse así que intensificó el beso pasando levemente su lengua sobre los labios suaves de la sacerdotisa pidiendo permiso para explorar un poco más y probar su dulce boca.

Kagome ya no era una niña de 15 años, era una joven mujer no tan ingenua pero su vida en el Sengoku jidai había consumido su vida y sus experiencias amorosas eran aún muy inocentes, la miko seguía sonrojándose, era parte de su personalidad. Sintió la mano de su adorado Inu deslizarse de su cintura hacia el seno izquierdo, el beso que el joven inu le regalaba era hambriento, casi desesperado y su hombría en todo su esplendor contra su vientre comenzaba a ponerla nerviosa.

Usando sus colmillos mordió el suave labio inferior haciéndolo sangrar, esa fue la chispa que hizo que el hanyou enloqueciera, la sangre pura de la miko, dulce e intoxicante encendió la de él. Labios deseosos de probar más se deslizaron a su mandíbula, cuello, hombros. Una mano con garras demandante apretó su muslo y subió para sentir más, otra mano apretaba delicado y relleno seno a través de la delgada tela de su bra, definitivamente era una hermosa y deseable mujer, el aire le faltaba a Kagome y comenzaba a sentirse incómoda con la rudeza de Inyasha, él nunca fue delicado y tierno a menos de que la vida de alguno de los dos peligrara, en su esfuerzo por soltarse el aura de miko pulsó lo suficiente para el hanyou rompiera el beso.

Kagome se alejó rápidamente y acomodó su ropa, quería esperar, aclaró su garganta y le hizo saber a su Inu que quería conservar su virginidad hasta después de que terminaran con Naraku, ambos sabían que cuando una miko pierde su virginidad, pierde un poco de su pureza y podría perder sus poderes o sólo una parte, no podían arriesgarse a eso.

"¡Keh!, no entiendo esa manía de limitar tanto esto hasta destruir al maldito de Naraku" reluctante y un poco brusco la dejó ir y se alejó adentrándose en el bosque "iré al río a darme un baño, luego iré a ver qué hacen Miroku y el enano"

Suspirando y agitando la cabeza Kagome se dirigió a la choza que construyeron juntos, se sentía un poco culpable por no dejarlo seguir pero en verdad quería esperar, sabía que sería especial porque era con el amor de su vida pero quería que fuera oficial, que fuera real, aún sentía aquel pequeño hueco en el estómago que le decía que la dejaría por otra si el compromiso no era oficial y estaba al tanto de que el ritual de emparejamiento era permanente, una vez que la marcara y sus auras se unieran no había vuelta atrás.

La inseguridad que habían dejado sus huidas con Kikyo la seguían atormentando, sabía que ya no volvería a pasar pero por alguna razón el sentimiento no la dejaba. No dejaría que sus inseguridades destruyeran su nueva relación, lo había querido por tanto tiempo y no era momento para dudas, cuando el momento llegara todo sería como debía ser.

Así que por acuerdo mutuo de la recién formada pareja, el emparejamiento se llevaría a cabo unos días después de la destrucción de Naraku (aunque los avances físicos de Inuyasha se hacían más frecuentes e insistentes, ella procuraba no alejarlo demasiado) y después harían una ceremonia de matrimonio presidida por Kaede para Kagome, Inuyasha, Sango y Miroku, idea de las hermanas adoptivas, la pequeña Rin y Shippo les ayudarían a decorar la ceremonia y tendrían un banquete para celebrar.

Oh si, Miroku se dio cuenta de que la vida era muy corta para poder mantener alejadas sus manos de la hermosa taijiya y aprovecharía cada instante junto a su querida Sanguito, aunque sus pervertidos hábitos se vieron reducidos aún se escuchaba a lo lejos el golpe de la cachetada por las travesuras de su mano vagabunda seguida por una indignada pero muy sonrojada Sango que murmuraba cosas de un houshi hentai al que algún día dejaría con daño permanente si no dejaba de actuar como un pervertido y por detrás un monje con una sonrisa triunfante y una marca roja en el rostro.

Y ¿cómo sucedió esto?, en una de sus excursiones para brindar ayuda a una villa atacada por un tokage youkai de bajo nivel Miroku no perdió la oportunidad de pedirle a alguna doncella tener un hijo suyo, por supuesto, la inocente doncella no perdió el tiempo y comenzó a preparar la ceremonia de matrimonio que le ganó al monje un golpe en la cabeza con hiraikotsu. Miroku huyó en cuanto se enteró que lo esperaban para unirlo a la doncella y el grupo tuvo que salir corriendo cuando el jefe de la villa se dio cuenta de que el malvado monje ya no estaba y había dejado a su bella hija plantada.

Por supuesto Sango estaba furiosa pero actuaba como si no le importara.

"Ya me disculpé 10 veces " Decía Miroku dirigiéndose a Sango que ni si quiera volteaba a verlo.

Llanamente y sin interés alguno "Si, así es, ya te disculpaste"

"¿Pero por qué estás enojada conmigo?, ¿acaso estás celosa?" con una sonrisa de oreja a oreja.

"Claro que no, no me interesa lo que hagas con aquellas mujeres, lo que me enoja es que no consideres los problemas en los que nos metes con esa mente hentai que tienes" Trataba de ser lo más dura posible.

No voltees a verlo o se dará cuenta de cuanto te duele que haga esas cosas con la primera que se acerca.

La pobre taijiya no quería ver esos ojos violetas, sabía que si cedía un poco él se daría cuenta de las lágrimas contenidas en sus ojos.

"¿Quieres saber por qué lo hago?" Eso captó la atención de la fémina "Mmm, ilumíname Houshi-sama" aún sin mirarlo.

Suspiró. "Porque es la única forma en la que me dejar estar cerca de ti, cuando trato de acercarme sin hacer nada malo me rechazas, es la única manera que he encontrado de hacer que mires" Su voz cada vez más como un susurro, acercándose al oído de la joven. "Por favor, mírame aunque sea una vez, déjame estar cerca de ti"

Con la piel erizada y con sonrisa tímida por fin lo encaró, Miroku no perdió ni un segundo más y la besó tiernamente abrazándola fuertemente, no dejaría que se le escapara nunca más.

En general la vida en el Inutachi parecía más estable y contenta. Kagome ya había dado la noticia a su familia de su decisión de vivir en Edo y todos la apoyaron gustosos siempre y cuando la pareja los visitara de vez en cuando.

Pero no siempre lo que creemos que es amor es lo suficientemente fuerte para mantener promesas cuando no están hechas con todo el corazón.

El grupo trataba de enfocar la vista entre lodo y lluvia aquella noche, el destello de luz producida por la explosión del impacto del youki de los medio hermanos combinado con el reiki de la flecha de la sacerdotisa contra Naraku los lanzó a todos contra los árboles.

"¡Kagome! ¿Estás bien?" Inuyasha ayudaba a la joven a levantarse.

"Si Inuyasha, estoy bien. ¿Están todos bien?, ¿Shippo? ¿Shippo dónde estás?"

El ruido de los arbustos detrás de ella la hizo saltar "¡Aquí Oka-san! Estoy bien, sólo un poco adolorido. ¿Estás bien?"

"Si Shippo estoy bien. ¡Sango-chan! ¡Miroku! ¡Kirara! Sesshomaru, ¡Se terminó!"

Algo desconcertados aún no podían creer que por fin se había terminado, por fin podrían ser felices. El único rostro que no parecía estar afectado por nada era el del gran Daiyoukai, la seda manchada de sangre y suciedad en su vestimenta era la única señal de la batalla, ni un cabello fuera de lugar. Sesshomaru se les había unido hacía casi un mes con el único objetivo de acabar con el desagradable hanyou.

Nadie notaba la mirada curiosa del gran youkai, expectante a lo que pasaría después, estaba al tanto de que la humana tenía cierta cantidad de poder y era capaz de sentir los fragmentos de la perla, nada que pareciera fuera de lo normal, según sabía Midoriko era mucho más poderosa aún. Sabía que la humana debía pedir un deseo desinteresado pero no creía posible que un ser de una raza tan despreciable pudiera ser capaz de hacer semejante cosa, todos los humanos codiciaban algo.

Y ahí estaban todos, mirando la negra Shikon No Tama.

"Hazlo Kagome-sama, purifícala y pide el deseo" La voz Miroku la alentó.

"S.. Si", respondió muy nerviosa cerrando su mano contra el pecho, la luz rosada surgió de entre sus dedos y se expandió a todo su cuerpo para luego elevar a la sacerdotisa varios metros sobre el suelo mientras todos, menos uno, entraban en pánico por lo que pasaba.

Ignorante a lo que sucedía, Kagome abrió los ojos, flotando en la oscuridad de la perla.

"Pide el deseo pequeña, pero recuerda que debe ser desinteresado, puro" "Libérame" La voz de Midoriko, su voluntad de ser libre y descansar en paz.

"Deseo….."

Desconcierto….

Sorpresa….

Incredulidad….

Nadie podía creer lo que tenían al frente.

"K..K..Kikyo…" con un susurro la voz de Inuyasha los sacó a todos del estupor, acostada junto a Kagome se encontraba el cuerpo de su antecesora.

"¡Kohaku! Kohaku! ¡Oh por Kami!"

Llantos de alegría entre el grupo… Sango y Miroku abrazaban al durmiente hermano pequeño de la caza demonios

"¡KIKYO!" La voz del ahora youkai Inuyasha llena de sorpresa y devoción por su amor.

Con cautela el antes hanyou se acercó al durmiente cuerpo de su amada, cuando comprobó que en verdad estaba viva, la levantó en brazos y la apretó contra su cuerpo, con lágrimas de alegría se alejó para resguardarla de la lluvia.

Ni siquiera me miró. Sin que sus amigos lo notaran una lágrima de absoluto dolor, sin voluntad para hacer el más mínimo sonido o movimiento. Sólo un par de ojos dorados era testigo de lo sucedido para luego dar la vuelta y regresar a la Casa de la Luna Creciente, sus asuntos con este grupo se habían terminado y las deshonorables acciones de su medio hermano no eran su problema. Tenía a una enfermiza Rin que ver y un reino que dirigir.

Tardaron toda la noche y casi toda la mañana para llegar a Edo, Kirara cargaba al inconsciente Kohaku, Miroku tenía el presentimiento de que algo desagradable les esperaría cuando llegaran y se adelantó lo más que pudo llevando a Shippo consigo, lo que vieron los puso furiosos pero lo mejor era apresurarse, hicieron lo mejor que pudieron, debían llevar a Kagome a otro lugar antes de que llegara o alguien terminaría muerto.

"Kagome-sama, será mejor que vayamos con Kaede-sama, debe estar preocupada y le gustará verla"

"Miroku, en verdad estoy cansada, quiero cambiarme de ropa y dormir, luego iré a ver a Kaede" La miko sólo arrastraba los pies, a unos pasos de su chazo la detuvo la vieja, mencionar tanto su nombre la atrajo, la joven del futuro rodó los ojos, ¿Cuántas veces me detendrán antes de llegar a casa?, estaba feliz de ver a la vieja pero estaba a punto de caer al suelo y dormir en el pasto.

"¿Cómo estás muchacha?, te ves cansada y sucia, ¿por qué no tomas a Sango y se van a dar un muy merecido baño?, yo les llevaré sus cosas y revisaré al joven Kohaku mientras vuelven"

Sango no sabía que pasaba pero por las miradas de los demás sabía que debía intervenir. "Vamos Kagome, en verdad necesito un baño y tú también" arrastrándola al arrollo estaba segura que en poco tiempo averiguaría lo que sucedía y presentía que no le gustaría.

Mientras tanto los demás se apresuraban, no podían evitar lo que venía, pero podrían aminorar las molestias.

"No lo perdonaré nunca Miroku, mamá no se merece esto, no lo merece y ese mal agradecido, ¡egoísta!, ¡TONTO!", el kitsune estaba tan indignado que terminó gritando.

"Lo sé Shippo, tampoco estoy contento pero en el estado en el que está Inuyasha será mejor no arriesgarse a que alguno de los dos se enfrente"

Después del baño juntos acompañaron a Kagome a su choza, cuando abrió la puerta el corazón se le cayó al suelo una vez más, ahí, en su propio futón estaba Kikyo e Inuyasha incado a su lado, el demonio gruñía protegiendo a la mujer inconsciente. La chica contuvo lo más que pudo las lágrimas hasta alejarse lo suficiente para caer al suelo y llorar desconsolada hecha un ovillo en el suelo de tierra.

La abrazaron y la consolaron lo mejor que pudieron pero nada parecía funcionar, la dejaron llorar hasta que se durmió, con la ayuda de Kirara la llevaron a la choza de Kaede donde habían algunas de sus cosas, Inuyasha no los dejaba acercarse demasiado como para sacar todas sus pertenencias, hicieron lo mejor que pudieron, pusieron su bolsa de dormir que siempre llevaba en su mochila y la dejaron dormir.

Habían pasado dos días desde su llegada, Kohaku y Kikyo segían durmiendo.

La vieja Kaede los monitorea constantemente y ni Sango o Inuyasha dejaban el lado de su ser querido.

A la orilla de Edo se encontraba una joven de ojos tristes y pensativos "Kagome-sama, la comida está servida, ¿me harías compañía?"

"Si Miroku, Shippo ven, vamos a comer"

"Oka-san, ¿puedo tener un poco de soda?" El pequeño kitsune trepaba al hombro de Miroku. "Sip"

"Oi Miroku, Oka-san no está bien, no sonríe como siempre y sus ojos no brillan" Le susurraba al monje en el oído.

La verdad era que todos estaban preocupados por ella, pero no querían presionarla. Nadie había visto a Inuyasha desde la tarde en la que llegaron y si alguien se acercaba a la choza en la que se encontraba un gruñido les advertía que se alejaran, los resucitados aún no despertaban, no tenían fiebre y Kaede los visitaba varias veces al día para asegurarse de que estuvieran bien.

"Parece que sólo se recuperan del viaje del más allá" Les había dicho la anciana y era cuestión de tiempo para que ambos despertaran.

"Si Shippo, también estoy preocupado pero creo que lo mejor es hacerle compañía y demostrarle que no está sola"

"Yo cuidaré de Oka-san, Inuyasha nunca ha merecido a mamá, ella es demasiado buena para él"

"De acuerdo Shippo, pero no creo que eso la consuele, sólo.. sólo hagámosle saber que nosotros estaremos con ella siempre"

Inuyasha me lo prometió, quería creer si me amaba y que cumpliría su promesa, Kikyo despertará y él querrá hablar de esto pero no puedo ni verlo. El dolor agudo en su pecho no la dejaba, el dolor físico era un pobre reflejo de lo que su alma sufría, estaba tan cansada.

"Oka-san"

"¿Si Ship?"

"Estaba pensando que tal vez podrías acompañarme a la aldea de los kitsune del oeste, quisiera buscar a alguien que me entrene y pasar un tiempo contigo, sólo nosotros"

Sango, Miroku y Shippo ya habían pensado que hacer cuando Kikyo despertara y querían ahorrarle más dolor a la que consideraban su familia.

"Si Kagome-chan, podrían ir a la aldea y así no tendrías que preocuparte de quien entrena a Shippo o de dejarlo sólo, además la aldea está a un par de horas de aquí" La hermana adoptiva sólo quería protegerla del inminente despertar de Kikyo.

"Mmm sé lo que tratan de hacer pero no es necesario, así que basta. Estoy bien, en serio, no se preocupen por mi" Si mucha confianza en sus palabras, con el rostro gacho y fruncido. Quería ser fuerte pero sus cansados, hinchados y rojos ojos la delataban.

"Y sí" suspirando "creo que es una excelente idea que vayamos a buscar a alguien que pueda entrenarte, tal vez después de un merecido descanso todos podríamos ir, pero quiero estar aquí para su boda"

En ese momento los tres amigos de la joven Miko se voltearon a ver, ya habían decidido aplazar un poco la boda pero estaban aliviados, habían temido que Kagome quisiera irse al futuro y no volver nunca más, aunque no la culpaban si decidía eso.

"Pero espero que eso puedas esperar un poco, me gustaría ir al futuro por unos días y descansar un poco allá, no he dormido bien, ¿está bien para ti Shippo?" El falso entusiasmo y la sonrisa forzada no engañaban a nadie, quería alejarse de este lugar, al menos por unos días.

Hacía ya un tiempo que no se sentía tan en casa en el futuro, extrañaba a su familia allá pero sabía que su lugar era aquí, donde podía seguir usando sus dones para ayudar, donde la gente que la rodeaba la conocía y sabía quién era y lo que había hecho, donde podía compartir sus aventuras. Si, este tiempo era su hogar.

"Si oka-san, está bien, tal vez podrías traerme algo, algunos dulces y cosas para dibujar" Poniendo ojos de cachorro y sonrisa inocente no podía negarle nada.

"Kagome-chan, ¿has dormido bien?, te ves cansada" La exterminadora estaba al tanto de las malas noches que pasaba la Miko, aunque sabía que también le ocultaba algo, no la presionaría, sabía que ella le contaría cuando se sintiera más cómoda.

Asintiendo "Hn, si pero nada de qué preocuparse, sólo la incomodidad de la bolsa de dormir, debo reemplazarla pronto"

"Está bien, pero si necesitas algo avísame, cuando quieras sabes que aquí estoy"

"Kagome-sama" el monje habló, "Sango y yo pensamos que podríamos hacer la ceremonia de la boda una vez que vuelvas pero si no te sientes bien con eso podemos aplazarlo"

"No se atrevan, que yo no tenga mi final feliz no quiere decir que tengan que arruinar el suyo, Oh estoy tan feliz por ustedes, nadie se lo merece más que ustedes"

El silencio que vino fue incómodo, todos sus amigos pensaban que la persona que más merecía feliz sólo ha sufrido tanto, sabían que estaba agradecida por tenerlos a ellos, pero también sabían que a veces se sentía sola.

"Si Kagome, espero que esté bien para ti, ya hablamos con Kaede y ella ya ha comenzado a preparar el lugar de la ceremonia, esperamos que puedas ayudarnos", querían distraer a su amiga aunque sabían que el tema de la ceremonia de matrimonio no le sentaba bien lo que más querían en el mundo era estar unidos y estaban seguros que su amiga también los quería ver

"Claro que si, traeré algo especial para ustedes como regalo de bodas" La conversación siguió un poco más y luego se fueron a hacer sus tareas, la joven miko se mantenía lo más ocupada posible y no se iría hasta que Kohaku despertara.

La tarde siguiente llegó y Kagome estaba preparándose para marchar al pozo, no quería llegar al futuro antes del anochecer, no quería tener que explicar a su familia lo sucedido, sólo saludar, dormir y ya lidiaría con eso al día siguiente.

"¡KAEDE!, ¡Oi anciana!, ¿dónde rayos estás?" Inuyasha entró corriendo buscando a la anciana en su choza, la preocupación marcada en su rostro.

"¡Kagome!" a ella le dolía el sólo hecho de que él mencionara su nombre "¿dónde está la vieja? Kikyo despertó y está pálida, necesito su ayuda, ayúdame por favor"

"He, si, voy" Corriendo tras de él a la que había sido casa, la que había construido con sus propias manos y que ahora alojaba a otra mujer.

¿Qué hago?, ¿qué hago?, Si Kikyo despertó también Kohaku debe haber despertado y Sango no podrá acompañarme, ¡oh Kami ayúdame!

"Inuyasha, ¿dónde estás?" el susurro débil y ronco de la resucitada "Tengo sed"

"Aquí Kikyo, bebe esto"

"Inuyasha ¡¿qué hace ella aquí?! no dejes que se acerque a mí, ¡que se vaya!"

Kagome no sabía qué hacer, quería ayudar pero tenía los pies clavados al suelo, sólo podía ver la escena de su Inu sosteniendo la cabeza de la mujer aferrada al él.

"Kikyo, Kagome sólo vino a ayudar, por favor"

"¡NO! No quiero que se acerque a mí, te quiere para ella, me lastimará si se acerca, por favor Inu sácala de aquí" sollozaba y se aferraba las mangas de Inuyasha.

"Kikyo nadie te lastimará nunca más, siempre estaré a tu lado, te amo, te amo"

Con un dolor que la hacía sentirse mareada miró dentro de esos ojos dorados que ya no reconocía tan bien, eran más brillantes pero fríos, como los de Sesshomaru, no vio ni un poco de remordimiento del dolor que le estaba causando con sus acciones. Su rostro seguía siendo infantil pero anguloso, delgado y su piel ya no era bronceada, era pálida y perfecta, sus nuevas marcas en los pómulos lo hacían ver distinguido, sin la luna en la frente, claro, la luna viene de la madre de Sesshomaru, nada que ver con Inuyasha. Tenía miedo de lo que sabía saldría de la boca de su amor, sin respirar retrocedió hacia la entrada de la choza.

"Por favor vete, Kagome, no te acerques a esta choza o a Kikyo… nunca más" para luego agachar la cabeza y besar la frente de su amada, susurrando palabras de amor y confort, no había nadie más en el mundo para él que la persona recostada.

Aguanta… no caigas…. sigue… sigue…. ¡no llores maldición!… sigue, esa mirada tan fría, como si jamás me hubiera visto.

Corrió lo más rápido que pudo, corrió hasta que se quedó sin fuerzas y colapsó de rodillas al suelo, ni siquiera se dio cuenta de las raspaduras en sus piernas… no podía llorar, la imagen en la choza pesaba en sus hombros aplastándola, no podía respirar pero no por correr, era tan irreal. El dolor agudo y punzante en su pecho no la dejaba levantarse. No lloró, se quedó ahí por quien sabe cuanto tiempo con la imagen en su cabeza, sin pensar en nada más.

Unas manos en brazos la obligaron a levantarse y caminar hasta la choza de Kaede, no le importaba quien fuera, ayudándola a recostarse, cerró los ojos hasta que se durmió bloqueando todo a su alrededor.