Título: Lo Bueno de Tener una Mascota.

Autor: Caribelleih.

Beta: alunatica.

Pareja: Harry/Draco.

Clasificación: R.

Advertencia: Después de DH, pero ignora el epílogo.

Disclaimer: Los personajes le pertenecen a JK Rowling y asociados. Estoy haciendo esta historia sólo por diversión y sin fines de lucro.

Resumen: Después de la guerra, tanto Draco, como Harry, desconocen qué hacer con su vida. Cuando Harry pierde a su mascota y Draco la encuentra, ambos tienen que aprender a llevarse mejor por el bien del pobre animal.

Notas: Pff… Esto fue un intento de humor XD No sé si lo conseguí, pero me divertí bastante escribiéndolo. Lo comencé hace tiempo, pero duré más de lo que había pensado para terminarlo. Le agradezco en especial a alunatica, quién fue la que me beteó el fic en menos de un día. Espero que lo disfruten.

Primera Parte.

Draco frunció la nariz en un gesto de desagrado al mismo tiempo que inclinaba un poco la cabeza. Parpadeó sorprendido mientras veía que eso repetía el mismo movimiento que él. ¿Sería que eso lo estaba copiando? ¿O se estaba burlando de él? No lo creía, se veía bastante estúpido…

Aunque cómo saberlo. Después de todo, nunca podría diferenciar si uno era estúpido y otro no. Todos eran iguales, como esas horribles túnicas que la gente plebeya usaba y que venían en serie. En la calle podías encontrarte a varias personas con la misma ropa porque se hacía varias veces y se vendían seguidas. Un escalofrío lo recorrió de sólo imaginarse encontrar a alguien con una de sus túnicas que eran diseñadas especialmente para él. Había tenido suficiente en Hogwarts con los uniformes para toda una vida.

Pero regresando a lo importante… ¿Qué hacía una cosa como esa en un lugar así? Estaba en el callejón por donde se entraba al Ministerio por la caceta telefónica, y no recordaba haberlo visto subiéndose con él hasta el Londres muggle.

Ugh… Una criatura muggle, además.

No obstante, debía admitir que tenía su… encanto. Si encanto se podía llamar a que esa cosa le estaba haciendo ojitos a Draco. Se sabía esa expresión de memoria, porque, después de todo, él la había usado cuando quería algo y su madre no se lo daba. Draco asintió, evaluándolo. Así que eso no era tan estúpido… Qué bien, porque odiaba a las criaturas estúpidas. Ésta, en cambio, tenía cara de Slytherin.

Me pregunto qué sucedería si lo llevo a casa.

Draco se pateó mentalmente por pensar eso. No se iba a llevar una criatura muggle a Malfoy Manor. Su madre le gritaría, porque estaba seguro de que sus pezuñas dañarían los pisos de madera y porque, seguramente, haría sus necesidades básicas en todo el amueblado. Sólo de pensarlo le daba asco… Pero…

La criatura se le había acercado y le estaba acariciando la pierna. Draco pensó en patearlo. Después de todo eso es lo que hacían los malos, ¿no? Patear cosas adorables, comerse a los niños para el desayuno, marchitar rosas y demás. Pero la criatura lo veía con esos ojos azules que tenía y sacaba la lengua y lo miraba como si realmente Draco no fuera tan malvado…

—Quiero que sepas —dijo seriamente mientras se agachaba en el suelo, teniendo mucho cuidado en no ensuciarse la túnica—… Que no me vas a hacer cambiar de opinión. No voy a llevarte a Malfoy Manor y hacerme ojitos no te va a funcionar. Yo soy un experto en hacer ojitos, no voy a caer en tus trucos.

Pero la criatura se veía tan adorable.

Y ahora estaba sentado—debía admitirlo, se veía aún más lindo moviendo la colita así—y había vuelto a inclinar la cabeza. Casi se sentía diciendo: Aww…

—¡Guau!

Draco parpadeó de nuevo y, tentativamente, extendió el brazo hasta que su mano tocó la cabecita. Con algo de aprensión, tragó saliva y comenzó a hacerle mimos.

—Mírame, enano. Haciéndole cariñitos a una criatura muggle. ¿A dónde se fue el Todopoderoso Draco Malfoy? Cualquiera que me viera pensaría que soy uno de esos Hufflepuffs patéticos que adoran bebés y el color rosa. Déjame decirte que odio a los bebés y el color rosa me da nauseas. Y aunque es verdad que tengo mi propio apartamento, también es verdad que no estoy seguro de llevarte conmigo. Estás sucio y eres un animal, sin ánimos de ofender. ¿Quieres venir conmigo? ¿O prefieres ser libre y todo eso?

La criatura se acercó a él y le lamió la mano y Draco tuvo un momento repulsivo donde pensó que ahora tendría que desinfectarse. Pero los ojitos azules lo estaban viendo con amor, 

y eran pocas las personas que lo veían así hoy en día. Podía contarlas con una sola mano y aún le sobraban dedos.

Especulando la situación, se permitió observar realmente a la criatura. Estaba bien formado, no tenía una pata de más o algo así. Estaba bastante bonito y se veía bien alimentado, pero no tenía ningún collar. Lo acercó más y le levantó las orejas sólo por el hecho de hacerlo, y la criatura hizo un sonido muy parecido a un ronroneo.

Draco sonrió y lo levantó, evaluándolo. No tenía ningún problema que pudiera observar. Excepto que necesitaba urgentemente un peluquero y un baño. Por lo demás, se veía completamente sano y saludable. Era macho, a juzgar por esa cosa que tenía entre las patas.

Y, antes de poder dejarlo en el piso de nuevo, la cosa le lamió la cara y movió la cola velozmente.

Draco casi lo suelta de golpe, pero—realmente—no le había molestado tanto, y se notaba qué tan entusiasmado estaba con él. Tomando una decisión, lo levantó mientras se ponía de pie, y lo miró seriamente a los ojos.

—Muy bien, enano. Te voy a llevar conmigo, pero van a haber unas reglas muy importantes que tienes que seguir. Primero: te voy a llevar a que te den alguna poción, no confío en que no me pegues alguna enfermedad; segundo: vas a necesitar un minucioso baño, que yo no te daré, veremos si alguien lo hace por mí. Tal vez Ditsy. Tercero, no vas a arruinar nada de mi mueblería ni de mi piso y no vas a entrar a mi cuarto —mientras hablaba comenzaba a caminar hasta el punto de aparición para poder aparecerse en el Callejón Diagon. Allá había tiendas de mascotas, las había visto—; Cuarto: siempre vas a obedecerme. No puedo estar con alguien que no me obedezca, es muy importante para mí esa parte ya que…

Y mientras Draco se llevaba al pequeño cachorrito fuera de allí, pensaba que tal vez no sería tan malo tener una mascota. Podía pasar el tiempo cuidándolo en vez de cavilando una y otra vez sobre su vida y sobre qué podría hacer por ella. Le haría bien distraerse con algo más. Y el enano no estaba tan mal, al menos era bonito.

Luego de un baño. Y un corte de cabello.


Mierda, mierda, mierda.

Harry adelantó el paso mientras echaba un vistazo hacia cada esquina que franqueaba, intentando encontrar algo que, obviamente, no podía ver. ¿En qué demonios había estado 

pensando cuando se le ocurrió esa idea? ¿Cómo había sido tan estúpido como para dejarlo en el suelo con una capa invisible? Alguien debería hacerle el favor de golpearlo, porque era lo menos que se merecía.

Comenzaba a sentir pánico. ¿Y si no salía nunca debajo de la capa y moría de hambre? ¿O si moría asfixiado? ¿Qué tal si nunca nadie lo encontraba? Lo mejor era ir con Hermione, ella sabría qué hacer.

Sin pensarlo dos veces, giró sobre sus talones, y se precipitó a la zona de aparición con velocidad. Estaba seguro que aún estaba en la Madriguera, era algo temprano todavía y Hermione tenía la tendencia de ser siempre la última en irse, si es que se iba.

Cuando llegó a la casa de la familia Weasley, atravesó el jardín, sin ver a nadie más, mientras se dirigía a la habitación que Hermione compartía con Ginny. Ella estaba sentada en su escritorio, ojeando algunos papeles, y, al frente de ella, había pilas gigantescas de libros, ensayos y montones de pergaminos que seguro, solamente con ojearlos lo marearían. Hermione había escogido cursar el séptimo curso mientras que Ron y él no, así que ahora se encontraba estudiando siempre, aún cuando sólo estaba pasando un fin de semana lejos de Hogwarts.

—Hermione, tengo un problema —dijo en cuanto estuvo lo suficientemente cerca como para que ella lo escuchara.

Hermione levantó la cabeza y se giró mientras una sonrisa se extendía en su rostro.

—Harry. No sabía que ya estabas aquí —dijo comenzando a arreglar las redacciones que tenía en la mano—. Ron me dijo que vendrías, pero supuse que ya te habías ido, Ginny no está, fue con De—

—Es urgente —Harry la interrumpió rápidamente—. Tengo un grave problema.

Ella frunció el ceño y se enderezó en la silla.

—¿Cuál es la emergencia?

—Bien… bueno —Harry se movió un poco incómodo. Sentía bastante vergüenza por haber hecho lo que había hecho—. Sabes que desde que terminó la guerra, Kingsley ha estado intentando convencerme una y otra vez para que me una al Departamento de Aurores, aún cuando le he dicho una y otra vez que aún no, y que, además, ya es un poco tarde para entrar al programa.

—Aún no veo el problema.

—Voy llegando a eso —Harry dijo exasperado, mientras se pasaba una mano por el cabello—. Bien, desde hace algún tiempo, he querido comprarme una mascota. Había 

pensado en una lechuza, pero no me siento cómodo con una, así que estuve caminando por el Londres muggle por si tropezaba con algo, y encontré una casa hogar para mascotas, donde se adoptan a los animales —explicó Harry mientras Hermione asentía—. Es verdaderamente increíble, Hermione. Lo hacen sin fines de lucro, y cuidan a los animales sólo por el amor que les tienen.

—Había escuchado hablar de ellos.

—Bueno, entré a ver sólo por hacerlo, realmente no quería ningún perro o un gato porque se necesita mucho tiempo para cuidarlos, y caminé por el lugar sin buscar nada, pero entonces vi a este cachorro, Hermione, y no pude dejarle allí. Así que lo adopté y lo llevé a casa y le llamé Eder. Pero entonces, Kingsley me citó y no me escuchó cuando le dije que no podía ir al Ministerio, así que tuve que hacerlo. Y entonces, no podía dejar a Eder en casa solo, porque me miraba con esos ojotes y movía la cola… —Harry cerró la boca. Hasta el mismo se escuchaba patético.

—Oh, Harry. No me digas que lo llevaste allá —pidió Hermione mirándolo con un poco de piedad, Harry tragó saliva.

—No pude hacer otra cosa.

—Pero sabes que no se permiten animales en el Ministerio, a menos que sea para llevarlo al Departamento de Regulación y Control de las Criaturas Mágicas.

—Ya lo sé, por eso lo envolví en la capa invisible y—

—¿Qué hiciste qué? —Harry conocía ese tono, Hermione comenzaba a escucharse ofendida por haber hecho eso con un pobre cachorro.

—Y lo dejé en el suelo por dos segundos, lo juro, pero entonces cuando lo fui a recoger—

—No estaba.

Harry asintió.

—Lo he buscado en todos lados, pero es difícil encontrarlo cuando es invisible.

—Harry no puedo creer que hayas escondido a un cachorro con tu capa invisible para meterlo en el Ministerio. ¿Dónde demonios quedó tu sentido común? —Harry se encogió por el tono enfadado con el cual Hermione hablaba. Sabía que cuando se ponía así, era mejor seguirle la corriente y aceptar todo lo que le lanzaba.

—Al parecer se quedó en el mismo lugar que mi vida romántica.

Hermione sólo frunció aún más el ceño y se levantó.

—Vamos al Ministerio. Tengo una idea.

Harry asintió y la siguió fuera de la casa, saludando a la Señora Weasley con la mano mientras desaparecía por la puerta. Cuando pasaron de nuevo el jardín, ambos se aparecieron en el Ministerio.

Apenas entraron, Hermione sacó la varita con un movimiento rápido y Harry la miró para saber qué haría. Esperaba que pudieran encontrar a Eder pronto, porque le encantaba su mascota y podría pasarle cualquier cosa y… Y mejor no pensaba en eso.

Ella murmuró un encantamiento por lo bajo mientras sostenía la varita con la palma de su mano. No pasó nada y ella frunció aún más el ceño.

—Se supone que nos tiene que mostrar el lugar en el cual, cualquier ser no mágico, se encuentra dentro del Ministerio.

—¿Y nos lo muestra?

—No —respondió Hermione reflexivamente. Harry comenzaba a exasperarse más—. Sólo puede significar dos cosas: la primera, que la capa invisible, de alguna manera, anule el encantamiento; y la segunda, que es la más probable, y es que Eder ya no se encuentra aquí. ¿Dónde fue que lo perdiste?

—Estaba… Estaba cerca de la caceta telefó… —Harry calló de golpe y agrandó los ojos enormes—. ¿Acaso crees que—

—Vamos para allá.


Draco abrió lentamente la puerta de su piso y pensó un momento en si dejar al enano en el suelo o no. Luego lo recapacitó y sacó la varita, usando un hechizo que le había enseñado el dueño de la tienda de mascota para proteger la madera que cubría el suelo de cualquier arañazo que un perro podría hacerle.

Luego que estuvo satisfecho con el resultado, dejó a la criatura abajo y vio cómo comenzaba a correr dentro de la casa, moviendo sus pequeñas patitas y la cola de un lado a otro. Sonrió ligeramente sin poder evitarlo, al tiempo que cerraba la puerta.

—Ahora tendré que mudarme completamente a este lugar por ti, enano. ¿Lo sabías? —le preguntó Draco, caminando hasta la cocina y frunciendo el ceño—. Por supuesto que todo está siempre limpio por Ditsy, pero hay pocos objetos míos aquí y tendré que arreglar varias cosas para que pueda satisfacer mis necesidades. Por ejemplo, tengo que traer más ropa, aunque tal vez compre túnicas nuevas, hace tiempo que no lo hago.

Miró cómo el enano caminaba hasta él, sacando la lengua y moviéndose de un lado a otro.

—¿Estás muy entusiasmado, cierto? —preguntó arrodillándose y acariciándole las orejas—. Es normal. Cualquier persona, animal o cosa se sentiría entusiasmada de vivir conmigo, es un honor —dijo rascándole la cabeza y viendo cómo el enano se inclinaba más—. Aunque debemos comprarte una cama. No quiero que duermas en el suelo, ninguna mascota mía lo hará.

Draco le acarició el costoso y hermoso collar que le había comprado donde estaba escrito un gran: Draco Malfoy y su dirección flú, sonriendo.

—Tienes que comportarte, ya lo sabes. Si no, tendrás que buscarte a otro dueño. Y sé que eres muggle y todo lo demás, pero no eres tan malo… Aunque eso no lo tiene que saber más nadie, así que de ahora en adelante eres una completa mascota mágica, ¿de acuerdo? Has vivido entre los magos desde que naciste, que según dijo el hombre de la tienda fue hace unos meses.

Draco se sintió un poco estúpido de estar hablando con un animal, pero siendo completamente honesto, hacía algún tiempo que no hablaba con nadie. Había sido hacía poco que había decidido emerger de su exilio en Malfoy Manor, de donde únicamente había salido para comprarse ese piso y viajar por el Londres muggle. Desde que Harry Potter había derrotado al Señor Oscuro, su vida, tanto social como personal, había caído en picada y sin hacer escala.

Luego del juicio, donde su padre fue condenado a pasar años encerrado en Malfoy Manor y su madre y él fueron liberados, había intentado unirse al mundo de nuevo. Sólo se había ganado muecas de desprecio, gritos ofensivos e insultos secos. Las madres alejaban a los niños de su camino, hablaban a sus espaldas y ni siquiera fingían no hacerlo.

Después de pasar dos años de puro terror, ser recibido de esa manera no había ayudado en nada. Se había sentido humillado, resentido y, lo peor de todo, le había dolido. Aún así, había decidido superar todo eso con el orgullo de los Malfoy, levantando la barbilla y viendo a todos por debajo de su nariz. Las cosas se habían puesto peor.

Luego de que una niña le escupiera y un mago lo golpeara, había decidido tomarse un tiempo a solas. Su madre había sido muy generosa, y lo había apoyado en todo. Su padre estaba demasiado encerrado en su propia desesperación como para darse cuenta de algo más.

Así que, luego de pasar meses y meses haciendo nada en absoluto, e intentando arreglar su vida y formar planes para que el apellido Malfoy valiera, aunque sea, la mitad de lo de antes, había decidido comenzar pidiendo trabajo en el Ministerio, y era por eso que se había encontrado en ese lugar y había encontrado al enano.

Había sido un gran cambio que alguien lo mirara con algo más que odio y repugnancia, y no había podido evitar llevarlo consigo.

Ahora se encontraba con una mascota nueva y un nuevo hogar. Al menos tenía oportunidades de comenzar una nueva vida, sólo esperaba que lo que Shaklebolt le había prometido aún estuviera en pie.

—Tal vez hasta podamos usarte, enano. Si las personas me ven contigo y tú te me acercas como lo haces, probablemente verán que soy algo más que un inútil Mortífago o un hijo que sólo repite lo que escuchó de sus padres. No es un plan muy bueno, pero tal vez funcione.

Considerando que sí fui un inútil Mortífago y un hijo que repitió todo lo que escuchó de sus padres, quizá necesite toda una manada de animales.


—¿Encontraste algo?

Harry levantó la cabeza y asintió. Sostenía suavemente la capa invisible en una mano. Hermione se asomó por detrás de su hombro y curioseó lo que sostenía.

—¿Estaba solamente la capa invisible? —preguntó frunciendo el ceño. Harry suspiró.

—Sí, no hay rastros de Eder —respondió estrechamente, levantándose de la posición arrodillada en la que se encontraba.

Cuando había entrado a la cabina telefónica y había sentido la tela de su capa invisible se había emocionado, pensando que al fin había encontrado a su mascota. Pero sólo estaba la capa, sin rastros del perrito. En esos momentos quería golpearse contra la roca más dura. No podía creer que había sido tan estúpido como para esconder a un animal bajo una capa invisible.

—Creo que debemos buscarlo en el callejón, Harry —dijo Hermione poniéndole una mano en el hombro para animarlo. Harry sólo asintió—. No te preocupes, lo vamos a encontrar.

Harry lo dudaba bastante. Sólo esperaba que alguien bondadoso lo hubiese encontrado, o al menos alguien que lo llevara a una casa de refugios, porque le daba dolor únicamente de pensar en lo que sufriría Eder si se convertía en un perro callejero.

La señora del refugio de donde lo había adoptado le había dicho que la primera regla que existía para querer cuidar a un animal era la responsabilidad. Harry sólo había tenido unos días con el perrito y ya la había roto. Debía haberse imaginado que no era bueno con las mascotas, aún extrañaba a Hedwig.

Luego de la derrota de Voldemort, todo había terminado. En realidad, la motivación que tenía para seguir y seguir adelante a pesar de todo, también se había ido, así que había llegado al punto donde no tenía ni idea de qué hacer con su vida. Estaba cansado emocional y físicamente, pasar casi un año escondido en una tienda de campaña, siendo perseguido por un loco y sus seguidores, casi perder la vida varias veces, y morir una vez, le hacía eso a un hombre.

Así que se había tomado unos días de descanso, días que se volvieron meses. Era cierto que al principio no había podido descansar ni un poco, todo el mundo quería felicitarlo, tenía que dar discursos en reuniones del Ministerio y escuchar a hordas y hordas de fans dedicándoles su amor. Pero luego todo se había calmado, prácticamente porque no salía mucho de casa, y podía tomarse el tiempo para él.

La situación con Ginny había llegado a un punto sin retorno, y ambos habían acordado concederse un tiempo, mientras Harry decidía qué hacer con su vida, y ella estudiaba en Hogwarts. Harry había estado feliz con ese arreglo, hasta que Ginny le escribió diciéndole que Dean había regresado a cursar de nuevo Hogwarts y se habían hecho novios.

Había quedado devastado, porque siempre se había imaginado que al final de todo, estaría con Ginny. Se había arrepentido del arreglo que hicieron, pero realmente no podía hacer nada al respecto. Había felicitado a Ginny, diciéndole que estaba completamente contento por ella, y que no se preocupara. Después de todo, no habían fijado no ver a nadie más durante su tiempo.

Harry sólo lo había supuesto.

Así que se había encontrado solo, sin tener nada que hacer, y aburriéndose bastante cuando no la pasaba con Ron y George en la tienda en la que ambos trabajaban. Harry había decidido que necesitaba distraerse con algo, así que había decidido tener una mascota.

Y ahora estaba sin novia, sin trabajo y sin mascota, haciendo absolutamente nada en su vida.

Tal vez tendría, esta vez, que tomar la palabra de Kingsley y comenzar el programa de Aurores con tres meses de atraso.

Continuará.