Renuncia: Todo a Kohske.
Parejas: Nicolas/Veronica.
No more blues
Por las noches se queda perturbado y sin darse cuenta le pesa el recuerdo de ella, constantemente. Y la primera frase fugaz que se le cruza, es que Verónica nunca fue un recuerdo o un amor embarrado de tragedia (más bien siempre ha sido un insomnio pesado y un ruido que le arrulla la sangre).
Piensa que la muerte no la ha cambiado nada. Ella sigue siendo algo así como una tristeza artificial, y es espectro turbio y bello con su reflejo al otro lado de la habitación, que lo observa desatento. Ya es casi costumbre pensarla todas las noches, con los recuerdos borrosos, pues Verónica ha sido siempre un fantasma de cemento y una angustia andante.
(todas las madrugadas ella se esconde entre sus brazos
para qué él nunca olvide el sabor dulce
del ácido de su imagen, que se borra).
Así que recuerda los momentos falsamente verdaderos cuando le rozaba sus venas de alambre y existían carcajadas de mentira contra los labios de tierra. Era ella con su mirada perdida hacia la ventana un suspiro muerto que lo llamaba, entonces él extendía sus brazos hacia ella, llamándola, y cuando Veronica se acercaba él gustaba de besarle los hoyos en sus heridas y rasparle levemente los nudillos.
Veronica jamás intentó colar su voz de hielo sobre su silencio inquebrantable. Le lloraba miedos y maldecía pesadillas en silencio mientras permanecía con su piel blanca y pálida contra las manos temblorosas de él. Ella le revuelve las entrañas cuando recuerda su pasar fantasmal por los pasillos y su mirada callada que lo enamoraba exageradamente, y Nicolas sonreía algo así histérico cuando ella acariciaba con curiosidad el cuchillo sobre el suelo de madera.
No necesitaba rozarle los huesos para saber que ella estaba rota, rendida ante sus trozos hechos trizas. Disfrutaba de besarle la clavícula y ser rechazado por sus miradas de brisa helada, para luego tener las manos de ella alrededor de su brazo besándole el pasado que ignoraba.
Entonces observa nuevamente hacia sus pies y la ve arrastrándose por el suelo extendiendo sus manos de cuchillo hacia su sombra, arañando el recuerdo espantoso que dejó sobre él. (Llega entonces en medio del insomnio la imagen acendrada de ella con su vestido rasgado y sus pasos de baile lento mientras dibujaba nubes con el cuchillo seco. Nicolas no sabe temblar de miedo ante aquello).
La ama, entonces.
Como todos los ojos que lo rechazaron, Verónica queda trabada en su garganta y ella sabe terriblemente amarga, mientras degusta sus pómulos de hollín y sus cicatrices bellas. Se olvida de ella, de vez en cuando, como si hubiera sido un intento fallido de amor que pasó sobre su sombra. Empero, durante las noches temblorosas ella le ataca con su tacto invisible y él deja que su mirada de indiferencia caiga como un muro quebradizo.
Verónica jamás ha sido real (ni siquiera viva), pero él siempre ha disfrutado de los dolores en el pecho de la angustia y los ojos embarrados de muerte que ella traía.
(pero realmente no importa demasiado, pues de todos modos está el espectro suave de ella que le hiela los labios y le araña los nocturnos. Nicolas le canta, en su desafinación, una bonhomía irreal).
De repente él le confiesa sin escuchar sus propios llantos, sin tentarse con su piel de sangre, que amaba profundamente su cabello frío y sus miradas risueñas podridas en blues barato. Es entonces cuando por fin Verónica le sonríe, cruelmente triste, sin responderle, y se aleja por los reflejos de la noche para ya no volver jamás.
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