Advertencia:
Spoilers de Sinsajo. Si no quieres saber ninguna información por adelantado, sal de aquí ahora mismo.

Nota de Autor:
No saben las ganas que tenía de escribir sobre esta pareja. Son mis amores, con sólo leer algo de ellos me derretía. Así que ahora comenzaré esta historia, que estará compuesta como por una serie de drabbles (más largos, por lo que verán) ubicados después de la muerte de Finnick. Sin más rodeos, les dejo este capítulo, comenten sin miedo. Y por último, dar créditos a la canción "Never let me go" de Florence + the machine por inspirarme a empezar esta historia, vjbrfvhb (L).


Todos muertos.

El pensamiento resonó en su cabeza, a pesar de que sus repeticiones no parecían calzar en ninguna parte. No, no tenía sentido, eso era lo que sucedía.

¿Acaso no se trataba de una misión sin riesgos? ¿Acaso no era sólo para grabar nuevas escenas?

¿Acaso Finnick le había mentido? Él iba a regresar, lo había prometido…

Las imágenes se seguían emitiendo en la pantalla, el canal del Capitolio continuaba regodeándose en la dicha de haber conseguido lo que tanto querían. Se alegraban de haber aniquilado al sinsajo, a todos los que la acompañaban.

Habían conseguido aniquilarlo a él. Habían borrado para siempre la sonrisa de ese chico que era capaz de devolverla a la tierra, a suelo firme, de hacerla sentir más cuerda cuando parecía imposible alejar horrorosas imágenes de su cabeza que la llevaban directamente a la demencia.

Pero ya no tenía que preocuparse por esas imágenes, porque ahora sus peores visiones se inundaban de insoportables teorías sobre cómo la luz que Finnick emanaba en su vida se había apagado para siempre.

Comenzó a costarle respirar, reteniendo el aire por tiempos más prolongados de lo acostumbrado, procurando no derrumbarse en medio del silencio sepulcral que inundaba a todos los presentes en esa habitación.

Miradas compasivas comenzaron a posarse sobre ella, escrutándola, tratando de esperar algún tipo de reacción de su parte. Porque Annie, durante esos minutos donde la noticia seguía reproduciéndose a viva voz, parecía haber entrado en un estado de coma, en un punto muerto.

Tal vez ella misma había muerto en el momento en que lo supo, porque de pronto, sentía que ya no valía la pena seguir.

No pudo soportarlo más y salió de la habitación, moviendo rápidamente sus pies, mientras sus pensamientos seguían gritando desoladores verdades dentro de su cabeza, verdades que aún no se sentía lista para afrontar.

Se detuvo en seco en medio del pasillo, apoyando su espalda contra la pared, arrastrándose bajo la marea de sensaciones que había intentado sostener frente a todos para no estallar bravamente.

En vez de ver el pulcro color de la pared que tenía frente a ella, vio unos ojos color verde mar resplandeciendo con esa chispa traviesa que era capaz que aterrizarla en un mundo donde no reinaba el dolor, la agonía, la sangre, la destrucción.

Supo que ese brillo se perdió en medio de la batalla, ahogado por la misma muerte que había rodeado permanentemente sus vidas.

Y entonces comenzó a sentir la tortura en toda su inmensidad.