DISCLAIMER: Los personajes de Avatar: La leyenda de Aang, no me pertenecen, tampoco los de Avatar: La leyenda de Korra, cosa que es muy sabida… Menos el fic, que fue creado por esta cabeza que pronto necesitará terapia XD
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¿Quién más que tú?
Bufó por tercera vez, recibiendo un codazo en las costillas, por parte de su hermana. Se quejó por tal acción, pasando a ignorarlo, luego de unos segundos, para reacomodar su cabello hacía atrás, y agacharse en busca de sentarse en el suelo. Comenzó a reír cuando, pronto, el pie izquierdo de su hermana comenzó a golpear el suelo insistente.
Luego él era el impaciente. Frenó sus risas al ser silenciado por Katara, quien cruzó sus brazos, molesta, impaciente y enérgica, sobre su abdomen, haciendo que su hermano notara cómo habían pasado los años de rápido. Ahí estaba creciendo, dentro de su hermana, su futuro sobrino, y al parecer, nuevo maestro, fuerte hijo o hija del avatar. Había tantas esperanzas dentro de ese pequeño ser inocente.
— ¿Por qué no llegan?
Bufó nuevamente, la castaña maestra del agua seguro ya estaba haciéndose la cabeza con todos los malos augurios existentes—. Tranquila, ya llegarán…
¿Quiénes?
Pues, Aang, hasta donde sabía, con Appa. Ellos lo habían traído desde la Tribu Agua del Sur, donde residía desde la separación con Suki. Si bien hubo amor, por largo tiempo, ya que sobrevivieron casi por de seis años juntos, al momento que decidió proponerle matrimonio, ella no quería dejar de ser guerrera, y por más de prometer que no tendrían hijos, lo cual la incapacitaba justamente a ser lo dicho, se negó. Se distanciaron hasta deshacer el lazo que los unía, y él había regresado a su antiguo hogar.
Ya un año desde eso. No había sido fácil olvidarla, en esos años siendo compañeros, habían pasaron por la boda de su hermana, y también por la de Zuko y Mei, por la noticia del futuro bebé de éstos últimos y el nacimiento del mismo, sumadas a momentos que sólo compartiría con ella, ahora, en recueros el resto de su vida. Había pedido muchas fuerzas a Yue en el último tiempo, al menos para tener ganas de seguir, justo cuando pensaba en tirarse en tu tienda y no despertar, Katara había anunciado la noticia de su embarazo. Y todos fueron felices.
Hace dos días, regresando de ir de caza con su padre y algunos otros hombres, se había encontrado con su calvo cuñado y Appa, esperándolo para llevarlo a la que sería pronto Ciudad República e invitándolo a vivir allí a su lado y al de su hermana. Alegó pensárselo, sin tener clara la idea en verdad, y aceptando ir con él al menos por visita. Él había estado deseando ver a Katara con su vientre de embarazada, era bastante justo que Aang apareciese justo entonces.
Y allí estaba, sentado en el Templo Aire de la Isla, que estaba a unos minutos en barco de lo que sería la, ya nombrada, Ciudad República. Se podían ver las costas donde estaba la futura ciudad, y bien debía admitir que era un buen paisaje para pasar el rato. Pero seguía intrigado ¿Dónde había ido Aang? Apenas unas horas de haberlo dejado a él y que el bisonte descansara, volvió a marcharse en busca de alguien más, lo cual había ocurrido el día de ayer.
Al parecer, su hermana tampoco lo sabía, pues estaba bastante enojada por la desaparición de su marido desde entonces, y esperaba con ansias que llegase—. El Avatar es hombre muerto —pensó divertido, en voz alta.
A sus espaldas, un mugido demasiado conocido los hizo voltear. Ahí estaba Appa, con su dueño de ya veintiún años, todo un hombre con la similar ropa de cuando era niño y adolescente, que sonreía con la siempre alegría y aun un poco de inocencia. Al bajar del animal transporte, no alcanzó siquiera a saludar que su oreja era tironeada en forma de regaño por su mujer, siendo seguido el acto por las risas de su cuñado.
Nada había cambiado entre ellos.
El sonido de unos pies caer a tierra, hizo que la mirada de Sokka regresara al bisonte, sorprendiéndose en sobremanera al encontrar a alguien familiar. Aun que lo único familiar que había en ella, ahora mujer, eran sólo los ojos pálidos, verdes y perdidos, también el verde de su ropa, la cual tenía de femenino lo mismo que la utilizada de niña; nada. Característica del Reino Tierra. El cabello largo hasta la mitad de su espalda, algo desparramado por el tan reciente viaje, azabache como siempre lo sería. Y con su cuerpo lleno de las curvas que una mujer de su edad mostraba.
Ahí estaba Toph, una irreconocible. Que había dejado boquiabierto a los hermanos de ojos azules. Especialmente a Sokka.
Zuko cayó tras ella, ayudando a bajar a Mei después, que traía a la pequeña princesa de la Nación del Fuego en brazos.
Los ojos de Katara se abrieron con sorpresa de ver a todos allí, y al momento sentía los ojos picar de nostalgia, la cual la llevó a correr y abrazar con fuerza a la Bandida Ciega, su siempre rival amiga testaruda. No la habían visto desde la boda de Zuko y Mei, que había ocurrido hacía dos o tres años, luego de la suya con Aang. Quien, recordándolo, había traído a sus amigos de regreso y ahora se merecía un abrazo y un beso en la mejilla.
—Katara, estás embarazada —exclamó, con cierta sorpresa la principal protagonista de los ojos de Sokka. Pues ella no se había enterado de estado de su amiga por el tiempo que estuvo ausente, haciéndose cargo de los derechos que una Bei Fong debe hacerse, no se habría molestado, pero al ser la única hija de sus padres, no había tenido prácticamente opción.
—Sí, sólo un tiempo más y ya nacerá —afirmó la nombrada, con una sonrisa y ambas manos sobre su vientre. Pronto llegó con la otra pareja de padres, que habían intentado hablar con Aang—. ¿Cómo está esa pequeña maestra fuego?
—Según tus estadísticas, muy bien —sonrió Zuko, con una mano sobre el hombro de su esposa. Su hija tenía algunos meses ya y realmente había enternecido el corazón de muchas personas. Era la niña más mimada de toda la nación, y su padre juraría que hasta vio sonreír a Ozai el día que fue a prisión a presentarla. Aun que no se hacía muchas ilusiones ¿Realmente alguien imaginaba al frío antiguo Señor del Fuego Ozai mostrándose así ante su nieta?
La verdad era que no.
—Ella es muy tranquila, se ha mantenido dormida todo el viaje hasta aquí —comentó Mei, arropando a la beba que aun dormía, suponiendo que no lo haría por mucho más tiempo.
La maestra tierra pronto estaba siendo rodeada, nuevamente, por los brazos de la maestra agua—. Ya, princesa, demasiados abrazos por hoy —se quejó. Katara la soltó, y tomó sus manos para examinarla desde allí, realmente sorprendida del cambio que había surgido en la muchacha.
—Toph estás tan grande —alagó, con tono maternal y una sonrisa. Si, esa sonrisa no se borraría en muchas horas—. Estoy tan feliz de verlos a todos otra vez.
Y luego de alguna que otra simple charla, se decidieron por entrar. No era necesario decir que Sokka se mantuvo callado en todo momento, extrañamente pensativo y mirando de reojo, cada cierto tiempo, a quien era su amiga de casi toda la vida.
Vaya cambio, bastante impresionante.
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La inauguración de la ciudad había sido dada, los habitantes estaban a gusto y felices con el hecho de ver unidas nuevamente todas las naciones, como debía ser. Mayor muestra era la misma Ciudad República, traída a la historia por el Avatar y el Señor del Fuego Zuko. Un lugar para que no haya diferencias, donde todas las clases de maestros y no maestros puedan convivir en paz.
—Deberíamos volver a encontrarnos pronto —dijo Katara.
Ahora todos debían regresar de donde habían venido. Zuko y Mei a continuar con sus vidas como reyes y padres en la nación del Fuego. Toph tenía que regresar, pero había prometido volver en unos años para quedarse de manera definitiva en la ciudad, como Jefa de Policía. La idea de tener que patear traseros a los hombres despreciables le sentaba maravillosamente, pero aun tenía unos asuntos que arreglar como para ya no regresar con su familia, por ende, ahí estaba intentando subir a Appa para que la regresaran, junto a la feliz pareja, la hija de los mismos, y Sokka.
Éste último, ya había dicho y prometido regresar en poco tiempo. La ilusión le había salido del interior y lo había regresado a sus años de alegre adolescente cuando sus amigos le ofrecieron ser el representante de la Tribu Agua del Sur, en el que sería el Consejo Unión República, y también presidente del mismo ¿Cómo negarse ante tal detalle?
Las cosas volvieron a ser normales. Ellos se separaron por el momento.
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— ¡Ya nació!
Aang dio un salto que llegó hasta el cielo, descendiendo desde el mismo en picada, hasta unos metros del suelo, amortiguando su caída con algo de aire. Apenas sus pies tocaron el suelo, comenzó a sacudir a su cuñado por los hombros, chillando de alegría.
Habían pasado cinco años desde el nacimiento de Kya, su primera hija, y acababa de nacer el segundo, esperando que fuese un maestro aire. Aun que lo primordial en su mente era que esté bien, gran parte de su ser deseaba traer al mundo a más maestros como los de su clase. Uno de sus últimos sueños, era que lo nómades del aire regresaran a existir.
—Muchas felicidades, pies ligeros —felicitó Toph, a la vez que los tres presentes, entre ellos la pequeña Kya de casi cinco años, giraban su cabeza hacía la habitación, de la que salía una mujer mayor, suspirando hondo. Mujer que había ayudado a que Aang sea padre por segunda vez, y a la que ella había sentido acercarse desde el primer momento.
—Es un niño muy sano —notificó, y antes de decir otra cosa, ya no había nadie frente a ella, más bien estaban encima de la reciente madre, a sus espaldas.
El Avatar tomó a su hijo en brazos, mirándolo con una sonrisa, que se borró al notar que el bebé estaba más despierto que cualquiera que haya visto. Lo llevó a levantarlo, para mirarlo de frente, él no quitaba la mirada de su padre. Sus ojos grandes lo observaban con extrañeza, como si preguntara con la mirada quién era él—. Vaya… Me recuerdas a alguien, pequeño —rió, sujetándolo normalmente, acunándolo, y mirando a su mujer, que reía levemente desde la cama—. Serás Bumi, como un gran amigo mío.
Katara asintió, conforme con el nombre, pidiendo al bebé cuando éste comenzó a lloriquear en brazos de su calvo padre. Una sonrisa, por más leve o grande que sea, cubrió a todos ese día, incluso a Kya, que miraba a su hermanito como si fuese una extraña cosa frágil.
Por la tarde, el reciente tío se encontraba en el muelle de la isla, con los pies colgando hacía el mar, simplemente esperando a que el ocaso del día llegue. Ni se inmutó cuando los pasos tenues de Toph se acercaron hasta él, para que después la mujer tomase asiento a su lado—. El atardecer debe verse bien desde aquí ¿Verdad?
—Si, realmente bien —Contestó, y el silencio se hizo presente entre ellos.
La observó de reojo, había regresado a usar el cabello recogido, como cuando era niña, aun así, su piel blanca y sus ojos verdes pálidos seguían pareciéndole nuevos y renovados. Había algo en ella que había cambiado, tal vez el hecho de haberse vuelto mujer, tal vez el que ahora la veía prácticamente todos los días luego de años sin hacerlo. Quizá, el hecho de que sus discusiones y cortas charlas matutinas le alegraban el alma más de lo acostumbrado.
Su sola presencia había invadido de tal forma al guerrero de la Tribu Agua, que sentía que si ella se marchaba, debería ir en su busca para poder seguir viviendo en paz. No sabía si se había enamorado, o algo similar, ya que nunca había sentido lo mismo antes. Algo muy parecido con Yue, a quien seguía contando su vida por las noches, y de quien esperaba el perdón por comparar el amor que alguna vez le tuvo, con lo que ahora sentía por Toph.
—Eres tío otra vez —comentó ella, con una mueca en su rostro—. Dime, ¿A quien se parece más?
—Es más parecido a Katara, supongo…sus ojos son azules —simple respuesta, aun que, pensándolo mejor, también le hacía recordar a su padre. Observó cómo Toph se perdía en sus pensamientos, y a la vez de intentar imaginar en qué podían estar concentrados los mismos, se preguntaba si ella sabría lo que ahora su presencia le provocaba.
—Y…dime ¿Es bonito?
Lo había cargado, y había sentido su corazón palpitar, sus leves quejidos mientras dormía, y que era muy pequeño, frágil. Ella, como todos, había sido así en algún momento de su vida. Un pequeño y quejumbroso bebé, una vida iniciándose. Se hacía la eterna pregunta de si realmente era posible, la idea, de que todos hayan sido de la forma en que eran desde el nacimiento, o si eran las circunstancias de la vida quienes los llevaban a cambiar.
De ser así ¿Habría felicidad mundial si todos hubiesen pasado por las mismas circunstancias? Si ella tenía un bebé también ¿Sería él o ella feliz al tener una madre de su clase?
—Es muy hermoso, como todo bebé —dijo Sokka, tan seguro como nunca, reteniéndose de responder algo por lo que recibiera un golpe, ejemplo: 'No tanto como tú'—. ¿Por qué esas preguntas? —Se decidió a preguntar él ahora.
—Sólo por preguntar —volteó su cabeza, en dirección al guerrero, que la miró intrigado por tal acción. Se sorprendió y reprendió a si mismo por no poder evitar deleitarse con la belleza de su amiga—. Sokka ¿Por qué tu corazón late de esa manera?
Sintió cómo su cuerpo se entumecía por la pregunta, más repentina y especialmente inesperada que las anteriores. Ahí tenía la respuesta a su anterior cuestión, Toph sí podía notar lo que le provocaba, aun que sin saber que era por su presencia. Rápidamente buscó en su cabeza algo para contestar, pero sólo se le venía una cosa para decir…
—Toph, ¿Hay alguien importante en tu vida?
Ella elevó una ceja, algo inconforme por no tener respuesta—. ¿Es broma? —Regresó su vista al frente, indignada por tal duda, ¿No estaban ellos y su familia en la categoría de 'importante'?
Sokka carraspeó al notar la idiotez en su pregunta—. Me refiero, a si hay alguien…
El suspiro que la mujer dejó salir, hizo interrumpir sus palabras, dejándolo a la espera de que diga algo—. Sólo hay una persona a la que yo puedo llegar a amar…
Fue su turno de dar un suspiro ésta vez. Su corazón dejaba de palpitar fuerte, ahora parecía más bien afligido y dolido. Hubiese sido mejor para él que le dijera simplemente que Sí, antes de dejarlo con una respuesta bastante específica ¿A quién engañaba? Sería lo mismo, mismo significado en respuesta; ella no lo quería a él, al parecer. No se lo hubiese confesado de aquella forma tan abierta.
Intentó disimular—. Eso es bueno…
—Eres un tonto —dijo, burlona. El guerrero bufó sonoramente, quitando la mirada de ella, llevándola al frente. Tal cosa no duró demasiado. La mano de la maestra, tanteó con cierta duda el hombro y después la mejilla de él. Cuando volteó a verla, bastante aturdido, aquel tacto se volvió una caricia, casi sin querer—. ¿Quién más que tú?
La mirada perdida de la joven, y su suave rubor, demasiado similar a los que tenía de niña, eran observados de forma tan intensa y apacible por la mirada de Sokka, que sentía la incomodidad de tenerla encima, negándole, eso mismo, el saber de cuándo llegó la suave presión, de labios ajenos, sobre su boca, que por más de no tener experiencia, correspondió, dejando caer sus párpados y dejándose llevar por el contacto.
Genial, ahora le dolía el estómago.
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¿Realmente se habían enamorado?
¿No era algo tarde para preguntarse eso?
Toph escuchaba atenta y despistadamente los planes que Katara tenía para la fiesta de cumpleaños número treinta y uno de Aang. La mujer tenía planeado invitar a Zuko y familia, también a su padre y muchas otras personas que poco recordaba. No entendía del todo, no era una fecha tan especial. Bueno, el Avatar cumplía años, pero en ninguno de los anteriores había sido mencionado mucho, ni se había mostrado tan trabajadora.
— ¿Por qué tanto empeño? —Indagó, ciertamente de mala gana al haber escuchado bastante ya.
—Es que tendremos otro bebé, y quiero darle la noticia a él y a los niños —recriminó, recordándole a la morena aquello. Tercer bebé hijo del Avatar, y ya su amiga no quería tener más. Derecho, habían planeado tres debido a que los dos primeros no eran maestros aire, y Aang deseaba realmente continuar el legado al ser el único que podía. Él adoraba y amaba a su familia, así como también adoraría a éste hijo por más que no sea maestro, pero con intentar una esa vez, no sentían que perderían algo. En todo caso, recibirían más.
—Pero —dudó—. ¿No que Pies ligeros ya lo supone?
—Pero aun no sabe que lo logramos —alegó, ya sin ánimos de seguir aquella discusión, haría la celebración de igual forma—. Y dime, Toph ¿No te gustaría a ti tener hijos?
Sabia fue esa pregunta.
Ella, en verdad, no estaba tan segura. Y de estarlo, la única persona con la que tendría la posibilidad, sería con el único que había llegado a tenerla de la manera que se necesitaba para tener un hijo. Pero nadie sabía que mantenían realmente esa clase de relación. Algunos podían suponerlo, otros casi afirmarlo, pero nunca habían dado las muestras suficientes para que quedara claro.
¿Sería una buena idea, al menos, preguntar por ello? Ya pronto serían, un poco más, de cinco años desde aquella noche en la habían recibido su primer beso. Parecía que los saltos importantes en su vida ocurrían cada cinco años y cuando Katara estaba embarazada o dando a luz.
Primero: su reencuentro, Katara estaba embarazada de Kya. Segundo: su primer beso e inicio de lo que llevaban, Katara dio a luz a Bumi. Tercero:… ¿Tener un hijo? Katara estaba recientemente embarazada del tercer bebé.
—Podría ser… —susurró, dudando existencialmente de ello. Pero el susurro fue suficiente para que la castaña maestra agua comenzase a imaginarse a la maestra tierra con su panza grande y redonda, histérica en extremo y antojada de toda comida que llegase a oler su nariz. Pobre del que sería el futuro padre también.
Luego del almuerzo, la Jefa de la Policía se dirigió al los árboles que cubrían una pequeñísima parte del Templo Aire de la Isla. Allí tomó asiento, cruzando sus piernas y llevando sus manos a las rodillas. Intentó meditarlo. Era conocida por todos como la ley en Ciudad República, ¿Aquello cambiaría por el hecho de ser madre? Creía que no, la maternidad la tendría incapacitada por un tiempo antes de regresar.
Tenía treinta años. Repentinamente comenzaba a dudar de sus sentimientos por Sokka, e ignoraba realmente qué era lo que él sentía por ella. Varías veces le había dicho 'te quiero' y muy pocas y contadas 'te amo'. No podía quejarse, esas dos últimas palabras sólo habían salido una vez de su boca. La primera vez que habían estado juntos, recordaba haberla susurrado al oído del castaño. Luego, nunca más.
—No creo que esté lista…
Decidió entonces, no mencionarlo al guerrero.
Pasaron algunos meses más, en los que el vientre de Katara ya se comenzaba a notar un poco, junto con la felicidad de Aang hacía su familia y a su mujer misma. Ellos eran tan felices, que sólo de recordarlo, una mueca se formaba en su cara. Pero pronto comparaba esa felicidad con la que sentía ella ahora. Sokka estaba tan ocupado con la presidencia del Consejo Unión República, que apenas y dormía. No se molestaba mucho, no es como si fuera dependiente ni nada, pero cada vez comenzaba a suspirar más seguido, y tenía más ganas de dejarlo ir para dejar de preocuparse tanto.
Sokka deseaba seguir con ella, no quería otro fracaso amoroso, además de quererla como nunca le había pasado. Pero tampoco quería verla tan distante. Mejor lejos pero cerca, que cerca pero lejos.
Lo pensó muchas veces, a la par de ella, sin saber, claro. Intentando buscar una solución o excusa aparente sin necesidad de separarse definitivamente. Fue entonces que, entre el tire y afloje de sus nudos de dudas, la noticia que ella tanto había supuesto, fue confirmada por la mismísima maestra agua de la Tribu del Sur…
Tendría un bebé.
Y entre el temor, y la silenciosa angustia que sintió unos días después de estar bien enterada de su estado. Fue que decidieron abandonarse, seguir siendo los mismos amigos de siempre, estaba claro que eso no se perdería, por que antes de pareja, habían sido amigos, y todo el equipo Avatar estaba destinado a que la amistad entre ellos sea eterna.
En los siguientes meses, nadie se animó a preguntar la paternidad del futuro bebé, más por respeto y confianza, en espera a que la Bei Fong se los confiara, cosa que no ocurría y al parecer, no ocurriría. Y nació Tenzin, el segundo hijo varón de Aang y Katara, con lo que todos habían olvidado ya, creyendo que sería otro maestro agua o un no maestro; aire control.
No hubo lugar suficiente para la alegría de ambos padres, y para la del resto del mundo. Había nacido el primer maestro aire, luego de más de cien años. Las esperanzas del Avatar eran tantas, que apenas se enteró, comenzó a planear toda una vida de entrenamiento para su hijo, acompañado de las enseñanzas y costumbres que daría de los nómades aires, las que ya había comenzado a intentar dar a los dos mayores. Vaya noticia alegre.
Fue la época en que el embarazo de la maestra tierra era notable y discutido. Ahí estaba una madre soltera, típica, pero reconocida por todos. Y Sokka la veía ser, ir de un lado a otro, con el estilo de caminar que había tomado, debido a su vientre, con la forma de comer, de beber, de hablar, de reír, incluso de acariciar, cuando nadie prestaba debida atención, el lugar donde se encontraba su futuro hijo.
¿Ella habría querido ser madre? Por que la verdad era que no se la había imaginado hasta verla en aquel estado.
¿Era ese bebé…su hijo? O, como sus temores intentaban no confirmar ¿Ella había podido estar con otra persona además de él? Era otra cosa que no veía capaz. Pero cada vez que reían juntos y se la pasaban tan bien como siempre, le faltaba la necesidad de preguntárselo y arriesgarse a arruinar todo. Estaba más que seguro que, en algún momento, Toph se lo confesaría, por que ella sabía, mejor que nadie, que él era quien más dudaba y merecía saber la verdad.
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Era un día con sol, tan natural como cualquier otro, cuando Sokka, entró a la habitación donde la maestra tierra descansaba de la más dura tarea que había tenido que hacer en su vida: dar a luz. La observó, se encontraba de lado en su cama de tierra, hacia el lado que se encontraba aquella criatura que había traído al mundo, atenta de cualquier sonido que pudiera articular, concentrada en los latidos de su corazón, tan rápidos y eternamente perfectos para ella.
—Bien hecho, Toph —felicitó él, ante lo que ella mostró una sonrisa, sin moverse de su posición—. Me alegro de que ambas estén bien.
—Muchas gracias, Sokka —con algo de cuidado, tomo asiento, llevando una de sus manos hacía el pecho de la sonrosada recién nacida, a quien se le veía el cabello oscuro de su madre, y la respiración constante que la hacía moverse. Nunca creyó siquiera experimentar aquello, era una sensación tan nueva que le sorprendía. La segunda sensación extrañamente maravillosa que había sentido en su vida.
La del guerrero, y la de su hija recién nacida, Lin Bei Fong.
—Toph —le llamó, en lo que la mujer seguía investigando cada cosa nueva que sentía provenir de la niña, articulando un 'qué' ante el llamado—. ¿Sabes lo que voy a preguntar?
—Lo supongo bastante —se mofó, alejándose del lugar de descanso de Lin, para centrarse en la conversación.
—Entonces… ¿Me dirás o tendré que esperar a la siguiente vida? —inquirió, ciertamente impaciente, haciéndola reír.
— ¿Quién más que tú, Sokka?
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Bueno, ésta catástrofe mal escrita y llena de Ooc, es lo que yo creo que pudo haber pasado a esta hermosa parejita si es que Lin es hija Tokka, claro está xD
Si llegaste hasta acá es por que te gusto y por que automáticamente pasaste a tener la obligación de dejar un comentario. Por favor, nada de agregar a favoritos sin comentar E.É Me dan a entender que les gustó pero quisiera crítica escrita XDDD
Gracias por leer, y por favor, repito ¡Dejen sus Reviews alarga vidas! :D
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