El otro día me di cuenta de que dentro de unos meses hará un año que llevo escribiendo esta historia desde las sombras... No está terminada del todo, pero me parece que ya es hora de que la comparta con vosotros *sopla el polvo acumulado en este fic y lo cuelga*
Subiré un capítulo todos los sábados hasta que me quede sin material. De momento, sabed que tengo escritos 9 capítulos, así que esos están ya asegurados. Los demás... Bueno, maloserá. Rezaré para que la musas no me abandonen y pueda terminarlo sin haceros esperar mucho.
Dicho esto... ¡Espero que os guste! ¡A leer!
PD: La imagen de portada no es mía. No sé quién las hizo porque las encontré en Twitter, pero bendito seas.
THIS IS AN INTERVENTION
Capítulo 1 – Las Celesbellas
Not really sure how to feel about it
Something in the way you move
Makes me feel like I can't live without you
It takes me all the way
I want you to stay
– Rihanna, Stay
Todo empieza la noche en la que Beca llega a casa con el maquillaje malamente retocado, como quien se limpia a ciegas los restos de rímel y eyeliner corrido en un intento de hacer pasar desapercibidos los ojos enrojecidos. Cierra la puerta tras ella con más fuerza de la necesaria, sobresaltando a todas las Bellas, reunidas en el salón para la noche de películas que celebran cada viernes si no hay un plan mejor.
Jessica – porque después del retiro quedó claro quién era quién – le pregunta si se quiere unir, invitación que Beca pasa completamente por alto al ir directa hacia las escaleras con la música tronando desde sus usados Beats.
Aunque, en realidad, el verdadero inicio de las cosas está en la primera noche que pasaron en el retiro regido por Aubrey. Porque, vale, Chloe hizo su confesión en un susurro dirigido solo para Beca, pero estaban en un espacio diminuto repartido de la mejor forma posible para que cupieran las diez chicas, y cada pequeño sonido llegaba con su eco hasta el último rincón de la tienda. No fue intencionado escuchar algo de más.
O sí.
Las Bellas no se caracterizan por su poco amor a los cotilleos, especialmente si dicha información atañe a sus capitanas y se la dan envuelta con lazo y todo.
Así que, sí, todo empezó esa noche en el retiro, pero la entrada dramática de Beca una semana más tarde es el desencadenante, la gota que colma el vaso.
Las chicas se quedan extrañamente calladas porque quizá Beca no es la persona con el mayor sentido del tacto del mundo, pero tampoco es maleducada. Por lo menos, no con ellas. Puede ser borde, demasiado sarcástica, cabezota o estresante, pero nunca maleducada.
- Uy, alguien tiene un mal día – murmura Cynthia Rose antes de llenarse la boca de palomitas.
- ¿He dicho algo malo? – Pregunta casi a la vez Jessica con los ojos muy abiertos por la impresión.
- Oh, no, Jess, no te preocupes – se apresura a calmarla Chloe, sonriendo de forma tensa, el ceño fruncido –. No ha sido tu culpa, probablemente ni te haya oído por llevar la música tan alta.
La rubia se relaja notablemente y asiente, apretando el cojín que tiene en el regazo.
- Ya, mmm… Chloe, quizá deberías ir a hablar con ella – Amy la Gorda gira la cabeza para señalar hacia el rellano.
En realidad, su comentario es innecesario porque la pelirroja ya se está levantando antes siquiera de que la australiana abra la boca. La co-capitana de las Bellas deja de nuevo las piernas de Lilly, que habían estado reposando en su regazo, sobre el sillón, su rostro ausente como siempre que está pensando en algo diferente a lo que está haciendo.
- Podéis ir viendo la peli sin mí.
Y con esa última indicación, gira sobre sus talones descalzos y sale del salón con rapidez, subiendo las escaleras de dos en dos ágilmente. Para cuando llega a la buhardilla, los músculos de sus piernas están gritándole que les dé un respiro porque todavía están agotados por las dos intensas horas de ensayo. Entra cautelosamente en la habitación que comparten Beca y Amy, sus dedos marcando un ritmo nervioso en la barandilla mientras desliza la mano por ella antes de dejarla caer a un lateral de su cuerpo.
La DJ está hecha una bola en la cama, los cascos todavía puestos, encarando la pared. Chloe no le ve la cara, pero todo su lenguaje corporal señala de cincuenta formas diferentes que está llorando o, por lo menos, ha estado llorando hasta hace poco. Se muerde el labio, dubitativa. Sabe que Beca no lidia bien con las lágrimas, suyas o de otras personas, de modo que no se decide. ¿Debe acercarse y tratar de averiguar qué ha pasado o dar media vuelta y dejarla tranquila? Con cualquier otra persona no lo habría dudado ni un segundo, ni se habría parado a considerarlo.
Pero es Beca.
Su mejor amiga, su antítesis en todos los sentidos. No quiere presionarla demasiado, no ahora que han recuperado su antigua dinámica; pero, a la vez, tampoco puede soportar girarse y dejar que llore sola sin por lo menos tratar de ayudarla.
Cruza la distancia que la separa de la cama y se inclina sobre la menuda figura de la morena mientras se sienta en el colchón. La DJ da un brinco, rodando sobre su costado para encarar a la intrusa, los ojos abiertos como platos y la misma expresión que pondría un niño al que han pillado haciendo algo que sus padres le han repetido mil veces que no debe hacer.
- Jesús, Chlo, casi me provocas un infarto – se queja con una mueca, posando una mano sobre su acelerado corazón brevemente antes de quitarse los cascos de las orejas y aprovechar para secarse las mejillas de forma disimulada.
La aludida sonríe y se encoge de hombros ligeramente, fingiendo que no se da cuenta del gesto.
- Ya sé que mi belleza es infinita pero tampoco es para tanto.
Es extraño el aleteo de su corazón cuando ve la sombra de una sonrisa curvar las comisuras de los labios de la morena. Porque es gracias a ella, es algo que ha provocado ella y le hace sentir orgullosa de sí misma. Aunque no es precisamente una sensación extraña, es algo a lo que ya está acostumbrada después de casi cuatro años sintiéndolo a diario. Eso sí, nunca dejará de sorprenderla.
Pero la sonrisa queda solo en un intento y Chloe no puede obviar por más tiempo que salta a la vista que Beca no está bien.
- ¿Quieres hablar o prefieres que me vaya? – pregunta con voz suave, retirando un mechón marrón que se ha quedado pegado a la mejilla semi mojada de Beca y enganchándolo tras su oreja llena de piercings.
La DJ alza la mirada que ha mantenido clavada en una mancha en su colcha y la centra en los ojos azul bebé de su mejor amiga que parecen irradiar preocupación y ganas de ayudar. Literalmente. Puede notar esos rayos chocar contra su piel y filtrarse hacia dentro. Tiene que ser eso, es la explicación lógica a que de repente las palabras estén cayendo de su boca sin que ella tenga siquiera tiempo a procesar lo que está diciendo.
- He cortado con Jesse.
Espera un grito incrédulo, o alegre, o enfadado. Un "¡aleluya!", una bofetada, un empujón que la tire de la cama para que vaya a enmendar su error. No sabe bien el qué, pero espera algo.
Algo que no llega porque Chloe se limita a parpadear varias veces mientras digiere la noticia. Y, de algún modo, esa falta de reacción hace que Beca se plantee si quizá su ruptura con Jesse es algo que su amiga veía venir desde hacía tiempo, si el propio Jesse veía venirla y por eso no se había mostrado sorprendido cuando la morena dijo las fatales palabras.
- ¿Qué pasó? – habla la pelirroja finalmente.
Es curioso, porque Beca odia contar sus problemas, pero con el estímulo necesario es como si le quitaran el tapón de la boca y una vez empieza, ya no puede parar el torrente de palabras. Se encoge de hombros, primero uno, luego el otro.
- Era una fuente de estrés más – frunce el ceño. Sus dedos encuentran un hilo suelto en la colcha y comienzan a juguetear con él –. Una relación no debe transmitir esa sensación, no debe hacerte sentir como que tienes una obligación hacia la otra persona. Es algo que tiene que salir de ti por propia voluntad, ¿no?
No espera que Chloe conteste, es más bien retórico, pero aun así la pelirroja asiente, y Beca continúa tras una breve pausa, sintiéndose mejor consigo misma solo por esa pequeña muestra de simpatía y apoyo.
- He estado tan agobiada este año, jesús, todavía lo estoy; y Jesse estuvo ahí para ayudarme, pero a la vez dejaba caer comentarios sobre cómo cada vez pasábamos menos tiempo juntos… Me hacía sentir culpable porque por más que trataba de hacerle encajar en mi horario, no parecía encontrar el momento adecuado. Se… – suspira, frustrada –, se supone que no debería ser así, se supone que debería estar súper excitada y ansiosa por pasar tiempo con él, que tendría que deshacerme de otras cosas para convertirle en una prioridad. Eso es lo que hago… – «Contigo».
El pensamiento la golpea con tanta fuerza que, (des)afortunadamente, la palabra se le queda atascada y nunca llega a ser pronunciada en voz alta. El completo significado de lo que ha estado a punto de decir cae sobre ella como un jarro de agua fría y no puede hacer otra cosa que quedarse mirando a Chloe con los ojos abiertos como platos y su corazón latiendo salvajemente contra sus costillas.
Dentro de su pánico, racionaliza lo que ha estado a punto de decir con una sencilla explicación: Chloe es su mejor amiga. Por supuesto que quiere pasar tiempo con ella, por supuesto que el mero hecho de que la pelirroja recurra a ella – antes que a cualquier otra persona – para entretenerse le hace sentir especial. Si ya no siente eso con Jesse, si lleva tiempo sin sentirlo, será porque algo ha cambiado. Y si es sincera consigo misma, sabe con certeza que su relación con el Treble ya no es como era.
Reacciona cuando la pelirroja ladea la cabeza, entre curiosa y preocupada, porque ha sido bastante cantosa su forma de cortar la oración, y puede ver cómo los labios de su mejor amiga se fruncen antes de abrir la boca para hablar. Beca carraspea, fuerza a sus ojos a volver a su tamaño normal y agradece mentalmente al nudo de su garganta por haberle salvado de una gran metedura de pata.
- Eso es lo que haces cuando quieres a alguien – se corrige –, es así como debes sentirte, pero yo no me sentía así – sacude la cabeza –. No sé, supongo que el cliché que mejor lo explica es que ya no hay chispa entre nosotros, ya no siento lo mismo...
Chloe no dice nada, solo se limita a mirarla fijamente y con tanta intensidad que Beca siente calor extenderse por cada nervio de su cuerpo, seguido de una oleada de incomodidad y nerviosismo.
Hay silencios cómodos. Normalmente, Chloe y ella no tienen problema alguno en estar en silencio cuando están juntas – aunque Beca nunca lo ha considerado un silencio absoluto porque siempre hay un zumbido de fondo, como una tensión eléctrica en el ambiente. Con otras personas, el mismo silencio que comparte tan cómodamente con la pelirroja, está cargado de necesidad: necesidad de hablar, de tararear, de hacer un ruido irritante para que le manden parar; cualquier cosa con tal de romperlo.
Así se siente Beca ahora, lo cual le sorprende y le molesta a partes iguales, porque nunca ha tenido esa imperante necesidad con Chloe antes y no quiere empezar. Entonces, de forma breve, pasa por su mente la idea de que la pelirroja quizá no sabe qué decir – lo cual también sería una novedad…
¿Pero a quién trata de engañar? Es Chloe Beale. Incluso si no sabe qué decir, siempre sabe qué hacer.
La co-capitana se tumba en la cama junto a la DJ, cuela un brazo bajo su cabeza y lo usa como gancho para atraer a Beca hacia ella. Es un movimiento arriesgado, ya que Beca tiene un grueso historial de reaccionar mal a las muestras de afecto que implican contacto físico, sin embargo, la pelirroja nunca se para a considerar las consecuencias de sus actos cuando se trata de situaciones así. Simplemente actúa.
Recoloca la cabeza sobre la almohada para que no se le clave el moño descuidado que sujeta su pelo y empuja a la DJ para que pase de estar sobre su costado a acabar medio tumbada sobre ella.
Cuenta mentalmente los segundos que pasan con Beca más rígida que una tabla de madera, sorprendida cuando ve que no le da tiempo a llegar a diez antes de la morena suspire profundamente, se sorba la nariz y esconda su rostro en el hueco de su cuello. Chloe nota sus mejillas húmedas contra su clavícula y tiene que contener un estremecimiento ante el aliento caliente de Beca deslizándose por su piel.
- Lo siento.
Deposita un beso sobre su pelo y su mejor amiga niega entre su hombro y su barbilla.
- ¿Cómo…? ¿Cómo se lo tomó él? – pregunta Chloe, dubitativa.
- No lo sé, la verdad. Estaba triste cuando nos despedimos, pero no pareció sorprenderle, ni montó una escena, ni siquiera trató de hacerme cambiar de opinión… Solo me dijo: "Si crees que es lo mejor, lo acepto". Quizá él también se había dado cuenta de que ya no era lo mismo.
La pelirroja decide no hacer comentario alguno sobre la actitud de Beca durante toda la semana, escurridiza y recluida en sí misma, sin contestar a los mensajes a no ser que fuera una emergencia – como ese pequeño accidente que tuvieron tratando de preparar una parte de la coreografía. Incluso las Bellas habían notado el cambio de actitud de la DJ. Si ella fuese Jesse, también lo habría visto venir.
- Ni siquiera sé por qué estoy llorando – resopla la morena –. Supongo que se me ha juntado todo…
- Mmm a veces lo único que necesitas es expulsarlo para quedarte tranquila de una vez.
Consciente de que Beca odia llorar enfrente de personas – porque demuestra que tiene un corazón sensible debajo de esa actitud de chica dura –, y aunque no le apetece nada, comienza el laborioso trabajo de desenredar sus extremidades de las de la DJ para dejarla sola.
- ¿Qu-Qué haces? – inquiere esta, alzando la cabeza del hombro de Chloe para mirarla a los ojos. Lleva la confusión escrita en el rostro.
- ¿Irme para que puedas desahogarte sin testigos? – contesta la pelirroja, el ceño fruncido. Su mano apunta innecesariamente hacia las escaleras.
Pero Beca no quiere estar sola. Darse cuenta de ese detalle le sorprende a ella misma más que a nadie.
Frunce el ceño ella también y se muerde el labio inferior, deliberando su próximo paso. Sabe lo que quiere, y cierta sombra de reticencia en los cristalinos ojos azules de su mejor amiga le demuestra que Chloe quiere lo mismo.
Es, probablemente, lo único que necesita para decidirse.
Usa esa fuerza que mantiene escondida en su día a día y que nunca falla a la hora de sorprender a la gente – siempre hay algún listillo que pregunta lo típico de "¿cómo puede haber tanta fuerza en un cuerpo tan pequeñito?". Por suerte, la pelirroja no es así. Solo abre mucho los ojos, asombrada, cuando el codo que ha usado para incorporarse cede bajo la presión que ejerce la DJ sobre sus hombros y su espalda choca con el colchón con un pequeño rebote. Chloe casi tiene ganas de pellizcarse cuando, milésimas de segundo más tarde, Beca enreda sus piernas otra vez en la misma cómoda postura de antes y esconde la cabeza en el hueco de su cuello.
Sus labios rozan la piel de su clavícula y Chloe se estremece sin poder evitarlo. La morena suspira y a la co-capitana se le erizan los pelos de los brazos. Una sola palabra es susurrada y a la pelirroja le fascina cuánta vulnerabilidad pueden transmitir siete letras juntas:
- Quédate.
No se lo cuestiona ni se para a pensar dos veces en ello. Rodea la menuda figura de Beca con sus brazos y aprieta su agarre sobre ella, girando la cabeza hasta que sus labios reposan contra la frente de la DJ. Cierra los ojos y siente que todo el estrés, el miedo, las preocupaciones, la tensión…; todo lo que la ha tenido al borde del colapso durante ese año, desaparece.
El peso en su pecho es levantado por un globo que flota hasta perderse en el horizonte y Chloe se relaja finalmente.
Beca lo nota, porque deja escapar un "mmhh" apreciativo antes de hundir más su rostro en la pelirroja y abandonarse ella también a la calma del momento.
Dos pisos más abajo, los boles llenos de palomitas, M&M's y Doritos siguen intactos encima de la mesa de centro del salón. El menú de la película entona su rítmica canción en un bucle interminable a la espera de que alguien presione un botón y la ponga en marcha. Donde antes estaban el resto de las Bellas sentadas, o simplemente tiradas en la alfombra, solo hay sitios vacíos.
Ilusas son sus capitanas si creen que se van a perder la oportunidad de espiar de forma descarada sin que ellas se enteren. ¡Ja! A veces parece que no son conscientes de que viven con ocho chicas que se alimentan a base de cotilleos.
En un corro, todas se amontonan alrededor del primer escalón que lleva a la buhardilla. Casi ni respiran para poder escuchar sin problemas lo que Chloe y Beca están diciendo, algo que se presenta difícil cuando la DJ deja caer su ruptura con Jesse. Stacie da un grito silencioso, Amy la Gorda comienza a hacer un baile que involucra muchos movimientos de cadera y caras de victoria, Cynthia Rose se gira hacia las demás con una mano extendida, tamborileando los dedos en el aire mientras espera a que le den su dinero.
Entonces no se oye nada más y se miran entre ellas, extrañadas.
- Voy a investigar – susurra Amy.
Señala con un dedo hacia el techo antes de girar sobre los talones de sus desgastadas Ugg y subir escalón a escalón despacio, saltando esa tercera tablilla que siempre cruje cuando la pisan y ha provocado que la pillen en muchas ocasiones cuando vuelve tarde después de haber estado con Bumper. Llega hasta la altura suficiente como para que sus ojos asomen por encima de la pared y pueda curiosear entre los barrotes de la barandilla y las patas de la mesa de trabajo de Beca.
Sonríe cuando ve la escena desarrollándose frente a ella y vuelve a bajar al rellano.
- Código arcoíris – informa de forma apenas audible.
Cuando diez chicas conviven dentro de cuatro paredes, se inventan bromas internas y formas de decirse cosas las unas a las otras de forma que nadie más lo entienda. Así surgió usar el juego de "Marco, Polo" para encontrarse cuando están en extremos diferentes de la casa. O decir "código rojo" cuando una de ellas está fácilmente irritable por culpa de la regla – aunque a veces van todas sincronizadas y, durante una semana, es como vivir en un ring de lucha – para alertar a las demás de cuidar lo que dicen/hacen a su alrededor; "código verde" para los virus/enfermedades altamente contagiosas; "código negro" para cuando están de luto por una relación fallida y toca comer helado mientras ven películas tristes; "código azul/rosa" cuando una de ellas va a traer compañía – el color varía en función del sexo del/la invitado/a –, así las demás evitan entrar en la habitación y encontrarse con una imagen traumática.
El código arcoíris, sin embargo, precede a todos los anteriores. Su origen data desde prácticamente los inicios de sus aventuras como la nueva generación de las Barden Bellas.
Que Chloe carece por completo del sentido del espacio personal y no atiende a las reglas convencionales de comportamiento, no es un secreto para nadie. Un solo vistazo basta para llegar a esa conclusión. La pelirroja no lo oculta, no se siente avergonzada de ello. Pero si Beca está involucrada… Oh, la cosa cambia. Ya no solo es que se meta en su burbuja para hablar con ella, sino que siempre encuentra excusas para tocarla, para guiñarle un ojo, para quedarse mirándose mutuamente más tiempo del normal para unas amigas, para roces demasiado largos y mordidas del labio inferior cuando la otra está haciendo algo particularmente sexy.
Y, lo más chocante, es que cualquier persona que conozca a Beca negaría con la cabeza hasta el punto de lesionarse el cuello ante la posibilidad de que la DJ no rechazara nada de lo mencionado anteriormente. Se reirían de forma sarcástica y dirían: "¿Estamos hablando de la misma Beca Mitchell?". Por imposible que parezca, es así.
Puede que proteste durante todo el rato que Chloe está pegada a su espalda mientras trata de explicarle cómo hacer correctamente un nuevo paso de baile – aunque la morena ya sabe hacerlo. Puede que se quede como un muñeco cuando la pelirroja la abraza, sus brazos muertos a ambos lados de su cuerpo y atrapados por los de su mejor amiga. Puede que se sonroje tanto que parece que va a explotar cuando la co-capitana le lanza un guiño, o una sonrisa traviesa acompañada de un comentario sugerente, y la mande callar de forma un tanto inconexa. Puede que prácticamente se le caiga la baba cuando Chloe mueve las caderas para mostrarles la coreografía y luego trate de disimularlo de todas las formas posibles. Pero no hace nada por pararlo porque, secretamente – y no tan secretamente –, disfruta con ello.
De ahí que, un día, tras una tarde de ensayo especialmente cargada de dobles sentidos y toques innecesarios, las Bellas salieran del auditorio casi a la carrera, pisándose unas a las otras en su urgencia por poner la mayor distancia posible entre ellas y sus capitanas.
- ¡Alguien tiene que hacer algo con esas dos! Yo no aguanto otra práctica igual – exclamó Cynthia Rose sacudiendo la cabeza, exasperada.
- ¿Verdad? Pensé que era yo la única afectada por tanta tensión sexual no resuelta – la apoyó Amy, estremeciéndose de forma exagerada.
- ¿Estás de coña? Poco más y hacen que mi gaydar estalle.
- Sinceramente, me extraña que no estemos todas vomitando arcoíris ahora mismo – comentó Stacie de forma distraída.
Amy se paró de golpe, causando que la morena chocara con ella por no ir atenta.
- Stacie, jamás pensé que diría esto de otra persona que no fuera yo, pero eres un genio.
- Gracias – contesta la aludida con una sonrisa complacida.
- A partir de ahora, cuando Chloe y Beca estén en modo "estoy completa y perdidamente enamorada de ti, pero me niego a admitirlo", diremos "código arcoíris" para saber que es mejor huir antes de que se lancen a los brazos de la otra y comiencen a meterse la lengua por…
- ¡Amy! – la cortó Stacie, alarmada, para diversión de CR.
- ¡Garganta! ¡Iba a decir garganta! – juró la rubia, pero su sonrisa torcida y el guiño que le lanzó a las demás la delataron. – Además, tú siempre nos cuentas tus aventuras sexuales, no sé por qué ahora te muestras toda pudorosa.
Desde que vivían juntas, ese código específico es, fácilmente, el más utilizado. Pero, cuándo exactamente pasaron de correr lo más lejos posible para no ser testigos de tanto flirteo a actuar a escondidas para no molestarlas, ninguna sabría decirlo. Suponen que cuando los años iban pasando y veían que ninguna de las dos parecía dar el paso.
Las chicas bajan otra vez al salón sin hacer ruido alguno para no alertar a sus capitanas y arruinarles el momento. Se dejan caer cada una en sus respectivos asientos, Amy acaparando el bol de M&M's para ella sola, el ceño fruncido mientras mete bolita de chocolate tras bolita de chocolate en su boca.
- Dios, ¿cuándo se van a dar cuenta esas dos de que están locas la una por la otra? – pregunta Cynthia Rose con una sacudida de cabeza exasperada.
- Al principio yo creía que de verdad eran pareja… – confesa Emily –. Hasta que vi a Jesse besar a Beca en su fiesta.
- Cierto, recuerdo que estabas toda apurada porque creías que Beca le estaba poniendo los cuernos a Chloe y no sabías qué hacer – ríe Flo para vergüenza de la Heredera, que entierra momentáneamente la cara en sus manos.
- Yo pensé que después de lo que Chloe dijo en el retiro, Beca daría el paso – comenta Stacie, redirigiéndolas al tema en cuestión.
Todas asintieron, compartiendo miradas de incomprensión e incredulidad. Todas excepto Amy.
- ¿Cómo?
- Se suponía que no debíamos oírlo, pero, a quién se le ocurre, ¿verdad? – la joven científica busca apoyo en las demás Bellas con una risita incrédula.
- ¿Qué dijo Chloe y por qué demonios me entero yo ahora de esto? – exclama la australiana.
- Fue justo antes de que empezara a cantar Torn, lo cual, ahora que lo pienso, es una sospechosa elección de canción si se tiene en cuenta…
Stacie no tiene oportunidad de terminar la oración porque Amy, exasperada, deja los dulces en la mesa y atrapa las mejillas de la Bella entre sus manos. La futura científica adquiere semejanza con un besugo por el modo en que sus labios son forzados a estar y sus ojos se han abierto por la sorpresa.
- Stace, te quiero mucho, pero a veces tienes tendencia a irte por las ramas y eso me estresa a no ser que sea yo quien lo esté haciendo, así que, por el amor de Hugh Jackman, ¡dime qué le dijo Chloe a Beca en el retiro ya!
- Vale, vale – la calma la joven cuando Amy suelta sus mejillas. Se las masajea ligeramente, haciendo una mueca –. Jesús, alguien tiene que dejar el azúcar… – La mirada asesina que le lanza la australiana es suficiente para hacerla callar de golpe –. A ver, fue cuando saliste de la tienda para, ejem, ir al baño – carraspea –; Chloe le susurró a Beca que una de las cosas de las que más se arrepentía era de no haber experimentado más en la universidad.
- ¿Y Beca qué contestó?
- La llamó rara y se dio la vuelta – dice Emily.
La australiana bufa y se lleva una mano a la cara, sacudiendo la cabeza con decepción. Su enfado casi se puede palpar en el aire, son vibraciones que salen de su cuerpo y hacen que el hecho de que se haya quedado completamente callada les ponga los pelos de punta al resto de las Bellas.
- Chicas – Amy habla finalmente, mirando a sus compañeras con una seriedad extraña en ella –, creo que es hora de que realicemos una intervención urgente.
Sonrisas cómplices van apareciendo en el rostro de las chicas, que asienten con emoción y se inclinan hacia delante para escuchar mejor lo que Amy les tiene que decir.
- Tenemos hasta que vayamos al Mundial así que vamos a contrarreloj. Ya tengo un par de ideas sobre cosas que podemos hacer, pero si se os ocurre algo no dudéis en decírmelo – alza la barbilla en un gesto orgulloso –. Como que me llamo Amy la Gorda que consigo que esas dos terminen juntas.
- Amy… – interviene Stacie, los labios fruncidos –. Tú misma dijiste en primero que te llamabas Patricia.
La australiana abre la boca para hacer alguno de sus famosos comentarios que siempre le sacan de cualquier situación embarazosa, pero parece pensárselo mejor porque se limita a poner los ojos en blanco e ignorar a la rubia.
- Seremos sus Celestinas – sentencia, subiendo y bajando sus cejas sugerentemente.
- Oh – exclama Stacie con emoción –. Mejor, seremos sus Celesbellas – guiña un ojo y sonríe con picardía.
- Eh, no, eso suena raro – Amy sacude la cabeza haciendo un gesto de la mano para desechar la idea de su amiga –. Bellastinas mola más.
La joven frunce el ceño y se cruza de brazos, fastidiada.
- ¿Y eso es mejor que mi idea en qué exactamente? Parece que dices ballestas con purpurina.
- Yo tengo una ballesta con purpurina – murmura Lilly con una ligera sonrisa torcida.
Pero, como siempre, su voz es apenas audible y las Bellas se miran entre sí, extrañadas, antes de decidir borrar el comentario de sus memorias y centrarse en el debate entre Amy y Stacie.
- ¿Po–Por qué no lo sometemos a votación? – propone Emily casi temerosa de intervenir entre ambas mujeres. Dos pares de ojos se centran a la vez en ella, cargados de intensidad, y brinca ante la súbita atención.
- Esa es… - comienza Amy.
- ¡Una genial idea! – La corta Stacie con una sonrisa de oreja a oreja. Da un par de palmadas para que todas se fijen en ella –. Chicas, ¿cuál preferís? Manos alzadas para mi nombre.
Al final la votación se decanta del lado de Stacie, quien aplaude alegremente. Amy disimula su decepción bastante bien teniendo en cuenta su tendencia al dramatismo, eso sí, se toma su tiempo para lanzarle una mirada de "esta te la guardo" a Emily, señalándose sus ojos con dos dedos y girándolos para apuntar hacia la novata.
Stacie le da un manotazo en la mano y le asegura a la aterrorizada Heredera que no le pasará nada. Después, salta al interior del círculo ligeramente amorfo que se ha formado alrededor de la australiana y hace un gesto con el dedo para que se acerquen más a ellas.
- Muy bien, Celesbellas, esto es lo que vamos a hacer…
