Digimon Adventure y sus personajes no me pertenecen.


Detrás

El muchacho en sí era toda una contradicción, y lo amaba por eso. De alguna manera, el saberse capaz de consolarlo le hacía sentirse fuerte y la mirada cristalina anegada en lágrimas casi le producía una extraña mezcla entre tristeza y calidez, no porque le agradase verle mortificado; por el contrario, aquellas demostraciones de dolor le decían que tras esa máscara de hielo estaba la persona a quien amaba.

Pero, las cosas habían ido demasiado lejos esta vez. Trozos incontables de vidrio rozando sus pies y restos de sangre ajena; forcejeando agitado con la figura bien conocida y el rostro desgarrado en pena que apenas pudo saber el suyo. Las razones yacían en el aire, en las paredes y el alma de luto que sentenciaba al grupo al extremo silencio; aún podía evocar el melancólico sopor en las mejillas de su hermana: pálida, destruida como el rubio que se permitía enfrentar, pese a todo.

Porque sus palabras nunca tenían un significado completo. Ahora, en este espacio de momento sabe que al escuchar un lárgate, no puede pensar siquiera en dejarle ir; comprende a la perfección que sus intentos desesperados por estar solo. Sin embargo, la quietud del apartamento les volvería locos, a ambos.

¿Por qué no entendía Yamato la inexistencia de razón en sus argumentos?

—¡Maldita sea, vete! —soltaba entre alaridos, la voz herida de gritos anteriores o de sonoros sollozos que no se atrevía a imaginar —¿Quién demonios te crees para decir que me entiendes? ¡Cuando lo mismo le ocurra a Hikari, ven y te aceptaré!

Aceptar y aceptación. Golpearlo no serviría, devolver un insulto jamás podría alejar la navaja amenazante de su mano pálida o ahuyentar el repetitivo mantra obsesivo que retozaba diciendo todo es culpa mía, no entiendes cómo me siento. Por violentos que resultasen los deseos de sacudirlo hasta hacerle reaccionar, el lastimarlo todavía más estaba fuera de lugar.

Si no lo amara, sería más fuerte y podría sacarlo de aquella auto compasión. Pero, si no lo amara hace mucho que habría tirado la toalla y los Ishida perdido otro hijo.

Yamato por sí mismo, resultaba complejo y a la vez en extremo sencillo de leer. Horas interminables tratando de descifrar los secretos tras esa mirada azul susurraban pensamientos que su Matt se negaba a admitir. Días de ocio sin sentido lo golpeaban, asegurándole que no mucho había cambiado y que su novio todavía necesitaba más a su hermano que a él.

—¡Lárgate, lárgate…! —musitó Yamato, perdiendo su templanza y dejando de apartarlo. Un brazo del deportista rodeo los menudos hombros del Ishida, y las hebras de cabello dorado enterrarse en su pecho. Yagami suspira, soltando la problemática cuchilla lejos y escuchando la letanía de lamentos de labios de Matt.

Porque detrás de un ceño fruncido se encontraba la melodía eterna de un triste pensamiento y él lo sabía; porque, sin las barreras y la fortaleza fútil que el rubio creía necesarias, sólo se encontraba simplemente Yamato. Y era eso lo único que Taichi necesitaba entender.


N/A. Dudas y comentarios, abajo. Apreciaré las críticas.