Anochecía en la Tierra Media. Deslizándose suavemente a través de las tranquilas aguas del mar, continuaba su recorrido el último barco procedente de los Puertos Grises y con rumbo a las tierras de Valinor. En la proa del barco, dos figuras resaltaban bajo los destellos rojizos que indicaban la proximidad de la puesta del sol.
Bueno, Gandalf, cuéntame otra vez qué es eso de la blanca orilla.
Pues eso, Frodo, si ya te lo he contado miles de veces. El lugar al que nos dirigimos. Las tierras imperecederas de los elfos, ya sabes, esas de las arenas blancas y las verdes campiñas.
Pero, Gandalf…¿hay elfas como la dama Arwen en aquellas tierras? Es que las mujeres hobbits nunca han sido de mi agrado. Y aprovechando mi dominio del idioma élfico, podrías hacerme el favor y presentarme a alguna elfa soltera interesante…
Pero Frodo…¿a qué vienes tú a las tierras imperecederas? Nos dirigimos a un lugar de reposo y paz. Ya lo sabías cuando abandonaste la Comarca.
Sí, claro, pero una cosa no quita la otra¿verdad? Entiéndeme Gandalf, tengo que asumir de una vez que Sam me dejara por esa Rosita Coto y rehacer mi vida…y si es junto a una elfa inmortal, muchísimo mejor.
Bueno, bueno, ya hablaremos de esto cuando lleguemos a Valinor, tendré que consultarlo con Elrond y Galadriel para ver si están de acuerdo. Umm…ahora deberíamos refugiarnos, mira esas nubes negras, se avecina una tormenta…
Y, en efecto, de repente el cielo quedó cubierto de densos nubarrones negros y una enorme tormenta cayó sobre el barco, que comenzó a agitarse peligrosamente.
¡Frodo¡Agárrate¡Creo que vamos a hundirnos!
¡Y yo creo que voy a vomitar! Me siento como cuando la araña gorda me clavó su agijón…¡Gandaaaaaaaaaaaaaaalf¡Haz algo!
Pero ni el mago blanco con su enorme poder pudo evitar el naufragio de la nave, que se precipitó en las frías aguas. Haciendo un último esfuerzo, Gandalf, Elrond y Galadriel cogieron a Frodo y a su anciano tío Bilbo y subieron al bote salvavidas, especialmente diseñado por los elfos constructores de la casa de Elrond para aguantar todo tipo de tempestades. Ninguno de ellos supo cuánto tiempo estuvieron flotando a la deriva en medio de las aguas embravecidas y la tormenta, pero, finalmente, usando la luz de Earendil de la Dama Galadriel, divisaron tierra y se aproximaron, empleando la vara de Gandalf como remo. Galadriel, con su aguda vista élfica, divisó algo:
¡Ey¡Mirad eso¡Hay alguien allí!
¿Eh¡Ah, sí! Parece un dragón.
¡Calla tío Bilbo! Cómo va a ser un dragón. Estás más cegato cada día, eso de envejecer de golpe te ha sentado fatal. Es un hombre, aunque muy grande…vayamos a investigar…Gandalf, ve tú delante por si acaso.
Se aproximaron con cautela hasta la extraña figura, que, en efecto, no era un dragón, sino un hombretón de tamaño descomunal, sentado en la orilla de la playa y con lo que parecía ser una enorme caña de pescar en su mano. Junto a él, un perro se revolcaba en la arena observando a su amo y agitando su cola continuamente.
Vamos, Fag, no seas impaciente, tan solo quiero atrapar a uno de esos malditos peces-águila y volveremos a casa a preparar tu cena. Deja ya de ladrar…¿qué te ocurre? Un momento, oigo voces…¿quién anda ahí?
¡Gandalf¡Es un orco¡Acaba con él!
¡Calla Frodo! No andas mucho mejor de vista que tu viejo tío. Este individuo no es muy agraciado, pero sin duda no es un orco, aunque no encaja en ninguna raza que yo haya visto en mi larga vida. Seamos cautelosos, dejadme hablar a mí primero…
¿Quiénes sois y qué estáis haciendo en estas tierras? Hablad ahora u os azuzo a mi perro, y os aseguro que no sobreviviréis a su fiero ataque.
No dudamos de tu bravo compañero, a pesar de que se haya escondido detrás de ti, pero danos al menos la oportunidad de explicarnos. Soy Gandalf el Blanco, antes conocido como Gandalf el Gris, y estos son mis compañeros de viaje, el señor Elrond de Rivendel, la Dama Galadriel de Lothlorien, y Frodo y Bilbo Bolsón, de La Comarca. Nuestro barco ha naufragado y deseamos saber dónde nos encontramos y con quién tenemos el gusto de hablar.
Ummm…mi nombre es Hagrid, soy profesor de Cuidado de Criaturas Mágicas en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería, que se encuentra nada más atravesar ese bosque que tenemos ahí detrás, y que cuenta entre sus alumnos al famoso Harry Potter y…umm….no debí decir eso, yo…¡eh, ha picado uno!
Mientras Hagrid pronunciaba estas palabras, su caña de pescar se elevó por encima del agua y, ante la mirada asombrada de todos los presentes, un extraño animal hizo su aparición en el extremo. Era una especie de pez gigante, con la particularidad de que tenía pico y alas de águila, alas que en ese preciso instante desplegó, levantando el vuelo y arrancando la caña de las manos de Hagrid, al que había cogido totalmente desprevenido. Antes de que pudieran reaccionar, el inmenso animal cayó en picado sobre el aturdido Frodo, al que agarró de su capa con el pico.
¡Gandaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaalf¡Socorroooooooooo!- gritó Frodo, que se vio de pronto suspendido en el aire.
¡Frodo¡A dónde vas¡Llévame contigo¡Qué emoción! Creo que estoy
preparado para otra aventura. – dijo Bilbo sonriente.
Pero el pez-águila no parecía interesado en transportar a más viajeros. En apenas unos segundos, se lanzó en un vuelo vertiginoso atravesando las copas de los árboles e internándose en el bosque, con Frodo colgando de su pico.
- ¡Esperad! – exclamó Hagrid - Creo que sé a donde se dirige…¡va directo hacia Hogwarts¡Seguidme! Os llevaré allí por el camino más rápido y trataremos de interceptarlo para rescatar a vuestro pequeño amigo…esperemos que al bicho no le de por abrir el pico a medio camino, la caída desde esa altura y a esa velocidad probablemente sería muy dolorosa, por no decir mortal…umm…no debí decir eso.
