EL VALOR DE UNA PROMESA

"No puedo quedarme.." - se dijo a sí misma moviendo la cabeza – "me duele demasiado."

La calma del bosque le tranquilizaba poco a poco, pero la tristeza crecía. Se acercó al pozo y miró su interior. No quería irse, no quería dejar a sus amigos.

Recordó su conversación con Inuyasha tiempo atrás, donde le había pedido quedarse a su lado. Ahora ya no era posible. Tarde o temprano terminarían lastimándose si continuaba allí.

Metió la mano en el bolsillo y sacó el pequeño frasco donde guardaba los fragmentos de la perla de Shikon. Los observó. Por culpa de ellos había tenido que quedarse en la época antigua... por culpa de ellos había conocido cada vez mas a Inuyasha... por culpa de ellos.. por su culpa... se había enamorado...

Una lágrima solitaria resbaló por su mejilla. Ella la dejó correr hasta que cayó y se perdió entre la hierba. Volvió la cabeza para contemplar la belleza del bosque por última vez... y sus ojos se agrandaron por la sorpresa.

"Inuyasha" - susurró.

Él estaba allí, inmóvil, contemplándola. Se miraron a los ojos unos segundos. Aome creyó ver algo en los ojos de su amigo pero no pudo identificar que era. Tristeza? desilusión? rabia? no lo sabía.

Lo miró de arriba a abajo, intentando que su imágen se fijara en su mente. No quería olvidarlo.

"Aome .. yo.." – comenzó a decir pero su amiga sacudió la cabeza.

"Me lastimas" – interrumpió ella. No quería escucharlo. No quería que le hiciera mas difícil la decisión.

"Adios" - dijo en voz baja y dejando un pequeño objeto en el borde de madera, saltó al pozo y desapareció.

Inuyasha no dijo nada. No se le ocurría que decirle, todo parecía estar fuera de lugar en ese momento. Se limitó a mirarla a los ojos hasta que desapareció. No le dio importancia. Siempre peleaban y Aome siempre volvía a su época unos días. Pero siempre volvía.

Decidió volver a la aldea de la anciana Kaede a esperar su regreso, pero antes de internarse entre los árboles, un pequeño destello llamó su atención.

Se acercó al pozo hasta encontrar el origen de aquella pequeña luz. Sus ojos se oscurecieron cuando vieron de que se trataba. El frasco con los fragmentos. Inuyasha lo tomó con cuidado, comprendiendo la decisión de su amiga. Aome no quería volver.

Pensativo se encaminó hacia la aldea, sin dejar de observar el pequeño frasco de vidrio. La idea de no volver a Aome le resultaba extraña. Un monstruo se le apareció en el camino y con palabras grandilocuentes le exigió los fragmentos que llevaba, pero el hanyou no estaba de humor para aguantarlo, y lo eliminó con Colmillo de Acero de un solo golpe.

El monje Miroku apareció frente a la casa de la antigua miko. Llevaba una gran marca en la mejilla.

"mejor no pregunto" – le dijo Inuyasha. No tenía ganas de hablar con nadie pero sabía que era imposible.

Con la esperanza de evadir las preguntas de sus amigos un rato se dirigió a su árbol, sentándose en la rama mas alta. Quería reflexionar sobre lo sucedido. Pero los demás no pensaban dejarlo tranquilo. Habían visto el rostro de Aome y sabían que había peleado con él.

"Inuyasha!" – gritó Shippou – "dime... donde está Aome?"

El hanyou no respondió.

"Han vuelto a pelear, verdad?" – preguntó Sango tranquilamente. Estaba sentada en el pasto limpiando su arma. Kirara dormía a su lado.

"Ya no me molesten!" – les gritó volviendo la cabeza para el otro lado obstinadamente.

"Vamos, baja del árbol y explícanos que ha sucedido" – intervino el monje con calma – "han vuelto a discutir por Kikyo?"

Silencio.

"Inuyasha... "– dijo Sango entrecerrando los ojos peligrosamente.

Silencio.

"OSUWARI!" – gritó la exterminadora. El hanyou se incorporó de un salto por la sorpresa y si bien, el hechizo no funcionó, Inuyasha cayó del árbol al moverse tan bruscamente.

"Bueno ... el osuwari no ha funcionado pero el resultado ha sido el mismo" -dijo Miroku con un asomo de sonrisa – "ahora mi buen amigo, cuéntanos."

"No hay nada que contar" – respondió Inuyasha comenzándose a alejarse en dirección al bosque – "Aome no volverá, ha dejado sus fragmentos de la perla" – le arrojó el frasco de vidrio sin interrumpir su camino.

Todos lo miraron sorprendidos.


En la época actual, Aome acababa de salir del pozo. Dejó caer la mochila y se apoyó en el marco de la puerta. Acababa de comprender su error. Ya no podría volver a Sengoku. No vería nunca mas a sus amigos: Shippou, Sango, Miroku, la anciana Kaede, Koga.... no vería mas a Inuyasha. Tal pensamiento le causó un dolor que la cegó unos segundos.

"Hermana! Has vuelto!" -gritó Sota cuando entró a la casa.

Su familia corrió a abrazarla, haciéndole múltiples preguntas al mismo tiempo. Pero Aome no tenía ánimos para responder. De repente se sintió cansada, muy cansada. Murmuró una excusa cualquiera y subió a su habitación.

Luego de tomar un baño y comer algo que su madre le había llevado en una pequeña bandeja, Aome se acostó en su cama con los ojos bien abiertos. Estaba cansada, pero el sueño no venía a ella.

Pasó toda la noche despierta, observando atentamente la ventana. Esperaba. En cualquier momento Inuyasha aparecería por allí y aclararían el error.

Pero nunca vino. Finalmente se quedó dormida.


"COMO QUE AOME NO VOLVERÁ????" – chilló Shippou. Los tres habían corrido hacia Inuyasha y lo arrastraron hasta la cabaña de la anciana Kaede.

"eso fue lo que dije" – respondió el hanyou de mal humor.

"Eso no está nada bien" – murmuró Miroku sacudiendo la cabeza.

Inuyasha no respondió. Su mal humor iba aumentando conforme pasaba el tiempo. El no había hecho nada, Aome tenía toda la culpa... o no?

Quiso ponerse de pie pero el monje volvió a sentarlo de un empujón.

"no, mi amigo. Esto no ha terminado todavía" – le dijo ignorando la furiosa mirada.

"Es verdad" – corroboró Sango – "Inuyasha, tendrás que ir a la época de Aome y pedirle una disculpa."

"Que?? Estás loca!"

"Es verdad" – dijo la anciana Kaede asintiendo.

"No pienso ir, me oyen??" – gritó levantándose de un salto. Salió de la cabaña ignorando los gritos de sus amigos.

Todo esto era culpa de Aome. Ella tendría que ser quien aguantara sus reclamos. Se internó en el bosque murmurando maldiciones, pero a medida que caminaba, su enojo se iba apagando. Sin darse cuenta había llegado al pozo. Se sentó en uno de los bordes y miró adentro.

"Maldición" – murmuró mientras saltaba dentro.