Epilogo

¿Qué hubiera pasado si la señora Everdeen la madre de Katniss se hubiera casado con el señor Mellark?, ¿Qué hubiera sucedido si Katniss hubiera crecido en la familia de Gale?, ¿Qué hubiera pasado si Prim fuera la hermana menor de Peeta? Un mundo totalmente nuevo, lleno de intrigas, mala fortuna y un amor desafortunado.

Unos nuevos juegos del hambre y dos voluntarios para salvar a dos pobres chicos de apellido Mellark. ¿Quién ganará los septuagésimo cuartos juegos del hambre? ¿Quién se va a enamorar primero?, ¿Katniss Everdeen o Peeta Mellark? Y al final ¿Katniss cumplirá el último deseo de su padre?

Capítulo I

"El día que te conocí"

-Mira Katniss, ¿Ves a esa mujer de allí?- Decía mi padre señalando a una hermosa mujer de piel blanca que llevaba un delicado vestido azul que hacia juego con sus preciosos ojos azules, con su cabello rubio ligeramente recogido –Siempre estuve enamorado de ella-Sus palabras me sorprendieron y no pude evitar voltear a ver a mi padre, sintiendo una enorme opresión en mi pecho, después de todo mi madre era una mujer dulce y amable, y escuchar aquello me hizo sentir algo de enfado, pero no pude evitar observar un brillo que sólo emanada de los ojos grises de mi padre cuando algo hermoso estaba frente a sus ojos; Él aún estaba enamorado de ella y eso me llenó de odio.

Volteé para observar con desprecio a aquella mujer, pero para mi sorpresa me topé con un par de preciosos y profundos ojos azules que me miraban con cierta intriga: Un niño que acompañaba a la mujer.

Rápidamente desvié la mirada sintiendo como mi pequeño corazón se tambaleaba de un lado a otro -¿Qué es esta sensación?- Me quedé pensando -¿Qué sucede Katniss?- Me dijo mi papá, pero yo sentía que mis mejillas ardían de una forma muy extraña –Vámonos- Le dije jalándolo de su chaqueta, pero él sólo me observó y luego volteó hacia donde evitaba ver –Así que es eso-Respondió con una risilla -Ven, vamos a saludar- Decía jalándome, mientras yo me negaba –¡No! Papá, vámonos-Le seguía diciendo, pero su fuerza era totalmente superior a la mía.

-Bunas tardes señora Mellark- Dijo mi padre con un tono sutil y educado, logrando que yo me pusiera totalmente de piedra.

-Buenas tardes señor Everdeen- Respondió la mujer rubia. Su tono de voz era tan precioso como ella lo era físicamente. -¿Qué le trae por aquí?- Seguía hablando mientras yo me quedaba anonadada viéndola, era realmente hermosa.

- He cazado un par de ardillas el día de hoy y quería saber si al señor Mellark le gustaría hacer un trueque conmigo-Decía al mismo tiempo que alzaba la bolsa donde estaban nuestras presas.

-Claro, mi esposo se encuentra allá adentro ¿Les gustaría pasar?- Dijo ella muy amablemente abriéndonos la puerta de su negocio.

-Gracias- Entramos los dos; Yo abrazada a su chaqueta más impulsada por el nerviosismo que por temor.

- ¿Y quién es esta pequeña?- Decía la señora Mellark hincándose hasta quedar a mi altura, pero no pude decir ni una sola palabra, sus preciosos ojos me ponían nerviosa.

-Vamos Katniss, saluda- Dijo mi padre, sobándome la cabeza delicadamente para darme valor.

-Soy… Soy Katniss Everdeen señora Mellark, Mu…Mucho gusto- Dije finalmente mientras apretaba fuertemente mi vestido con mis pequeñas manos.

-Mucho gusto Katniss- Respondió ella con una amplia sonrisa al mismo tiempo que extendía su mano para estrechar la mía. –Este jovencito de aquí es mi hijo, saluda Peeta-Dijo ella señalando a su lado, pero el pequeño estaba escondido atrás de ella. -¿Qué sucede hijo?, ¿Qué haces allí atrás? Saluda- Le decía mientras intentaba colocarlo frente a mí.

-Soy Peeta Mellark, mucho gusto-El veía al piso y jugaba con una pequeña masa extraña que llevaba en su mano. –Anda hijo, dale la mano- Le dijo rápidamente su madre, dándole una pequeña palmadita en la espalda haciendo que diera un paso hacia mí y me mirará fijamente a los ojos. –Mucho gusto-Dijo él, extendiendo su mano temblorosamente hasta mi, pero sin despegar su mirada de la pequeña masa blanca. Pasaron unos segundos y no nos soltamos de la mano.

-Bueno, iré a hablar con el señor Mellark- Dijo mi padre rompiendo el silencio, haciendo que yo soltará la mano de Peeta y me abalanzará de nuevo a su chaqueta –¡Papá!-No me gustaba separarme de él y mucho menos si había extraños alrededor. –Katniss, espera aquí, ¿De acuerdo?- Respondió él, alejándome un poco. –Pero…-Decía yo con los ojos casi llorosos–Juega con Peeta mientras me esperas aquí, ¿Está bien?-Dijo esto último y se marchó hacía un cuarto de la tienda.

Algunos minutos pasaron y yo no sabía qué hacer, ¿Qué debía hacer? Y allí estaba él, con sus profundos ojos azules mirándome fijamente, -¿Por qué me ve así?, ¿Me odia?-Un montón de preguntas pasaban por mi pequeña e infantil mente.

-Katniss, ¿Te gustaría hacer galletas?- Me preguntó de pronto la señora Mellark, haciendo que mis ojos se iluminaran por completo. -¿Yo?, ¿Puedo?- Dije un poco titubeante, pero de inmediato se me apagaron las esperanzas, las galletas no era un lujo que nosotros nos pudiéramos permitir. -¿Qué sucede?- Preguntó la señora, viéndome un poco confundida.

-Es que no...- Tartamudeaba un poco y apretaba con más fuerza mi vestido, ¿Cómo le decía que no teníamos dinero? Realmente me daba pena decirlo.

-No te preocupes, estas galletas van por nuestra cuenta- Respondió ella, como adivinando mi pensamiento -¿Verdad Peeta?- Terminó de decir y él sólo asintió levemente, regresando su mirada a la masa blanca. En ese instante escuché como su madre daba una pequeña risilla y se metía a la cocina. -Peeta, trae a Katniss- Alcancé a escuchar un poco a lo lejos.

Me quedé observando a lo lejos y luego regresé mi mirada hasta Peeta, el cual ahora me veía fijamente, con sus profundos ojos azules que parecían el mismo cielo.

-¿Vamos?- Dijo él, extendiendo su pequeña y blanca mano hasta mi, pero yo sólo me quedé petrificada observándola. -Anda- Terminó de decir y tomó mi pequeña mano, logrando que sintiera una gran calidez. Era una sensación nueva para mi, pues mis manos siempre han sido frías, pero las de él se sentían cálidas y le daban una hermosa sensación a mi piel.

Cuando entramos a la cocina su madre ya nos esperaba con un montón de instrumentos que yo jamás había visto.

-¿Qué tipo de figura prefieres?- Decía tomando varios moldes con sus manos. Pasé mis ojos por cada uno de ellos, hasta que uno llamó mi atención. -¡Este!- Grité entusiasmada, pero no fui la única en responder, Peeta había hablado al mismo tiempo que yo. Ambos cruzamos miradas, primero viéndonos a los ojos con cierta molestia y después pasando nuestros ojos por el molde del otro. Figura más diferente no pudimos escoger.

-Así que estos dos- Respondió su madre con una risilla, librándonos de la incómoda escena que estábamos teniendo. -Entonces la media Luna será para Katniss y el Sol será para Peeta- Decía ella tomando ambos moldes.

Pasaron algunos minutos entre que poníamos los ingredientes y ella nos explicaba cómo preparar todo.

-Ahora sólo falta hornearlo- Decía ella muy contenta. -Ñaaaa, Ñaaaa- Pero el sonido del llanto de un bebé la interrumpió. -Ho no, la bebé se ha despertado- Dijo algo preocupada. -Peeta, cuida las galletas en lo que voy por tu hermana- Y salió rápidamente de la cocina, dejándonos nuevamente con esa incomodidad.

Después de un par de segundos Peeta se sentó en la mesa y comenzó a amasar una nueva masa, él estaba tan entretenido que no pude evitar verlo detenidamente. Su cabello rubio se movía de un lado a otro por su frente, sus pequeñas manos se veían fuertes y decididas amoldando la masa, y sus ojos, tan bellos, claros y profundos, me perdía en ellos totalmente. Cada vez que los veía podía jurar que estaba viendo al mismo cielo.

-Pásame la Luna- Dijo de pronto, haciendo que diera un pequeño saltito -¡Corre!- Ordenó pero esta vez con un tono más fuerte, así que rápidamente le pasé el molde de la Luna. -¿Qué haces?, ¿Una galleta?- Pregunté después de rato, me intrigaba verlo tan decidido. -No, es un regalo- Decía él sin voltear a verme. -¿Para quién?- Dije de nuevo, ahora más intrigada. Pero él no contestaba, y pude notar un ligero sonrojo en sus mejillas. -Para ti- Dijo finalmente.

Me quedé totalmente helada y con los ojos abiertos de par en par, ¿Qué había dicho Peeta?, ¿Un regalo?, ¿Para mí?, ¿Por qué?. Un montón de preguntas estaban atoradas en mi garganta, y cuando al fin estaba a punto de hablar, él me interrumpió.

-Esta es una masa diferente- Decía aún sin despegar la vista de su trabajo -Es una masa que no se come, al contrario se pone dura y es muy resistente- Me explicaba lentamente. -¡Mira!- Dijo sacando una perfecta media Luna de masa blanca. -Se parece a ti Katniss- Decía con una enorme sonrisa en su rostro, y por un instante, estoy segura que mi corazón se detuvo en seco.

-Ahora, sólo necesita un poco de color- Respondió, bajándose de la silla y colocando la media luna en la mesa -¿Dónde dejé mis colores?- Se preguntaba al mismo tiempo que estaba listo para salir de la cocina. -¡Espera!- Dije sin pensar y lo tomé ligeramente de su playera. -Yo... Yo también, quiero... hacerte uno- Le pedí con todo el valor que pude reunir, temiendo que se molestara. Él me veía totalmente asombrado, pero al final sólo dijo: -Claro- Con una preciosa sonrisa en su rostro.

Al final Peeta me ayudó preparando una nueva masa, y yo sólo tuve que colocar el molde y esperar a que trajera los colores. Peeta comenzó a pintar la luna con un color plateado muy hermoso, pero yo no sabía qué color elegir, había demasiados tonos lindos, así que rápidamente se me ocurrió una idea.

-Peeta, ¿Cuál es tu color favorito?- Le pregunté, pero él se quedo pensando un momento.

-El naranja- Respondió después de algunos segundos.

-¿El naranja?, ¿Estás seguro?- Quería estar completamente segura antes de empezar a pintar.

-Sí, pero un naranja como el color del atardecer- Decía él con una enorme sonrisa, pero su respuesta me dejó algo inquieta, ¿Cómo podría sacar un naranja de atardecer?. - ¿Y tú?, ¿Cuál es tu color favorito?- Me preguntó Peeta, sacándome por completo de mi mente.

-Verde-Dije después de varios segundos.

-¿Verde?, ¿Estás segura?- Esta última pregunta hizo que ambos riéramos a carcajadas. Después de todo hizo lo mismo que yo. -Sí, pero un verde como el color del bosque- Dije, regresándole el favor. Y así pasaron los minutos sin nada más que decirnos, hasta que finalmente terminamos.

-¿Estás seguro que no te vas a reír?- Le decía a Peeta, escondiendo el sol atrás de mi espalda. Realmente no estaba muy convencida de darle el regalo, definitivamente ese naranja no era un naranja de atardecer.

-No me voy a reír- Decía él tranquilamente, escondiendo también la Luna detrás de él.

-¡Si lo harás!- Estaba segura de que lo haría.

-Está bien, entonces a la cuenta de tres lo enseñaremos- Me decía con sus preciosos ojos azules llenos de curiosidad. Su idea no me parecía tan mala, así que sólo moví la cabeza de arriba abajo.

-1...2...¡3!- Rápidamente contó y ambos colocamos nuestras manos frente a frente, con nuestros regalos en las palmas de las manos. Peeta rápidamente tomó el suyo y dejo el mío entre mis dedos. Era una Luna perfecta, completamente plateada y unos hermosos detalles en verde con negro y dorado que parecían las ramas de un árbol, comparado con el mío, esta era una obra de arte.

- No te gustó... ¿Verdad?- Pregunté temerosa, esperando un cruel y tajante no.

-Es perfecto- Pero su sincera sonrisa y su ligera respuesta me dejó muy en claro que realmente le había gustado. Él pasaba sus dedos por cada color combinado, un poco de amarillo por aquí, un poco de rojo por allá, y algo de naranja perdido por allí. -Realmente perfecto- Decía él, aún con esa amplia sonrisa que me hacia cosas extrañas en el corazón.

-¡Clink!- Pero el sonido del horno nos sorprendió tanto que ambos tiramos al mismo tiempo nuestros regalos, los cuales cayeron al piso y se juntaron en una perfecta armonía. Peeta y yo nos agachamos para que cada uno recogiera la otra mitad, era como ver un perfecto mundo, y por unos segundos nos quedamos embobados viendo aquella escena. Después de unos segundos él tomó al Sol, y agarré a la Luna.

-Katniss- Dijo de pronto Peeta, haciendo que mi corazón se moviera de nuevo, esta era la primera vez que me llamaba por mi nombre y me gustaba como sonaba en sus boca. -Crees... ¿Crees que te podría pedir otro regalo?- Decía él, viéndome fijamente a los ojos. Yo sólo asentí con mi cabeza, y vi como rápidamente se llevó la Luna entre sus dedos. Subió nuevamente a la silla para quedar a la altura de la mesa y empezó a escribir algo en nuestros regalos.

-¡Mira!- Dijo mostrándome muy feliz la parte de atrás de la Luna. -¿L y S?- Leí rápidamente. -¿Qué significa eso?- Le pregunté sin entender que significaba eso. -La Luna y el Sol- Decía tranquilamente Peeta sin perder esa sonrisa -Ellos siempre estarán juntos- Y dicho esto último me dio un ligero beso en la mejilla y salió corriendo, dejando a la Luna entre mis manos, con las mejillas rojas y el corazón acelerado.

Ese fue el día en que nos conocimos, el día en que no entendí que L y S, significaba P y K, juntos por siempre. Pero olvidaste algo Peeta, cuando vemos al cielo, La Luna y el Sol, nunca están juntos.