Capitulo 1

Caminaba con cansancio hasta mi casa. Quedaba un poco lejos y el camino parecía hacerse más largo cada vez que daba otro paso. Iba a llover y tenía que darme prisa. Con una mano sostenía mi maletín de la escuela y la otra la mantenía libre. No estaba tan pesada, pero de todos modos tenía que descansar. Cambie el maletín hacia la otra mano y seguí caminando.

-Que día.- dije y suspire mirando al cielo.

Cuando baje la mirada vi a mucha gente cruzando la calle, entre ellos hubo alguien que me llamo la atención. Mire confundido y vi que era una niña mas o menos de mi edad y caminaba mirando al suelo. Vestía un poco raro y llevaba una sombrilla negra en su mano. Un vestido como si fuera de muchos años atrás, muy gótico para mi gusto y unos largos cabellos grises. Se veía tan diferente de toda la gente que caminaba por su lado que muchos susurraban cosas de ella.

Pero lo que más me llamo la atención de ella fue su rostro. Sus ojos color miel como el sol y sus mejillas pálidas como las nubes, no mostraba expresión alguna, cómo podía ser.

Una gota de lluvia callo sobre mi nariz y levante la vista para ver que había comenzado a caer la lluvia y que las personas corrían apuradas por la calle, con sombrillas o periódicos sobre sus cabezas para evitar empaparse. Baje mi vista y ella había desaparecido.

Coloque mi maletín sobre mi cabeza y corrí entre la gente, pisando los charcos de agua.

Después de que mi casa no estuvo tan lejos camine despacio, aunque la lluvia aun estuviera. Pase por un parque en donde de niño solía jugar y fue cuando la vi de nuevo. Estaba sentada en uno de los columpios. Los juegos habían dejado de estar secos, y la tierra se había convertido en lodo.

Lo dudé por un segundo. Esa chica era muy extraña aunque tenía la tentación de acercármele a preguntar por su nombre pero me daba inseguridad. Ella sólo miraba a la nada, como si estuviera triste o si estuviera metida muy profundo en sus pensamientos o recuerdos. Pero era impresionante que no mostrara expresión alguna.

Me decidí y camine hacia ella. Vi que su sombrilla estaba tirada en el suelo y que la lluvia empapaba su vestido y su cabello. Me senté en el columpio que había alado y la mire de nuevo. De cerca se veía tan hermosa.

No sabía que decir, puse mi maletín en mis piernas y me mecí un poco en el columpio, haciendo que rechinaran las bisagras oxidadas que lo sostenían.

-Yo…- dije en voz alta.- eh.

Me sentí avergonzado al no poder expulsar palabras coherentes. No tenía mucha suerte con las chicas.

-¿Cuál… cuál es tu nombre?- le pregunté.

Ella no respondió y miro hacia otro lado, menos a mí. Fue como si yo no estuviese ahí, sentado alado de ella. Seguí mirándola para esperar respuesta pero después de unos minutos me rendí.

-Soy…soy Daisuke.- dije ofreciendo mi mano.

Ella no la estrecho y se levanto del columpio dispuesta a irse.

-¿Ah?- dije cuando la vi levantarse. Después mire la sombrilla negra que había en el suelo, ensuciándose con el lodo.- Espera.- le dije rápidamente.

-Olvidas esto.- dije acercando mi mano al objeto para tomarlo, cuando sentí que ella la tomaba.

Me había detenido rápidamente. Yo alcé mi vista a su rostro, por fin me miraba a los ojos. Después me di cuenta de que eran muy bellos y quede hipnotizado al verlos. No me movía, tan sólo la miraba. Después ella soltó mi mano y yo la deje caer como si fuera un trapo viejo. Tomó su sombrilla, sin dejar de verme y camino por el parque hasta desaparecer entre los árboles.

Jamás había visto doncella tan bella como esa chica. Mi corazón latía fuertemente y mis mejillas ardían. No me había pasado esto con ninguna de las otras chicas de el instituto.

Después reaccioné y vi que mi maletín seguía mojándose, al igual que mi ropa y me levante del columpio. Eché un último vistazo a la dirección a donde se había ido y después volví a caminar a casa.

Cuando llegue cerré la puerta de enfrente, me saqué los zapatos y los puse en una esquina. Mi madre volteó a verme con una sonrisa y dejo de cocinar la cena.

-Hijo, ¿cómo te ha ido en la escuela?- preguntó.

-Bien, el camino estuvo un poco mojado pero estuvo bien.- dije recordando aquella chica.-Madre, voy a mi habitación.

-Está bien, cámbiate de ropa y te llamaré cuando la cena esté lista.- dijo para después volver a lo suyo.

Cuando estuve dentro cerré la puerta al entrar y me cambie a mis pijamas, dejando el uniforme aun lado. Había sido un día agotador, el cambio de ropa me había hecho sentir más cómodo, me sentía más cálido y podía moverme mejor. Me senté en la cama y acaricie mi mano derecha con suavidad, recordando.

-Olvidas esto.- dije acercando mi mano al objeto para tomarlo, cuando sentí que ella me tomaba.

Me había detenido rápidamente. Yo alcé mi vista a su rostro, por fin me miraba a los ojos. Después me di cuenta de que eran muy bellos y me quede hipnotizado al verlos. No me movía, tan sólo la miraba. Después ella soltó mi mano y yo la deje caer como si fuera un trapo viejo. Tomo su sombrilla, sin dejar de verme y camino por el parque hasta desaparecer entre los árboles.

Suspire.

-Esos ojos…- dije recordando de nuevo. Nunca había visto algo igual.

Algo que me dejara tan perplejo tenía que ser algo hermoso.

-Hijo.- llamo mi madre.- la cena está lista.

Yo me levante de mi cama y talle mis ojos con las manos, luego camine hacia el comedor en donde mi mamá estaba esperándome.

La escuela no había estado tan mal. Salí del instituto con mi maletín que ahora pesaba mucho más. El profesor nos había dejado tarea, lo cual no disfrutaba mucho. Mis libros no se habían mojado por la lluvia, eso era bueno. Ahora el cielo estaba soleado y los charcos en el pavimento comenzaban a secarse.

Camine por la calle de nuevo. Y fue cuando me entro la curiosidad, ¿seguiría ella ahí? Mire hacia todos lados, había muchas personas caminando como yo, esposos, esposas, niños y niñas, pero ningún rastro de aquella chica.

Suspire, no por eso no disfrutaría mi día. El sol calentaba mi rostro y se sentía muy bien la calidez.

Otro día. La misma rutina.

Salir de la escuela, caminar hacia mi casa, comer, hacer mi tarea y dormirme. Me hacían falta mis amigos. Todos se habían mudado a diferentes ciudades de Japón por el trabajo de sus padres, ahora sólo quedaba yo y nadie en la escuela quería socializar conmigo. Era muy triste mi realidad.

El cielo de nuevo estaba nublado, pero ya no llovía como aquel día. Cinco días desde que la había visto. Comenzaba a olvidarla, pensando que sólo era una parte de mi vida que debía dejar ir, como a mis amigos. Pareciera que estaba destinado a ser infeliz por el resto de mi vida, viendo como los demás en el instituto se divierten, mientras yo como mi almuerzo solo. Estaba celoso de todos ellos y les tenía envidia de que si tuvieran amigos con quien hablar, con quien hacer la tarea o salir de paseo.

Siempre engañando a mi madre, haciéndole creer que todo está bien, que ha estado genial el día en la escuela. Y realmente no quiero herir sus sentimientos diciéndole que mi vida es un asco, que paso todos mis días de vida sufriendo por estar en esa maldita escuela que sólo me trae recuerdos vagos. De pronto vi como alguien observaba unos pequeños juguetes que había detrás de una vitrina. Unos pequeños perritos y un mono de cuerda. Era ella pero, qué hacía viendo eso, tal vez tenía una hermana menor y quería comprarle un obsequio.

Cuando pensé en acercármele de nuevo comenzó a caminar por la calle, dejando de ver la vitrina. La seguí por detrás y de lejos para que no se diera cuenta de mi presencia. Y esta vez me di cuenta de que llevaba un extraño muñeco de algodón, con cabellos azules y un gran cuchillo en mano. Esta chica era aun más interesante de lo que pensaba.

La seguí hasta un callejón, no esperaba que ella entrara allí. Cuando llegue no había nadie, tal vez se había ido por otro lado y me había equivocado. Cuando me volteé para irme ahí estaba, detrás de mí.

-¿Qué haces muchacho?- el muñeco abrió la boca.

Por un momento pensé que me había hablado, es decir, los juguetes no hablan. Ella se fue acercando a mí, me sentí nervioso y asustado.

-¿Qué… que vas a hacerme?- pregunte al tenerla demasiado cerca.

Ella se fue hasta mi cuello y yo paralizado no hice nada para detenerla. De pronto fuerte dolor paso por él. Era como si alguien me hubiera clavado dos agujas en mi yugular. Trate de gritar, mas no pude y me quede parado donde estaba. El muñeco reía a carcajadas, ¿De qué se reía? ¿Qué estaba pasando?

De pronto sentí como la energía se iba de mi cuerpo. Ella me soltó y yo apenas podía sostenerme. No podía seguir con mis ojos abiertos, lo ultimo que vi fue que limpio su boca de un color vino que bajaba por sus labios con su manga y caí al suelo.

Después de mucho desperté.

-Oye.- dijo alguien.- oye, muchacho.

Abrí los ojos y vi que era un policía que estaba arrodillado, tratando de despertarme.

-¿Estás bien?- me pregunto.- ¿Qué te ha pasado?

Me senté en el suelo y me toque la cabeza. No podía pensar.

-Yo…- no recordaba nada.- no lose.

-Bueno, levántate y ve a casa, tu madre debe estar preocupada.

Es cierto, mi madre. La amaba tanto, era la mujer más trabajadora del mundo.

-Si oficial.- le dije levantándome y regalando una sonrisa.- gracias.

Le dije y salí corriendo del callejón. Corrí hacia mi casa y abrí la puerta con alegría.

-¡Hola madre!- grite sonriendo.

Ella se vio confusa.

-¿Ah?, ¿Daisuke?- pregunto ella.

-Ya llegue madre.- dije de nuevo y me acerque a ella para darle un beso en la mejilla.

Ella se vio alagada y sus mejillas se ruborizaran.

-Daisuke, ¿qué te trae tan alegre?- me pregunto.

-Pero madre, yo siempre estoy alegre, ¿no lo vez?- le dije sonriendo.

-Bien, ¿qué hay para cenar?- le dije y me senté en el comedor.

-Onigiris rellenos de salmón. Tu favorito.- me dijo dejando la bandeja con comida en la pequeña mesita.

Mis ojos brillaron al ver los pequeños triangulitos delante de mí.

-Oh madre, eres esplendida.- le dije y comencé a comer con locura. Ella seguía viéndome raro, pero estaba seguro de que estaba feliz por dentro.

Caí a mi cama con mi estomago lleno. Mi madre cocinaba delicioso.

¿De dónde venía toda esta energía?, tenía que aprovecharla. Hice mi tarea como por arte de magia y me quede dormido, con una sonrisa en mi rostro.

La escuela había corrido esplendida. Había sido el alumno estrella ese día al haber contestado todas las preguntas que el maestro hacía. Después mi maestro de inglés nos había dejado un examen sorpresa que contesté con mucha confianza. Yo sabía que tenía toda esa inteligencia, sólo que no la usaba, desde ahora la usaría y no volvería a reprobar ninguna materia.

Los rayos del sol de nuevo habían sido tapados por las nubes y sólo chispeaban gotas de lluvia, pero nada grabe. Camine tranquilamente hacia mi casa.

Suspire, el camino era muy relajante, un tiempo a solas para aclarar tu mente y hacer un poco de ejercicio. Mi sonrisa no se borraba hasta que la vi de nuevo.

Estaba en el mismo parque de hace unos días. Mirando ahora las nubes y tratando de relajarse sin mostrar expresión en su rostro como siempre.

Me acerque a ella con decisión y me senté en el mismo columpio de alado. Ella siempre se sentaba en el de la derecha.

-¿Te hace feliz estar aquí?- le pregunte sin temor.

(Había olvidado que la había visto el día de ayer y lo que había pasado en el callejón)

Ella no dijo nada.

-Veo que ahora no traes tu muñeco.- le dije. Ella seguía mirando al horizonte.

Me levanté del columpio y me pare enfrente de ella, agachándome un poco para llegar a su rostro. Ella me miro a los ojos al taparle yo la vista.

-Vamos. Tienes que decir algo.- dije mirando, concentrado en sus ojos.

-Anju.- me dijo de sorpresa.

No esperaba que dijera eso pero, contestaba mi pregunta de hace unos días.

-Anju, así que ese es tu nombre.- puse mi maletín en el suelo y le ofrecí mi mano de nuevo.

-Mi nombre es…

-Daisuke.

¿Ah? Me sorprendí. El día que pensé que no me había escuchado, que ni siquiera se había dado cuenta de mi presencia alado de ella, en el otro columpio, realmente me escuchaba.

-Si, si, Kazuma…- dije haciendo mil reverencias como todos los japoneses cordiales.- mucho gusto.

No sabía que decir ahora, mi inseguridad volvía cuando estaba junto a ella. Me senté de nuevo.

-Este… yo…- dije mientras jugaba con mis dedos.

-Debes de dejar de seguirme.- me dijo y yo la mire confuso.

-¿Eh?

-Alivie tus problemas de celos. Ahora no tengo nada que hacer contigo.- me dijo y se levanto de su columpio para después caminar hacia el frente.

Yo me levante rápido y la detuve, jalando su brazo.

-¡Espera!- y al ver que ella se detuvo la solté. La mire triste, no quería que se fuera.- ¿Vol...volveremos a vernos…verdad?

Ella no dijo nada, tan sólo me volteó a ver como si fuera una despedida y se fue entre las sombras del parque de juegos.

Extendí mi brazo para que no se alejara, pero fue inútil. Agache mi cabeza al suelo y espere unos minutos por si volvía aunque sabía que no iba a ser así.

Era tan misteriosa que hacía que la pensara más. Sin ni siquiera conocerla, lo único que sabía esque su nombre era Anju, no mostraba expresión en su rostro y vestía muy raro, su cabello cenizo olía a perfume de flores y le llegaba a la cintura o topaba con el asiento del columpio cuando se sentaba. Todos los días iba a ese parque y Anju no llegaba nunca.

Semanas habían pasado y mi madre comenzaba a preocuparse por mí pero cada vez que intentaba consolarme me le negaba. La alegría que había sentido ese día se había ido y ahora sólo quedaba tristeza y deseos de verla. Aunque estando con ella me sentía inseguro y mis palabras no podían salir de mi boca, me sentía bien. Era como ser masoquista, Anju me dañaba tanto por dentro y aun así quería más.

Llegué a mi casa, otra vez cansado. Mis notas habían subido, pero no mi estado de ánimo. Nada podía calmar mi melancolía. Supongo que así se sentía esto, la amistad, aunque ella no me considerara un amigo yo si lo hacía. Ahora sé que todos los amigos que en algún futuro tendré me abandonarán.

Me senté en el suelo enfrente de la mesa del comedor, esperando la cena. Mi madre trajo un plato hondo de fideos y me dio mis palillos para que comenzara a comer. Yo los tomé y sople despacio a la sopa para que dejara de humear un poco y que se enfriara. Mi madre sólo me miraba, no cogía ni siquiera sus palillos. Levanté la vista y la vi observándome con preocupación.

-¿Sucede algo?- le pregunté. Ella reaccionó y tomo sus cubiertos.

-Hijo… últimamente te he visto un tanto… deprimido.

Baje la cabeza al escuchar sus palabras ya que sabía que era verdad.

-Si pasa algo sabes que puedes decírmelo.

Ella nunca se rendía, siempre intentaba hacerme sentir mejor.

-No pasa nada madre, es…el cansancio, sólo eso.- le dije comenzando a comer.

De pronto ella me observo con más detenimiento. Algo confundida.

-Daisuke.- me llamo.

-¿Si?- dije con la boca llena de fideos.

-¿Qué?- se levanto de donde estaba y fue hasta mi, poniendo sus manos en mis hombros. Yo me asusté un poco y deje los palillos en la mesa.- ¿Qué es esto?

Me preguntó.

-¿A qué te refieres?

-Estas marcas en tu cuello… son, ¿piquetes?

Yo me cubrí el cuello para que no me viera, de pronto sentí un dolor al tocarlas.

-Madre, tengo que retirarme, te veo mañana.- le dije y me levante del suelo, dejando a mi madre confundida y preocupada.

Corrí y llegue al baño de mi habitación con la respiración agitada. Inmediatamente busque un espejo en los cajones del baño y ya cuando lo tomé lo dirigí hacia mi cuello.

En efecto, había dos piquetes en él.

-¿Qué es esto?-me pregunté.

Tal vez algunos mosquitos me habían picado o algo así. Esperen… esa tarde nublada, después de salir de la escuela. No pude recordar nada, ¿qué había pasado? ¿Qué eran estas marcas en mi cuello o de qué eran?

De pronto comencé a recordar algo… borroso pero era algo. La cabeza me dolía, pero estaba seguro de que tenía algo que ver con Anju.

Solté un gemido por el dolor, salí de el baño y me senté en mi cama mientras tomaba mi cabeza con mis manos.

-¿Qué… que vas a hacerme?- pregunte al tenerla demasiado cerca.

Su muñeco reía a carcajadas. Ese muñeco de cabellos azules y un cuchillo en la mano.

Ella se fue hasta mi cuello y yo paralizado no hice nada para detenerla. De pronto fuerte dolor paso por él. Era como si alguien me hubiera clavado dos agujas en la yugular. Trate de gritar, mas no pude y me quede parado donde estaba.

De pronto sentí como la energía se iba de mi cuerpo. Ella me soltó y yo apenas podía sostenerme. No podía seguir con mis ojos abiertos, lo ultimo que vi fue que limpio su boca de un color vino que bajaba por sus labios con su manga y caí al suelo.

Abrí mis ojos de par en par, despacio y observé que ella alzaba su mano hasta donde yo estaba tirado y un con un gran resplandor amarillo me hizo dormir.

-¡Ah!- grite después de aquel recuerdo.- No…no puede.

El recuerdo de ella clavando sus grandes colmillos en mi yugular era demasiado doloroso, incluso aunque no lo estuviera viviendo en ese momento. Ella siempre aparecía en días nublados, esa ropa que cubría todo su cuerpo era para protegerse de los pequeños rayos de sol que se colaban entre las nubes.

-No.- dije una vez más.

Ese color rojo que bajaba por su boca era… ¿mi sangre? No podía, no podía ser mi sangre, ningún humano come o bebe sangre.

-Te irás al manicomio por esto que estás pensando ahora Kazuma.- me dije a mi mismo.

¿Acaso me había vuelto loco? ¿Anju chupando sangre, borrando mis recuerdos de lo que había pasado aquel día, teniendo un muñeco que hablaba?

-No… Anju no es…

-Un vampiro.- dijo alguien detrás de mí.

Yo me sorprendí y de un salto caí de mi cama.