Este fic participa del Reto "Estaciones al azar" del foro "Sol de Medianoche".
Disclaimer: Todo lo que reconozcan pertenece a Stephenie Meyer.
NA: Recomiendo escuchar la canción "Breathe me", de Sia, mientras se lee esta historia :)
Espero que la disfruten.
Mi invierno
Invierno, ella sentía que vivía en un permanente invierno desde su partida.
Un invierno glacial que helaba su sangre. Un invierno congelado, como su corazón.
Sin embargo, a pesar del frío que sentía en el pecho, por alguna extraña y ridícula razón, ese órgano, inservible desde que él se fue, había decidido seguir latiendo… Contra todo pronóstico, siguió bombeando sangre a su maltrecho cuerpo, muerto desde la última vez que sus dedos, fríos como el invierno, tocaron su piel.
Acariciaron dulcemente su mejilla, y un escalofrío recorrió su columna vertebral.
Él pensó que era debido al contacto de su delicada y cálida piel con algo tan frío y muerto como él. Ella sólo intuía que era la última vez.
Lo vio separar los labios lentamente y se preparó para su condena, pero ni todo el tiempo que su amor llevaba deleitando al mundo con su existencia habría servido para asimilar la noticia.
"Ya no te quiero"
Cerró los ojos. Eso había dolido en lo más profundo de su ser. Más que cuando había aterrizado sobre toda la porcelana china de aquel mueble el día de su cumpleaños, más aún que cuando la ponzoña recorrió sus venas en aquel estudio de ballet.
Se preguntó por qué esas cuatro palabras, letales como cuatro disparos al corazón, no la habían matado, por qué seguía de pie.
Abrió los ojos, esperando, por primera vez en su vida, que aquello fuera otra de sus muchas pesadillas nocturnas.
Pero nada había cambiado desde que cerró los ojos como mecanismo de defensa. Nada. Y se sintió abatida al comprender que acababa de cambiar absolutamente todo.
Sentada en aquel sillón acolchado frente a la ventana de su habitación, que se había convertido en su refugio desde aquel día, recordó verlo acercarse a ella, recordó sentir sus labios en su frente. También recordaba haberse estremecido, pues sabía que aquella también iba a ser la última vez. Recordó con aflicción cómo sus labios presionaban un leve beso contra su piel, y cómo ella alargó la mano para tocarlo.
Pero ya no estaba.
Giró sobre sí misma, perdida y asustada, buscándole con la mirada.
Pero lo único que encontró fue frío, y la lluvia de sus ojos no hizo otra cosa que calarle más.
Había llegado el invierno, se había anticipado para ella.
Pero pensó que sobreviviría, de una u otra manera. Al fin y al cabo, recordó que había dormido tantas noches sobre aquel helado pecho y había acariciado tantos amaneceres la gélida piel debajo de su ropa, que había acabado aficionándose al frío.
Llegó el invierno. Y se parecía a él.
