La sexta pieza de mi auto-reto "Cien historias de Rusia y Corea del Norte", espero que la disfruten y un eterno agradecimiento a quienes leen mis historias.
Como piezas de ajedrez
Hyung-Soo lo miraba desde la esquina de la habitación con una mirada gélida y mortal, Iván sabía que si por su alumno fuera, él estaría muerto, más de una vez si era posible. Siempre había sido consiente de cuánto podía lastimar las palabras a otros, de hecho era una especie de poder que se podía tener contra otros y del cual de vez en cuando disfrutaba plenamente; de lo que ya no era consiente era del sufrimiento de otros, la empatía había sido algo ajeno a su persona, algo que había dejado atrás junto con la inocencia de su niñez.
Sin embargo, aquel día volvía como una fuerza irrefrenable, que le había golpeado duramente.
"No son más que piezas de ajedrez, simples peones que podemos reemplazar en cualquier momento", había dicho por la mañana a sus superiores acerca de las naciones que se encontraban bajo su protección, no como un alarde, sino como una manera de asegurar frente a todos que tenía control de sus emociones, que era la nación fuerte que esperaban que fuera.
Su gente se lo creyó como lo había previsto, el problema, es que Hyung-Soo había escuchado accidentalmente aquello.
Y también se lo había creído.
Jamás había visto tanta decepción y dolor en el rostro de alguien, su relación con Hyung-Soo siempre había estado en calidad de "buena" a tal grado que Iván secretamente lo consideraba un amigo y sabía que era un sentimiento recíproco.
"¿También tus hermanas son piezas sustituibles? ¿Cómo decides cuál es más útil que otra?", fue lo poco que le había dicho a Iván al quedarse a solas antes de que guardara silencio y sólo sus miradas hostiles se convirtieran en su lenguaje. Iván no había evadido su rostro, aunque ello significara no sólo lidiar con Hyung-Soo sino con los rostros que se reflejaban a través del suyo; podía ver la decepción del servicial Toris, de la seria Natasha y de la dulce Yekaterina. Muy pocos le tenían en alta estima, probablemente pensarían en él como un desalmado, pero nadie había tenido pruebas tan palpables como Hyung-Soo las tenía en sus propias palabras.
Fue en aquel momento que Iván comenzó a cuestionarse cuánto de lo dicho era verdad.
¿Sacrificaría a otros por poder, aunque se tratara de sus pocos amigos o hermanas?
"¿Lo harías, Iván?", la voz de Hyung-Soo hablaba como su propia consciencia y por un momento Iván creyó que él le volvía a dirigir la palabra.
"¿Lo harías?", volvió a preguntar y a Iván le dio miedo su respuesta.
"No lo sé"
El silencio se mantuvo entre ellos, el ambiente en la habitación parecía tóxico, por lo cual Hyung-Soo se levantó como si quisiera huir de ello, huir de Iván.
Antes de que desapareciera tras la puerta, Iván le dirigió la palabra.
-A ti no, ni a Yekaterina o Natasha, nunca les haría daño, sin embargo he tenido que mentir, algunas mentiras son necesarias, Hyung-Soo.
-Lo sé, Iván, pero sólo significa que podrías estarme mintiendo a mi- Hyung-Soo le dio la espalda y le dejó a solas, aunque su voz aun resonaba en la cabeza de Iván.
"¿Lo harías?"
