AQUELLA VEZ…

Capítulo 1: RECUERDO TRAS RECUERDO

Había sido una noche de verano, de aquellas donde el calor hace que tu cuerpo se mueva solo como si fuese un reflejo y te lleva a tomar una larga pero relajante caminata.

Yo, Lyn Asakura todavía lo recuerdo como si hubiese sido ayer. Siempre me pasa lo mismo cuando me acuesto en mi confortable cama y miro por la gran ventana que ve a la terraza las enormes pero hermosas estrellas.

Siempre después de una deliciosa cena hecha por ella, y siempre después de una monstruosa regañada típica.

Me empiezo a preguntar que sería de nuestras vidas sin ella, de seguro seríamos un desastre, unos perdidos ¿Qué serian las mañanas sin entrenamientos intensivos? Ni que decir de los castigos estilo inquisición, pero lo peor ¿Qué sería la casa de los Beybreackers sin la deliciosa comida de la jefa?

No me puedo imaginar comiendo todos los días Mc Donald´s, la verdad es que seriamos nada sin ella. Por eso recuerdo muy bien ese día cuando uno de mis mejores amigos la conoció y la trajo a nuestro mundo.

Ya sería un año desde que yo había llegado a Japón para unirme al equipo de este deporte, y ya había pasado medio año desde que decidimos por ordenes del señor Dickenson vivir en la mansión Hirawisaga, al principio había sido una muy buena idea pero después…

-¡¿Qué es esto?!- pregunto Takao exasperado al ver unos Hot-Cakes mal hechos.

-pues que crees que son?- le contesto Max vistiendo como cocinero Gay (que raro) –es el desayuno.

-¡pero esto es incomestible!!!!- le refuto Takao casi al borde de la lágrima - ¿¡como piensas que lo coma?!

-pues con la boca LOOSER- le conteste harta de sus gritos –agradece que hay comida… aunque muuuuuy mala.

-¡mira cabeza de paja!- me amenazo Max ofendido y señalando mi cabellera roja -¡al menos lo intento no que tu…

-yo hago mi trabajo ganando partidos!!!!!- le conteste sacándole la lengua.

-vamos vamos tranquilícense todo mundo- dijo Ray al entrar a la enorme cocina –veamos el lado positivo de las cosas.

-¿hay?- preguntamos Takao y yo al mismo tiempo asombrados.

-¡claro!- respondió nervioso Ray –solo que no lo apreciamos jajajaja.

En eso entro Kai con aquella seriedad tan suya y se sentó en la mesa sin decir nada, simplemente vio su plato lleno de intento de comida y sin comentar nada se salio de allí tratando ocultar su cara de asco.

-ves hasta Kai opina que tu comida… bueno intento de comida es malo- le dije riendo ante la cara atónita de Max.

Después de una larga discusión sobre lo mal que estaban alimentados, los dos amigos, Takao y yo decidimos que era suficiente por hoy… la verdad es que era hora de nuestra novela y no nos lo podíamos perder.

-¡hey!- grito Ray al vernos tumbados en el sillón de la sala enfrente de la televisión-¡debemos de entrenar para el campeonato mundial!

-si si- le tiramos al loco –después de que sepamos que pasa con Paloma y Diego.

-¡pero si es una novela repetida!- exclamo exasperado –si yo ya vi el final!!!!!

Los dos nos volteamos a verlo con un gran signo de interrogación en nuestras cabezas, y él apenadamente decidió dejar la discusión por la paz.

Ray sabiendo muy bien que no iba a lograr nada con el dúo infernatico pensó en convences a Max sobre entrenar.

-¿oye Max?- lo llamo entrando a la cocina -¿entrenamos?

-jajajaja- se rió Max de una forma maniática -¿entrenar? Estas loco!! Si a duras puedo lavar estos platos y luego debo de limpiar las ventanas y….

Pero Ray lo dejó solo con sus lamentos, y decidió buscar a Kai.

Kai estaba afuera donde la arena de Beyblade, estaba tan sumergido en su entrenamiento que Ray fue incapaz de interrumpirlo y como no tenía nada que hacer solo se quedo observándolo.

Después de una hora de cómo ver a Kai entrenar en silencio este se detuvo de pronto.

-¿Por qué estas así?- le pregunto sin voltear a mirarlo.

-¿a que te refieres?- le contesto extrañado.

-a mi no me puedes mentir- le dijo firmemente -¿Por qué estas tan raro?

-pero…

-no es normal que seas tú el que calma a todo mundo- le interrumpió –ni el que se deja manipular por Lyn y Takao.

-si lo se.

-no me importa lo que te pase- le dijo volviendo a lanzar su Beyblade –pero no interfieras en mi entrenamiento.

Ray se desconcertó mucho y como ya no quería a incomodar a su compañero decidió salir de la casa. Era cierto algo le pasaba pero no sabía por que le había afectado tanto esa cosa.

Antes de poder salir del jardín se encontró a Lyn, Ray la miró en silencio por unos momentos, allí estaba la pequeña pelirroja de ojos verdes recogiendo el correo, era una niña de apenas 15 años y quienquiera que la viera juraría que se trataba de una mujer débil ya que su cuerpo delgado lo aparentaba, sin embargo como él la conocía ya sabía con quien trataba. Lyn Asakura, huefana y criada en Europa, era considerado por muchos como un genio en el combate de aquellos que nacen cada 100 años, ya que a pesar de sus habilidades supremas en el Beyblade, estas no eran nadas con su habilidad a la hora de luchar cuerpo a cuerpo. Era una maestra en el uso de la Katana, pero a pesar de esto Lyn se había retirado de eso y ahora jugaba al Beyblade, nunca le había preguntado el por que no empuñaba su espada ya que cada ves que ese tema salía los ojos luminosos de Lyn se ponían tristes.

-¿Qué ocurre Ray?- le pregunté sacándolo de sus pensamientos.

-nada solo es que ya no se que hacer- contestó –creo que voy a dar una vuelta por allí- y empezó a caminar.

-¿sabes Ray?- dije de pronto sin voltear a verlo –todo lo que Kai te dijo no lo tomes tan literalmente, lo que realmente quiso decir es que no actúes así porque deprimes a todo el mundo.

-¿Cómo lo sabes?- pregunto Ray extrañado.

-Kai tiene una forma muy extraña de expresar sus ceñimientos, lo se porque yo también lo hago- y sin decir más me retire dejando solo a Ray con sus pensamientos.

Ray estaba sentado en la misma banca de la noche anterior, todavía la fragancia tan particular de rosas estaba en el ambiente trayendo consigo recuerdos.

-¿quién era esa mujer?- se pregunto Ray sumergiéndose más en sus pensamientos.

Había salido a caminar en la noche anterior, el calor del verano era insoportable en Tokio, se imaginaba cuanto estaba sufriendo la pobre de Lyn que se había criado en un país de nieve.

Como si sus piernas hubieran dominado sobre su razón camino hasta llegar a un parque, no había nadie, era lógico sabiendo que ya pasaba de la media noche. El parque donde estaba tenía un hermoso mirador donde se veía toda la ciudad, era una vista agradable, pero sus pensamientos no lo pudieron disfrutar totalmente ya que otra imagen gobernó de manera definitiva.

Era como un sueño, alrededor de la figura de blanco varios pétalos de rosa caían delicadamente como brisa, unos cabellos negros largos y ondulados ocultaban su rostro de la mujer que estaba mirando las estrellas. Ray se acercó más y entonces lo descubrió.

Detrás de ese cabello como la noche se hallaba un rostro delicado, era hermosa, parecía una de esas princesas de las leyendas, su piel era brillante y blanca resaltando más así la negrura de sus cabellos, sus labios eran rojos y bien delineados al igual que todas sus facciones junto a su nariz recta y delgada.

Una ráfaga hizo que su cabello suelto se moviera hacia atrás en un ritmo casi mágico, descubriendo así sus ojos. Ella se volteó a verlo y él la miró con opresión: sus ojos eran los más bellos que jamás había admirado, eran grandes y estaban rodeados de unas largas y bien curveadas pestañas gruesas, eran de un color tan oscuro como la noche que los envolvía, sin embargo unas gotas pequeñas pero llenas de un gran dolor se asomaban por aquellas bóvedas celestiales.

El corazón de Ray se oprimió al ver semejante escena y como si fuese algo natural se acercó y con delicado movimiento retiro esas lágrimas del rostro de la joven, y ella sin poder reprimir más sus sentimientos se lanzó a sus brazos. Él la abrazó fuertemente como si la conociera desde siempre, y cuando la dama alzó su mirada los dos sin pensarlo ni un segundo se sumergieron en un apasionado beso.

Era una necesidad que paso a ser algo más fuerte con cada momento que pasaba. Los dos conociéndose por medio de esa unión. Al principio fue lento y delicado, pero luego la intensidad cambió de un modo que se convirtió "adictivo".

¿Quién fue el sabio que dijo que un beso lo puede cambiar todo? Se preguntaba en esos momentos Ray que admiraba el mirador por la mañana mientras estaba sentado en la banca de enfrente. No sabía quien era esa mujer, ni de donde era, pero si sabia que deseaba verla de nuevo, porque aunque suene extraordinario… ese beso lo enamoró.