Disclaimer: Free!/High-Speed! y sus personajes, obviamente, no me pertenecen, o Rin y Haru habrían hecho algo más que hablarse contra la valla.

Forever

Burbujeo. Burbujeo. Una voz distorsionada. Haru sentía el agua fresca de la bañera cubrir cada parte de su cuerpo, deslizarse por su traje de baño y entrelazarse con su pelo; acariciar sus ojos abiertos sin hacerle daño y aceptarlo como parte de sí misma.

Excepto aquella zona. Esa que, por mucho que rechistara y se enfadara, y pataleara como un niño pequeño al que le acaban de quitar su juguete favorito, tenía terminantemente prohibido mojar.
Sacó la cabeza del agua cuando la presión en el pecho le indicó que se estaba quedando sin aire; rompió la superficie salpicando todo el suelo del baño, e incluso aquella parte de su cuerpo que no podía mojar.

La miró con odio, con más odio del que había acumulado nunca hacia nada o nadie. El odio que le había tenido a Rin era minúsculo en comparación con el que sentía en aquel instante hacia algo tan insignificante y a la vez tan reprimente.

Como si hubiese sido llamado por los pensamientos de Haruka, Rin abrió la puerta del baño sin llamar y allí se quedó, con la toalla en el brazo, mirando a Haru fulminar con la mirada la escayola que le cubría la mirad inferior de su pierna izquierda, con pie y todo.

—No pongas esa cara. —Haru alzó la vista, dándose cuenta en ese momento de su presencia—. Fue culpa tuya.

—No es verdad —replicó Haru, y sólo la falta de unos mofletes inflados que a Rin le hubiese encantado ver lo separaban de parecer un niño.

—Sí lo es. Fuiste un idiota al nadar tan cerca de las rocas.

—¡Me he roto una pierna! —Haru señaló lo evidente, algo que odiaba hacer—. Lo normal hubiese sido que me hiciese alguna herida profunda, pero esto...

—No es el fin del mundo —bufó Rin, acuclillándose a su lado y secando la poca agua que había caído sobre la escayola—. Ya sólo te quedan tres semanas, ¿te duele?

Haru negó con la cabeza. Al principio, Makoto iba a encargarse de cuidarlo —pese a que Haruka insistía en que podía valerse por sí mismo—, pero Rin había llegado un día a su casa, con una bolsa de viaje negra llena de ropa y se había adueñado de su casa, de sus cuidados y de él. No lo dejaba ir a ningún sitio solo y el único momento de intimidad que Haru experimentaba era el del baño, hasta que Rin decidía que ya se había arrugado lo suficiente y lo ayudaba a salir.

Se alzó, esperando el familiar tirón bajo los brazos que lo dejaría sentado en el borde de la bañera chorreando agua.

—¿Por qué viniste? —preguntó de repente, sorprendiendo a Rin, que dejó la toalla a medio colgar de su brazo. Haru tiró de ella y comenzó a secarse el pelo.

—Porque me necesitabas —contestó al fin.

—Estaba Makoto. Él iba a venir y no tenía que quedarse a vivir aquí.

—¿Te molesta? —inquirió Rin, más preocupado que enfadado. Cuando supo que Haru no iba a contestar a eso, suspiró—. Makoto tiene que cuidar de sus hermanos —se excusó—. Yo estaba libre. Y hacía mucho que no nos veíamos.

—Llevas aquí todo el verano —no pudo evitar replicar Haru—. Estamos a mediados de agosto.

Iba implícita en la pregunta la petición casi orden de que le dijese la verdad, pero Rin se quedó callado y salió del baño.

Haru frunció el ceño y, tras terminar de secarse, se apoyó en las muletas y salió con toda la estabilidad y dignidad que pudo hacia el salón. Rin estaba repantingado en el sofá viendo una de esas películas de comedia estúpida que lo hacían reír con carcajadas que debían oírse hasta en casa de Makoto. Se giró cuando lo escuchó llegar y le dejó espacio a su lado.

—¿Por qué no me has respondido? —preguntó Haru en cuanto se sentó.

—Tú tampoco lo has hecho —contraatacó Rin. Haru no tardó en recordar su pregunta.

—No me molesta —admitió; luego miró a Rin esperando que él contestase su pregunta.

—Volveré a Australia dentro de poco. Quiero nadar contigo antes de eso.

—No puedo nadar.

—Ahora no. Pero podrás.

—Tendré la pierna desentrenada. —A Haru casi le dolía admitir que le iba a costar recuperar la forma varios meses—. No seré rival para ti.

—No quiero que seas mi rival. —Aquello pilló a Haru con la guardia baja y sus ojos se abrieron sorprendidos como Rin los había visto muy pocas veces. Brillaban con el color del mar que reflejaba el sol, pero todo lo que Haru reflejaba eran sus propios ojos rojos—. Quiero nadar contigo. Como un equipo. —Y, antes de que Haru dijese nada, añadió—. No te voy a pedir que hagamos un relevo.

—¿Entonces? —Haru estaba confuso, Rin podía deducirlo de cada milímetro de su expresión normalmente impasible.

—Quiero estar ahí cuando puedas volver a nadar. Quiero nadar contigo mientras tu pierna se recupera. Quiero irme a Australia sabiendo que estarás aquí cuando vuelva y que podremos competir de nuevo.

Ninguno de los dos se atrevió a romper el silencio que siguió. Pasados unos minutos, Rin se levantó a preparar la cena y el olor de carne roja y caballa se mezcló en el aire.

El plato humeante fue dejado delante de él veinte minutos más tarde y Rin comenzó a comer a su lado. Lo dejó al darse cuenta de que Haru no había tocado su comida favorita y se preocupó al darse cuenta de que apretaba los dedos contra el reposabrazos del sillón y sus nudillos estaban ya blancos de la fuerza ejercida.

—No podría hacerlo —dijo, antes de que Rin tuviese tiempo de preguntarle nada.

—¿Qué?

—Si te fueses —aclaró—, no podría recuperarme.

Haruka lo había sabido, desde que conoció a Rin. Que lo necesitaba para avanzar tanto como Rin a él. La expresión de Rin se relajó y una ligera sonrisa apareció en su rostro. Estiró la mano hasta alcanzar la que Haru apretaba con tanta fuerza y la soltó. La piel de Haru aún estaba fresca por el baño.

—No te vayas —pidió Haru, comenzando a hacer fuerza sobre los dedos de Rin en lugar de sobre la tela. Rin le devolvió el apretón.

—No voy a irme.

Rin no necesitaba que Haru le explicase nada, porque entendía con cada milímetro de su ser lo que quería decir. Haru nadaba porque quería, era lo que siempre había dicho, pero Rin sabía que si él no estaba allí, que si no se ponía frente a Haru y se marcaba a sí mismo como meta o como compañero, Haru no nadaba.

—No me iré —repitió, separando sus manos y envolviéndolo en un abrazo. Notó a Haruka tensarse y sus ojos abrirse de par en par, pero una de sus manos acarició la espalda de Rin, devolviendo sin demasiado entusiasmo el contacto. Así era Haruka.

Rin se incorporó al curso en Australia muy pasado el invierno. La imágenes de Haru nadando de aquella forma tan poco natural, con una pierna que parecía hecha de plomo, todavía le dolían, pero otras más recientes se superponían y Haru lo despedía con una pequeña sonrisa que encerraba una promesa en el aeropuerto.

—Tienes que ir.

Haru terminó de frotar la toalla contra su cabello y la lanzó al cesto de la ropa. Makoto le había dicho lo mismo, y también Nagisa, y Gou. El último en hablar había sido Rei.

—¿No nado bien? —inquirió.

Su pierna estaba recuperada y fortalecida, y el agua lo había aceptado de nuevo. Y pese a que Rin no estaba, lo esperaba en el extranjero, preparándose para nadar de nuevo con él.

—¡No es eso, Haru-chan! —se apresuró a corregir Nagisa, ante lo que Haru lo miró confuso—. Es que... cuando nadas...

—Parece que persigues un fantasma —terminó Makoto. Su voz amable y su eterna sonrisa no cuadraban con lo que acababa de decir—. Si te quedas aquí sin más, vas a volver a perder la pasión, Haru.

—No puedo dejaros —admitió Haruka tras un corto silencio—. Los relevos, los torneos...

—Es más importante que sigas nadando, Haruka-senpai.

—Quieres nadar con Rin —siguió Makoto—. Hazlo. No sabías qué querías, —Haru lo miró sorprendido—, pero eso es lo que quieres.

—¿Qué dices? No puedo dedicar mi vida a nadar con Rin.

—¿Por qué no? —Nagisa rió—. Si Rin-chan se convierte en nadador olímpico, ¡tú lo harás también, Haru-chan! ¡Y nadaréis juntos! ¡Siempre!

Nadar. Con Rin. Para siempre.

Muy despacio, dejó la taza de café sobre la mesa y se levantó, con la atenta mirada de sus amigos puesta en él. Suspiró y se encaminó a su habitación sin decir nada. En menos de un minuto, sus cuatro amigos estaban descolgando ropa de su armario y metiéndola en bolsas.

—¿Cuánto tiempo te irás? —preguntó Makoto.

«Para siempre».

—No lo sé. De momento me llevaré sólo esto —alzó dos bolsas, una con ropa básica y otra con bañadores.

—¿¡EH!? —Gou lanzó un grito y negó con la cabeza, arracándole las bolsas de las manos—. ¡Eso es muy poca ropa!

—Compraré más si necesito.

Al final y como siempre, Haru terminó llevando las bolsas que quiso, las cuales se movían de manera alarmante en el portaequipajes sobre su cabeza. No había podido pegar ojo en las veinte horas que duró el viaje, y cuando las luces de Australia se distinguieron a los lejos el poco cansancio que sentía se evaporó. Poco a poco, el avión avanzó hasta que Sidney fue visible entre las luces de la ciudad y aterrizó con un estruendo del que Haru no hizo caso.

Quizás, si hubiese sido un poco más temprano, Haru habría ido directamente a casa de Lori y Russell, aunque no sabía si Rin seguía allí, pero eran casi las diez de la noche y no quería molestarlos. Alquiló una habitación por una noche y se dejó caer en el colchón, esperando el nuevo amanecer.

A la mañana siguiente tenía mensajes de Makoto, Nagisa y Rei que se acumulaban en su móvil. Los leyó todos por encima y sólo le respondió a Makoto que había llegado bien y que se dirigía a ver a Rin. Eso debería bastar para mantenerlos calmados el resto del día.

No necesitó llegar a la casa de intercambio de Rin, pues se chocó con él al doblar la esquina. Rin ni siquiera se paró a mirarlo, murmuró una disculpa en inglés y siguió su camino, y Haru se detuvo a mirarlo unos segundos antes de llamarlo. Se alegraba de haber ido.

—¿Pasa algo? —preguntó, haciendo que Rin se detuviese. Haru no podía asegurar que hubiese reconocido su voz—. ¿Tienes prisa?

Rin se giró tan deprisa que su cuello crujió. Después de todo, sí había reconocido su voz.

—¿¡Haru!? —preguntó estupefacto, y luego una sonrisa se extendió pro su rostro antes de correr a abrazar a su compañero—. ¡Haru! ¿Qué haces aquí?

El contacto con Rin dejó a Haru sin las pocas palabras que tenía. Sus brazos grandes y fuertes desprendían más calor del habitual, y el cuerpo de Haruka comenzó a temblar.

—Sé lo que quiero hacer —dijo por fin. Rin se apartó, sorprendido, pero no lo soltó. Estaban tan cerca que la punta de su nariz rozaba la de Haru—. Quiero nada contigo.

—¿Eh? —Rin frunció el ceño, sin comprender—. ¿Has venido a Australia sólo para nadar conmigo?

—Siempre. Quiero nadar contigo siempre.


¿Es esto RinHaru? En mi imaginación, todo lo que implica a estos dos juntos lo es, así que sí. Te lo puedes tomar como amistad si quieres.

Primer fic de Free! que hago. Espero que os guste y dejar un review diciéndolo no cuesta nada :D