Antes de comenzar, quisiera aclarar que los nombres vertidos en este Fic, no son del todo ficticios. Ya que me he basado en datos reales, de nebulosas, estrellas, constelaciones y lunas.

Ojalá les guste ;3


Todo en este universo tiene un principio y un final. En mi caso, esto no ha terminado...

[…]

—¿Está lista la cámara, Pichit?

—Tengo el mejor enfoque —indicó el Tailandes, adecuando de mejor manera el zoom de la cámara— ¡Okey!

—Perfecto —tosió— Muy bien. Comencemos con la entrevista. Soy Yuuri Katsuki...y estoy aquí para revelar la verdad sobre los siguientes hechos acontecidos al rededor de mi vida. Esto, señores, es algo que no volverán a conocer...en sus vidas.

—¿Por dónde quieres que comience? —murmuró el ojiazul, íntegramente sereno.

—El pecado...

[…]

—Los gigantes chocaron entre sí, provocando un caos terrible en la galaxia. Muchos seres murieron producto de aquella explosión, y un centenar de Esathianos perecieron bajo la hambruna y las guerras. Fue el fin de una civilización. Luego de que la mitad de la población fuera reducida a cenizas, los confederados tomaron posesión de Esath, y reinstauraron un gobierno igualitario para todos. La galaxia de Nan-Esath, volvió a ser la misma que de antaño, fue consumida —finalizó, generando una amplia sonrisa jovial en su rostro— ¿Que le ha parecido, joven príncipe? —indagó el hombre mayor.

Un muchacho de cabellera rubia y ojos abatidos, desvió la mirada.

—De lo peor —aclaró el pequeño, guiñando una mueca de total antipatía— Estoy harto de escuchar siempre la misma historia.

—Es importante que nuestro líder, sepa un poco sobre la historia universal de nuestra creación —rivalizó—. Piense que viaja a esa galaxia y-...

—Viktor...—evitó hastiado, sintiendo el peso de su malestar sobre su cuerpo. Una mirada momentánea se cruzó entre ambos. La dureza, revelando lo que ellos conocían a la perfección— No iré a ningún lado. Me estoy muriendo —sentenció.

Un muchacho de caballera rubia y ojos abatidos. El príncipe se muere.

Lleva en aquella cama más de seis meses lunares. Incluso los avances que la tecnología permite crear, no son suficientes para su débil cuerpo. Ha nacido con la mitad del corazón hecho migajas. No hay nada que pueda reemplazar, las células envejecidas de sus pulmones. Su sangre, debe ser drenada a diario para poder ser higienizada. No hay sistema inmunológico. No hay nada. Viktor Nikiforov, lo sabe. La compuerta de la recamara se abre. Es un hombre mayor quien ingresa, seguido de un capitán de alto rango de la guardia imperial. Su semblante es tosco, mas no indiferente. Formaliza una reverencia educada, formulando sus condolencias. Nikiforov, hace amago de comprender la interrupción.

—Abuelo —está feliz de verle. Sus orbes zafiro se prenden— ¿Cuando has llegado?

—Me alegra verte de buen humor hoy, Yuratchka —exalta el anciano— Veo que el doctor, ha estado haciendo un buen trabajo contigo —sonríe afable, tomando asiento en el borde de las colchas. Le proporciona una agasajo manso en sus cabellos. El joven se sonroja en respuesta. Es más bien, un reencuentro conyugal— Hoy por la mañana. Me he enterado que tuviste una descompensación. El capitán Altin estaba muy preocupado por ti. Me ha escoltado personalmente —Otabek no levanta la mirada. Se restringe a mantener la cortesía intacta.

—Muchas gracias por todo, Otabek —finaliza el momento—. Ya puedes retirarte —el pelinegro no muestra expresión alguna. Una vez más, es demandado a salir de la habitación. El obedece, siendo acompañado a voluntad propia por el especialista. Su puesto, está claro.

[...]

Galaxia de Mu-Scorpii. Planeta Kentaurus.

La caminata, comienza inofensiva, en lo que transcurren un par de segundos; antes de enfatizarse por los pasillos del fastuoso palacio. Viktor y Otabek, comparten rumbo.

—Me contaron que te fue bien en la expedición a las lunas de Naos —murmuró el experto, con una sonrisa sincera en los labios—. El rey Hyades debe de estar complacido con tus habilidades al mand-...

—Date prisa y sana al príncipe —complicó Otabek, sin intenciones de continuar con el diálogo. Ambos, se detuvieron en medio de la vía. Un comentario sin duda, lleno de desesperación. El ojiazul, suspiró, llevando una de sus manos sobre su mentón—. Eres el mejor científico de las siete galaxias. Tus descubrimientos y avances en enfermedades biológicas son asombrosas. Te jactas de haber ganado reconocimientos y premios de todos los rincones de esta Constelación, y aun no eres capaz de curar al príncipe —frunció el ceño con desprecio— ¿Tu, de que vas?

—No es tan simple, Otabek —aclaró Nikiforov, con equivalente empatía; a su enérgico compañero—. La enfermedad que posee Yuri, no es del timo genoma viral. No tiene un patrón de comportamiento capaz de ser destruido o atacado a partir de algún suero, como un resfriado. Es una enfermedad más bien genética. Está implantada en su ADN. Y es degenerativa. No puedes simplemente destruir o quitar un fen, en su código genético. Lo destruirías como individuo. Dejaría de ser el —explicó, más bien siendo en defensa propia—. Ni si quiera ha resistido a los trasplantes de prótesis cibernéticos. Los neutrones de su corazón, neutrali-...

—No entiendo nada de lo que has dicho —interrumpió de manera abrupta— Y no estoy dispuesto a comprenderlo tampoco —determinó, dando media vuelta a su paso— Solo hay una cosa que si se. Y esa es...que si tú no puedes salvarlo, nadie más lo hará.

El capitán del ejército imperial, Otabek Altin, se retira en silencio. El albino, está molesto consigo mismo. No importa en cuantas bocas dancen sus habilidades, el resultado sigue siendo el mismo: Nulo. La tecnología evoluciona a niveles estratosféricos, más aun, las limitaciones propias de las confederaciones galácticas, confinan a las mentes. Hay cosas...que simplemente están vedadas. Indisciplinado, rebelde, atrevido; Nikiforov se adentra en un mundo de investigaciones no conocidas por las especies. Demasiadas posibilidades, pocos chances. El tiempo se agota.

Una noche como esa, prefiere embriagarse hasta caer dormido en el sofá, del último piso de aquel edificio. Ni si quiera la fresca ventisca noctívaga de su balcón, calma sus pensamientos. Esta atosigado y, sumamente alcoholizado. ¿Es que acaso no hay una gota de esperanza?

Su transmisor, pulsa en color rojo intenso. Alguien llama a la puerta.

—¿Estas ebrio y no invitas? —bromeó Christophe en una sonrisa rayando en lo sensual. Trae en su diestra una botella de licor— Es miel de amapola. Recién extraída de los campos de Duhr.

—Justo a tiempo, Chris —complació Nikiforov, aliviado con la presencia del amigo. Le cedió un abrazo, consintiendo a que ingresara a su morada.

La botella fue abierta y el liquido viscoso, amarillento, dio paso a la palabrería. Como era sabido, Christophe Giacometti no era el único botánico del planeta, sino, el mejor de ellos. Sus conocimientos sobre tratar enfermedades, eliminar toxinas o venenos mortales de un sin fin de plantas y arbustos de muchas galaxias; no tenia limites. Por lo mismo, ambos compartían una meta mucho más allá de una simple amistad. Compañeros de laboratorio de hace siglos. Rieron, bebieron, debatieron. El rubio, hacía tiempo que no pasaba por la ciudad y estaba algo desorientado con los inconvenientes que ahí acontecían.

Durante el transcurso de la recepción, en mas de alguna ocasión, desenvainó algunas infusiones de procedencias extrañas, para ser dosificadas en su piel. Píldoras o polvillos de exóticos especímenes. Lo que alguien normal catalogaría como: Una forma de olvidarse de todo. Compuesto ilícito.

—Creo que voy a pasar por esta vez —objetó Viktor— No estoy de ánimo para drogarme.

—Ya no te drogas —recalcó el menor, limpiando su nariz con el dorso de su diestra. Chasqueó la lengua— Ya no te conectas, ni si quiera visitas los centros de simulación —prostíbulos— ¿Estás bien? No creí que haberme ido por treinta años hubiese sido suficiente para tanto cambio —jaja.

—Tsk...tu no lo entiendes —determinó, mas afanoso que molesto. Comenzaba a desplazarse por la casa, cual león enjaulado. Pensaba...— Hay cosas mucho más importantes que hacer, que simplemente gozar de la vida.

—No es como si fueras un gozador del todo, Viktor —aclaró en un bufido cándido— Ah —exhaló— Siempre has sido un hombre bastante solitario. Eso no es sano —el peliplomo frunció el ceño en respuesta, mas no dijo palabra alguna. Aprovecharía para desquitarse con algún objeto decorativo, pero las lunas que cubrían aquel manto nocturno, eran mucho más sedantes que cualquier droga. No estaba de humor. Y ese era, el principal motivo de su borrachera. Giacometti lo sabía. No era como si viniese conociéndole de hace dos dias. El mutismo, otorgaba— Es el príncipe otra vez...¿No es así?

No consiguió respuesta alguna. No había necesidad tampoco. En pocos segundos, se hallaba rodeando su cuerpo en un apretón caluroso y lleno de...impresiones subjetivas. Viktor no se opuso para nada, recostando la mitad de su cerviz contra la ajena. Su compañero...era más bien un confidente.

—Te diría que lo dejaras —musitó el botánico, permitiendo que sus palabras se quedasen cerca de su oído— Pero sería lo mismo que matarte.

—Solo quiero ayudar —gimoteó de vuelta, deleitando la vista en las reluces de la ciudad. Fulgores hermosos. Un ambiente nostálgico, se asignó a la escena— Pero ya no sé cómo hacerlo. Nada de lo que hago resulta.

—Se que crees que debes devolverle el favor al príncipe, por haber financiado tu investigación sobre los Vaneyanos. Sin duda, son una tribu fascinante, pero...—continuó— considero que te estás matando así.

—Quiero entregarle algo de mi...pero no sé cómo —expuso el mayor.

—No hay nada que puedas entregar ya, más de lo que eres, Viktor.

—Esta conversación no tiene sentido —observó Nikiforov, soltando el agarre de su colega. Se adentró nuevamente, cogiendo un artefacto de algún material similar al vidrio. Bebió de el— Yo nunca me rindo.

—No se trata de rendirte —le hostigó— Se trata de dejar, que las cosas tomen el curso que corresponde. El príncipe nació así. Todos en este maldito planeta lo saben. Incluso el, sabe que su destino está escrito. ¿Por qué pareciera ser, que solo tú no lo comprendes?

—¡Me rehúso! —refutó— El príncipe merece vivir. ¡Él quiere vivir!

—¡Viktor! —aulló de vuelta, tomando sus hombros con determinación— La gente te ama. Te adoran. Te quieren por lo que eres ya. Por lo que has hecho por la población. Con los avances que has alcanzado. Ya no tienes que demostrarle nada a nadie. Ya déjalo ir...

—Ya déjame en paz —se soltó con violencia. Y es que ambos estaban más que ebrios. Los aires, se calentaban con avidez.

—¿O es que acaso te gusta? —le detuvo el andar, en seco— ¿Es eso? ¿Yuri Plisetsky, es tu tipo de hombre? Porque te diré, que es siglos menor que tu.

—Cuida tus palabras, Christophe. No hay nada entre un príncipe y yo.

—¿No es eso? Porque él, sí parece estar muy interesado en ti —declaró sin tapujos, exponiendo los celos de una pareja comprometida. No lo eran, pero en un estado así ¿Quien lo hubiese dudado? El rubio juntó la entre ceja con irritación. Notoriamente, estaba consciente de su show de críos— ¿Es por eso? Que te invita a tomar el té en sus fastuosos jardines, llenos de criaturas mágicas y flores de colores, para que le llenes la cabeza de historias que nunca ocurrieron ¿Y qué hay de las clases de astronomía? —Viktor empuñó las manos— ¿Física? ¿Le pasas Anatomía también?

Una bofetada violenta, se hincó en su mejilla derecha. El corte de piel fue fino, pero suficiente como para dejarle un camino extenso de lo que a simple vista, parecía ser sangre. Liquido azul. Tarde reaccionó el mayor, puesto que al querer remediar su error, fue apartado abruptamente por el herbario. Su pecho, estaba lleno de aire frio. ¿Se había excedido tal vez con la cachetada? Incursionar en tanta pasión, no era bueno para ambos.

—Lo siento, yo solo-...

—No me toques. Puedo hacerlo solo —rivalizó de vuelta, suturando la herida con sus propios métodos. Una onza de su propia sangre, regenerando los tejidos de la expuesta. En cuestión de segundos, el tajo, estaba cerrado, sin dejar marca alguna— Afortunadamente, mi sistema inmune sigue sano y puedo curarme solo.

Pero fue entonces...cuando el foco invisible de Viktor, se encendió. Como cuando se mira estupefacto a una obra maestra. La herida de Christophe, le había proporcionado una idea macabra, pero al mismo tiempo...reveladora.

—Eso es...—acotó, vislumbrando un plan maquiavélico en su expresión facial— ¡Eso es! ¡Chris, eres un genio! ¡Te amo! —redundó con euforia, corriendo hacia el escritorio. Tenía un montón de archivos esparcidos por todos lados de la habitación. Con la ayuda de sus dedos, tecleó cada uno de estos, moviéndolos de lado a lado y generando pautas de corrección. El ojiverde, poco y nada entendía de su locura. Mas estaba seguro de algo; cuando al albino se le metía algo en la cabeza, nadie se lo quitaba de encima. Y claramente, no creía que fuera bueno— ¡Lo tengo! ¡¿Como no lo pensé antes?! ¡Jah! ¡Esto es! —chillaba.

—No pongo en duda tus brillantes ideas pero...—parpadeó, impropio a sus señales— ¿Me explicarías de que se trata todo esto?

—Es perfecto —pronunció, decidido— El ADN del príncipe está dañado, en el genotipo seis, doce y quince. No los puedo quitar, puesto que son los esenciales para las habilidades motrices.

—Eso todo el mundo lo sabe —se encogió de hombros en respuesta— No puedes solo reemplazarlo por otro o cambiarlo. Es una aberración. La última vez que alguien hizo algo como eso, le crecieron cinco ojos —bufó.

—No es necesario reemplazarlo...si puedes regenerarlo —decretó. Giacometti, comenzaba a dudar ligeramente de sus intenciones. Una mirada cruzada, llena de suspenso entre ambos, acrecentó la duda. Ambos estaban al tanto muy bien, que a reglas de ciencia, regenerar un ADN era imposible. Iniciar una expedición meticulosa en los ojos de su compañero, buscando la verdad, se transformo en un martirio. ¿Que era entonces lo que proponía realmente?

—Eso no es posible. ¿De dónde vas a sacar el mismo gen? —respondió, con la mirada templada— La única manera de hacer eso es...

—Exacto...

Silencio sobrenatural. No. No era lo que ambos estaban pensando ¿O sí? El experto tosió, turbado con su propia saliva. Apaleaba a que sería una broma. Una broma...de mal gusto.

—Viktor Nikiforov...no te atrevas —dijo Chris, pavoroso.

—¿Por qué no? Nadie tiene que enterarse.

—¡Viktor Nikiforov! —bramó, posicionando ambas manos sobre sus hombros, a modo de tranquilizar el ambiente y hacerle entrar en razón— Lo que estas proponiendo...sabes que está prohibido. El consejo de maestros, junto con la federación galáctica llegó a un acuerdo. Si te llegan a descubrir...

—Lo sé. Será mi fin.

—¡¿Te estás oyendo, idiota?! —rezongó— ¡Lo que quieres hacer...! ¡Es un pecado contra las leyes universales! ¡Tú lo que quieres es...!

—Voy a clonar al Príncipe —decretó el albo, sin más. Con total seguridad y calma— Voy a tomar, una célula madre de su ADN. Y voy a crear un clon. Con las habilidades suficientes como para mejorar al cien por ciento, no. Al cien no. Al doscientos por ciento, sus facultades —sus orbes, se encendieron con éxtasis de conocimientos— Tanto físicas como mentales. Será perfecto. De tal manera, que pueda tomar sus genotipos e implantarlos en el príncipe. Voy a regenerar sus células dañadas. Una obra maestra —finalizó, ansioso.

—...estas demente —negó— Has perdido la cabeza. Definitivamente...—retrocedió, horrorizado con la idea— No estoy de acuerdo. No voy a apoyarte.

—Chris...—le retuvo. De alguna forma u otra, Viktor siempre lograba convencer a sus "secuaces". Incluso en momentos donde nadie más confiaba en el o creía en sus conocimientos, el rubio, siempre le apoyó. Contaba con su fiel amistad y su indudable capacidad de tenerle fe a lo indiscutible. Su mirada, denostaba demasiada angustia. Si en peores circunstancias, lo había acompañado ¿Cuál sería la diferencia ahora? Ahora, como quien ve, a un perrito indefenso bajo la lluvia— Nadie tiene que saberlo...lo mantendremos en secreto.

—¿Por qué tenias que contármelo a mi? ¿No podías solo...callártelo? —suspiró, rendido— ¿Y qué pretendes hacer luego de crearlo, eh?

—Tú sabes lo que procede.

—...—con eso, lo había respondido todo. ¿Se aventuraría realmente a generar dicha criatura? Ni si quiera conocía a ciencia cierta, los pro y los contra de crear un clon, idéntico al prócer. Sin embargo, Nikiforov no era iluso. Estaba preparado incluso a asumir las secuelas, si algo salía mal. El sacrificio por el amor a la ciencia, era un paso más a la gloria para el renombrado científico. Pasando por todas las leyes universales, incluso las más sagradas. Las que no se tocan. Las que no se deben alterar. El pecado original. Christophe, rendido a sus limitaciones, asintió. Estaba aceptándolo. Lo harían juntos. Si Viktor caía, el también— Esta bien. Te ayudaré con eso —y ya se profesaba loco.

[...]

—Un momento —detuvo Katsuki, más bien anonadado con el relato. Bebió agua, frotando por el borde de su anteojo para comprender mejor las cosas. Chulanont, permanecía perplejo escuchando la fascinante historia. Era, literalmente, de otro mundo—. Déjame recapitular y ver si entendí. Tu sabes, que técnicamente, el hecho, considerado como El pecado original, es catalogado en mi planeta, por muchas doctrinas espirituales, denominadas Religiones, como la concepción entre un hombre y una mujer. De esa forma, se creó la humanidad como la conocemos. ¿Es eso real, en tu planeta?

Nikiforov, negó con la cabeza.

—En las leyes de mi galaxia, el pecado original es la clonación. Tenemos entidades que se rigen a base de ellas, donde te prohíben hacer una copia legitima de otro ser. La raza se perdería, y la conservación a través de evolución genética no sería factible. Las civilizaciones morirían, al no tener variación en sus células homologas. ¿Te imaginas un planeta lleno de Yuuri's? —bromeó, sonriente— Por mí no estaría mal. Pero sin variedad genética, la célula no buscaría sobrevivir. Quedaría estancada. Y supone que un Yuuri se enferma y muere. Los demás, también lo harían.

—La clonacion...—musitó para sí mismo—. Ahora todo tiene sentido...—citó— "Y fue de una costilla y barro, que fue creada a bien y semejanza de dios". Entonces es verdad. Ella si fue clonada. Es solo...ciencia.

—En mi planeta, tanto los hombres como las mujeres, podemos engendrar vida.

—¡¿Qué?! ¡¿Tu también te puedes embarazar?! —saltó el camarógrafo, consternado con la noticia— ¡Yo quiero ver eso! ¿Puedo subirlo a las redes?

—¿Huh? ¿Qué es embarazar? —parpadeó el albino.

—Pi-Pichit...—una gota bajó por la sien de Yuuri— No creo que tengan bebés de la misma forma que nosotros ¿O sí? —ni él se la cree.

—Wow ¡Amazing!...¿Estamos hablando de reproducción humana? —rió el científico— Me parece de lo más fascinante. Aunque tengo algunos estudios que revela-... —musitó para sí mismo.

—¿Podemos proseguir con la historia, por favor? —seriedad ante todo. El nipón, acomodó sus anteojos por el puente de su nariz— ¿Entonces...?

—Ah. Si. Entonces...lo hicimos.

[…]

—Este tipo perdió las neuronas —Mila sonrió nerviosa, acomodando un traje especialmente para experimentos extraños— ¿Y bien? ¿Lo tienen?

—Es lo único que encontré —dijo Christophe, alzando una prenda de vestir, claramente interior. Tanto Viktor como la pelirroja, se ensañaron en evitar reír. ¿Era sarcasmo? — Que. ¿Por qué me miran así? ¿Acaso saben cuánto material genético hay en esta cosa? Novatos —chistó. Mas bien, era demasiado lo que había conseguido. Mucho más de lo esperado, como un pelo de cabello o una cuchara utilizada por el regente.

—Es más que suficiente —acreditó Nikiforov— Manos a la obra.

Todo estaba fríamente calculado. Nada podía salir mal. Las pruebas y los resultados hechos por Viktor, eran infalibles. Y con un poco de suerte, el nuevo ser, seria diez mil veces mejor que el anterior. El mayor, aportaría los genotipos de Yuri Plisetsky; mientras que Christophe, brindaba el fenotipo de criaturas salvajes, provenientes de otros planetas. Específicamente, de Sirio. Planeta de la galaxia de Ber-Decrux, en donde en unas de sus expediciones, grandes bestias con rasgos felinos, se apoderaron de su encanto y belleza. La probeta estaba lista. Y solo alguien con las manos lo suficientemente finas, podía incrementar y acelerar el proceso de fecundación en la célula madre. El espacio era reducido y los instrumentos, demasiado refinados. Fue el turno de Babicheva, quien estaba altamente capacitada para transportar elementos químicos de suma categoría. Su seducción por experimentar con cosas nuevas y explotar todo, era reconocida por los dos muchachos. Más aun, en un momento tan delicado como ese, no dejaría caer el objeto, aunque bromease con eso. La concepción, estaba lista. La célula, inició su complejo proceso de división. Un nuevo Yuri...estaba por nacer.

Esa noche, ninguno de los tres logró pegar ojo alguno. Alguien tenía que monitorear el asunto. Hacerle seguimiento por cualquier cosa, era necesario. Para el cabo de diez días lunares, el feto, estaba completo. Su apresurado crecimiento, era considerablemente prodigioso. Incluso ahí, flotando dentro de un gran tubo de criogenia, en un liquido esmeralda, sus primeros movimientos musculares, anonadaron al albino. Nadie pasaba tanto turno en aquella habitación lúgubre del laboratorio. Nadie, más que el. De la cual, hizo prácticamente su nuevo domicilio. A diferencia de sus compañeros, la conexión que Nikiforov y aquel ser mantenían, incluso antes de ser concebido, no era comprensible para nadie.

Sentimientos

Algo, que nunca antes había experimentado; con semejante nivel cerebral. Transcurridas un par de semanas, el nuevo Yuri, contemplaba algo mas allá que solo un tronco. Gozaba de cabello, tan rubio como el original. Dos manos, apretaditas hacia su pecho. Dos piernas longevas y vigorosas, dando los primeros saltos de inquietud. Conectado, tan solo a través de una sonda en su espina vertebral, Viktor podía monitorear su actividad cerebral en una pantalla titánica. Solo un poco mas...tan solo un poco mas...y estaría listo para abrir los ojos.

—¿Que son esos niveles? —mencionó la bermeja, al ver disparados algunos rangos,

—Parecen ser...—acotó Chris.

—Sueño...—admitió el ojiazul, sintiendo estallar su pecho. Sus orbes, titilaban con ansiosa emoción. Estaba satisfecho del resultado— Yuri...está teniendo un hermoso sueño...

El especialista, se levantó de su puesto, encaminándose hacia el enorme tubo. Sus dígitos derechos, se plantaron en el vidrio, como una manera de expresar su enajenamiento. Los parpados del menor, temblaban con sutiles espasmos. Una reacción completamente viva. ¿Podía ser posible, un sueño...?

—Me pregunto...que estarás soñando...

El transmisor titiló.

—Aquí, control uno —llamó un hombre— Su majestad, el príncipe, está aquí. Desea ver al doctor Nikifovor.

—Viktor...—musitó Mila con temor— Es Yuri...

[...]

—Eminencia —reverenció el ojiazul, besando el dorso de su diestra con gentileza— Que alegría verle por aquí. ¿Qué hace fuera de la cama? —reprochó.

—Veo que mis sospechas eran acertadas —pretendió de vuelco. Encogió el ceño— ¿Lo has olvidado, verdad? Hoy tengo clases de historia.

—¡Oh! ¡Ah! —rió de vuelta, irónicamente— Mil disculpas. Lo he olvidado por completo. Que distraído.

—Mhn...es extraño que tu olvides algo como eso. Venimos haciéndolo desde hace años. ¿Qué ocurre? —indagó.

—No, no, no. No ocurre nada. Pasa que...he tenido mucho trabajo que hacer últimamente y...—suspiró— Bueno. No he tenido mucho tiempo. Ruego por mi perdón —volvió a inclinarse, esperando una caricia sutil en su nuca. Era una tradición formal, que un líder mimara tu cabello como signo de perdón. No obstante, eso solo había acrecentado la curiosidad infantil del menor, ignorando olímpicamente su pedido.

—¿Que tanto andas haciendo? —indagó Plisetsky, rebuscando con la mirada a sus espaldas— Quiero ver.

—Son solo cosas sin sentido —volvió a reír— Usted sabe que estoy enfocado en encontrar una cura a su enfermedad.

—Dije, que quiero ver. Muéstramelo —insistió en seco.

—Majestad-...

—Es una orden.

Bien. Ese tono de voz, había asustado incluso a los guardias que le seguían fielmente. Nadie dijo nada. Ni un organismo unicelular, voló. La mirada compenetrada entre ambos, tensionó el ambiente en demasía. Viktor, evitaría a toda costa que Yuri se enterara de la verdad. Siempre hay un plan B para todo...

[…]

El príncipe, cae rendido entre sabanas húmedas y deshechas. Nikiforov, trae ropas desorientadas y la mirada extinguida. Ambos, han intimado a través de conexión por flujo. Un método altamente placentero, en donde un ser viviente y otro, hondamente activo, se conectan vía intravenosa para exaltar el orgasmo. Yuri Plisetsky, ha olvidado por completo el incidente...

[…]

—Sexo —determinó Yuuri, completamente sonrojado. Sus ojos, se desvían con timidez, buscando esconder su nerviosismo ante el tema.

—¿Eh? —el ojiazul, comienza a entender poco a poco el comportamiento humano— ¿Es así como ustedes lo llaman?

—Sí. Aunque...en este planeta —acota Pichit Chulanont—...es totalmente distinto.

—Y mucho mas...sucio —determina el japonés.

—Wow...ya veo —asiente obediente, el mayor— ¿Así es como ustedes se reproducen, no? ¿Por sexo?

—En realidad...—Katsuki rasca su mejilla con dejo de intimidación. Le cuesta un poco el tema, dado que el, aun no ha intimado con nadie. Su experiencia en el caso es nula, mas no sus conocimientos sobre el acto en sí— Es mucho más complejo. Las relaciones humanas, son bastante...inquietantes —redundó la mirada hacia el científico— Aun así, dejando de lado las diferencias de comunicación. Técnicamente, tu y el príncipe tuvieron relaciones sexuales. Solo que...sin tocarse.

—Comprendo. Entonces, si es así. Pues si —sentenció con la mirada afilada— Yuri y yo, tuvimos relaciones sexuales. Pero era la única forma de que olvidara todo. Una distracción.

[…]

La compuerta se abre. Viktor, se retira de la recamara real con total tranquilidad y confianza. Su cabello, es peinado con la ayuda de sus dedos. Para él, es más bien una rutina diaria. Dentro de sus derechos y deberes, está el de servir al príncipe de todas las formas posibles. Otabek Altin, le intercepta del otro lado. Yace con la espalda afirmada en la pared y de brazos cruzados. El sabe, la verdad...

—¿Lo estas pasando mal, no? —ironiza el capitán con hastío. El albino, simula una sonrisa fingida, llena de atrevimiento. No está dispuesto a soportar berrinches.

—Si te queda duda alguna, pregúntale al príncipe —Otabek, gruñe— Pero tendrás que esperar a que se recupere —Otabek, enfurece— Hoy, estaba más intenso que nun-...

—¡¿Cómo te atreves?! —ruge el uniformado, presionando su cuello contra el paredón. La ira, se apodera de su mente pacifica. El golpe en seco, alerta a los demás guardias— ¡Debería cortarte la cabeza por esto!

—¡Otabek! —interrumpe el rubio, a duras penas en pie. Viste un camisón blanco, largo hasta las rodillas. Sus débiles extremidades se tambalean. Tose y se encorva— ¿Qué demonios, crees que estás haciendo? Déjalo ir —ordenó.

—¡Majestad! ¡Este tipo-...!

—¡Otabek! —reprocha por segunda vez— Al único que le voy a cortar la cabeza, es a ti; si no lo-...—se estremece. Yuri, cae al suelo. Los espectadores entran en shock. Rápidamente, es asistido y devuelto a sus aposentos. El capitán, fulmina al doctor de a ratos. Una conversación pendiente, queda entre ambos.

[…]

Palacio real. 16-90 en horario lunar.

—Con todo respeto, excelencia —Otabek toma la palabra de los congregados— Solicito que Viktor Nikiforov, sea removido de su cargo como doctor de cabecilla, de la familia real —los asistentes, se miran entre sí, imparciales con la demanda por parte del general.

—¿A qué se debe eso, capitán? —indaga el emperador.

—Ha estado teniendo conductas impropias con el príncipe Plisetsky —declaró,

El anciano regente, se levanta de su puesto. Los demás hombres y mujeres, se retiran del lugar a petición del mayor. Es un tema demasiado delicado de tratar a boca de todos y el emperador lo sabe. La tensión nerviosa, está en el aire. Ya para cuando finalmente se quedan a solas, el líder toma la palabra.

—El consorte, ha llevado una vida solitaria desde que fue concebido como tal —explicó— Viktor Nikiforov, no solo ha sido un medico ordinario. Es un amigo confiable, un compañero, un maestro y un doctor de alta reputación. Y eso, tú lo sabes.

—Lo tengo más que claro, señor —ahondó Altin, sintiendo la presión de sus palabras sobre sus hombros— Pero incluso con todas las facultades que se le atribuyen a Nikiforov, el hecho de que ellos dos esten-...

—No me interesa en lo mas mínimo, que clase de gustos y aficiones tenga mi nieto, capitán —decretó con la dureza de sus palabras— Y creo, que a usted tampoco debería importarle. La relación que tiene Yuri, con el doctor Nikiforov, no es mas qu-...

—Son amantes —interrumpió en seco, acallando de golpe al regente. Este, frunció el ceño. Esa palabra, no le había gustado para nada. Buscó en sus ojos, la respuesta a esa declaración. Pedía una explicación— Yo mismo los he visto. Una relación de conexión entre ambos, sería inaceptable. Y eso, usted también lo sabe

—¿Viktor y Yuri...juntos?

—Por flujo — finalizó— Ellos dos, han-...—no hubo necesidad de mas palabras. El rey, alzaba la mano para concretar la charla.

El hombre, tosió. Sus parpados se cerraron entre sí. Si bien, la historia del uniformado era creíble por sobre todas las cosas, no era algo que fuese posible comprobar. No habían cámaras en la habitación real, ni mucho menos, rumores de algo como eso. Las visitas del albino, incluso nocturnas, eran sabidas por el líder planetario. Yuri no le ocultaba nada a su abuelo. Pero, incluso algo como eso...

—No se puede hacer nada, si no hay pruebas —Otabek escuchó en silencio. Sintió la impotencia de no poder tomar cartas en el asunto. Sin embargo, el abuelo, tenía algo mas en mente para el— Otabek. Consígueme una razón para destituirlo. Y ya veremos que hacer —ordenó— Ya puedes retirarte.

El muchacho, dio una última reverencia con gusto a esperanza y se retiró del recinto. Buscaría una razón indiscutible para apartar, a lo que ahora se convertía en su rival. A como dé lugar, se vengaría de su atrevimiento.

Era pasada la media noche, cuando la llamada inesperada de Mila, le arrancó de un sueño profundo y placentero. Su pequeño secreto estaba listo para abrir los ojos. Ya con dieciocho semanas de crecimiento fetal, el nuevo Yuri Plisetsky, tenía ya, la apariencia de un muchacho de 16 años. La criogenia, estaba lista. El gran paso, estaba a punto de comenzar.

[...]

—¿Nervioso? —examinó Chris, en una posición determinada para esperar; el despertar de aquella criatura.

—Podría orinarme ahora mismo —declaró el albino— Mila ¿Tienes lista la data de los recuerdos?

—Todo listo y cargándose —explicó la fémina— He implementado más de setecientos recuerdos del Yuri real. Con eso es más que suficiente. Hay que obviar algunas cosas innecesarias. La capacidad cerebral de este Yuri, es asombrosa. Es un mini cerebrito.

—Es justo lo que quería —Viktor, aplaudió— ¡Muy bien chicos! La hora de la verdad ha llegado. Inicien secuencia de reanimación.

Bastó con presionar una sola tecla, para que la sustancia acuosa que rodeaba al ser, fuese drenada poco a poco. Los niveles del muchacho, estaban a tope. El oxigeno artificial, inició su retroalimentación, quitando ese aire, por el real. En cuestión de segundos, Plisetsky, era removido de la capsula, secado y vestido. Puesto ya; a disposición de una habitación con decoración infantil, arropado en una cama cómoda y caliente, su despertar, era solo cosa de minutos.

—Me quedaré —declaró Viktor. Esperaría paciente, a que abriera los orbes. Una antesala al reencuentro— Debo verlo con mis propios ojos...

[…]

—Fuiste lo primero que él vio ¿No es así? —preguntó Yuuri— Lo primero que conoció.

—No sé si él me vio primero a mi o yo a él —aclaró el ojiazul con nostalgia. Una nostalgia, abismal— Digamos que...ya nos conocíamos desde antes. Más bien...desde toda la vida.

[…]

—Viktor...

Sus parpados se agrietaron, conforme la luz se hacía presente en el ambiente. Aquel susurro, dulce como la más exquisita miel; cautivó sus sentidos. Una mano, cálida, acariciando su anémica mejilla. ¿Se había quedado dormido mientras esperaba? Alzó la vista, dándose de frente con lo que a su parecer, era un dios celestial. Simplemente, perfecto. Tanto, que las pocas palabras que tenia para expresar, se atragantaron en un nudo agudo en su garganta. Los nervios, hechos un manojo de llaves difíciles de desentrañar ¿Yuri Plisetsky...?

—Yuri...—llegó a musitar, embobado con su presencia. Sujetó su mano, palpando la piel tersa y joven que recubría su ser. Su primera creación. El primer clon, a semejanza. Estaba ahí adelante, con los ojos, ligeramente más obscuros que el original, pero de un color verdoso cautivador. No era la primera vez que se veían. Mas bien, era una especie de reencuentro fluvial. Algo, programado por las triquiñuelas del destino. Juntó su frente con la suya, percibiendo la respiración sosegada del rubio, pacifica. Sus pulmones, tan vivos como los suyos, exhalaban el aire con insistencia. Su ritmo cardiaco, era acelerado— ¿Cómo te sientes?

—Incomodo —expresó, extrañado por su propia naturaleza. Observó sus manos, como si realmente no estuviera acostumbrado a ellas. Generando movimientos involuntarios con los dedos de sus pies, fue moldeándose a la idea de tener ropa encima. Se revolvió perturbado— No me gusta esto —protestó, mostrando los primeros signos de un carácter marcado por la ira. Molesto— Ropa.

—No puedes ir por ahí, desnudo —sonrió el albino. Observándole de pies a cabeza— Me gusta cómo te queda eso. Te ves guapo.

—Tsk...no. No me gusta —redundó, comenzando a desprenderse de ellas.

—Yuri...—Nikiforov, se tomó la frente, rendido a su posición— Si te quitas eso, te dará frio.

—¿Frio? —examinó Plisetsky, ladeando la cabeza. En definitiva, no tenía ni la mas mínima idea de lo que era la palabra frio. ¿Que son las sensaciones? Indagaría un poco más en ello. Ya completamente desnudo, se encaminó hasta un reflector del tipo espejo. Tanto su perfil como su semblante, se desconfiguraron abruptamente— ¿Este...soy yo? —preguntó, anonadado.

—Ese, has sido siempre tu —elucidó— ¿Te gusta lo que ves? —murmuró el mayor, apoyando sus manos sobre sus hombros con sutil suavidad. Gentil, dócil, esparció caricias por su cabello, su cuello y parte de su mentón, trazando líneas invisibles de investigación. Un clon perfecto, con una única diferencia distintiva al real. No tenia ombligo. Siendo este reemplazado, por dos pequeños orificios detrás de su nuca, los cuales cubría su cabello. A Yuri, no le gusta lo que ve. Frunce el ceño— ¿Sucede algo?

—No...no...pasa nada...—mintió. Un escalofrió acentuado, laceró su menudo cuerpo. Frio— ¿Que le sucede a mi piel?

—Es lo que te decía —suspiró satisfecho. Tomó una manta y recubrió su cuerpo— Se llama Frio. Es una sensación bastante incómoda y que produce, que tu cuerpo se tense demasiado. Afortunadamente tu sistema inmunológico evitará que resfríes.

—¿Res...frio?

—Jm —sonrió amable— Hay muchas cosas que aun debo enseñarte, Yuri.

—Enséñame —pidió, clavando sus ojos zafiro en los suyos. Ambas manos, sujetando su rostro. Dedos, dibujando una línea en los carnosos labios del albino. Un poco de tiempo más juntos...y la conexión...

—¡Yuri! —saludó Giacometti, de tal forma, que ni el propio Viktor podía tomárselo a pecho. Esa facilidad, con la que podía mentir, daba miedo— Que alegría verte. Me alegra mucho que ya hayas despertado. ¿Cómo estuvo ese sueño?

—Ah...Huh...¿Tú eres? —el ojiverde pestañeó, ajeno a aquel "extraño".

—Ah...eh...—el mayor, rascó su nuca sutilmente nervioso. Por primera vez en mucho tiempo, le estaba costando trabajo creerse la historia— Somos...somos amigos ¿No es así? expuso, observando a Viktor con complicidad. Este, suspiró en respuesta.

—Será mejor que dejemos descansar a Yuri. Está algo agotado ahora —reprochó, fulminando a su compañero con incomodidad. Este, se retiró en silencio tras ver su reacción. Plisetsky, parecía estar sumamente confundido con todo. Observó sus dedos, curioso de sí mismo. El albino, tomó su nuca y acarició sus cabellos, siendo sutilmente rechazado por su contrario.

—¿Qué haces? —protestó el ojiverde, reticente a su toque.

—¿Eh? Te estaba acariciando —sonrió— ¿No te gusta?

—¿Acariciando?

—Acariciar —explicó Viktor, frotando su diestra con gentileza— Cuando algo te gusta, lo tocas y lo sobas. Eso relaja tu sistema nervioso y estimula las células parasimpáticas de tu Hipotalamo, generando las llamadas endorfinas, las cuales, regeneran tus tejidos muertos. En pocas palabras, las caricias te embellecen.

—Cuando algo te gusta —musitó el menor— Endorfinas —citó.

—Son las que te hacen sentir...drogado, cuando algo o alguien te gusta. Te quitan la capacidad de pensar con claridad.

—Gustar...

—¿Mhn? ¿Hay algo que te guste?

—No sé qué cosas me gustan. ¿Cómo se yo, eso?

—Eh...—rascó su mejilla. Era la primera vez que le planteaban una problemática como esa— Pues...tu corazón, aumenta su ritmo cardiaco considerablemente. Regularmente, liberas feromonas que-...—Yuri no estaba entendiendo sus respuestas científicas. ¿Acaso era demasiado formal con él? Exhaló, rendido a sus ojitos curiosos y de niño pequeño. Una sonrisa ladina se dibujó en su semblante— Solo te gustan y ya. Lo sabrás cuando te pase —finalizó, levantándose de la silla— ¿Quieres dar una vuelta?

—¡Sí!

Ciertamente, a Yuri le gustan los paseos.

[…]

Bitácora de actividades.

—¡Hi! ¡Aquí, Viktor Nikiforov! ¡Sesión numero uno! ¡Yuri está aprendiendo a sociali-...!

—¡Viktor! ¡Mírame!

Si. Se había montado a un árbol cual cuadrúpedo. Sus instintos inhumanos, florecían con el roció de la mañana. Sería entonces, los paradisiacos jardines de Heka, el nuevo hogar de Yuri. Un laboratorio experimental, alejado de toda la sociedad. Inexistente, incluso para el príncipe. Ambientado de la manera correcta, el clon, alzado en las copas de los arboles, era deleitado por lo que realmente era: Un holograma falso.

Desconociendo la verdadera ciudad, el ojiazul, había construido idealmente para el menor, un ambiente seguro y humilde para su crecimiento. Pasaría el resto de sus días encerrado ahí, siendo privado de total libertad fuera de las instalaciones. Era el plan original, si así los maestros lo concebían. Sin embargo, había algo que salía de la bitácora con total descaro. El comportamiento errático de Plisetsky, a la hora de aprender nuevas habilidades como ser civilizado. Sus rasgos distintivos, altamente salvajes, pasaron la cuenta. Su olfato, tan desarrollado como un felino; la visión nocturna desdoblada, la audición afilada, la musculatura elegante y tosca a la vez. Todas esas, eran características difíciles de domar. Sobre todo, al momento de llevar una ferviente discusión a ciegas.

Hay cosas...que a Yuri simplemente no le gustan.

—¡No quiero! —objetó el rubio, lanzando los objetos a una velocidad inhumana. Estos, se estrellaron contra la pared— ¡Aléjate de mi, mala mujer! ¡Grrr! —mostraba los dientes.

—Tsk...este niño es imposible —rezongó Mila, tomandose la cabeza— ¡Yuri! ¡Necesito tomarte un par de muestras! ¡Deja de actuar como un crio!

—¡Que te importa, vieja bruja! —chilló.

—¡¿Jah?!

—Yuri —interrumpió Viktor, con total autoridad— ¿Qué clase de vocabulario es ese?

—¡Viktor! —sus ojitos se encendieron tras verlo entrar a la habitación. Raudo, se escabulló detrás de si, escondiéndose cual niño pequeño— No dejes que me toque. No me gustan las agujas. Agujas duelen. Siento dolor —rogó.

Una mirada furtiva se cruzó entre los especialistas. Babicheva, le dejaba en claro que necesitaba esa muestra. Viktor, asintió, dejando que la fémina se retirara de la habitación. El se encargaría de todo.

—Yuri —musitó. Intentaría ser lo más etéreo y tierno posible. Ya se había dado cuenta, de que al pequeño no le gustaba que le gritaran. Sus oídos eran muy sensibles y los sonidos bruscos le dejaban errante. En pocas palabras, se espantaba con facilidad. Tomó sus hombros, entregándole toda la confianza que un padre puede darle a su retoño— Tu sabes que tenemos que tomarte las muestras como todos los días. Las necesitamos para cuidarte mejor.

—Pero me duele...—farfulló bajito.

—Tú sabes...—suspiró— Que el dolor físico, es parte de estar vivo —explicó. Mas no importaba cuanta dulzura pusiera en sus palabras, el menor no estaba conforme con sus respuestas. El sabor amargo del dolor, le atravesó la conciencia. ¿Quizás había alguna forma de evitar aquello? — Bien. Haremos algo. No te voy a tomar más pruebas ¿De acuerdo?

—¡Sí!

—A cambio, vamos a jugar un juego sumamente divertido —murmuró, llamando a Christophe con la mirada, quien se sumaba desde las afueras del recinto

—¡¿De verdad?! ¡¿Qué cosa es?! —vociferó animado.

—Algo...que se siente sumamente bien —sonrió— Te va a encantar. Se llama Conexión por flujo.

—¡Yo quiero! ¡Yo quiero conexión! ¡¿Vamos ahora?!

—Por supuesto que sí, Yuri —la mirada templada del albino, se oscureció con un morbo inaudito— Ahora relájate —bastó con que pasara su diestra por sobre su rostro, para que el menor cayese en un profundo sueño. Una de las tantas habilidades que; como ser superior tenia. A los pocos segundos, Giacometti ingresaba con un cilindro en las manos. Traia consigo, una mascarilla y algunos tubos.

—¿En verdad? —carraspeó el botánico, impresionado con la malevolencia con la cual, a veces, actuaba su camarada— Es demasiado joven para Flujo.

—Tú solo conéctalo. De las muestras me encargo yo —ordenó, en seco. La displicencia...

[...]

—...

La expresión estupefacta de Pichit, demostraba la dureza que acrecentaba el ambiente. Yuuri, escondía su semblante en el reflejo de sus anteojos. La oscuridad, en su máxima expresión. Nadie se atrevió a hablar. Era un relato crudo, incluso para los muchachos.

—Danos un momento —pidió Katsuki, a su amigo. El cual, no tardó en obedecer, saliendo de la habitación. Viktor, no parecía dar ni un atisbo de estar arrepentido. Y eso, se dejaba ver en su expresión facial, dura y sombría. O quizás, si lo estaba. Pero los sentimientos de confesar algo tan intimo al chico que, ahí adelante, le reclamaba dolor en su mirada, le abrumó; dejándole sin palabras.

—Yu-...

La bofetada, se dibujó en su pómulo izquierdo. Aun, con el rostro desviado, la imposibilidad de verle a los ojos le dolió en el alma. En esos momentos, Viktor Nikiforov no era el mismo de antes. La retina cristalizada, se reveló ante el seso inquisidor de su ahora, enjuiciador.

—Perdóname. Yo-...

—No soy yo, quien debe perdonarte, Viktor —declaró en seco, más tranquilo— Es Yuri. Es a él, a quien le debes una disculpa. No. No una disculpa. Su vida —decretó, viendo el gesto de una caricia dolorosa en su mejilla, como pidiendo explicaciones por el golpe innecesario. Se encogió de hombros, de lo más normal— Tenía ganas de pegarte.

—O-Okey...—no entiende un carajo.

Simplón.

—¡Ya puedes entrar, Pichit! —dijo, decidido— Continuemos con esto.

[...]

La cuestión es...que Yuri se hizo adicto al Flujo. A un punto, escabroso.

—¡Grh! ¡Eres un mentiroso! —aulló con ira, golpeando los objetos y las paredes cual mono rabioso— ¡Me dijiste, que si hacia todo lo que querías, me darías un poco de ese liquido!

—Te lo he explicado antes —exhaló abatido pero sereno— ¿Por qué eres tan terco? Es imposible que abuses tanto de algo. Siempre quieres llevar todo al límite.

—¿Limite? ¿Qué es el límite? —farfulló de vuelta, con la furia chispeante en la mirada— Yo no tengo limite —y eso, era lo mas horroroso de todo, pues tenía razón. El albino, conocía a la perfección a su creación. Y poco a poco, comenzaba a indagar en sí mismo, si la decisión de haberle hecho tan perfecto era buena idea. La cura, saldría mas cara que la enfermedad.

—Es verdad que no tenemos limites. Pero aun así, a veces, es prudente ponerte tus propias barreras, o terminaras lastimando a otros.

—¡Pura mierda! —rugió Plisetsky, mas adolorido que otra cosa. Mas bien, estaba sentido con el mayor. Su propio creador, no le comprendía. Y comenzaba a hastiarse de que nadie en ese lugar, lo hiciera. De un salto, se lanzó a las instalaciones más elevadas del lugar. Se perdería de vista, a partir de ese momento. Ni los gritos de Viktor, aplacaron su furia.

Culpa...

[...]

—El príncipe no se encuentra nada de bien. Anoche sufrió una embolia —declaró uno de los sequitos del regente, sumamente preocupado. Una visita inesperada, para informarle del estado de su líder. El doctor, estaba al tanto de los procedimientos que necesitaría a continuación.

—Chris —llamó a su compañero—. Llegó el momento.

Laboratorio Heka 3:129 horario lunar.

Yuri Plisetsky, observa el cielo con ojos decaídos. No está conforme con el nuevo mundo que está conociendo. Contempla molesto y lleno de sentimientos difíciles de describir. El holograma, cambia conforme su estado de ánimo se lo permite. Uno de los androides con forma gatuna, merodea a su alrededor. Se desplaza por los aires, con la libertad que el no posee. ¿Es que acaso, no puede volar? Algo que aun mas le irrita. Fijo, en un punto clave del techo, se percata de un sutil e imperceptible rayo de luz, muy distinto al resto. ¿Una estrella? No...mas bien, una falla en el programa. ¿Cómo no haberlo notado antes? Co la vista de águila que le precede, escala aun más arriba del árbol, hasta tocar la copa de este. No está del todo seguro de que es, pero la curiosidad...

—No deberías subir ahí —le advierte el androide— Está prohibido.

—Tsk. Cierra la boca, gato —protesta a regañadientes— Viktor me dijo, que el universo no tiene límites. ¿Cómo es que este lugar...? —pensó, tomando abruptamente de la cola al pequeño robot.

—¡Hey! ¡¿Qué crees que haces?! ¡Suéltame!

—Ve a ver qué es eso —ordenó.

—¡¿Estas demente?! ¡Si los doctores se enter-...! —muy tarde para advertirle. El ligero material del cual, estaba dotado el androide, se volvió polvo lunar; en el mismo instante en que quedó incrustado en el techo. Un fuerte estruendo ensordecedor, des configurando los paneles principales de la simulación. Paulatinamente, los pixeles de la gran pantalla, emitieron un chirrido agudo, hasta, para su sorpresa, revelar lo que del otro lado había— T-te mataré, insec-insec-insectttto...

En shock. Una brisa gélida, removió los mechones despeinados de Yuri. ¿Qué demonios significaba eso? El cielo...era distinto a como lo había visto antes. Mas bien, siempre. Los

vehículos se desplazaban de un lugar a otro, simulando destellos hermosos; únicos. ¿Eso era...el cielo? ¿Entonces...?

—Que...demonios...

[…]

—Mila —Christophe, ingresaba a la sala principal del laboratorio— Prepara todo para le extracción.

—¿Eh? ¿Tan rápido...? —no se lo esperaba ciertamente.

—Vamos. No me digas que te has encariñado con el mocoso —bufó con obviedad. Cogió un poco del liquido que yacía sobre el escritorio y procedió a beberlo con total normalidad. A lo que Babicheva respondió irritada.

—Tsk, no me jodas. ¿Qué te pasa? A veces siento que no tienes...

—¿Alma? —refutó, planteándole una mirada en seco. Ambos se observaron por unos segundos más, descartando la frialdad con la que actuaron desde el inicio— ¿Me vas a decir que tu si? —no respondió— Curioso.

La pelirroja acabó desviando la mirada. No iba a discutir del tema con alguien tan superdotado como el rubio. Ignorando totalmente la conversación, se levantó de su puesto para comenzar con los preparativos; cuando una ventisca sutil, proveniente desde la puerta del jardín, captó su total atención. ¿Una ventana? Imposible. El lugar estaba cerrado.

—¿Chris...?

—Mierda...—sus orbes, revelaron el pánico del momento— Yuri...

Yuri no está.