Advertencias:
*TYL.
*Oc.
*Muchas cosas extrañaa y, lo más seguro, incoherentes. Pero yolo, ¿no?
*Algunos de los títulos de los capítulos no tienen mucho que ver, más que nada son fragmentos de la canción en la que se inspiró (una parte) este fic. La canción es "Heathens" de Twenty One Pilots, así que los derechos a ellos.
*Disclaimer: Los personajes pertenecen a sus respectivos creadores.
Prólogo
...
Algún lugar en Italia.
Cuarteles de la policía.
Había muy pocas personas que conocían el verdadero nombre del sargento. Todo el mundo con rangos debajo de él lo llamaban "sergente" a la cara y a veces simplemente "serge" cuando estaban absolutamente seguros de que no podía oírlos. Lo que sí sabían es que el hombre era uno de los profesores más duros de la Academia y un oficial mucho peor. Había luchado y sobrevivido a más batallas contra mafiosos que cualquier otro y era conocido por ser uno de los pocos que alguna vez comandó un ataque contra los Vongola y ganado. Hacía casi ocho años desde la grandiosa hazaña, pero la gente todavía lo recordaba especialmente por la información que había vertido a la Guardia. Los mafiosos detenidos no habían sido de los altos mandos de la famiglia, pero eran lo suficientemente importantes para tener información relevante para la Guardia.
Fue la reputación del sargento lo que lo condenó a dar clases a los nuevos reclutas. Los que habían sobrevivido a sus clases decían que estas eran el infierno, que el sargento era el demonio y que trabajar con él era mucho peor, pero que él era el mejor. Y si los reclutas querían continuar en esa línea de trabajo y llegar a ser alguien, lo mejor era recibir el mejor entrenamiento y si lo mejor era el sargento, bueno, maldición, sólo tenían que soportarlo. Por ende, el número de bajas de las clases del sargento eran demasiado altas, pero habían llegado al punto en que a los altos mandos ya no les importaba, después de todo el hombre era su mejor experto en cuanto a los Vongola y los pocos estudiantes que lograban para sus clases y sobrevivir más de cinco años en la Guardia lo compensaban.
— ¡Atención! —ladró el sargento, azotando un grueso paquete de papeles amarillentos sobre la mesa.
Todos los reclutas se enderezaron de inmediato —. ¡Señor!
El sargento pasó su mirada por encima de los reclutas, tomándose su tiempo para identificar que de los cincuenta y siete reclutas la mayoría vestían adecuadamente el uniforme, algunos tenían una mirada temerosa y sosa, y otros pocos parecían tener la posibilidad de tener éxito en la materia.
— Bienvenidos a Vongola 101 —el sargento era un hombre alto e imponente, con un cuerpo musculoso y una cara dura y llena de cicatrices, ni su impecable traje podía disimular la brutalidad del hombre —. Soy el sergente y estoy a cargo de ustedes durante las próximas semanas. Mientras estén bajo mi mando se espera que obedezcan cuando les dé una orden. ¿Entendido? —casi la mitad de los reclutas asintieron con la cabeza y el resto murmuró una respuesta débil —. ¡Si les hago una pregunta quiero una confirmación verbal! ¿¡Entendido!?
— ¡Sí, señor! —corearon todos.
— Están aquí para aprender —continuó el hombre —, pero no es mi problema si no lo hacen; yo sólo voy a darles la información, son ustedes los que tienen que aprender y recordar. Por lo tanto, ustedes tienen que escuchar. Cualquier estupidez dará lugar a tener una nota de fracaso por el día o ser expulsados de la clase. Y, si tienen preguntas, guárdenlas para el final; y espero que siempre levanten la mano. ¿Entendido?
— ¡Sí, señor! —se apresuraron a responder.
— Vongola —dijo entonces el sargento —, es la organización criminal más loca, confusa, paradójica, peligrosa e hipócrita de la que escucharan. Y, por desgracia, a menos que algo grande pase, están aquí para quedarse.
Los reclutas parecían desconcertados por la declaración, otros lucían escandalizados y unos pocos asustados, en especial desde que la mayoría de ellos pensaban que el plan era acabar con los Vongola tan pronto como fuera posible. El sargento, por supuesto, sabía mejor.
— Es por eso que ustedes están aquí —continuó —. Están aquí para aprender, no la forma en cómo destruir a los Vongola, sino a cómo sobrevivir hasta que algo suceda. Todos los años me preguntan cuál es la lección más importante que pueden aprender de este curso y cada vez les digo lo mismo —hizo una pausa, dejando caer su voz y endureciendo su mirada, asegurándose que la tención de todo el lugar estuviera sobre él —: Respetar el poder. Ustedes pueden tener miedo a los Vongola. Pueden odiar a los Vongoal. Pueden jurar venganza contra los Vongola. No me importa. A ellos no les importa. Pero hagan lo que hagan, recuerden respetar a los Vongola. Porque si no hay respeto se olvidarán de lo que ellos pueden hacer, y eso hará que a ustedes los maten.
El sargento se quedó en silencio por un minuto, observando a sus estudiantes. Era claro que no todos ellos lo entendían, pero que estaban dispuestos a aprender y eso era todo lo que pedía, después de todo entre más reclutas entendieran su mensaje, más oficiales competentes conseguirían.
— Y es por eso que este año las cosas serán diferentes —habló de nuevo —. Este año sólo tendrán una semana para ser informados sobre los Vongola y el resto del curso se tratará de un estudio de campo. El proyecto es- no, su misión es investigar a miembros importantes de esta organización. Oh, no se caguen, señoritas —dijo al ver las miradas escandalizadas —. Ustedes no irán por los peces gordos, irán por sus hijos. Tenemos información que dice que el Décimo, la cabeza de Vongola, y sus esbirros más cercanos- sus Guardianes, como se les conoce, han procreado. Algunos de ellos tiene hijos, ya sea biológicos o adoptados, y aunque no sabemos de ellos nada más que su existencia ya que están más protegidos que el Fort Knox de Estados Unidos, ha llegado a nuestras manos información que indica que al menos un par de ellos residen actualmente en Japón. Y es su trabajo obtener todo lo que puedan de ellos mientras tratan de no morir en el intento —durante su charla, el sargento había comenzado a caminar alrededor de los reclutas, sus pasos eran tranquilos en un intento de aplacar el ambiente competitivo o, mejor dicho, aturdido —. Tienen cinco minutos de descanso. Aquellos que no se crean a la altura del trabajo desaparezcan de una vez y los que queden, empiecen a sacar lo necesario para tomar apuntes —dijo por encima del hombro, casi casualmente —. Después de ese tiempo vamos a hablar de los principales miembros de Vongola; el Décimo y sus Guardianes.
El sargento regresó a la mesa, y tomó vista de que ningún recluta se había atrevido a huir. Bueno, al menos no eran cobardes, pero sí estúpidos; para él no pasó desapercibida la línea de pensamientos que los pobres diablos estaban teniendo. Los nuevos siempre eran transparentes. Seguramente ellos no pensaban que esto fuera algo serio, eran niños de lo que estaban hablando, el mayor de ellos no debía pasar de los veintiún años. Pero el sargento sabía mejor, él era el mejor, y estos niños de los que hablaban eran la progenie de los Vongola y no se podía esperar que ellos fueran algo menos que monstruos.
Sergente debía saber mucho mejor. Los Vongola, después de todo, tendían a hacer las cosas un poco demasiado literal.
Namimori, Japón.
Reborn se consideraba una persona bastante experimentada en los caminos del mundo. Él había visto mucho, él había hecho mucho. Él había pasado años como un bebé por culpa de una estúpida maldición. Él había convertido a un par de chicos escuálidos y torpes de los que el mundo esperaba nada, en grandes jefes.
Así que no creía que hubiera algo por ahí que de verdad pudiera sorprenderlo.
Al menos hasta que la Undécima Generación Vongola nació.
Reborn también sabía, por supuesto, que Tsuna y compañía, especialmente Tsuna, eran propensos a ser víctimas de las cosas más absurdas. La Décima Generación Vongola era un imán para los problemas, ellos los atraían como moscas a la miel; así que no le sorprendió que eso se reflejara en su descendencia, lo que le sorprendió sin embargo, y que no admitiría ni en millón de años, era la forma en que se había reflejado.
Entre pensamientos, Reborn paró sus pasos, sacó un revolver y disparó hacia arriba sin siquiera levantar la cabeza. Un segundo después una figura aterrizó frente a él, todo en movimientos limpios y fluidos, casi elegantes.
— ¿¡Acaso quieres matarme!? —exclamó una voz femenina.
— Si ese fuera el caso, lo estarías —dijo Reborn, guardando su arma —. Pero en vista de que estás ahí parada, respirando y cacareando, no es el caso. Por ahora —le sonrió, de esa manera encantadoramente engañosa que la Undécima Generación había aprendido a reconocer como una promesa de dolor y sufrimiento.
Hibari Kiko, la hija –lastimosamente para algunos, aterradoramente para otros, del infame Hibari Kyouya, hizo una mueca y se guardó los comentarios que tenía en la punta de la lengua para decir, en cambio —: Diablo, ¿qué haces aquí? Nadie mencionó que ibas a venir, pero tomando en cuenta que nadie nos dice nunca nada, no es cosa del otro mundo.
— ¿Es un lloriqueo lo que escucho?
— ¡No estoy lloriqueando! —replicó la Hibari.
El sonido como de un aleteo se escuchó y Kiko hizo una mueca, Reborn observó impávido el movimiento entre sombras a la espalda de la chica que acabó en menos de un segundo, haciendo que por fin la Hibari saliera a la luz de la farola
— Entonces, mi pregunta —dijo ella.
— Háblame con respeto, mocosa —dijo el hitman —. No pasé tanto tiempo tortu- entrenándote para ser víctima de tal desfachatez. Dirígete a mí con propiedad; soy sensei o, ya que me siento generoso, zio.
— Oh no. Nunca. Nuh huh. Nope —empezó a negar fervientemente —. Te respeto más que a nadie, no estoy loca para no hacerlo, aunque no es del todo cierto. Quiero decir, por supuesto que te respeto, pero sólo después del zio Tsunayoshi, él va primero. Pero nunca te llamaría eso último a menos que sea cuestión de vida o muerte, siento que si te lo dijera sería como mandar mi alma al infierno envuelta en papel de regalo y moños rosados.
— No es como si tu alma y la de los otros mocosos no me perteneciera ya —se burló Reborn, casi había olvidado que lo divertido que era molestar a los Vongola más jóvenes, en especial a la chiquilla de Hibari, quien tenía una boca laberíntica.
La mocosa había hablado más en su primer año de vida de lo que Hibari en todo el tiempo que llevaba vivo.
— ¡Oh, cállate! Sólo por eso voy a tener pesadillas esta noche.
— Me hieres, nipote —dijo Reborn luciendo para nada herido, por supuesto.
— ¡Suficiente! —Kiko se quejó, tapándose los oídos y haciendo un puchero cuando vio a Reborn mirarla burlón —. Eres el mal, hitman-san.
— Me han dicho.
Fue entonces que unos pasos se escucharon, ambos voltearon en la dirección del sonido, justo a tiempo para ver a un grupo de hombres de traje y absurdo copete doblar por una esquina en su dirección.
— ¡Kiko-sama! —gritó el que lideraba la comitiva, sacando un arma y mirando sospechosamente a Reborn hasta que estuvo lo suficientemente cerca para reconocerlo —. Reborn-san —saludó el hombre, siendo imitado por el resto del grupo.
El hitman asintió con la cabeza como toda respuesta.
— Kiko-sama, nos tenía preocupados —el mismo hombre dirigió de nuevo su atención a la chica —. Sabe que no puede desaparecer sin más y mucho menos andar sola, especialmente de noche. Es peligroso para las personas como usted.
La Hibari entrecerró los ojos, disgustada por el comentario —. La gente como yo también sabe cuidarse.
El hombre, Mamoru Seiji, se dio cuenta de su error e inclinó la cabeza —. Me disculpo, Kiko-sama, no era mi intención faltarle al respeto.
Kiko suspiró, relajándose un poco —. Está bien, Seiji-been. Como sea, no es lo que peor que me podrían decir.
Reborn negó con la cabeza, Kiko era demasiado blanda para ser una Hibari. Una de las cosas que hacía que su relación con la Nube mayor fuera tan incómoda.
Seiji hizo una mueca ante el apodo, la joven tenía la costumbre de llamar con apodos ridículos a todo el mundo, sin discriminación ni miedo —. Lo mejor será regresar a la base o Hibari-sama nos morderá hasta la muerte más duro de lo normal cuando se entere —porque no había duda de que su líder se enteraría de la escapada de su hija y serían sus pobres guardias los que tendrían que pagar por su trabajo incompetente.
— No es como si al viejo y querido papá le importe mucho —la chica se encogió de hombros y entonces miró a Reborn con una pregunta silenciosa.
El hitman se acomodó la fedora —. Diviértete con tus niñeras, yo aún tengo mucho por disfrutar de la vida nocturna —con eso dicho, comenzó a caminar, mezclándose con facilidad en la oscuridad de la noche.
— Te envidio tanto —dijo Kiko, caminando también, seguida de Seiji y sus hombres.
Entre todo, Kiko olvidó que Reborn nunca le dijo lo que hacía en Namimori.
N/A: ¿Qué piensan? Yo sólo tenía que escribirlo.
Es la introducción y sí, ya sé que no explica mucho y es raro, pero prometo que tiene un poco de sentido y es la onda (?) En fin, para esta historia voy a necesitar varios personajes, por lo que si alguien quiere participar con algún personaje son bienvenidos a hacerlo. Sólo tienen que dejar un comentario y decirme su deseo para así enviarles la ficha... Cabe aclarar que me tomaré el derecho de negar o aceptar su personaje (una vez lea la ficha) según considere lo "qué" y el "cómo" puede aportar a la historia. Piénsenlo con cuidado; sus personajes pueden ser hijos (biológicos o adoptados), algún pariente perdido, algún protegido/alumno de cualquiera de los personajes cannon.
Espero se animen a participar.
