UNA BALADA A MEDIANOCHE

Meridían permanecía quieto, calmado bajo la dura tensión. Las manos se le habían entumecido y el dolor que hace tiempo llevaba en la cabeza, había aumentado monstruosamente. Ante todo, y más bien por empecinado, semejaba un aire de cierta calma y apatía.

Había aprendido desde hace mucho a permanecer tranquilo en las situaciones oscuras. Igual, no era alguien que mostrará sus sentimientos como medallas de honor. Todo lo contrario. Muy pocas personas conocían su forma de pensar y ninguna, hasta ahora, conocía su historia, su pasado. Respiró profundamente y cerró los ojos.

----"¿Eres idiota o te diviertes haciendo el papel?"---reclamó una voz.

Sí, aquella voz, aquella maldita voz. La que lo atormentaba noches corridas sin dejarlo dormir, la que llegaba para burlarse justo y cuando él pensaba que la había superado. Aquella maldita y torturante voz! Pensó que la había dejado atrás hace años.

Abrió los ojos y observó a Handrox. Era un milagro que lo pudiese ver entre el dolor de cabeza y el instinto que lo obligaba a cerrar los ojos.---"…Déjame en paz..."---murmuró.

Se notaba muy débil…Vulnerable. Más se sentía como un idiota al escuchar lo enferma que sonaba su voz. No duraría mucho. Estaba justo en el lugar que aquella criatura quería.

Rodeado por diferentes olores y un silenció que gritaba con voz propia. Meridían volvió a cerrar los ojos. Quería entregarse tanto al sueño. Tenía que dormir, tenía que guardar energías.

Al instante, una imagen desfigurada había salido por las sombras. De cuerpo alto y forzudo; protegido por una capa carmín que lo tapaba semi-completamente, si no fuese por los cabellos grises que surgían de la capa hasta su pecho.

Al principió, pensó que la criatura cargaba con un arma. Seguramente, una espada o un bastón deformado; pero, no había sido hasta que la criatura se acercará un poco más a su lado, que pudo ver que en realidad era una mano.

La inmensa extremidad rozaba el suelo, creando diminutas grietas al pasar. Mientras el cuerpo se movía como si fuese parte de la extremidad y no la mano parte suya.

Meridian abrió enormemente los ojos y contuvo la respiración. Sorprendido, incrédulo. Aquel hombre estaba siendo absorbido por sí mismo. Por su propio ser.

Sintió susceptibilidad, a la misma vez que se sintió semejado. A la misma vez, que también sintió…desconfianza.

---"No ha pasado mucho tiempo desde…la última vez…que nos vimos."---recalcó la criatura. Se había detenido justo frente al hombre. Su voz semejaba a la de un anciano.

Meridian lo contempló serio.

El encapuchado se movió, una vez más, dirigiéndose a una de las cadenas doradas que sostenían al damphir por los brazos. La acaricio suavemente---"Aquella vez, estabas muy conversador con tus "ayudantes"…ni siquiera te distes cuenta que estaba ahí…!—gritó girando la mano libre a la cadena del cuello.---Al lado tuyo!---lo tomó por la nuca.---"Te has vuelto flojo, Meridian!"---lo sacudió desquiciadamente.---"Flojo¿Me oyes? Flojo!"---

---…---Meridian contuvo el aire y después de ser meneado como un muñeco de trapo, fastidiado hasta que sus propias nauseas sentía deseos de vomitar, habló. Con voz suave; pero, temblorosa---"Y tú, lentamente te has convertido en una sanguijuela, apegándote y dragando tu veneno a todo lo que se te acerca!"---al decir esto, miró al rostro escondido del guerrero y se retracto al instante. Pegando su cabeza sobre la pesada tabla de madera que estaba amarrado. Inhalando del pésimo aire que tenía el aula; plantó su mirada en Handrox.

Llevaba una sonrisa sádica en su rostro. Algo que suponía sorprender a Meridían; pero, no lo hizo. Lo contrario; se hubiese preocupado si no sonreía. El ser acarició su inmenso brazo y miró una pequeña caja que había en la pared.---"Ya casi es tiempo, amigo…"---respiró---"Ya casi es hora de que la luz maniobre y tú, tú, te verás obligado a naufragar en ella."---sus pasos lentos se acercaban a la ventana. Que aún estaba cerrada; pero, el dhampir podía sentir el asfixiante calor del Sol.

Meridian sostuvo una plegaria en la garganta y cerró los puños. Handrox jamás bromeaba y si lo hacía eran simples sátiras cultas. No algo, en realidad, para morirse de risa.

Handrox contempló al damphir, sintiendo lástima y odio, a la vez. Un odio desconocido y muchas veces guardado en su interior. La vida los había vuelto enemigos…todo…por estupideces y orgullo. Algo muy valorado en su tiempo. Su amistad se había perdido, ya hace mucho y aún él guardaba la inmadura esperanza de que volviera.

Lo miró por unos instantes y pudo distinguir una leve, frágil, triste sonrisa. Casi irreconocible en su rostro. Volvió a inhalar profundamente y esta vez, permaneció con los ojos abiertos.

El sonido de aquella ventana de madera abriéndose ahogando el silencio de los dos.