Naruto, Gaara y Sasuke son tres de los hombres más ricos y poderosos del país. Están acostumbrados a conseguir todo lo que desean.
Absolutamente todo.
En el caso de Naruto se traduce en hacer realidad una fantasía concreta con una mujer que era fruta prohibida para él. Ahora ella está lista…
Cuando Naruto Namikaze vio a Sakura Haruno entrar en el salón de baile para su gran debut, supo que iba a ir al infierno por lo que había planeado. Después de todo Sakura es la hermana pequeña de su mejor amigo. Salvo que ya no es pequeña.
Y Naruto ha esperado mucho tiempo para actuar de acuerdo con sus deseos.
Naruto ha desempeñado el papel principal en las fantasías de Sakura en más de una ocasión desde que era una adolescente enamorada del mejor amigo de su hermano.
¿Y qué si Naruto es catorce años mayor?
Sakura sabe que está fuera de su alcance, pero la atracción, lejos de disminuir, se ha hecho más fuerte con el tiempo. Ahora es adulta y no hay razón para no cumplir sus deseos más íntimos.
Cuando Naruto la arrastra a su provocativo mundo, ella se da cuenta de que hay muchas cosas que desconoce sobre él o lo rigurosas que pueden ser sus exigencias. Su relación es intensa y obsesiva, pero cuando cruzan la línea de la secreta odisea sexual hacia algo más profundo, su aventura corre el riesgo de ser descubierta… y se vuelve vulnerable a una traición más íntima de lo que esperaban.
…..
…..
…..
Prólogo
—Sakura, el portero acaba de tocar el timbre y dice que el coche ya está abajo esperándote —anunció Tsunade a voces desde la otra habitación.
Sakura respiró con dificultad y cogió el contrato que había a su lado sobre la cama, donde permanecía sentada. Estaba ligeramente arrugado y mostraba signos de deterioro de tantas veces como lo había leído. Había memorizado cada una de las palabras, y estas se le repetían una y otra vez en su mente.
Junto a ellas también imágenes que su imaginación se había encargado de enviarle… Imágenes de ella y Naruto juntos. Controlándola y poseyéndola. Haciéndola suya.
Lo metió en el bolso mientras se levantaba y se precipitaba hacia el vestidor para mirarse en el espejo una última vez. Su rostro mostraba signos de fatiga. Dos manchas oscuras, que el maquillaje no había podido disimular, rodeaban los párpados inferiores. Además, tampoco tenía buen color de cara. Incluso el cabello se había negado a hacerle caso y estaba más bien revuelto. Poco podía hacer ya más que irse. Tras respirar hondo una vez más, salió del dormitorio y caminó a través del salón hasta llegar a la puerta.
—¡Sakura, espera! —dijo Tsunade mientras corría hacia donde estaba ella.
Tsunade la abrazó fuerte y luego retrocedió. Alzó la mano y le colocó el mechón detrás de la oreja. —Buena suerte, ¿de acuerdo? Has estado rara durante todo el fin de semana. Si te está estresando tanto, no lo hagas.
Sakura sonrió.
—Gracias, Tsunade. Te quiero.
Tsunade imitó exageradamente el sonido de un beso con los labios a la vez que Sakura se daba la vuelta y se iba. Cuando dejó el edificio, el portero le abrió la puerta del coche y la escoltó hasta dentro.
Sakura se acomodó en el asiento de piel y cerró los ojos mientras el coche se desplazaba desde el Upper West Side, el noreste de Nueva York, en dirección al centro de la ciudad, donde se encontraba el edificio HCM.
Su hermano, Gaara, la había llamado el día anterior y ella se había sentido terriblemente mal por estar ocultándole la situación. Él se había disculpado por haberse perdido la gran inauguración y le dijo que, si hubiera sabido que ella iba a estar ahí, habría acudido sin falta. Hablaron durante media hora.
Gaara le preguntó cómo le iban las cosas y Sakura le dijo que iba a estar los próximos días con Sasuke en California. Habían planeado pasar una tarde juntos cuando regresara y luego ella había colgado. La melancolía la había atrapado por completo porque ella y Gaara estaban muy unidos.
Sakura nunca había dudado en compartirlo todo con él. Él siempre había estado ahí, dispuesto a escuchar y a reconfortarla incluso en sus días de crisis adolescente. No podría desear un hermano mayor mejor, y ahora le estaba ocultando secretos.
Enormes secretos.
Sakura, más allá del tráfico algo denso pero fluido, no le prestó apenas atención al trayecto hasta que el coche se detuvo un rato más tarde.
—Hemos llegado, señorita Haruno.
Abrió los ojos y seguidamente los entornó debido a la brillante luz del sol de otoño. Estaban justo a las puertas del edificio HCM.
El conductor ya había salido del coche para dar la vuelta y abrirle la puerta.
Sakura se frotó el rostro con las manos en un intento de reanimar sus embotados sentidos y después salió, dejando que la fría brisa le alborotara la melena. Una vez más se encontró entrando en el edificio y subiendo en el ascensor hasta el piso cuarenta y dos.
La sensación de déjà vu era muy intensa. Tenía las mismas mariposas, las manos igual de sudorosas y el mismo ataque de nervios, solo que esta vez sentía mucho más pánico porque ya sabía lo que él quería.
Y ella sabía exactamente en lo que se estaría metiendo si aceptaba. Cuando accedió a la zona de recepción, Sara alzó la mirada y sonrió. Luego dijo:
—El señor Namikaze dice que vayas directamente a su despacho.
—Gracias, Sara—murmuró Sakura mientras continuaba, dejando atrás la mesa de Sara.
La puerta del despacho de Naruto estaba abierta cuando llegó.
Vaciló en la entrada y clavó la mirada justo donde él se encontraba, de pie y con las manos en los bolsillos, observando Manhattan a través del ventanal. Era guapísimo, de un atractivo evidente. Incluso relajado, una fuerza salvaje emanaba de él.
De repente, Sakura se quedó pensando en todos los motivos por los que se sentía tan atraída hacia él, y especialmente en uno de ellos. Se sentía segura a su lado. El simple hecho de estar cerca de él la confortaba. Se sentía segura y protegida.
Básicamente, la relación que Naruto le había propuesto le daría todas esas cosas. Seguridad. Confort. Protección.
Él le había asegurado todas esas cosas. Lo único que tenía que hacer era aceptar cederle el máximo poder. Toda reticencia se esfumó, dejándola más ligera y casi eufórica. De ninguna de las maneras iba a meterse en ese acuerdo tal y como estaba, asustada hasta las cejas.
Esa no era forma de comenzar una relación.
Actuaría segura de sí misma y acogería con agrado todo lo que Naruto le había prometido. A cambio, ella se lo daría todo y tendría fe en que él valorara el regalo que significaba su sumisión.
Naruto se dio la vuelta al verla de pie en la puerta y Sakura se sorprendió al percibir cierto alivio en sus ojos.
¿Había temido que no volviera?
Se acercó a ella y la arrastró al interior de la oficina para cerrar la puerta con firmeza a su espalda. Antes de que Sakura pudiera decir ni una palabra, él la atrajo a sus brazos y estampó su boca contra la de ella.
Sakura soltó un ligero gemido cuando las manos de Naruto recorrieron sus brazos posesivamente hasta apoyarlas en sus hombros. Luego siguió subiendo hasta llegar al cuello y finalmente acunó su rostro.
La besó como si estuviera hambriento de ella, como si lo hubieran mantenido separado de ella y, por fin, se hubiera liberado. Era la clase de beso que ocurría solo en sus fantasías. Nadie le había hecho sentirse tan… devorada.
No era simplemente una muestra de dominación.
Era una súplica para que se rindiera.
Él la quería, y le estaba demostrando exactamente cuánto.
Si antes cabía alguna duda respecto a si realmente la deseaba o si solamente estaba aburrido y por eso buscaba nuevos retos, ahora no.
Ahora estaba plenamente convencida.
Una mano se apartó de su rostro y su brazo se enroscó a ella, la envolvió con determinación y la estrechó con fuerza contra él. Su brazo parecía una banda de acero adherida a su espalda. Sakura podía sentir su erección contra su vientre. Estaba rígido y duro como una roca, presionando contra los caros pantalones que llevaba puestos.
La respiración de Naruto le golpeó en la cara cuando este rompió el contacto con sus labios y ambos jadearon en busca de aire.
Sus ojos brillaban mientras la miraba fijamente.
—No pensé que fueras a venir.
